Territorio Negro: 'Fantomas' contra el Scotland Yard español
En tiempos de relativa vulgaridad en la que también los delincuentes han perdido todo el glamour, todos los códigos, no está de más viajar hoy en el tiempo, en este territorio negro vintage. Hoy, vamos a contar una historia criminal de hace cien años. Vamos a hablar de un ladrón de guante blanco, al que Europa y América bautizaron como Fantomas y de un policía español, el comisario Ramón Fernández Luna, que le dio caza en Madrid, o eso creía él. Vámonos a los primeros años del siglo pasado, al principio del siglo XX.
Nos situamos en 1905, 1910. Comienzan a ocurrir una serie de robos de joyas a mujeres acaudaladas, muy acaudaladas, en los mejores hoteles de Europa. Y comienza la leyenda de un ladrón que trepa por las paredes de los edificios. La prensa lo llama Fantomas, el Fantasma
Los periódicos franceses lo bautizaron también como Eddy y como El Rey de los Ladrones. Siempre daba sus golpes vestido con unas mallas negras ajustadas. Sus atracos y la lucha de las policías de medio mundo por atraparlo dieron lugar a las novelas de Fantomas y a aquellas películas más o menos divertidas con Louis de Founes como comisario sufriendo con el ladrón más inteligente que él. Hay mucho de este ladrón de principios de siglo en el papel que hacía Cary Grant junto a Grace Kelly en la maravillosa Atrapa a un ladrón de Alfred Hitchock.
Y cómo daba sus golpes ese tal Fantomas, el real
Sin violencia y sin armas. Nuestro hombre se llamaba en realidad Eduardo Arcos Abati, y ni siquiera se sabe con certeza donde nació, hay quien dice que nació en Mallorca, otros aseguran que fue en Nueva York; lo único seguro es que el que fuera mejor ladrón del siglo XX era de origen español. Su modus operandi, consistía básicamente en camelarse a mujeres ricas y conseguir que le dijeran en qué habitación del lujoso hotel de París o Nueva York se alojaban. Luego, entraba allí usando una ganzúa, al parecer de un tipo muy especial, para reventar la caja fuerte y llevarse las joyas sin dejar huellas.
Esa versión de Fantomas escalando como una mosca humana parece ser más bien un invento de algún avispado dueño de hotel donde Fantomas golpeaba. De esa forma, si el ladrón llegaba trepando en la oscuridad, los hoteles no pagaban seguro ni tenían responsabilidad, así que no sabemos si eso era cierto; o simplemente Fantomas metía la ganzúa en la puerta de la habitación y entraba tan campante.
Y este ladrón de guante blanco, de origen español, pasa diez años haciendo eso. Engañando a mujeres ricas más o menos aburridas para llevarse sus joyas.
A veces no descansaba ni entre sus viajes trasatlánticos de Europa a Nueva York. En los barcos que cruzaban de un lado a otro del mundo, Fantomas tenía tiempo para seducir a otras pasajeras y quitarles allí mismo sus joyas. Sí parece que cuando acumulaba suficiente dinero, Eduardo Arcos Abati, o Fantomas, se iba a Nueva York a descansar a una lujosa habitación que tenía en el hotel Empire.
Y este ladrón de guante blanco decide, tras diez años de éxitos por todo el mundo, digamos, establecerse en Madrid en 1916, donde está arrasando la zarzuela llamada La Corte de Faraón, que luego cantaría así de bien Ana Belén ¿Por qué Fantomas se viene a vivir aquí?
Parece ser que Fantomas buscaba tranquilidad en España. Se había casado con una mujer argentina muy bella llamada Leonor Fioravanti. Las crónicas de la época la describen como una hermosura helénica, muy blanca, muy rubia, muy distinguida y angelical. Se habían conocido en Argentina cuando Arcos o Fantomas era piloto de acrobacias y tenía 30 años. Leonor tenía 18 y se enamoró de él una tarde que fue a verle actuar en el aeródromo de Lujano. Fantomas la invitó a subir a su avión y ya no volvieron. Aterrizaron a 400 kilómetros de allí y ella ya no volvió con su familia.
Le acompañó por todo el mundo y sabía, claro, a lo que se dedicaba su marido. Hasta que Leonor se quedó embarazada y tuvo una hija. Entonces ella y Fantomas deciden frenar un poco y establecerse en Madrid. Tengamos en cuenta que en Europa se está combatiendo ya en la Primera Guerra Mundial y España es un país neutral. En el año 1916 hay noticias de ellos aquí. Junto a otro socio, regentan una casa donde se juega, mucho y caro, a las cartas.
Obviamente, Eduardo Arcos no suele perder, y sí muchos señoritos que van de listos y salen de allí desplumados. Eso le ocurre una noche a un comerciante andaluz que está de farra por Madrid. En una noche de timba, pierde 3.000 pesetas de la época, una fortuna, y denuncia a Eduardo Arcos y a su mujer.
La policía española le detiene, pero no sabe que es el ladrón más buscado del mundo, claro
Hablamos de un mundo sin ordenadores, bases de datos, teléfonos móviles, televisión, casi sin conexiones entre los países, tampoco entre la policía. Fantomas y su mujer Leonor quedan en libertad pocas horas después. Pero ya han entrado en el radar de un excelente policía español, el comisario Fernández-Luna, otro profesional mediático en lo suyo, como Fantomas, al que los periódicos de la época llamaron el Sherlock Holmes español.
Fernández Luna fue un adelantado a su época. Seguía el método deductivo que Holmes hizo famoso para el mundo. Fue el primer policía español por ejemplo en utilizar infiltrados en las investigaciones. Se disfrazaba y hacía a sus agentes disfrazarse de mendigos, de curas, de obreros y hasta de mujeres, entonces no había mujeres policía, para meterse entre los círculos que estaba investigando. Siempre llevaba además una pequeña lupita.
Los delincuentes le respetaban mucho y le llamaban Don Ramón. Llevaba una carrera brillantísima aunque se vio frenado porque no era digamos de la cuerda del régimen que se instaló en España en 1923, con la dictadura de Primo de Rivera.
En 1916 este policía tiene que dejar en libertad al matrimonio de Leonor y Eduardo Arcos, pero algo le huele mal, no le cuadra.
El comisario Fernández Luna puso a varios agentes tras los pasos de la pareja y mandó su fotografía y sus nombres (falsos) a las comisarías de Barcelona, Bilbao y Zaragoza. Allí aparecieron más de 50 causas abiertas por robo contra alguien que se parecía mucho a nuestro hombre, que eso sí, utilizaba nombres falsos para alojarse en los hoteles donde buscaba mujeres ricas y vulnerables. También llegan algunas informaciones que hablan de que ese mismo hombre había estado implicado en algunos robos de joyas ocurridos en Berlín y Montevideo, en Uruguay, entre otros lugares.
Y finalmente, la policía española detiene a Fantomas en septiembre de 1916. Pero se escapa de los juzgados. Y vuelven a detenerlo tres días después.
Bueno, Fantomas contaría luego que él no se había fugado, sino que le habían hecho esperar mucho en los juzgados, que llevaba allí horas sin saber qué iban a hacer con él, que nadie le informaba de nada, y que se había ido andando, tranquilamente, por la puerta. El caso es que tras esa afrenta, el comisario Fernández Luna recibe un soplo de la casa de huéspedes donde duerme. Allí se presentan de madrugada dos policías, los agentes Blasco y Heredia, que detienen a Fantomas, pero no hay rastro de su mujer ni de su equipaje.
Dormían separados por seguridad, imagino. Pero los policías también encuentran a Leonor, en otra casa de huéspedes de Madrid, en la calle Churruca.
Allí encontraron también cuatro maletas de Fantomas. Otras cinco más fueron recuperadas de una casa de empeños de la misma calle, se ve que Fantomas no ahorraba mucho. Entre ese equipaje, los policías encuentran varias herramientas para robar y una calavera.
El comisario Fernández Luna llama al hotel Royalty, de San Sebastián, que había sufrido unos robos misteriosos poco tiempo atrás y recupera del cuarto número 12, donde se había alojado con nombre falso Fantomas, unas herramientas que había dejado bajo el colchón. Los fabricantes de esas ganzúas especiales, con las que Fantomas entraba en las habitaciones de casi todos los hoteles del mundo sin dejar señal y aunque estuvieran cerradas por dentro, eran unos hermanos madrileños, los hermanos Castillo, que tenían su taller en la calle Apodaca.
En fin, que este comisario español detiene a Fantomas con casi todo el equipo. Pero, has mencionado que este ladrón, el mayor de principios del siglo XX, tenía una calavera entre su equipaje.
Al parecer usaba la calavera iluminada para asustar a las víctimas de sus robos si se despertaban. Porque todo indica que entraba por la puerta, tan tranquilo, se ponía sus mallas negras con capucha para que las mujeres a las que se había camelado no le reconocieran y se llevaba las joyas. En una entrevista que concedió tras ser detenido, Fantomas explicó que esa calavera era un viejo recuerdo de una antigua amante suya.
Este ladrón elegante explicó que su amante y él eran bastante aficionados a la morfina, al opio y al éter. Que practicaban un rito consistente en abrirse las venas del torso y los brazos para chuparse la sangre el uno al otro. Y que en uno de dichos lances a la mujer se le fue la mano y se cortó una arteria importante. Murió y Fantomas contó al periodista José María Carretero, que firmaba como El Caballero Audaz, que el mismo rescató la calavera de su amante del cementerio, eso sí, pagando al sepulturero para que desenterrara el cadáver y le entregara la cabeza. Desde entonces, dijo, la llevaba consigo y la calavera descansaba siempre sobre la mesilla de noche de su habitación con sus dientes brillando en la oscuridad.
Fantomas fue detenido y concedió una entrevista en 1916. Qué se supo de su currículum de entonces. El propio periodista se quedó fascinado con Fantomas. El mismo le había conocido siete meses atrás en digamos la corte de Madrid. Habían coincidido en el teatro Infanta Isabel y también en San Sebastián. Fantomas, que obviamente se presentó como Eduardo Arcos, le dijo que era estadounidense, que tenía dos carreras: ingeniero mecánico y marino mercante.
Le contó que desde pequeño vivió en Barcelona con dos tías ricas que le casaron muy joven, hasta que decidió abandonarlo todo por una vida de aventuras. Que en Nueva York fue un aristócrata entregado a los deportes, siendo campeón de pistola y esgrima; que en Costa Rica se ganó el pan como domador de caballos y profesor de equitación del presidente de la República; en Guatemala, soldado; en Argentina, aviador; en Italia, escultor y en La Habana, según él, escritor. Más bien parece que todo eso eran tapaderas para buscar mujeres y dar sus golpes en todos esos países. Fantomas contó que finalmente había llegado a Madrid con unos ahorrillos de sesenta mil francos que le ayudaron a codearse con lo mejor de la capital, incluida la infanta Isabel, tía del rey Alfonso XIII.
Pero tras esos diez años de Fantomas, ese ladrón cayó en España con todo el equipo. Estaba bajo y fuera, hundido, como cantaba la gran Bessie Smith. ¿Qué fue de Fantomas después de todo eso? ¿Cumplió muchos años de cárcel?
Pasó unos meses en la cárcel pero no había más pruebas que las herramientas. No se le pudo vincular con ningún robo, algunas señoras no querían denunciar para no ver comprometida su posición social o familiar…Eso sí, estaba quemado porque ya todo el mundo sabía quién era. En 1917 Fantomas se fue a Portugal. Allí se gana la vida en un espectáculo teatral donde se entierra vivo, y sobrevive, claro.
Todos los hoteles de lujo tienen ya su nombre y su fotografía y parece que cambia hacia algunos balnearios suizos donde da algunos golpes al estilo de siempre. Fue renegando de que lo que él llamaba un arte, el robo, se fuera convirtiendo en un oficio sin glamour, desagradable, decía él.
El resto de su vida está también oculto entre la niebla. Sí parece confirmado que Eduardo Arcos fue reclutado por el servicio de inteligencia o espionaje británico, lo que hoy llamamos MI-6. Y que dio buenos servicios en la Segunda Guerra Mundial contra los enemigos, los nazis. También que se separó de su esposa tras una infidelidad con una bailarina en Nueva York. Las crónicas aseguran que Fantomas murió en 1960, a consecuencia de una enfermedad tropical.