Territorio Negro: La interminable fuga de Antonio Anglés
Antonio Anglés sigue siendo el fugitivo más buscado de España, dudoso honor que encabeza desde hace 27 años, cuando fueron hallados los cadáveres de Miriam García, Antonia Gómez y Desiré Hernández, las niñas de Alcàsser.
Las heridas del crimen de esas tres adolescentes, que fueron secuestradas, violadas, torturadas y asesinadas por Anglés y su amigo Miguel Ricart, siguen abiertas, en parte porque el caso no se cerrará de forma definitiva hasta que se conozca el paradero de Antonio Anglés. Hace unos días nos enterábamos de que un juzgado de Valencia había pedido la colaboración del Reino Unido para tomar declaración a las últimas personas que vieron con vida al fugitivo, es decir, la tripulación del City of Plymouth, el carguero en el que Anglés se subió como polizón en el puerto de Lisboa.
El capitán Kenneth Farquharson Stevens, el oficial al mando del barco City of Plymouth en marzo de 1993, cuando Anglés viajó en él como polizón. En una entrevista a LaSexta, el capitán Stevens decía con rotundidad que alguno de los diez miembros de su tripulación debió haber ayudado a Anglés a salir del camarote en el que le confinaron. El viejo capitán no quiso revelar ningún nombre, pero sí se mostró muy seguro de que el fugitivo no pudo escapar sin ayuda, algo que en todos estos años no había dicho con tanta contundencia.
Este testimonio provocó que la Comisaría General de Policía Judicial elaborase un informe analizando las declaraciones del oficial. Este informe fue enviado al juzgado de instrucción número 6 de Alzira, el encargado del crimen de Alcàsser desde el primer momento. Tras estudiar lo que contaba la Policía, la jueza ha decidido pedir auxilio a la justicia inglesa en forma de comisión rogatoria para que tome declaración al capitán y a más miembros de la tripulación del buque, con la idea de esclarecer si Anglés contó con ayuda y poder determinar si murió en las aguas del Atlántico.
Vamos a poner un poco de contexto a todo esto que estáis contando, porque habrá oyentes, pocos, pero los habrá, que no sepan de qué estamos hablando. ¿Cómo llega Antonio Anglés hasta ese barco?
Miriam, Toñi y Desiré desaparecieron el 13 de noviembre de 1992 cuando hacían autoestop. Sus cadáveres fueron hallados algo más de dos meses después en un paraje conocido como La Romana. Una receta hallada allí, a nombre de uno de los hermanos Anglés, condujo a la Guardia Civil al domicilio de la familia, en Catarroja, pero Antonio no estaba allí, pese a esa mentira que, a fuerza de repetirse, se ha convertido en creencia general. Anglés no se tiró por ninguna ventana, no es Spiderman, ni descendió hasta la calle con sábanas anudadas ni nada parecido, tal y como se han contado tantas veces.
Lo cierto es que un cargo político habló más de la cuenta al informar del hallazgo de los cadáveres de las niñas, dijo que tenías pistas muy sólidas sobre los asesinos y Anglés supo que tarde o temprano irían a por él. Ricart, que no escuchó la radio ni vio la televisión, se fue a la casa de su amigo con normalidad y allí fue detenido por la Guardia Civil. Pronto cantó e implicó a Antonio, que en ese momento inició una fuga que aún no ha terminado.
En esas primeras semanas y meses de la fuga, Anglés cruzó España de este a oeste, burlando a la Policía y la Guardia Civil, y acabó en Lisboa, donde se subió a ese barco, el City of Plymouth.
El 18 de marzo de 1993, Anglés se coló en ese barco, que estaba anclado en el puerto portugués y que cubría la línea entre esa ciudad y Liverpool. Había pasado varias semanas en Lisboa, refugiado por un marinero yonqui, al que debió pagar una buena cantidad de dinero, hasta que decidió meterse en el buque. Lo que pasó en el City of Plymouth lo sabemos desde hace muchos años, porque la Policía tomó declaración al capitán y a otros miembros de la tripulación en 1993, después de que el carguero llegase a Liverpool y se comprobase que no había ni rastro de Anglés.
El capitán y los tripulantes ya declararon ante la Policía. Lo hicieron en Liverpool. Varios policías españoles estuvieron con ellos y escucharon el relato. Vamos a centrarnos en lo que dijo el capitán, Kenneth Stevens. El hombre contó que en la madrugada del 23 de marzo de 1993, cuando llevaban cinco días de travesía, dos días después de hacer una escala en el puerto de Bilbao, el segundo ayudante, Kevin McBride, le despertó a eso de las tres de la madrugada para contarle que el vigilante, Jo Hannigan, había encontrado un polizón en la cubierta de la nave. El capitán habló con el polizón, Antonio Anglés, sin saber quién era, naturalmente. El marino contó a la Policía que el hombre hablaba muy poco inglés y que le dijo que su intención era llegar hasta México, donde tenía familia. Hasta que fue descubierto, Anglés había estado escondido en el almacén de proa de la sala de motores, según mostró él mismo a los tripulantes del barco.
¿Y qué hicieron con el polizón en ese momento, tras descubrirle? Porque, claro, en ese momento ningún miembro de la tripulación sabía que se trataba de un criminal en fuga.
No, claro que no lo sabían, así que hicieron lo habitual en estos casos. El capitán ordenó a los suyos que encerrasen al polizón en un camarote vacío, tras comprobar las pertenencias que llevaba encima: una bolsa que contenía un reproductor de CDs –un discman–, varios CDs, un mapamundi, una botella de agua, tabletas de proteínas, dos mecheros, cigarrillos, una pomada y una pequeña cantidad de escudos, la moneda de curso legal en aquel momento en Portugal. Lo que no vieron fue el dinero que llevaba escondido en el forro de su chaqueta. Allí metió, al inicio de su fuga, dos millones de pesetas (12.000 euros) que le había quitado a su madre. A esas alturas, cuando llevaba más de dos meses huyendo, aún le quedaría parte de ese dinero.
Pero de ese camarote en el que le encerraron logró salir, pudo escaparse. Y esa fue su primera fuga del barco.
Logró salir en menos de cuatro horas. El capitán Stevens dijo a la Policía que se aseguró de que los cerrojos de la ventana del camarote estaban cerrados y cerró la puerta por fuera. Sin embargo, otro miembro de la tripulación, el contramaestre, Gwilyn John Jones, le contó a los agentes que pensaba que podía haber huido por la ventana. Lo cierto es que poco después de las siete de la mañana, el jefe de los oficiales dio la alerta de que el polizón había desaparecido, al igual que un bote salvavidas llamado Géminis. El capitán ordenó que el barco diera la vuelta para buscar al fugitivo y dio un aviso por radio. Poco después, un avión de la armada francesa avistó el bote salvavidas y marcó la posición para que el City of Plymouth llegara hasta allí. Antes de las diez de la mañana, Anglés estaba de nuevo a bordo.
Lo primero que hizo el capitán fue comprobar el estado de salud de su polizón, que presentaba síntomas de hipotermia y unas magulladuras en el rostro y el abdomen, producto de haberse lanzado al bote. El capitán se aseguró de que Anglés no podría escapar una vez más y para ello atrancó puerta y ventana con listones para evitar que pudiesen ser abiertas desde dentro, tal y como contó a la Policía en Liverpool. Además, pidió a la tripulación que hiciesen turnos para comprobar cada hora si seguía encerrado. Al mediodía del día siguiente, 24 de marzo, el polizón fue escoltado para hacer algo de ejercicio y para comer en el comedor del barco. El capitán le dijo que esa noche tenían previsto llegar a tierra firme, a Dublín, concretamente, que allí le entregaría a la policía irlandesa, y le advirtió de que las aguas del Atlántico estaban muy frías y, por tanto, las posibilidades de sobrevivir en ellas eran muy escasas.
El capitán se lo diría como advertencia, no como premonición. Su polizón ya se había lanzado una vez por la borda y el capitán temía que lo volviese a hacer. A las 22.50, el City of Plymouth llegó al puerto de Dublín y subieron al barco varios policías irlandeses, pero Antonio Anglés había desaparecido. El capitán y los oficiales comprobaron que el camarote del que había escapado permanecía con las mismas medidas de seguridad, parecía imposible que hubiese podido irse. Registraron todo el barco, pero sin resultados, no había ni rastro del polizón.
Y a partir de ese momento empiezan a elaborarse teorías más o menos disparatadas, pero teorías, porque los datos sólidos son escasos. Se sabe con certeza que Anglés estaba en ese barco porque se encontraron sus huellas en varias partes de la nave y además, los marineros hallaron en la cubierta una bolsa con los efectos personales del fugitivo. Además, faltaba uno de los 24 chalecos salvavidas con los que estaba equipada la nave y una cuerda de popa. El chaleco fue hallado horas después en la bahía de Dublín, tal y como contó el capitán Stevens a la Policía. En la madrugada del día 26, el City of Plymouth llegó al puerto de Liverpool y allí esperaban al carguero decenas de policías, perros de rastreo y un despliegue enorme para encontrar a Anglés, al que no encontraron. Todos los tripulantes del barco fueron interrogados, en presencia de algunos agentes españoles, que se llevaron la documentación que se dejó el fugitivo en la nave y que estaba a nombre de Joaquim Carvalho Gonçalvez, el drogadicto lisboeta que le prestó su casa como refugio.
Por lo que decís, nadie sospechó o al menos nadie dijo en ese momento que Antonio Anglés había recibido ayuda de algún tripulante, tal y como señaló el capitán Stevens en esa entrevista con Equipo de Investigación. La Policía española barajó varias teorías y en casi todas ellas, Anglés había contado con ayuda, al menos para salir del camarote. No olvidemos que llevaba mucho dinero encima y que le podría haber resultado relativamente fácil comprar los favores de algún marinero. Si fue así y después saltó al agua, es cierto que las posibilidades de sobrevivir en esas aguas eran escasas. Otra de las teorías apuntaba a que fue la tripulación la que decidió deshacerse del problema a las bravas, al enterarse de que el polizón era un fugitivo buscado por asesinar a tres chicas: le tiraron por la borda en alta mar, impartiendo un particular código de justicia. La verdad es que si murió en aguas del Atlántico, sus restos no han vuelto a la costa. A algunos huesos aparecidos en las costas irlandesas se les ha hecho la prueba de ADN, comparándolo con el de la madre y los hermanos Anglés y siempre han arrojado resultado negativo.
Ahora, con esta petición del juzgado de Alzira a la justicia inglesa, lo que se busca es arrojar luz sobre esa fuga. Nosotros somos muy escépticos con esta reapertura. El Grupo de Localización de Fugitivos de la Policía es el encargado de este nuevo impulso, mientras la UCO de la Guardia Civil aún mantiene abierta la Operación Deseada –en honor de Desiré Hernández, una de las chicas asesinadas-. O sea que policialmente, la búsqueda de Anglés nunca ha dejado de estar activa, de hecho continúa entre los más buscados de Inerpol. No creemos que, pasados todos estos años, ningún miembro de la tripulación del City of Plymouth vaya a confesar que ayudó a Anglés o que le arrojó por la borda, parece bastante improbable. Da la impresión de que lo que ha hecho la jueza ha sido alargar veinte años más el caso para que Anglés no quede impune gracias al paso del tiempo.
Sin esta petición de comisión rogatoria internacional, la responsabilidad penal de Antonio Anglés habría prescrito dentro de nueve años, en 2029. Y lo habría hecho unos años antes si no llega a ser por una jugada semejante a la de ahora que se le ocurrió en el 2009 a la Policía. En septiembre de 2009, a los investigadores del grupo de Coordinación Operativa de UDYCO central, en la Comisaría General de Policía Judicial, se les encargó la misión de encontrar a Antonio Anglés. La primera gestión que hicieron fue revisar los registros de llamadas de los números de teléfono de toda la familia Anglés de los últimos seis meses, en busca de alguna pista que les condujese hasta el fugitivo más buscado de España.
Los agentes analizaron este tráfico telefónico con todo detenimiento y detectaron un número que llamaba la atención, ya que era de Estados Unidos. El FBI identifica el número de teléfono estadounidense como una línea a nombre de una mujer nacida en Catarroja –el pueblo del que proceden los Anglés-, de edad aproximada a la de la hermana de Antonio (Kelly), y un domicilio en Las Vegas, en el estado de Nevada. El FBI le dijo a sus colegas españoles que si hay un lugar en Estados Unidos donde se puede ocultar fácilmente un fugitivo y vivir bajo una identidad falsa, ese sitio era Las Vegas.
Con esos datos, la Policía sugirió como hipótesis que “quizás esa mujer que está en Las Vegas guarda alguna relación sentimental con Anglés o mantiene con él algún vínculo desde la infancia, ya que proceden del mismo pueblo”, según decía el informe de la Policía, que la jueza de Alzira dio por bueno. La magistrada libró varios mandamientos para que las compañías telefónicas identificasen a los titulares de esos números de teléfono, además de extender una comisión rogatoria dirigida al Departamento de Justicia de los Estados Unidos para que ordenase gestiones de investigación al FBI, organismo que tenía que identificar a esa mujer y su entorno, con la esperanza de que apareciese Anglés. Lo cierto es que esa mujer nacida en Catarroja y residente en la ciudad de los casinos no era otra que Kely, la hermana artista de Antonio. Así que no sirvió de mucho, salvo para poner a cero el contador de la prescripción, tal y como ha pasado ahora.
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