Deborah, como has dicho, era una chica que estaba a punto de cumplir veintidós años, residente en Vigo. En abril de 2002 vivía con sus padres, José Carlos y Rosa, y con su hermana Rosa. El resto de los hermanos, José y María, ya se había independizado. Deborah estudiaba diseño gráfico y según todos los que la conocían era una chica sin problemas en su vida: sana, con un círculo de buenos amigos y aficionada a todo tipo de artes.
El día de su muerte
Deborah acudió por la mañana a la escuela de diseño a la que asistía regularmente. Quería subir nota y fue a unas clases de refuerzo. Allí ya dijo que después iba a ir a la peluquería para depilarse y anunció que tenía una cita. Poco antes de las tres de la tarde llegó a su casa y después de comer se metió en su habitación, la única a la que entonces llegaba la conexión de Internet. Su prima Nuria la llamó para salir o para que viesen juntas la película Amelie, pero Deborah le dijo que no, que tenía otros planes. A media tarde, vestida con ropa de deporte y sin documentación, ni dinero ni teléfono, Deborah salió de su casa. Nunca volvería.
Su prima Nuria la llamó a casa y allí le dijeron que había salido, así que salió a su encuentro. La vio, habló con ella y Deborah le insistió en que no quería quedar esa noche. A las 20.45, se despidieron, cuando Deborah estaba a apenas diez minutos a pie de su casa. Pero además, al menos otras dos personas han declarado a lo largo de estos años que vieron a Deborah en esa zona, conocida como Samil. Una de ellas volvió a declarar el pasado jueves en el juzgado que aún investiga la muerte de Deborah.
Una serie de negligencias
El caso sigue vivo en los juzgados, aunque se ha archivado de forma provisional hasta en quince ocasiones, pero desde noviembre de 2019, y ante la insistencia de la familia, el juzgado 2 de Tui está practicando distintas diligencias, sobre todo tomas de declaraciones. El testigo que vio a Deborah ya declaró en su día, lo sorprendente es que pese a que él y otra persona aseguraron haber visto a la chica en esa misma zona, la Policía –y aquí empiezan las negligencias– no solicitó las cámaras de seguridad o de control de tráfico de esa área para poder seguir el recorrido de Deborah.
Hace diecinueve años, los protocolos eran distintos y la desaparición de Deborah no se trato cómo se haría ahora. Era mayor de edad y, pese a la insistencia de la familia, la Policía contempló la posibilidad de que se hubiese marchado voluntariamente o que estuviese de juerga. Su familia estaba convencida de lo contrario. Como repetía Roda, su hermana, Deborah no iba en chándal a ninguna parte. Así que en esas primeras horas la desaparición de la joven no fue tratada como lo que hoy se llama desaparición de alto riesgo. Probablemente se perdió un tiempo precioso. En esos primeros días se buscó a Deborah por los montes cercanos a Vigo y por las playas.
Así pasaron diez días en los que no hay ninguna novedad. El 10 de mayo, una vecina de Portecelo, una pequeña aldea situada entre Bayona y La Guardia, a 40 kilómetros de Vigo, encontró un cuerpo junto a la antigua carretera 550, muy cerca de la cuneta y en la única recta de una carretera llena de curvas. La primera impresión es que quien depositó allí el cuerpo quería que lo encontrasen pronto. Estaba muy a la vista.
Una escena del crimen teatral
Bajo el cadáver había un cordón de color verde. Y junto a él, un pañuelo de papel y un preservativo. Alguien que se toma tantas molestias para colocar así un cuerpo parece extraño que deje por descuido todas esas cosas alrededor del cadáver. Es contradictorio. Uno de los policías que más ha investigado el caso se tomó la molestia de recorrer los dos márgenes de esa carretera a pie para comprobar si allí era frecuente que las parejas dejasen preservativos u otros restos de sus encuentros y no encontró absolutamente nada, lo que abunda más en la teoría de que quien dejó el cuerpo de Deborah también dejó esas pistas como pistas falsas.
El cuerpo no tenía síntomas de agresión sexual, pero en la vagina había semen, como si hubiese tenido una relación sexual consentida. Y, además, algunos espermatozoides de ese fluido seminal estaban aún vivos. Pero además, la fauna cadavérica que había empezado a colonizar el cuerpo no se correspondía con la que se hallaría en un cadáver con ocho o diez días de exposición, sino que apenas llevaba dos o tres días. Es decir, el cuerpo de la chica había permanecido varios días en algún lugar cerrado, preservado de la fauna necrófaga, y en condiciones que evitaron la descomposición.
El único sospechoso
Como siempre en estos casos, las sospechas se encaminaron hacia el entorno más cercano de Deborah. Y ahí aparecía un joven al que llamaremos Arcano, el nombre de la operación abierta por la UDEV Central para esclarecer el crimen. Arcano y Deborah habían mantenido una relación amorosa, para ella fue su primer novio formal, incluso hablaron de planes de boda. Pero en los últimos meses la relación parecía haberse enfriado, en parte porque él residía gran parte del tiempo en Argentina por motivos laborales. Fue interrogado en los primeros momentos de la investigación y negó haber visto a Deborah en los momentos próximos a la desaparición, aunque sí que quedó acreditado que habían hablado por teléfono.
La Policía no quiso profundizar en algunos datos aportados por la familia que parecen preocupantes. En febrero, un par de meses antes de la desaparición de Deborah, la chica confesó a algunas personas que había recibido mensajes amenazantes de una mujer desde Argentina, el lugar de residencia de Arcano. De hecho, el día antes de la desaparición, Deborah y su hermano José discutieron porque ella le dijo que Arcano iba a estar en Vigo y su hermano le dijo que se alejase de él, que había llegado a sus oídos que tenía una segunda vida en Argentina.
La ridícula coartada de Arcano
Arcano dijo que había estado jugando un partido de fútbol, pero hay testimonios en la investigación que cuestionan esta coartada. No es demasiado sólida. Y aquí hay también muchas negligencias. Hay un episodio nada claro en las primeras fases de la investigación, cuando un policía detecta un fuerte olor a podrido que sales del maletero del coche de Arcano. Cuando le preguntan, él dice que se dejó olvidada una caja de langostinos. Y esa explicación se da por buena, hasta el punto de que el coche de Arcano no es revisado hasta 2010, ocho años después de los hechos. Y, además, el coche está absolutamente limpio: no hay un rastro de fibras, ni de pelos, ni de epiteliales, como si hubiese acabado de salir de la fábrica, algo sorprendente. En un atestado elaborado por un veterano investigador se ponen de manifiesto las contradicciones y las mentiras de Arcano, el único sospechoso.
El caso prescribirá en 2022
Al menos en los últimos meses han pasado por el juzgado personas que sorprendentemente, nunca habían sido interrogadas en sede judicial, como los padres o los hermanos de Deborah. La familia mantiene la esperanza de que las nuevas diligencias puedan corregir los errores y las negligencias que se han cometido todos estos años. Y esas negligencias no son solo por parte de la policía: hasta cinco equipos distintos han investigado el caso. Tampoco parece que jueces y fiscales hayan hecho muy bien su trabajo.