Territorio Negro: Más de diez años sin Marta del Castillo
Es uno de los casos criminales más desgarradores de los últimos años. Dentro de dos días se cumplirán diez años del asesinato de Marta del Castillo, una sevillana que tenía diecisiete años cuando el que había sido su pareja, Miguel Carcaño, la asesinó y se deshizo de su cadáver. Y diez años después, sus padres, su abuelo, toda su familia y todos sus amigos siguen sin tener un lugar al que llevarle flores, porque su cuerpo continúa en paradero desconocido. En una mezcla de Territorio Negro vintage y actual, recordamos el crimen, contamos cómo se encuentra el caso diez años después, qué ha sido de sus protagonistas y, sobre todo, si hay alguna esperanza de hallar los restos de la joven.
Viajamos en el tiempo, también con la música, como hacemos en estos territorios, hasta enero de 2009. Estopa sonaba en todos los rincones de España con esta canción, seguramente también en Sevilla, donde vivía y estudiaba Marta del Castillo. El sábado, 24 de enero, es el día marcado en el calendario de toda su familia y amigos.
Ese día, Marta había quedado con un amigo, Miguel Carcaño, que entonces tenía 19 años, con el que había estrado ennoviada tiempo atrás. Le dijo a su madre, antes de abandonar la vivienda, que tenía que arreglar unas cosas con él.
La chica contó también a varias amigas que había quedado con su antiguo novio; incluso el padre de Marta se encontró a Miguel ese sábado cerca de su casa y el chico le dijo que iban a dar una vuelta por el barrio de Triana y que no regresarían tarde. Pero Marta jamás volvió a casa. Sus padres, Antonio y Eva, se alarmaron esa misma noche, cuando comprobaron que no volvía a la hora pactada, porque Marta era una joven muy formal.
Y, naturalmente, al primero al que llamaron fue a Miguel. Sabían que había quedado con él.
Miguel comenzó esa madrugada a recibir llamadas de amigas y familiares de Marta y él mantuvo siempre la misma versión: que tras dar una vuelta con ella por Triana la dejó en casa hacia las nueve de la noche. Antonio del Castillo acudió esa misma madrugada a la casa del hermanastro de Miguel Carcaño, en la calle León XIII, porque conocía esa dirección, aunque Miguel residía en esa época en Camas, en la vivienda familiar de su novia de entonces, una menor.
Antonio llamó al timbre y aporreó la puerta y las ventanas –es un bajo-, pero no recibió respuesta. El padre de Marta incluso pidió ayuda a dos agentes de un coche patrulla, que le dijeron que no podían hacer nada, que presentase en comisaría una denuncia por desaparición.
Eva y Antonio, los padres de Marta, no tuvieron ninguna duda de que la desaparición de su hija no era voluntaria.
Pero casi desde el primer momento empezaron una serie de infortunios y de praxis, cuanto menos, discutibles, que han sido una constante en este caso. La primera dificultad con la que se topó la investigación fue el bienintencionado testimonio de una vecina que, de manera involuntaria, dio coartada a Carcaño. La mujer aseguró a la Policía que vio a Marta en el portal de su casa a las 21.15 mientras sacaba unas bolsas de su coche. Este testimonio posibilitó que las pesquisas no apuntasen a Carcaño desde el primer minuto y permitió que se deshiciese del cuerpo y tuviese tiempo para preparar una coartada.
Además, pensemos que hace diez años los protocolos de desapariciones de menores no estaban tan bien engrasados como hoy en día. Precisamente, fue el caso de Marta del Castillo el que hizo revisar estos protocolos, porque, desgraciadamente, durante unas horas –las más críticas, las primeras-, la desaparición de Marta no fue considerada de alto riesgo, sino que se pensó que la chica había prolongado su juerga del sábado.
No obstante, pese a esos errores y pese al testimonio de esa vecina, entiendo que Miguel Carcaño nunca dejó de ser el principal sospechoso.
Nunca, pero hubo que esperar casi tres semanas para que fuese detenido, un tiempo en el que pudo ponerse de acuerdo con sus dos amigos, El Cuco y Samuel Benítez, que fueron detenidos horas después del arresto de Carcaño. El ex novio de Marta fue arrestado después de que la Policía Científica encontrase restos de sangre en la cazadora que llevaba la noche de los hechos. Hasta entonces, se mantuvo firme en su versión de que había dejado a Marta en su casa hacia las nueve, pero la evidencia científica le hizo derrumbarse y ofrecer su primera confesión.
Otra constante del caso, quizás una de las cosas que más indigna, es todas las versiones que ha dado de lo sucedido. ¿Qué contó en esa primera confesión, tras ser detenido?
Dijo que había tenido una discusión con su ex novia en la casa de su hermanastro y que en un momento dado, la golpeó en un lado de la cabeza con un cenicero de cristal, un golpe que la mató. Esa versión cuadraba con el hallazgo de sangre en el bolsillo de su chaqueta, donde dijo que había guardado el cenicero, pero a partir de ahí, no hay nada cierto. Implicó a sus dos amigos, Samuel Benítez, y a El Cuco –un chaval de 15 años- en la ocultación del cuerpo, que en una primera versión dijo que habían arrojado al río Guadalquivir. Así lo contaron los tres, por separado. Y en ese instante comenzó una búsqueda en la que se han gastado millones de euros y que aún no ha terminado.
Y ahí comenzó también una insoportable travesía del dolor para la familia de Marta del Castillo. Un dolor que volvía cada vez que Carcaño o el resto de los implicados decidían cambiar de versión.
El propio Miguel Carcaño cambió de versión apenas un mes después de ser detenido. Pidió declarar voluntariamente y contó una escena terrorífica: dijo que entre él y su amigo El Cuco violaron a Marta tras golpearla. Después, el menor la estranguló con un cable y se deshicieron del cuerpo. Solo fue la segunda de las hasta siete versiones que fue ofreciendo. Este primer cambio fue una mera estrategia procesal: al introducir el delito sexual, Carcaño evitó ser juzgado por un jurado popular.
A partir de ese momento, Carcaño dio distintas versiones, hasta siete diferentes, en las que iba cambiando la forma de matar a Marta, el autor –llegó a decir que a la chica la mató su hermanastro-, los encubridores, los encargados de ocultar el cuerpo y el lugar en el que la ocultaron.
La Policía ha rastreado el río Guadalquivir, vertederos, fincas… Y no ha encontrado un solo resto que pueda corresponder al cadáver de Marta del Castillo. Lo cierto es que la justicia mantiene abierta esta parte del caso, hay una pieza separada del sumario principal dedicada a la búsqueda del cuerpo de la chica.
La Justicia mantiene abierta esa búsqueda y esa misma Justicia fue la que dictó condenas para tres de estos personajes. Condenas, en dos de los casos, muy leves a mis ojos y a los de cualquiera que pueda empatizar con esa familia.
La primera sentencia que se dictó fue la del menor, Javier, alias El Cuco. El juzgado de menores le condenó a dos años y once meses de internamiento en 2011, apenas dos años después del crimen. Pese a que el fiscal le acusó del asesinato, solo fue condenado por encubrimiento. En marzo de 2013 salió del centro de menores y pasó otros 13 meses en libertad vigilada.
En el juicio, llamémosle, principal, se sentaron en el banquillo Miguel Carcaño, Samuel Benítez, Francisco Javier Delgado –hermanastro de Miguel- y la novia de éste, María García. Solo Carcaño estaba acusado de asesinato y agresión sexual, mientras que los otros tres procesados llegaron acusados de encubrimiento y delito contra la integridad moral, por ocultar el paradero del cuerpo de Marta.
El tribunal solo condenó, a Miguel a veinte años de prisión por un delito de asesinato. En el apartado de hechos probados, la sentencia recoge la primera versión de Miguel, la del golpe con el cenicero. Respecto a quiénes se deshicieron del cuerpo, la Audiencia de Sevilla lo que dijo en el fallo es que fueron Miguel, El Cuco y una tercera persona no identificada, algo similar al famoso “solo o en compañía de otros” de la sentencia del crimen de los Urquijo.
Y esa sentencia fue ratificada por el Tribunal Supremo en casi todos los extremos. El Alto Tribunal aumentó la pena un año y tres meses, al considerar a Carcaño autor de un delito contra la integridad moral. El Supremo dijo que el ex novio de Marta “instrumentalizó” el proceso y realizó “un uso abusivo y desmesurado” de su derecho a defenderse y a no declarar contra sí mismo. Por ello, su actitud al negarse a revelar el paradero del cadáver se convirtió en delictiva, “al haber provocado deliberadamente en los familiares de la víctima un grave daño a su integridad moral que rebasa el ámbito reconocido a sus garantías en el proceso”.
Carcaño también fue condenado al pago de las costas derivadas de la búsqueda del cuerpo de la joven, que a esas alturas superaban los 600.000 euros. El Supremo también anuló la parte de la sentencia que hacía referencia a la absolución de Samuel Benítez, ya que el tribunal creía que no había sido suficientemente motivada. La audiencia volvió a absolverle y el Supremo, también, después de que la familia de Marta recurriese esta absolución, así que el caso está cerrado y bien cerrado para la Justicia.
Pese a que la Justicia cerró el caso, Carcaño siguió dando versiones sobre el crimen, en el que llegó a implicar a su hermano.
En 2013, ya juzgado y condenado, cambió otra vez su versión sobre el crimen y dijo que no fue él quien golpeó mortalmente a Marta, sino su hermano, Javier Delgado, quien le dio con la culata de su pistola al interponerse la joven en una discusión entre ambos, y le llevó a la finca Majaloba en La Rinconada para deshacerse del cuerpo. Curiosamente, para Antonio del Castillo, el padre de Marta, es "la que se acerca más a la verdad", y es la que Carcaño le dio cara a cara en febrero de 2017, cuando se plantó en la cárcel de Herrera de la Mancha (Ciudad Real), donde Carcaño cumple condena.
¿El padre de Marta fue a la cárcel a encontrarse con el asesino de su hija? Imaginen hasta qué punto debe llegar la desesperación de ese hombre.
No solo eso. Años atrás, Antonio del Castillo hizo llegar a Carcaño un documento en el que se comprometía a ingresarle veinte euros semanales en su cuenta del peculio de la prisión y a pagarle 18.000 euros cuando cumpliese condena. A cambio, debía revelarle el paradero del cuerpo de su hija. La oferta económica no funcionó, así que en febrero de 2017, Antonio fue a Herrera de la Mancha a ver a Carcaño y éste le reiteró que fue su hermano quien mató a Marta y quien se deshizo del cadáver en la finca de la Majaloba.
Allí se ha buscado varias veces, sin éxito, el cuerpo de Marta, lo que Carcaño justificó diciendo que su hermano cambió el cadáver de sitio. Lo cierto es que la Justicia nunca ha encontrado motivos para imputar al hermano de Miguel, tras ser absuelto en el juicio principal. Antonio del Castillo le dio su número de teléfono al asesino de su hija, por si un día se le removía la conciencia.
Parece bastante improbable a estas alturas, cuando Carcaño lleva ya diez años, la mitad de su condena, en prisión, y ya ha empezado a descontar condena. De él sabemos que sigue en la cárcel de Herrera de la Mancha, pero ¿qué sabemos del resto de la pandilla?
Samuel Benítez y El Cuco mantienen una buena amistad y han huido juntos de los focos y de su vida anterior. Viven el sur de Francia, en la Provenza. Él vive en Rognac, un pueblo de 12.000 habitantes. Hasta allí se trasladó con su pareja hace tres años buscando el anonimato. Y allí ha intentado ser modelo fotográfico, hizo cursos de tatuador y trabaja ocasionalmente en empleos como mozo de almacén, ya que está apuntado a una empresa de trabajo temporal.
Vive en un bajo y apenas se relaciona con los vecinos. Cuando sale a la calle lo hace siempre ocultando su rostro con capuchas o gorras para evitar a los medios, aunque varios han captado su imagen. Ha mantenido su relación con Samuel Benítez, que eligió para retirarse Berre L´Etang, a muy pocos kilómetros de Rognac. Samuel ha intentado ser escultor y ha llegado a exponer su obra artística en el centro cultural de Rognac. Vive con su pareja, una joven francesa con la que ha tenido un hijo.
Así que los dos viven una plácida vida, a más de 1.500 kilómetros de Sevilla y no desvelan algo que seguramente sepan: dónde está el cuerpo de Marta del Castillo.