TERRITORIO NEGRO

Territorio Negro: La Costa del Crimen

La semana pasada se vivió el último episodio de violencia en la Costa del Sol. Un hombre fue secuestrado a punta de pistola ante decenas de testigos, en una terraza de Estepona, y horas después su cadáver fue hallado en Algeciras con heridas de bala y de arma blanca. Los últimos meses han devuelto a la costa malagueña a unos tiempos que parecían superados y que le hicieron ganarse el sobrenombre de la Costa del Crimen. Hoy queremos hacer un recorrido por el ayer y el hoy de la delincuencia en esa zona de España.

ondacero.es

Madrid | 08.10.2018 14:58

Empecemos por el final, por ese último episodio al que hacía referencia. El secuestro y posterior asesinato de un joven…

Es un episodio que ha llamado la atención por su audacia. Brian Martos Carmona, un hombre de 27 años, estaba cenando el pasado martes en una terraza de la céntrica Avenida de España de Estepona con unos amigos. Varios hombres armados con pistolas y con el rostro cubierto por capuchas irrumpieron en el local e introdujeron por la fuerza al hombre en un BMW todo terreno después de efectuar algunos disparos. Unas horas después, el cuerpo de Brian apareció en Algeciras, vestido solo con unos calzoncillos, con heridas de arma blanca, con varios disparos y con signos de haber sido torturado. Según cuentan policías que vieron el cadáver, sus asesinos se tomaron su tiempo para acabar con su vida.

Un responsable policial que le conocía bien, le definió como un espíritu libre y rebelde, un delincuente que no estaba asociado a ninguna poderosa organización, sino que actuaba por su cuenta dedicándose a un oficio bastante peligroso: los vuelcos. Es decir, robaba dinero y droga a otros traficantes de la zona, una actividad muy en auge en los últimos tiempos. Brian, de raza gitana, había nacido en Valencia, pero desde hace muchos años residía en Algeciras, la zona cero del narcotráfico hoy en día. Tenía antecedentes por tráfico de drogas y había pasado algunos meses en la cárcel algecireña de Botafuegos.

Una actividad tan peligrosa como los vuelcos, está en auge en esta zona porque no hace falta una gran organización: no es necesario montar una empresa para recibir un contenedor en un puerto, ni buscar un barco…. Lo único que se precisa para dedicarse a los vuelcos es buena información sobre los movimientos de los narcos y, eso sí, mucha audacia. Es frecuente que los delincuentes que se dedican a esto, lleven uniformes y placas falsas de Policía y de Guardia Civil y que asalten así a sus víctimas. Esto ha provocado que en alguna ocasión, cuando la policía irrumpe en alguna caleta, los narcos los reciban a tiros, pensando que les van a hacer un vuelco.

Todos recordarás esas imágenes de hace unos meses en las que unos delincuentes salían con los brazos en alto pidiendo perdón a los policías a los que habían disparado previamente, porque creían que eran una banda de ladrones de droga. En la operación que acabó con la detención de Sito Miñanco, un agente del GEO resultó herido al asaltar una casa por el mismo motivo. Porque lo habitual siempre ha sido que un narcotraficante no se resista a la llegada de la Policía.

Parece que el problema que hace unos meses se localizaba en el Campo de Gibraltar y del que hemos hablado en este espacio, ahora se ha desplazado hacia el este, hacia la Costa del Sol.

En el Campo de Gibraltar los problemas de seguridad y los episodios de violencia los provocan las generaciones más jóvenes de narcos, que se enfrentan a la Guardia Civil y a la Policía o son capaces de arrebatar a unos agentes a un narco mientras está custodiado en un hospital. La Costa del Sol está siendo el escenario en el que grupos criminales de medio mundo ajustan sus cuentas.

El último episodio ha sido el del asesinato de Brian Martos, pero no es, ni mucho menos, un hecho aislado. Hagamos un poco de memoria de lo ocurrido solo durante los últimos meses en la Costa del Sol.

El penúltimo episodio grave tuvo lugar el mes pasado, también en Estepona. La policía mató a tiros a Sean Hercules, un delincuente inglés de 39 años que les recibió en su apartamento a balazos. Los agentes seguían su pista después de que esa misma mañana protagonizase un extraño incidente. Tras tener un accidente de tráfico, se bajó del coche con una pistola en la mano y abandonó el vehículo. Sean tenía decenas de antecedentes en el Reino Unido, pero ninguno en España. Parece que, como tantos otros compatriotas de mal vivir, había elegido la Costa del Sol como lugar de descanso.

Otro episodio reciente, especialmente sádico, también tuvo la Costa del Sol como escenario y a un inglés como protagonista. La víctima de este episodio acababa de llegar a Marbella procedente de Barcelona. Apenas tres horas después, ingresó en el Hospital Costa del Sol con múltiples heridas de arma blanca, varios disparos en las piernas y dos enormes cortes a ambos lados de la cara, una marca habitual del crimen británico conocida como la sonrisa del payaso, la sonrisa del Joker o la sonrisa de Glasgow, la ciudad escocesa en la que parece que se comenzó a practicar.

Con un afilado cuchillo se cortan los dos extremos de la boca, por la comisura de los labios, y se obliga a la víctima a gritar para que se le deforme la cara. Los cortes hacen que a la víctima se le quede una boca similar a la del acérrimo enemigo de Batman. Es la firma, la marca de identidad con la que los grupos criminales de origen británico lanzan un aviso. Como te puedes imaginar, la víctima de esta agresión no se ha mostrado especialmente colaboradora con la policía.

Por lo que lleváis contado hasta el momento, parece que la Costa del Sol es el lugar elegido para que el hampa internacional ajuste sus cuentas. Sin duda, pero ojo, también caen delincuentes españoles. Uno de los crímenes más llamativos de los últimos tiempos tuvo como víctima a un traficante de drogas español, conocido como el Maradona. Su nombre real era David Ávila y tenía 36 años cuando fue asesinado el pasado 12 de mayo en San Pedro de Alcántara. Maradona fue acribillado a la salida de la iglesia donde acababa de hacer la primera comunión su hijo, en presencia de su familia. Un hombre le disparó desde una scooter en un crimen que parece que está relacionado con una deuda de droga.

La policía cree que su grupo robó unos 400 kilos de cocaína y en estos casos alguien tiene que pagar. La mercancía estaba marcada con un sello muy característico y alguien avisó al cartel colombiano de que la banda de Maradona –su apodo le viene de cuando jugaba al fútbol– estaba dando salida a la cocaína robada en el puerto de Málaga. Antes de asesinarle, quemaron dos de sus negocios y después, su cuñado fue agredido en prisión y el coche de un familiar amaneció con una pintada muy explícita: “paga la droga”. Lo cierto es que a fecha de hoy, nadie ha sido detenido por este crimen, ni por el de Brian Martos, ni por la agresión de la sonrisa de Joker… La sensación es de absoluta impunidad

Ninguno de estos delitos ha sido resuelto y eso sí parece muy preocupante. Ni estos delitos ni unos cuantos anteriores: el pasado mes de agosto un hombre de 34 años fue acribillado a la puerta de su casa en Estepona por un hombre encapuchado que huyó del lugar en bicicleta. En el mismo mes de agosto, dos irlandeses resultaron heridos de bala al salir de una discoteca. Sus agresores les dispararon desde un coche con matrícula de Marruecos. En mayo, un croata apareció muerto en una cuneta, con síntomas de haber sido torturado… Y además, comienza a haber en la zona señales de que las cosas pueden ir a peor aún.

El pasado mes de septiembre, los Tedax detonaron un artefacto explosivo en Marbella. Las investigaciones de la policía permitieron averiguar que la bomba estaba preparada para ser detonada a distancia y que casi con toda seguridad, había sido fabricada en el extranjero. Así que la situación en la Costa del Sol está a punto de volver a lo que fue a principios de la década pasada. Policías y guardias civiles que trabajan en la zona creen que está próximo el momento en el que estos estallidos de violencia se lleven por delante la vida de alguien que nada tenga que ver con el crimen organizado, como pasó en 2004, en los años más duros de la Costa del Sol.

En diciembre de ese año, varios pistoleros irrumpieron en el centro comercial Nueva Andalucía y dispararon varias ráfagas de armas semiautomáticas. Su objetivo era un delincuente franco-argelino apodado Alex, pero en el tiroteo murieron un niño de siete años llamado José Manuel y un peluquero italiano, Cossimo Pizzi, dueño del establecimiento en el que se estaba cortando el pelo el verdadero objetivo de los sicarios, que nunca han sido detenidos. Aquellas muertes fueron un punto de inflexión, porque ya no morían solo delincuentes en ajustes de cuentas, sino que la violencia se cobró víctimas colaterales, como se dice en el lenguaje bélico.

Policía y Guardia Civil incrementaron la presión sobre el crimen organizado. Meses antes, la policía había puesto en marcha lo Grupos de Respuesta Especial para el Crimen Organizado, los GRECO. Se desplegaron en varios puntos clave –Cádiz, Canarias, Alicante, Galicia…–, pero uno de los que más relevancia tuvo fue el que estaba radicado en la Costa del Sol. El crimen organizado se comenzó a tratar también de manera global por parte de la Fiscalía y la judicatura. Así fue posible la operación Ballena Blanca, en 2005, que acabó con la mayor estructura de blanqueo de capitales de la zona. A esta siguió Malaya, que terminó con el pozo de basura sobre el que se erigía el ayuntamiento de Marbella y en el que el hampa se movía a sus anchas.

Entiendo entonces que el problema del crimen organizado no es algo nuevo en la Costa del Sol. Ni mucho menos. Desde los 80, esa zona de España ha sido lugar de retiro o de descanso de hampones de medio mundo. Los ingleses fueron pioneros. El buen clima, unas estructuras complacientes a la hora de invertir y la gran colonia extranjera lo convertían en un lugar ideal. Después, la Costa del Sol fue lugar para el blanqueo de los millones que las organizaciones ganaban con delitos como el tráfico de drogas o la trata de seres humanos. Allí se instalaron y, en algunos casos, fueron detenidos mafiosos marroquíes, italianos, rusos e irlandeses. En algunos casos han saldado allí sus cuentas pendientes. El asesinato del hombre de confianza de un jefe mafioso irlandés en Marbella provocó una guerra que se cobró ocho víctimas entre Dublín y Mallorca.

Y la situación ahora mismo es similar, pero además han irrumpido nuevos grupos, como los procedentes de Serbia, Croacia o Albania. Además, la Costa del Sol también está siendo base de operaciones de narcos gallegos y, sobre todo, su cercanía con el campo de Gibraltar hace que las organizaciones criminales hispano-marroquíes también operen en la costa malagueña. Hace quince años tampoco existían los grupos dedicados a los vuelcos. El robo de mercancía o de dinero acaba casi siempre en ajustes de cuentas, que es lo que se está viviendo allí casi de manera cotidiana.

Ahora mismo, confiesan algunos mandos policiales, la situación está fuera de control. Si las cosas siguen así y, sobre todo, si en medio de esta violencia hay una víctima que nada tenga que ver con la delincuencia, es probable que se reacciones de manera más contundente. Igual que en primavera se elaboró un plan integral estratégico para abordar el problema del Estrecho, parece necesario algo similar en la Costa del Sol, que se ha vuelto a convertir para muchos medios nacionales e internacionales en la Costa del Crimen.