Nos situamos en el 8 de septiembre de 2019, en el estadio de El Molinón, en Gijón. Hay miles de personas que van a acudir al partido de la selección española de fútbol contra las Islas Feroe. Pero hay una, una persona especial, que está feliz, radiante, sentado junto a su padre y un amigo antes de que empiece el partido. Su padre decide grabarlo con su móvil para enviárselo a la madre del chaval. Las ocho y veintiuno de la tarde. Ella no va a volver a verlo vivo.
Los dos equipos estaban calentando y el padre de Eleazar le anima a enviar un saludo a su madre. Se oye la música de la megafonía y se ve al joven discapacitado, con un polo rosa, bajar la cabeza, tímido, su padre dice, “es un cortao”. Solo reacciona cuando su padre le dice que está calentando Sergio Ramos. El joven que sale en ese vídeo se llamaba o se llama Eleazar García Hernández. Era, los que lo conocieron lo juran, un niño grande. Tenía 34 años, medía 1,80 y tenía también una discapacidad de un 75 por ciento, sufría una parálisis cerebral reconocida. Su tío Diego nos contaba que tenía la mente de un niño en un cuerpo enorme, que era muy cariñoso, que le encantaba dar abrazos. También tímido con los desconocidos. Aquella noche de septiembre, Eleazar estaba muy contento porque en su centro de educación especial de Gijón le habían regalado una entrada para ir al partido. Era muy futbolero, muy seguidor de la selección española, del Fútbol Club Barcelona y especialmente de Sergio Ramos.
Se despistó y acabó fuera del estadio
Falta bastante para que empiece el partido y el joven con discapacidad se levanta de su asiento. Ya no va a volver. A pesar de su discapacidad cerebral, Eleazar se movía de forma bastante independiente. Cogía autobuses por Gijón, iba de un lado a otro. Así que su padre no le dio importancia cuando se levantó del asiento, posiblemente para ir a los servicios antes de que empezara el partido. Eso sí, cuando no regresaba, el padre se lo comunicó inmediatamente a los servicios de seguridad.
La investigación indica que Eleazar se despistó, se desorientó, quizás por el número de gente que había en los vomitorios de El Molinón, es un estadio muy viejo, el más viejo de España, y los servicios son, digamos, un poco opresivos y antiguos. El caso es que el joven acabó saliendo del estadio. Se dio cuenta de que estaba fuera, perdido, y quiso volver a entrar al campo, pero su entrada la tenía su padre. Faltaban pocos minutos ya para que empezara el partido. La investigación de la policía nacional y la jueza Belén García Iglesias recoge que los vigilantes de seguridad, de la empresa Prosegur, no van a dejarle entrar. Lo que ocurre después es una desgracia y, como mínimo, un error grave en una actuación, serán los tribunales los que lo decidan. La juez mantiene como acusados a ocho vigilantes jurados que estuvieron trabajando en El Molinón aquella noche de fútbol. El auto de la magistrada explica cómo el joven con discapacidad intentó entrar hasta por tres puertas diferentes al campo de fútbol para encontrarse con su padre. Pero, alterado y muy nervioso, no supo explicarse, la magistrada escribe que Eleazar estaba "balbuceante" y trataba de explicar a los vigilantes que quería encontrarse con su padre.
Los guardias de seguridad aseguraban que estaba "borracho"
Algunos guardias de seguridad que no dejaron entrar a Eleazar explicaron a la jueza que parecía que estaba borracho, o puesto, o colocado. Otro llegó a mencionar que podía ser un integrante de algún grupo ultra de fútbol y uno más aludió a que el partido tenía medidas de seguridad extremas porque estábamos, estamos aun, en alerta antiterrorista nivel 4. La jueza ha ido desmontando todas esas posibilidades. Hay declaraciones de testigos que estaban allí y señalan que se veía claramente que Eleazar era un joven con discapacidad, que estaba desorientado, perdido, pero en ningún caso borracho. Los informes posteriores han descartado que fuera así.
El caso es que los vigilantes no acaban de entender lo que les intenta decir, balbuceando dice la jueza, ese joven con discapacidad que se ha perdido y quiere volver con su padre dentro del estadio, y ellos indican que incluso agrede a una compañera Eso es. En el incidente, Eleazar habría forcejeado con una vigilante de seguridad, que recibe atención de Cruz Roja, aunque luego no habrá ni le constará parte de lesiones; es decir, si existió ese golpe, que la jueza considera que no está acreditado, debió ser un golpe ligero, pero que precipita una escena de una violencia digamos excesiva en la puerta del estadio. Lo que sucede entonces es que hasta ocho vigilantes, ocho guardias jurados, reducen a Eleazar, y eso significa que lo inmovilizan contra una valla y luego lo tiran al suelo, boca abajo, con las manos en la espalda y le colocan unos grilletes.
Fue detenido irregularmente
Eleazar ya se había rendido, se iba fuera del estadio, en dirección al Parque Isabel la Católica, cuando los vigilantes salen tras él. Y también están allí cinco agentes de la policía municipal de Gijón, a los que los servicios de seguridad habían avisado del incidente. Y aquí empiezan los misterios en este caso. La policía y la jueza no han conseguido averiguar algo trascendental, quién dio la orden de detener a Eleazar y de hacerlo de esa forma tan contundente. Ninguno de los vigilantes ni los policías locales acusados han asumido esa responsabilidad. Los guardias jurados dicen que fue un policía municipal, ellos lo niegan. Sí parece claro que el joven con discapacidad fue detenido irregularmente. No le leyeron sus derechos y tampoco recibió la atención médica de Cruz Roja que sí tuvo la vigilante a la que golpeó en la cara durante el forcejeo.
Dos personas que iban a ver el partido de fútbol han declarado que los vigilantes jurados golpearon al joven con discapacidad. Uno ha afirmado a la jueza que incluso escuchó el ruido de las patadas que le dieron a Eleazar. Finalmente lo meten en un coche de la policía y lo llevan a un centro de salud muy cercano, apenas quinientos metros. Allí, Eleazar sigue alterado, aterrado, sigue sin saber explicarse. Vuelven a inmovilizarlo boca abajo, contra el suelo. Poco después, cuando lo levantan para que lo vea el médico, el joven se desmaya, empieza a sufrir convulsiones y muere allí mismo, de un ataque cardíaco.
El informe del médico forense concluye que la muerte de Eleazar, vamos a citarlo textualmente, "pudo originarse por una mezcla de factores provenientes de una situación de estrés, desembocando como diagnóstico definitivo más probable en una crisis epiléptica y fallo cardíaco agudo". La autopsia recoge que el cuerpo de Eleazar “presentaba erosiones en ambas muñecas, erosiones profundas en ambas rodillas, contusiones en ambos pómulos, erosiones en cara interna de pirámide nasal, en ambos brazos y piernas, en región lateral del cuello y en la cara superior del tórax, a la altura de la clavícula”.
La Fiscalía ha pedido archivar el caso
La jueza ha terminado su investigación, ve indicios de delito y propone que se juzgue a los 13 acusados, es decir, a los ocho vigilantes jurados y a los cinco policías municipales. La fiscalía, por su parte, ha pedido archivar el caso. Considera que se trató de una muerte natural, que la detención fue ajustada a la legalidad, que no hubo violencia física y que los vigilantes y policías no sabían que Eleazar tenía una discapacidad. Y la familia, a la que defiende el abogado Marcos García Montes, considera que hubo delito, un homicidio por imprudencia o, al menos, unas lesiones graves. También reclama responsabilidad a la empresa de seguridad, Prosegur, y al ayuntamiento de Gijón, dueño del estadio de fútbol donde ocurrió todo.
Pudo haber un delito en la actuación de los vigilantes y los policías. La magistrada dice que deberá ser en el juicio donde se dictamine si ese delito fue el homicidio imprudente o lesiones. Los vigilantes jurados no pueden detener a nadie, de forma que si se confirma que lo hicieron por su cuenta, hablaríamos de otro delito, detención ilegal. La jueza también apunta la posibilidad de otro delito, contra la integridad moral de Eleazar, contra quien podría haberse empleado una fuerza excesiva.
El periodista Luis Rendueles lamenta "el comportamiento" del ayuntamiento de su ciudad, Gijón y de su equipo, el Sporting de Gijón. "El estadio del Molinón-Enrique Castro Quini, donde pasé y espero volver a pasar ratos inolvidables, es un estadio municipal. Año y medio después de la muerte del chaval, la familia asegura que nadie les ha llamado para darles el pésame", asevera.