Los hijos de José Bretón llevan desaparecidos desde el día 8 de octubre de 2011; la policía ha encontrado ya contradicciones en sus declaraciones, restos de una hoguera con huesos y el juez ordena llevar a la cárcel a José Bretón.
Este es el primer delito conocido, porque según todos los indicios y según las pruebas psicológicas, Bretón había maltratado a su esposa, Ruth Ortiz, durante años, especialmente tras el nacimiento del pequeñín, José. Y Ruth había acudido a un psicólogo en busca de ayuda y decidió separarse tres semanas antes de la desaparición de sus hijos. Pero sí, Bretón llega a la prisión de Alcolea en Córdoba el 21 de octubre de 2011. Y cuando llega es un membrillo, un changüí como se dice en el argot, así que hay que aplicarle el protocolo de suicidios.
Un membrillo es un preso novato, un preso que por supuesto proclama, como el noventa por ciento de los reclusos, que es inocente o que ha sido engañado por otros. Alguien que nunca ha vivido ni dormido un solo día en prisión. Y que, por tanto, es una persona que puede derrumbarse al verse allí, mucho más, en un caso como el de José Bretón, con dos hijos desaparecidos y acusado de ser él el secuestrador.
Un hombre anodino, del montón, que se hace famoso por esa desaparición y que llega a la cárcel. El protocolo de suicidios también sirve, en parte, para evitar que otros presos quieran agredirle. A Bretón se le asigna la celda 28 del módulo de ingresos de la cárcel. Es una zona más relajada, donde hay menos celdas y están más separadas. Pero, sobre todo, se le incluye en el protocolo de suicidios para evitar que él mismo se intente hacer daño. Recordemos que según su versión es un padre inocente que está encarcelado mientras sus dos hijos han sido secuestrados por alguien en el parque Cruz Conde de Córdoba quince días atrás.
Además, Bretón no es un apenao, que es como se llama en argot a los condenados, los que tienen encima una pena de equis años de cárcel, sino que es un preso a la espera de juicio; es decir, debería estar sometido a una tensión máxima. Por ejemplo, no se le deja ver la televisión ni oír la radio para evitar que alguna noticia sobre su caso le provoque depresión o algo peor.
En ese protocolo de suicidios se incluye que dos presos de los que se llaman de confianza, pasen con Bretón, por turnos, todo el día y toda la noche. Y ahí empiezan las sorpresas que ofrece Bretón en la cárcel. Comienza muy pronto a quejarse de que uno de esos dos reclusos come con la boca muy abierta, que la boca le huele mal y que mastica ruidosamente. También protesta por tener tanta vigilancia sobre su persona. Y el día 20 de noviembre de 2011, algo insólito en un preso novato, inicia una huelga de hambre al estilo de los más sanguinarios y fanáticos terroristas.
Al igual que el etarra De Juana Chaos o, muchos años atrás, en algunos de los terroristas de los Grapo. En este caso puede ser una medida desesperada de un padre encarcelado injustamente por secuestrar a sus hijos.
Duró tres días, hasta el 23 de noviembre del año pasado. Y no parece que eligiera la fecha al azar. El 10 de noviembre, la doctora Josefina Lamas, de la comisaría general de policía científica, entrega al juez su informe: los casi doscientos huesos recogidos en la hoguera dice que son de roedores. No hay ni una posibilidad de que se trate de restos humanos. Los policías reciben un mazazo, lo mismo que el fiscal y el juez. Y Bretón, pocos días después se entera de lo que para él es una gran noticia. E inicia una huelga de hambre, suponemos que reforzado porque, entiende, la policía está perdida.
Y pide, por supuesto, que le pongan en libertad porque los restos de la hoguera que él confesó haber hecho la tarde que sus hijos desaparecieron, son de animales... Y aquí viene otra sorpresa. Bretón inicia una huelga de hambre porque los médicos de la cárcel no le dejan ver la tele, ni escuchar la radio. Y muy especialmente porque no le dejan leer dos periódicos, el As y el Marca.
No es nuevo en él. Durante el registro de su finca, mientras los policías buscaban a sus hijos, Bretón se dirigió a un policía y le animó a terminar pronto porque había un partido televisado de la Liga de Campeones. En cuanto a su huelga de hambre en prisión, el 23 de noviembre la propia doctora tiene que escribir que y leemos textualmente el documento: "me comprometo con el interno don José Bretón Gómez, que mañana día 24 de noviembre de 2011 tendrá acceso a dos periódicos deportivos que yo misma le haré llegar". La médico de la cárcel se lo da por escrito y firmado a Bretón, que minutos después rellena otra instancia: "el interno José Bretón Gómez expone que desde hoy día 23 de noviembre a las 12.35 horas abandono mi huelga de hambre".
Con su esposa sufriendo, con media España pendiente de los niños, que él pensaba que nunca se iban a encontrar tras el error de la hoguera... Pero no fue la única huelga de hambre de este personaje. Al mes siguiente, poco antes de Navidad, empieza otra protesta.
Bretón se ha adaptado bien a prisión. Sorprende a los presos su desparpajo, también a los médicos, a los psicólogos que le visitan. Alguno de esos presos incluso le sugiere que debe llorar, debe quejarse, para ser más popular y ganar puntos ante la opinión pública. En diciembre, Bretón tiene otra reclamación pendiente: quiere que Ruth, la que fue su mujer y madre de los niños, le visite en la cárcel, quiere hablar con ella. Pero esa visita se retrasa porque la madre de los niños, ya lo hemos contado aquí alguna vez, está monitorizada, asesorada por una mujer policía y no irá a prisión hasta que los investigadores lo crean conveniente. Así que Bretón se arranca con otra huelga de hambre, que esta vez parece más seria.
Primero, no la comunica él. El 23 de diciembre de 2011, el subdirector de seguridad de la cárcel de Córdoba informa a sus jefes que varios funcionarios del departamento donde está Bretón le han visto tirar la comida y no le ven comprar nada en el economato de la cárcel. Bretón niega que esté en huelga de hambre, pero los funcionarios deciden hablar con los presos de confianza o de apoyo que conviven con él.
Leemos el informe que se envió entonces a la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias en Madrid: los dos presos de apoyo "manifiestan que efectivamente lleva dos días sin comer ni beber absolutamente nada" y añaden que Bretón les ha anunciado: "voy a llegar hasta el final porque a mí me tienen que sacar de aquí".
Esto ya es algo más lógico, una medida de presión de alguien que se dice víctima de una injusticia, como hizo el etarra De Juana Chaos. Lo que ocurre es que las prisiones españolas ya tienen experiencia en esa forma de protesta. Lo que se decidió fue que el médico y el psicólogo de la prisión se entrevistaran con Bretón. Ellos concluyen que, efectivamente, ha iniciado una huelga de hambre pero que no quiere reconocerla formalmente.
No hace pública su protesta, Básicamente porque si lo hace se pone en marcha el protocolo de huelgas de hambre en prisión, que consiste en que cada día el preso que no come recibe la visita del médico, que le hace un pequeño chequeo, le pesa y le toma la tensión, para evitar que ponga en peligro su vida y trasladarlo a un hospital si continúa con el ayuno.
Esto fue lo que se hizo con De Juana Chaos, porque ese etarra sí que hizo huelga de hambre en protesta porque había cumplido su condena por los horribles crímenes, pero le mantenían en prisión por unas amenazas. Pero es que De Juana sí hizo huelga de hambre al menos en dos ocasiones y contra las órdenes de ETA. Llegó a perder más de quince kilos y fue trasladado a varios hospitales. Ni siquiera en el caso de este asesino, responsable de al menos 25 crímenes, faltó el folclore y la propaganda con aquella foto suya delgado sin camiseta, con las costillas marcadas, incluso atado a la cama del hospital, aunque nunca estuviera atado, en fin, cosas de la propaganda. Lo cierto es que De Juana sí ayunó y logró su objetivo: su condena fue reducida por el Supremo y salió en libertad en 2008. Le ha dado tiempo a pasar por Irlanda, Venezuela y a ser padre con su nueva pareja.
Como ya hemos dicho, cada día un médico le visitaba para comprobar su estado de salud y también le pesaba. Los documentos que esta semana publicamos en Interviú muestran el resultado del pesaje del día 1 de enero de 2012. Bretón llevaba entonces once días en huelga de hambre. Su tensión arterial es casi impecable (11/9). Su peso al inicio de la huelga era de 56 kilos y medio. Y tras once días de ayuno, Bretón pesa 59 kilos. Dos días después, engorda ya otro medio kilo y comunica que no está haciendo huelga de hambre y que se ha tomado un potaje de garbanzos y un par de cervezas. En ese mismo periodo de 13 días en huelga de hambre, el citado De Juana Chaos había perdido cinco kilos y medio.
Y en ese periodo su mujer, Ruth Ortiz, fue a la cárcel el 28 de diciembre, sin avisar a Bretón, que se enfadó mucho porque no pudo prepararse ni física (afeitarse, por ejemplo, según se quejó luego), ni psicológicamente. La entrevista no sirvió de mucho porque fue capaz de animar a la madre de los niños a comprarles la muñeca Barriguitas que Ruth quería para esos Reyes. "Esa ilusión no te la voy a quitar", le dijo a su todavía esposa.
Y todavía hay una tercera parodia de huelga de hambre por parte de este hombre. Ocurrió en el mes de septiembre. El momento también parece bien elegido. En agosto el profesor Etxeberría y luego Bermúdez de Castro, realizan nuevos informes sobre los huesos de la hoguera que Bretón hizo en su finca el 8 de octubre. Dictaminan sin duda que son humanos y que pertenecen a dos niños de seis y unos dos años, las edades de Ruth y José. La doctora Lamas reconoce su error ante el juez, que ordena citar a Bretón para tomarle declaración: le van a acusar ya no de secuestro, sino de dos asesinatos, y la pena que le puede caer ya no son 20 años de cárcel, sino 40.
Y entonces, este padre tan preocupado por sus hijos inicia otro simulacro de huelga de hambre. Pero esta vez es aun más burdo. Le sorprenden comiendo una caja de galletas y mantecados. Y se anula otra vez el protocolo de huelga de hambre. Al parecer, sigue enfadado porque no le autorizan a tener en su celda una videoconsola para jugar.
Lo cierto es que gracias a esos forenses, a esa segunda y tercera prueba sobre los huesos, se está mucho más cerca de conocer la verdad de lo que ocurrió aquella tarde del 8 de octubre.
A pesar de que no se ha podido sacar ADN de los dientes de niño que se han analizado, sí que hay pruebas sólidas, decenas de huesos y restos óseos, de que se quemaron vivos dos niños en esa hoguera aquella tarde. Y Bretón siempre admitió haber hecho él la hoguera. Resultaría increíble que alguien entrara, quemara dos niños que no fueran los hijos de Ruth Ortiz y se fuera.
A José Bretón le queda para defenderse en el juicio insistir en que de los huesos no se ha sacado ADN, jugar con la idea de que los huesos no fueron bien custodiados y que alguien pudo colocar allí restos humanos de forma intencionada o sin querer. Y un clásico: intentar alegar algún tipo de trastorno mental porque su esposa le había pedido el divorcio. Esta última idea es difícil porque Bretón se niega a que le vean más psiquiatras y los que le han visto en prisión certifican que es una persona relativamente normal, consciente del bien y del mal, y de todo lo que hace.
El juez está a punto de terminar su instrucción. Entonces se cerrará la investigación y se elegirá un jurado de nueve personas para ver este caso de doble asesinato. Luego, el juicio en la Audiencia de Córdoba. La última versión de lo que el juez cree que ocurrió la dio en su último auto, donde rechazaba entregar los huesos a la madre para que los enterrara. Y muestra que se trató de unos crímenes premeditados y bien organizados.
El 7 de octubre, dice el juez Rodríguez Lainz, Bretón recoge a sus hijos en Huelva. Entrega a su mujer, Ruth, un ramo de flores (el primero que le daba en su vida) y una carta pidiéndole volver a estar juntos. Pero ese día Bretón ya había comprado más cosas.
Bretón se hizo con 78 litros de gasoil antes de recoger a sus hijos. También se había hecho con Orfidal y Motivan, dos medicamentos tranquilizantes, que le había recetado un psiquiatra y que desaparecieron con los niños.
El último auto del juez recoge que Bretón usó unos 250 kilos de leña de olivo para alimentar la hoguera humana que creó, que colocó una chapa encima y cerró los laterales, formando una auténtica pira funeraria. Y que allí arrojó a sus hijos, no se sabe si muertos o dormidos con los tranquilizantes. El auto recoge que Bretón tuvo que estar, y leemos textualmente, "a pie de hoguera" con una garrafa llena de gasoil que iba echando "poco a poco" para alimentar el fuego durante unos cuarenta minutos, hasta poco antes de las cinco y media de la tarde. Luego, las cámaras de seguridad le muestran tirando bolsas de basura en varios contenedores y llegando en coche, solo, al parque Cruz Conde donde denunciaría que había perdido a sus hijos