TERRITORIO NEGRO

Territorio Negro: El abuelo que se cayó a la basura y desapareció

Cuarenta meses hace que falta el abuelo de la familia Sánchez, en Granada. El abuelo se llamaba o se llama porque nadie sabe con certeza dónde está, Pablo Sánchez Valverde. En este territorio negro, vamos a contarles qué pudo ocurrirle a ese anciano. Tenía 88 años, una salud casi perfecta, solo problemas de oído, cuando la noche del 20 de noviembre de 2015, dejó a su esposa Visitación en casa y salió, en teoría, a bajar la basura. Nadie ha vuelto a verle. Su familia –su mujer, su hijo y sus dos nietas–, cree que saben dónde está, bajo tierra, pero no consiguen que los investigadores puedan comprobarlo.

Luis Rendueles | Manu Marlasca

Madrid | (Publicado 09.04.2019 17:38 )

Nos situamos en Granada, el 20 de noviembre de 2015. Es viernes y es un día de vísperas para la familia Sánchez. Al día siguiente, el sábado, tienen una fiesta

El 21 de noviembre iban a celebrar el cumpleaños Maribel, una de las nietas de Visitación y Pablo. Ambos son un matrimonio anciano ya que llegó a Granada muchos años atrás, desde un pueblo de Jaén. Pusieron una tienda de comestibles y fueron ganándose la vida. Luego Pablo anduvo en cosas de pisos... Tuvieron un hijo, Gregorio y luego dos nietas. Se jubilaron y estaban pasando una vejez tranquila y sana. Eso sí, Pablo, el abuelo, usaba un audífono, lo que antes llamábamos sonotone, porque tenía problemas de sordera. Y aquel viernes por la noche estuvieron juntos y preparando la reunión familiar del día siguiente en casa de los abuelos, en la calle Arabial número 113 de Granada.

El resto de la familia se va y el matrimonio de ancianos se queda en su casa. Ya es tarde y la abuela, Visitación, se va a dormir. El abuelo se queda en el salón viendo un poco la tele.

La abuela se despierta hacia las ocho menos cuarto y no ve a su marido en casa. Ve que el hombre se ha dejado encendidas las luces de la cocina y el salón. La mujer ha encontrado el pijama de su marido sobre la cama y nota que también falta una pequeña escalera de plástico, de dos peldaños, que se suelen tener en las casas. Piensa que su marido puede haber ido al campo a coger algo de fruta. Lo hacía algunas veces. La casa queda muy cerca de lo que se conoce como La Vega de Granada, se puede ir andando, es un paseo de unos seis o siete minutos. Pablo tenía amigos que tenían algunos terrenitos con frutales y hortalizas y le gustaba pasar un rato en el campo

Pero va pasando el día y el abuelo no vuelve a casa. La familia cree que se ha entretenido con algún amigo, Pablo no tiene teléfono móvil, y que volverá cuando termine el partido Barcelona Real Madrid que se jugaba ese día. Pero termina el fútbol y el abuelo no aparece

En realidad, la familia ha estado dándole vueltas todo el día, intranquila. Piensan que ha ido a coger fruta, pero algo no les cuadra. Además, la nieta escucha un pitido en la casa y descubre que es el audífono del abuelo, se lo ha dejado en casa, se le ha caído en el salón. Esa noche los jóvenes de la familia compran linternas y van a la zona de La Vega. Allí nadie ha visto al abuelo. También acudieron policías locales y nacionales. Ni rastro.

Y el domingo por la mañana, agotados, los familiares de Pablo Sánchez entran a calentarse, recuerden que era invierno, al bar de abajo de su casa.

Su abuelo lleva ya dos noches desaparecido. El dueño les nota preocupados y les pregunta. Le explican lo que ocurre y les cuenta por primera vez algo que les ha perseguido todos estos años. El vio a Pablo bajar a la calle hacia las doce y media de la noche. Iba a tirar la basura, como solía hacer cada noche. Pero después, cuando él estaba ya barriendo y cerrando el local, hacia la una y cuarto de la mañana, había vuelto a ver pasar al anciano. En una mano llevaba una escalera de dos peldaños y en la otra un palo con un gancho.

Es la primera persona y quizás la última que vio al anciano la noche que desaparece, hace ya casi tres años y cinco meses

Y es un testimonio muy importante, porque el hombre habló con Pablo. La policía le da total credibilidad. El dueño del bar El Barrio dice que le extrañó verle de madrugada con todas esas cosas. Que le preguntó adónde iba y que el anciano le dijo que se le había caído el audífono, que creía que lo había perdido al tirar la basura y que iba a mirar en el contenedor. El camarero le preguntó si necesitaba ayuda y Pablo, ya hemos dicho que era un anciano totalmente independiente, le dijo que no hacía falta y siguió su camino.

Y como el abuelo siempre tiraba la basura en el mismo contenedor, la familia avisa a la policía y a la guardia civil, que acuden al vertedero

La Guardia Civil acude a la planta de tratamiento de basuras de Alhendín, un lugar enorme donde se tratan y reciclan los residuos de la provincia, y durante tres días buscan en la zona donde se descargaban los camiones de la basura, lo que llaman la playa de descarga. Maribel, la nieta, recuerda ahora aquellos tres días con cierta amargura. Por ejemplo, recuerda que no les dejaron pasar ni un solo momento al interior de la planta de tratamiento de basuras, tuvieron que esperar las tres noches fuera, dentro de un coche, donde salían los guardias civiles a darles noticias. Finalmente les dicen que han comprobado todas las basuras y que allí no está su abuelo Pablo. Ellos respiran aliviados, puede que su abuelo se haya perdido y esté vivo. Recuperan cierta esperanza.

Entonces, la policía y la familia siguen buscando otras pistas. ¿Alguien vio al abuelo después de aquella noche en la que trataba de recuperar su sonotone del contenedor?

La policía y la familia reparten fotografías de Pablo. Es un hombre muy característico, muy alto, casi 1,90 de altura, casi noventa kilos de peso, pelo blanco, unas manchas en la frente... Los policías buscan por las orillas del río Beiro, la zona de la vieja fábrica de la empresa Puleva y el camino de Purchil, donde solía ir a veces el abuelo a caminar. Nadie lo ha visto.

Los días siguientes sí hubo algunas personas que creyeron haberlo visto en otras zonas. Muy pocas. El 24 de noviembre, cuatro días después de la desaparición del abuelo, una mujer que hace footing en un parque de Granada dice que vio a alguien parecido. La policía lo descarta, no llevaba su ropa. Unos días después, una voluntaria de Cruz Roja dice que el anciano estuvo allí, en la sede de la ong del paseo del Violón. Los policías acuden, piden las cámaras de seguridad y comprueban que el hombre no es Pablo, el desaparecido.

Y, por suerte, la policía consigue recuperar las grabaciones de las cámaras de seguridad que hay en el portal donde vivían los abuelos, en la calle Arabial 113 de Granada

Hay dos cámaras de vigilancia instaladas en el portal. El 28 de noviembre, la policía las ve. Las imágenes muestran al anciano salir del ascensor con dos bolsas de basura en las manos, una de color blanco y otra verde. Sale del portal hacia la calle. Poco después, se le ve entrar al portal sin las bolsas.

Cuatro minutos más tarde de esa grabación, el anciano aparece de nuevo en el portal. Lleva unas pequeñas escaleras de dos peldaños y un palo de un metro ochenta con un gancho en la otra mano. Ya no se le vuelve a ver entrar más. Las grabaciones tienen un desfase de siete horas, de forma que todo eso ocurrió a la una menos dieciocho minutos de la noche del 20 al 21 de noviembre.

Lo que coincide con el testimonio del hombre del bar, que hablaba de la una de la mañana. En resumen, el abuelo sale de su casa con la escalera y el palo, todo indica que a intentar meter la cabeza en el contenedor, un contenedor de esos verdes, de pisar para abrirlo, y recuperar el audífono que él cree que está allí dentro.

Además, una mujer dice que ha visto a un anciano subido a una escalera hacia la una y media de la mañana y mirando dentro de los contenedores de basura que hay junto a la iglesia de Santo Tomás de Villanueva. Es el mismo lugar donde cada noche tiraba la basura el abuelo Pablo. Allí hay un contenedor verde de basura y también otro de recogida de cartones. La policía comprueba ese otro por si el abuelo se hubiera equivocado al mirar o se hubiera caído en él. Es de la empresa de recogida llamada Recisur. Varios bomberos y policías con perros adiestrados acuden entonces a la planta de tratamiento de cartón, buscan el rastro del desaparecido, pero sin ningún resultado. Allí tampoco está.

Y eso lleva de nuevo a la familia, y a la policía también, a la pista de la planta de tratamiento de basuras

Toman declaración al jefe de la planta, llamada Ecocentral, está en Alhendín y su propietario es la Diputación de Granada. El hombre explica cómo funciona esa enorme instalación, capaz de tratar hasta 450 mil toneladas de basura cada año. Hasta allí llegan cada madrugada camiones de basura de toda la provincia de Granada, que los pesan al entrar. Los camiones pasan luego a la playa de descarga, que es una explanada donde hay unos fosos para recibir la basura y tratarla. Allí se echa la basura según sean residuos sólidos urbanos o de otro tipo. Unas máquinas que llaman pulpos transportan la basura a cada alimentador, unas cintas metálicas.

Allí hay trabajadores que retiran chatarra, vidrios... Otros empleados retiran cartón, colchones, incluso restos de animales grandes muertos que la gente tira a los contenedores... Lo que sirve para reciclar pasa a una zona y el resto, lo que llaman voluminosos se enviará al vertedero, que está muy cerca de allí y se entierra y mezcla con tierra.

El jefe de planta explica que es imposible que un cuerpo humano pasara desapercibido si hubiera llegado allí. Los camiones que recogen la basura son del tipo compactador, el anciano habría caído y se habría roto muchos huesos, pero no lo habrían triturado, su cuerpo, así viene en la declaración, habría conservado el volumen y hubiese sido detectado fácilmente por el personal que trabaja procesando la basura.

Hemos visto que ese jefe de la planta de reciclaje de basuras de toda la provincia de Granada niega tajantemente que el abuelo pudiera haber acabado allí

La policía toma declaración también a los conductores de los camiones de la basura que recogieron los contenedores en el lugar donde estuvo el abuelo aquellas noches. El que recogió el contenedor no vio nada extraño. Dice que vació los contenedores de la zona y llevó todo a la playa de descargas pasada la una y cuarto de aquella madrugada. Y dice algo ya interesante para la policía y la familia. Contó que aquella noche había mucho follón en la planta de tratamiento de basuras, que todos los camiones estaban descargando en la playa, no en los fosos, que el palista, el trabajador, no daba abasto para separar las basuras.

El camión donde pudo ir el cuerpo del abuelo pesó 235 kilos. El de la noche siguiente, que hacía el mismo recorrido, pesó cien kilos menos. Es cierto que era de sábado a domingo, lo que podría explicar la diferencia. Muy pronto, la policía descubre otro dato anómalo de la noche en que el abuelo pudo caerse a la basura

Esa noche una de las máquinas hidráulicas que recoge la basura y la mete en los fosos, lo que llaman pulpo, no funcionaba. Primero dijeron que no funcionó el 30 de octubre, pero luego los conductores explicaron que seguía sin funcionar la noche del 20 de noviembre, cuando el abuelo desapareció. Eso implica que todas aquellas noches las basuras se dejaban en la explanada, con el consiguiente follón para el palista, que tenía que apilarlas a toda velocidad para que se pudiera seguir con el proceso de reciclaje, que es, por cierto, el que deben hacer legalmente y por el que ganan dinero. El camión del contenedor donde pudo caer el anciano debía descargarse en el foso 3, pero esa noche no funcionaba, de forma que lo hizo en la playa o explanada.

El hijo del desaparecido recibe entonces informaciones confidenciales de algunos trabajadores de la planta de tratamiento. Dos personas le cuentan que una vez hubo un incendio en la planta y que para evitar problemas, los residuos se llevaron sin tratar, de forma ilegal, al vertedero. Otro le añade que esa práctica se ha hecho más veces, cuando hay tanta basura que los trabajadores no dan abasto. Pero los dos le dicen que no pueden contar eso a la policía porque perderían su trabajo. Un empleado más asegura que ha visto de noche unos camiones tipo Dumper, que le sorprendió verlos allí porque son camiones que sirven para llevar tierra a mezclar con las basuras del vertedero y ese trabajo se hace solo durante el día.

O sea, ¿es posible que aquella noche en la que el abuelo Pablo se cae, todo indica que fue así, al contenedor de basura cuando intentaba recuperar su sonotone, aquella noche, la planta de tratamiento de basuras de toda Granada estuviera colapsada y llevaran la basura al vertedero? Es la hipótesis que maneja la familia y que la policía no descarta. Los dueños de la planta han declarado siempre que eso es imposible y que esas prácticas no se hacen. Son ilegales y no tienen además sentido, para qué iban a tirar basura al vertedero sin tratar si ellos cobran justo por lo contrario...

El caso es que otro trabajador anónimo acude a ver al hijo del desaparecido. El 6 de marzo de 2016, acuden juntos a la zona del vertedero y el hombre, que conoce bien cómo funciona la planta de residuos urbanos, le dice donde se dejó la basura que no se procesó las noches del 20 al 22 de noviembre de 2015. Le indica la zona concreta y le explica que los restos de su padre, si se llevaron allí, estarían a unos 30 o 40 metros de profundidad. Toman fotografías y el hombre le marca con un bolígrafo la zona concreta. El hijo del desaparecido entrega todo eso a la policía nacional, que lo lleva al juez.

Y los policías van a ver de nuevo al jefe de la planta de tratamiento de basuras. Les insiste en que había una máquina estropeada, que la basura fue depositada en la explanada y luego revisada, que allí no estaba el abuelo. Que los residuos que deben ir al vertedero se extienden con una bulldozer y una compactadora y luego se extiende sobre ellos la tierra que llevan esos camiones dumper. La policía le pregunta, si por un error se llevó al anciano al vertedero se podría saber dónde estaba. Y el directivo responde que sí, de forma aproximada, pero que sería algo muy costoso y laborioso. Repite que es imposible que esté allí.

Y con todos estos datos, el juez de Granada toma una decisión arriesgada y yo diría que humanitaria. Ordena levantar la tierra del vertedero y comprobar si allí está el abuelo, Pablo Sánchez Valverde

Es una zona muy concreta y hay que mover unos pocos metros cúbicos de tierra. Pero entonces ocurre algo insólito, jefa. La tierra no se va a mover. La orden del juez no se va a cumplir. El juez envió el oficio a la policía judicial de Granada, pero tres o cuatro días después, el secretario judicial y los agentes decidieron seguir investigando antes de remover la tierra en busca de más indicios o pruebas. Y hasta hoy, en el que la nueva abogada de la familia, Maite Rojas, ha pedido simplemente que se haga lo que un juez ya ordenó hace tres años, levantar la tierra.

Qué horror para la familia, más de tres años con la idea, avalada por la policía, de que su abuelo pudo caerse a la basura. Y de que pudo ser enterrado allí, en un vertedero. Esa abuela, esa mujer sola y anciana, que ha perdido a su marido y no tiene una explicación...

La vida ha ido siguiendo, entre el dolor. El abuelo, un hombre cariñoso y alegre, no pudo ir a la boda de su nieta, Maribel, a la que por cierto el hombre había obligado a invitar a un montón de gente. No ha visto nacer a su biznieto, Daniel. La abuela tiene 86 años ahora y tiene problemas serios en la piel, somáticos, desde todo esto. Una de las nietas, Maribel, nos decía que han tenido muy mala suerte, que si el abuelo estuviera allí enterrado se destaparían graves irregularidades en una de las plantas de reciclaje más modernas de Europa y que por eso les está costando tanto. Quieren que se cumpla aquella orden del juez que lleva tres años en un limbo. Y que se registre la zona de las basuras. La abuela, Visitación, lleva tiempo pidiendo a sus nietas que la acompañen allí para dejar, entre la basura, unas flores al que fuera su marido. Ella no tiene dudas.