TERRITORIO NEGRO

Territorio Negro: El crimen del pantano de Susqueda

Marc Hernández y Paula Mas, dos jóvenes de Girona, fueron asesinados el pasado 24 de agosto, cuando se disponían a pasar un día haciendo piragüismo en el pantano de Susqueda. Hace algo menos de dos meses, los Mossos de Esquadra detuvieron al presunto autor material del crimen, Jordi Magentí, un hombre que ya había sido condenado por matar a su mujer en 1997. Hoy, contamos los detalles de una investigación que está entre las más complejas hechas nunca por la policía autonómica catalana.

ondacero.es

Madrid |

Comencemos por ese 24 de agosto de 2017, el día que Marc y Paula pensaban pasar un día haciendo piragüismo en un paraje tan remoto como atractivo, el pantano de Susqueda.

Marc Hernández López, vecino de Arenys de Munt, tenía 23 años y su novia, Paula Mas Pruna, residente en Cabrils, 21. La pareja decide ese día ir con un kayak de Marc al pantano de Susqueda, un rincón solitario de la provincia de Girona. Los dos eran aficionados a la naturaleza y eran habituales sus jornadas de excursión, en las que dormían en la parte trasera del coche de Paula, al que habían puesto un colchón. Ese 24 de agosto pasan por un cajero automático de La Cellera de Ter –las cámaras los graban allí-, por una cafetería –la camarera los reconoce- y a las 10.18, la cámara de la presa de Susqueda graba su Opel Zafira adentrándose en la zona. A las 10.27, Paula envía a su madre un whatsapp. Esa comunicación fue la última noticia que se tuvo de ellos.

Las familias de Marc y Paula denuncian su desaparición e imagino que lo primero que hacen los investigadores es poner la lupa sobre sus vidas, comprobar si podían tener enemigos, si había problemas entre ellos o incluso si tenían un perfil suicida…

Los días 25 y 26 de agosto, las familias de Paula y Marc denuncian las desapariciones por separado. Los Mossos se entrevistan con familiares y amigos de la pareja y todos coinciden en que se trata de dos jóvenes absolutamente normales, sin problemas familiares ni laborales. Paula, la mayor de tres hermanos, es descrita como una chica extremadamente responsable y Marc estaba muy ilusionado porque iba a comenzar a trabajar en septiembre. Así que nada hace pensar que se hayan fugado o que hayan tenido tentaciones suicidas.

Y la búsqueda se centra, lógicamente, en ese pantano de Susqueda, donde habían anunciado que irían. Había un escenario claro de la desaparición: en el historial de navegación del ordenador de Marc había varias búsquedas relacionadas con el pantano y Paula había anunciado a su familia que irían allí. Y pronto empiezan a aparecer pruebas en las aguas del pantano: tres días después de la desaparición, el 27 de agosto, los Mossos hallan el kayak de la pareja con unas señales inquietantes. Tiene tres cortes hechos con un cuchillo o una navaja y varias piedras, pese a lo que solo está semihundido.

Un día después, aparece hundido el Opel Zafira en el que Marc y Paula habían llegado al pantano. Está hundido a siete metros de profundidad, con una piedra en el acelerador. El coche ha sido lanzado desde un paraje conocido como la playa de los chinos. A unas dos horas del sitio en el que está en el kayak. Ese dato hace pensar ya que quien se ha deshecho del vehículo conoce muy bien la zona, porque es el único lugar del pantano en el que un coche puede ser lanzado al agua desde la orilla. El 26 de septiembre son hallados los cadáveres de Marc y Paula, que asoman gracias a una bajada del nivel del pantano.

Supongo que los cuerpos de los jóvenes ya dan unas cuantas pistas. No solo los cuerpos. En el coche están la mayoría de los efectos –sacos de dormir, ropa…–, la documentación y las tarjetas de crédito de los jóvenes, incluso algo de dinero, unos quince euros El cuerpo de Marc está atado a su mochila, que alguien ha lastrado con una piedra. Lo que no aparece son los teléfonos de los chicos. Ambos cadáveres están desnudos y los dos tienen heridas de arma de fuego: Marc presenta tres disparos y Paula una única herida de bala en la cabeza. Los Mossos no tienen dudas de que buscan a un asesino y que se trata de alguien que conoce muy bien la zona. Casi desde ese primer momento tienen un buen perfil.

Es decir, ya antes del hallazgo de los cadáveres había indicios claros de que Marc y Paula no se habían marchado por su propia voluntad y el hallazgo de los cuerpos confirma esta hipótesis. ¿Por dónde comienza esa investigación, una de las más complejas de la historia de los Mossos?

La primera conclusión, es que el autor del crimen es alguien que, o bien reside en la zona del pantano, o lo conoce muy bien. Además, es alguien con capacidad de matar, que maneja armas de fuego y con la sangre fría suficiente como para ejecutar a los dos chicos y deshacerse de sus cuerpos, de su coche y de su embarcación. La investigación comienza por el estudio de las cámaras de seguridad de la zona para comprobar que coches estuvieron en el escenario en las horas críticas. Se estudian con detalle las grabaciones de cinco cámaras, especialmente tres de ellas, que graban a los coches que entran en la única vía de acceso al pantano de Susqueda.

Ese estudio arroja una primera pista muy importante. Se comprueba que el Opel Zafira de Marc y Paula llega al pantano a las 10.18 de la mañana. Y media hora antes, a las 9.46, es grabado un Land Rover blanco que se convierte en el primer vehículo sospechoso por sus continuos movimientos: el 24 de agosto llega al pantano a las 6.19 y lo abandona a las 8.44, pero regresa a las 9.46 y no sale hasta las 14.30. El mismo coche está en la zona los dos días siguientes. La primera conclusión es que esos dos vehículos, el de Marc y Paula y el Land Rover blanco, coinciden varias horas en el pantano el día de la desaparición de los jóvenes. Solo hay un tercer vehículo, perteneciente a una empresa, que coincida en esas mismas horas con el de las víctimas.

Ya hemos aprendido que las cámaras de seguridad son un elemento imprescindible ya en cualquier investigación. Eso y los teléfonos móviles. En este caso sirvieron para descartar. Los Mossos lograron identificar a todas las personas que el 24, 25 y 26 de agosto estaban en el pantano de Susqueda y llevaban un teléfono móvil. Todas ellas fueron descartadas como sospechosas, así que otra de las conclusiones que se obtienen pronto es que el asesino no llevaba teléfono.

Los Mossos piensan desde el primer momento que el autor del crimen podría residir en la zona, así que se estudia a cada uno de los habitantes del pantano… que no son muchos: cinco, concretamente. Cuatro de ellos residen en una zona conocida como Mas Llomá y un quinto en la Font del Borni. A todos ellos se les toma declaración y dicen cosas de mucho valor para los investigadores: los cuatro habitantes de Mas Llomá recuerdan claramente que en torno a las 11 de la mañana del 24 de agosto escucharon tres disparos, un grito y un cuarto disparo. Todos ellos pensaron que se trataba de cazadores y uno de ellos, que salió de casa tras el desayuno, vio un Land Rover blanco, el mismo Land Rover blanco sospechoso.

Ese 24 de agosto había un matrimonio que estaba allí de excursión y cuyo testimonio será fundamental para fijar la hora y el lugar del asesinato de Marc y Paula. La mujer ve el Opel Zafira de las víctimas adentrarse en la pista del pantano y la pareja oye con claridad, algo más de una hora después, tres disparos, un grito y un cuarto disparo. Lo curioso es que oyen los mismo que los habitantes de Mas Llomá, pero están en un punto bastante distante, al otro lado del pantano. Además, el excursionista hace una foto que será fundamental en la investigación…

Esos disparos y ese grito corresponden, sin duda, al crimen de Marc y Paula. ¿Esos testigos saben situar el lugar del que proceden?

No, pero los Mossos hacen un trabajo muy fino, una simulación que servirá para ubicar el escenario del asesinato: sitúan a agentes en los mismos lugares en los que estaban los seis testigos, los cuatro habitantes de Mas Llomá y la pareja de excursionistas. Gritan y disparan desde distintos puntos y solo hay uno en el que se pueden escuchar esos sonidos desde los dos lugares: una zona conocida como La Rierica, donde hay una masía semiderruida. Pero, además, en esa foto tomada por el excursionista de la que hablábamos antes se aprecia un Land Rover blanco situado justo encima de La Rierica.

Ya hay un lugar del crimen y un vehículo que parece relacionado con el asesinato. Lo siguiente, lógicamente, fue vincular ese coche a una persona. El lugar parece claro porque, además, los investigadores se dan cuenta de que la piedra que encontraron en la mochila de Marc, con la que lastraron el cuerpo, es idéntica a las que hay en la masía de La Rierica. Los Mossos estudian 739 Land Rover Defender blancos matriculados en Girona y las pesquisas se centran finalmente en los ocho que hay en Anglés, una localidad cercana al pantano, y acaban en uno, propiedad de una anciana llamada Rosa.

A finales de noviembre de 2017, los Mossos ya tienen un sospechoso. Es el sobrino de esa mujer, Jordi Magentí, un tipo que veinte años atrás asesinó a tiros a su mujer en Anglés y que es reconocido fotográficamente por uno de los habitantes del pantano como la persona que conduciendo un Land Rover blanco estuvo varias veces en Susqueda en fechas próximas al crimen de Marc y Paula.

Supongo que lo primero que hacen los Mossos es ir a ver a este Magentí. El 4 de diciembre acuden a su casa para tener una entrevista informal con él. Y Magentí comienza a cometer errores. Niega haber estado allí el día de la desaparición de Marc y Paula y los Mossos saben que ha estado, gracias a las cámaras que graban su coche. Y trata en todo momento de desviar la atención. Dice que estuvo por el pantano con su mujer unos días después, que no escuchó nada raro, pero que vio por allí a unos rumanos o kosovares o marroquíes.

Al día siguiente, el 5 de diciembre, Magentí hace una declaración formal en sede policial y ya varía algo su historia y da datos que sirven para que los Mossos despejen sus dudas: insiste en que no estuvo en el pantano el 24 de agosto, dice que pesca habitualmente en La Rierica –el lugar en el que los Mossos han comprobado que se ejecutó el crimen–, ahora recuerda que sí escuchó algunos disparos esos días, insiste a la policía en que seguramente Marc y Paula fueron asesinados en Mas LLomá (donde sabe que vive gente)… Intenta desviar las investigaciones.

Los Mossos saben que Magentí acudió al pantano, no solo el día del crimen, sino los dos siguientes, seguramente para intentar ocultar los cuerpos, el coche, el kayak… Tras escucharle se dedican a vigilar y a estudiar a quien ya es su principal sospechoso. Recopilan todos sus informes psiquiátricos, en los que se habla de que es una persona impulsiva, agresiva e incluso paranoica.

Estudian su vida y comprueban que se casó con una mujer colombiana a la que conoció por Internet, que desde que ella se marchó a Colombia de manera inesperada el 29 de agosto –el día siguiente a la aparición del coche–, se ocupa de cuidar a su tío, un anciano. Además, tiene una estrecha relación con su hijo, que está al cargo de una plantación de marihuana. Y, naturalmente, los Mossos intervienen sus teléfonos y a partir del 15 de enero instalan micrófonos en su domicilio.

Magentí es muy prudente. Sabe que tiene el teléfono intervenido e incluso recrimina a su hijo cuando le llama para contarle lo que ha leído en la prensa. El 8 de febrero hay una llamada muy significativa en la que su hijo le dice que ha leído que los Mossos mantienen sus sospechas sobre un todoterreno blanco visto en el lugar del crimen… Magentí contesta con monosílabos y hasta dos veces le dice a su hijo que no le llame por teléfono para estas cosas.

Las escuchas ambientales, las que se hacen con los micrófonos instalados en su casa, revelan que Magentí tenía previsto reunirse con su mujer en Colombia –por eso se precipita su detención–, que estaba enfadado con su hijo porque éste no le pagaba su parte correspondiente de los beneficios de la venta de marihuana y que prepara a su mujer ante un posible interrogatorio de los Mossos.

Finalmente, Magentí es detenido el 26 de febrero y guarda silencio en todo momento. No colabora con los investigadores y se limita a decir, incluso a voz en grito en sus traslados, que no tiene nada que ver con el crimen.

Se niega a declarar ante los Mossos y ante el juez, que le manda a prisión el 1 de marzo. Y allí, en su primer día en prisión y delante del preso de confianza que le asignan es la primera vez que da detalles el crimen y que se sitúa en el escenario.

No confiesa exactamente el crimen a su compañero de celda, pero sí se sitúa por primera vez el día del crimen en el pantano. Le cuenta que acudió ese día con su hijo para regar la plantación de marihuana y que mientras él estaba recogiendo agua, escucha gritos y disparos. Al volver con su hijo, se encuentra con los cadáveres y le ayuda a deshacerse de ellos porque él conocía bien la zona. Magentí le dijo al preso de confianza que no había dicho antes nada de esto porque se tenía que comer el crimen porque él había matado a su madre. El preso le contó la conversación a los responsables de la prisión y estos se lo comunicaron a los Mossos, que tomaron declaración al recluso.

Todo parece indicar que forma parte de una táctica. Pese a que aún no hay una prueba contundente contra él, sino un cúmulo de indicios, Magentí sabe que en algún lugar (en el coche, en el kayak, en los cuerpos de Mac y Paula) puede aparecer su ADN y de esta manera lo justificaría. Veremos si en el futuro sigue con esta versión, a la que los Mossos no dan ninguna credibilidad, entre otras cosas porque han comprobado que el hijo de Magentí no estuvo por la zona del pantano el 24 de agosto, el día del crimen. Hizo varias llamadas desde otros puntos