Ya en mayo contamos aquí cómo ocultaba dinero cuando se había declarado arruinado para no pagar sus deudas. Ahí es donde entran los primeros detectives privados, que son pieza básica en esta historia…
Díaz Ferrán se declara arruinado en noviembre de 2010. Solo sus empresas del Grupo Marsans dejan deudas por 60 millones de euros. Dejó tirados a miles de ciudadanos. Muchos de ellos con pufos pequeños, de 100 a 600 euros, pero también engañó a grandes empresas, como AC Hoteles, Meliá y Pullmantur. Y lo que no pudieron hacer los ciudadanos de a pie, que se limitaron a denunciar y confiar en la justicia, sí lo hicieron estas compañías, a las que había dejado pagarés impagados por valor de 45 millones de euros. Pagarés que estaban avalados por su propio patrimonio personal…
Y lo que hicieron fue contratar a una agencia de detectives para que buscara el rastro del dinero, de ese patrimonio personal. Ashurst abogados, el despacho que representaba a estas empresas hoteleras, contrató a una de las agencias de investigación más prestigiosas de Madrid. Uno de sus detectives, el jefe, hizo un trabajo fino, fino. Tanto, que sus informes sirvieron de base para que esas cuatro empresas pudieran denunciar a Díaz Ferrán y a Ángel de Cabo ante la Audiencia Nacional por varios delitos, entre ellos insolvencia punible y alzamiento de bienes, y para que la fiscalía encargara a la policía comprobar todos esos datos. Además, a través de la Unidad Central de Seguridad Privada, el detective puso en conocimiento de la policía todo lo que encontró que pudiera ser indicio de delito.
En ese informe, que desvelamos aquí en mayo, el detective alertaba de que Díaz Ferrán estaba ocultando su dinero y sus propiedades, por ejemplo los apartamentos en Nueva York, con ayuda de Ángel de Cabo, además de un chalet en Mallorca, cuentas corrientes...
Esos pagarés con los que Díaz Ferrán pagó a las agencias y mayoristas de viajes cuando Marsans ya estaba en ruinas estaban avalados por su patrimonio personal. Un inmenso patrimonio, si nos atenemos a su declaración patrimonial del año 2007, en la que el propio ex presidente de la CEOE reconocía tener 93 millones de euros…
Esos 93 millones son la suma de las seis viviendas que tenía a su nombre, 35 fincas rústicas en Lugo, acciones en sociedades que cotizan en bolsa, fondos de inversión, depósitos bancarios… Y todo ese patrimonio va desapareciendo hasta que en los años 2010 y 2011, cuando comienzan los juicios por esos pagarés impagados, ha desaparecido por completo, ha volado… Ese y el de todas sus sociedades, muchas de ellas patrimoniales, es decir, titulares de casas, fincas, complejos hoteleros…
Y el trabajo de ese fino detective fue localizar ese patrimonio ocultado a sus acreedores y, por tanto, a la justicia… Durante meses, el detective fue siguiendo el rastro del dinero. Y se dio cuenta de una cosa, que hizo constar en sus informes y que las empresas que denunciaron a Díaz Ferrán señalaron en su querella ante la Audiencia Nacional: todos los bienes habían pasado a sociedades vinculadas con Ángel de Cabo, el liquidador. Éste y su entramado se habían encargado de ocultar el patrimonio de Díaz Ferrán y sus empresas, aunque una gran parte de esos bienes los podía seguir disfrutando el propio Díaz Ferrán.
Cuando uno de los acreedores conseguía embargar algo en un juzgado, se daban cuenta de que ese bien –ya fuera un coche, una casa o hasta el mobiliario de la vivienda de Díaz Ferrán– ya había sido traspasado a otra sociedad, casi siempre vinculada a Ángel de Cabo. Así lo hizo constar el detective, que transmitió a la policía que había descubierto algo delictivo: un clarísimo alzamiento de bienes.
Y el pasado mes de septiembre, el detective consigue nuevos datos y alerta a la justicia. Díaz Ferrán se está deshaciendo de más propiedades gracias al señor De Cabo. Por ejemplo, un chalé en Mallorca y dos locales y dos pisos en la calle Velázquez de Madrid…
El chalé se lo vendió por cuatro millones de euros, supuestamente, a dos inversores rusos, de esos a los que damos la nacionalidad si compran casas caras. Y en cuanto a los dos locales de Madrid, son dos restaurantes. El detective privado siguió a Díaz Ferrán durante meses el año pasado. Y vio como el que fuera presidente de los empresarios recibía en uno de ellos, llamado El Tártaro, en un lugar alejado de las cámaras de seguridad del local, la visita de famosísimos empresarios, desde su cuñado y jefe de los empresarios madrileños, Arturo Fernández, también consejero de Bankia, por cierto, hasta su sucesor en la CEOE, Joan Rosell.
Fue de una de sus sociedades hasta 2010, cuando lo vendió a Quatre Bas, una empresa controlada por la trama de Ángel De Cabo, como hizo con todos sus bienes y propiedades. Igual que hizo con sus dos coches, un Bentley de dos puertas y un Rolls Royce Phantom, o con el yate a nombre de su mujer. Todo, para evitar que la justicia se lo quitara y pagara con ello sus deudas.
Pero el detective, además de hacer un informe que destapa que este hombre sigue teniendo mucho dinero, se encuentra con algo más cuando investiga sobre ese restaurante.
Descubre que lo explota una sociedad y que la encargada es una tal Diana, una joven cubana de 27 años que, sin embargo, no aparece por allí. Nosotros estuvimos en el restaurante y los camareros no saben quién es esa mulata, que por cierto ya no está allí. Y una tarde de primavera de 2011, el detective sigue a Díaz Ferrán y lo ve con una joven mulata y guapa, con la que entra y sale de un piso cercano al paseo de la Castellana, en Madrid.
La chica era la misma. Lo que no sabemos es si Díaz Ferrán la colocó allí en ese restaurante porque ya era su amiga o si fue De Cabo el que colocó a la chica en el restaurante (ocurrió en 2011 y formalmente ese negocio ya lo controlaba él) y don Gerardo digamos que la encontró allí. No sería la primera vez que De Cabo, según cuentan varias personas, digamos que utiliza a mujeres como cebo para los negocios.
A Vamos a recapitular y presentemos a don Ángel de Cabo, hoy en prisión, antes de hablar de sus tretas empresariales.
Ángel de Cabo fue un fontanero valenciano, que heredó el negocio de fontanería de su padre, que se ha ido creciendo con la crisis. Su oficio es comprar empresas arruinadas y oficialmente liquidarlas para evitar pagar las deudas a todos los damnificados. Lo hizo con Teconsa, después de que se la implicara en el caso Gürtel… Hay quien dice que se inspiró en el personaje que Richard Gere interpreta en Pretty Woman, ese ejecutivo que compraba empresas en problemas y las troceaba…
Teconsa fue aquella empresa de construcción que consiguió el contrato de Canal 9 para cubrir como empresa de televisión la visita del Papa a Valencia. Pagando sobornos, claro, porque de televisión no tenían ni idea.
Así está documentado en el caso Gürtel. Logró el contrato tras pagar casi tres millones en sobornos a la trama. Eso sí, como no tenían ni idea de televisión, luego tuvieron que subcontratar con empresas del gremio... En fin, que acabó quebrando y en manos de De Cabo para evitar pagar sus deudas.
Y luego llegó Díaz Ferrán. Y luego, los Ruiz Mateos… De Cabo lleva un carrerón, con métodos digamos expeditivos. El que fuera abogado de los Ruiz Mateos durante más de veinte años, Joaquín Yvancos, cuenta esta semana en interviú como De Cabo terminaba sus negocios invitando a sus socios a coger uno de los 20 coches que tenía en la sede de su empresa y acudir luego a un club llamado El Cisne, que estaba muy cerca del pueblo de Silla (Valencia). Yvancos dice que a él mismo le invitó De Cabo a acudir a ese puticlub que, nos cuentan, tenía piscina y una sala de striptease, y cree que logró que fueran algunos jueces y también dos hijos de Ruiz Mateos, a los que luego habría chantajeado con informes de esas fiestas.
Y este De Cabo, recordemos, es al que el juez ha impuesto una fianza record para salir de la cárcel: 50 millones de euros. Es el mismo al que le encontraron un millón de euros en metálico. Bueno no exactamente a él. Ese millón de euros se encontró en poder de Susana Mora, su mujer de confianza, que también fue detenida y que quedó en libertad con 3.000 euros de fianza. Ángel de Cabo la obligaba a llevar siempre encima los discos duros de sus ordenadores, porque tenía miedo, precisamente, a lo que ocurrió: que la policía entrase en sus instalaciones. De hecho, bajo la alfombrilla del coche de Susana la policía encontró varios discos duros.
Ese millón de euros hallado en poder de su secretaria sería de Ángel de Cabo, claro… Por supuesto, no eran los ahorros de su secretaria. La policía halló un total de dos millones de euros en metálico en los registros, además de ese lingote de oro que tenía Díaz Ferrán en su casa. Pero también hallaron esas horteradas que nunca faltan en las operaciones policiales de este tipo: en una nave, De Cabo guardaba un elefante y una jirafa. Enteritos y disecados.
Volvamos a esa joven mulata cubana de 27 años a la que el detective sorprende con Díaz Ferrán y que pudo ser otro cebo de su propio socio, Ángel de Cabo. No lo sabemos. Lo cierto es que la historia tiene todavía otro giro más. Otra agencia de detectives, y ya vamos por la tercera, que nosotros sepamos, esta vez de Madrid, recibe el encargo de vigilar a la joven cubana en la primavera de 2011.
Un detective descubre que Díaz Ferrán tiene una amiga cubana, a la que han colocado de encargada en un restaurante de la trama en Madrid. Y otro detective sigue a la cubana.
Nosotros hemos hablado con uno de los que siguieron a Diana y nos ha contado que ellos fueron subcontratados por la agencia para seguir a la chica. Y que su objetivo era saber si y repetimos lo que nos dijo "se veía con otros hombres además de con Díaz Ferrán".
No sabemos quién encargó el trabajo. Si fue Díaz Ferrán o fue algún enemigo suyo. En los libros de registro de los detectives se suele poner el nombre de un despacho de abogados o de una sociedad para ocultar el cliente real. Lo cierto es que pagó unos 9.000 euros. Y que el objetivo, sí, era saber si la chica tenía otros amigos.
La grabaron en vídeo paseando a sus dos perritos por Madrid. Vivía en un piso del barrio de Salamanca que no estaba a su nombre, sino de una sociedad. También la vigilaron en algunas salidas nocturnas, no olvidemos que la chica tenía entonces 25 años. Pero no le hicieron fotos con otros hombres…
El cliente avisó a la agencia de que la chica, desde que se hizo amiga de Díaz Ferrán y trabajaba en el restaurante, vivía obsesionada con que los paparazzi la descubrieran. Así que solo quería informes escritos sobre ella. La primera grabación en video sirvió para confirmar que la mulata era el objetivo. Luego, se limitaron a ver, oír y anotar