Nueve personas decidirán y tendrán que argumentar si los padres de Asunta Basterra son culpables de su muerte. El juicio continúa en Santiago de Compostela. ¿Qué pruebas son irrefutables, con qué hechos irrebatibles trabajarán los jurados?
Hechos científicos hay dos. Y los dos tienen que ver con el Orfidal. Asunta tomó aquel 21 de septiembre, el día que la mataron, cantidades enormes de ese tranquilizante. La autopsia demostró que tenía en su cuerpo hasta 17 veces más que la dosis máxima recomendada para un adulto.
Y el análisis de su pelo también demostró que la niña era drogada con esos tranquilizantes al menos desde el mes de julio. Los peritos lo explicarán en el juicio: se analiza el pelo desde la raíz y cada centímetro hacia fuera es un mes de viaje en el tiempo. En el pelo de Asunta se encontró Orfidal tres centímetros lejos de la raíz.
O sea, a la niña le dieron tranquilizantes al menos los meses de julio y septiembre. También, y muchos, el día de su muerte. Los padres han negado haber sido ellos. Aquí entramos ya en los testigos y en versiones opuestas. Y en toda clase de datos. Por ejemplo, Asunta no tomó Orfidales en el mes de agosto (sí en julio y septiembre, recordemos). Otro dato, en agosto, la niña estuvo casi todo el mes (salvo cinco días) con su madrina. Sus padres estaban fuera. Más indicios que tendrá que valorar el jurado: la Guardia Civil descubrió la compra de al menos 125 pastillas de Orfidal por parte del padre, en esos mismos meses, julio y septiembre, ninguno en agosto.
Pero el padre ha dicho que eran para Rosario, para la madre de Asunta. Y es cierto que la mujer pasó por depresiones y tomaba tranquilizantes. Rosario ha declarado en el juicio que tomó alguna pastilla suelta de Orfidal. Pero el jurado tiene otros datos importantes en sus manos, las declaraciones de profesoras de Asunta. Estas mujeres han contado que la vieron llegar tambaleante y drogada a sus clases al menos en dos ocasiones, el 9 y el 22 de julio. Una contó que alertó a su padre y que este le restó importancia diciendo que la niña tenía alergia. Asunta ya no podrá contar lo que ocurrió en aquellos meses, pero su profesora sí lo hizo. Explicó que la niña negó tener ninguna alergia, que le contó que su madre le daba unos polvos blancos que sabían muy mal.
Los informes policiales son precisos. Alfonso Basterra compró 50 pastillas el 5 de julio. Cuatro días después, el 9 de julio, Asunta llega por primera vez drogada a clase, se marea y se tambalea. La semana siguiente, el 17 de julio, el padre vuelve a comprar tranquilizantes, esta vez 25 comprimidos. Asunta llega de nuevo drogada a sus clases apenas cinco días después, el 22 de julio.
En agosto, insistimos, la niña no está con sus padres salvo unos días. Pasa el mes con su madrina y no tiene ningún mareo ni problema de salud ni tampoco toma orfidales. La familia se reúne de nuevo en el mes de septiembre y Asunta vuelve al colegio. El 16 de septiembre su padre compra 50 pastillas de Orfidal. Dos días después, la niña falta a sus clases. La madre envía un SMS a una profesora donde le explica que Asunta está KO por unas pastillas y les pide colaboración para cuando regrese a clase. Estamos a 18 de septiembre, tres días después alguien le da a Asunta cantidades enormes de Orfidal y la niña muere.
Estos son hechos. Vamos al día de la muerte de la niña, ese 21 de septiembre de 2013. ¿Qué sabemos con seguridad?
Asunta come con sus padres en el piso de Alfonso. Los padres se habían separado en enero después de que el marido descubriera una infidelidad de la mujer, pero mantienen el contacto y la relación. Los tres comen en el piso y una cámara de seguridad muestra a la niña salir andando (su madre va detrás de ella) hacia las cinco y cuarto de la tarde. El padre no sale en esa grabación, ni en ninguna otra, y jura que se quedó en su casa leyendo, con el teléfono móvil apagado.
Y más hechos, varias horas después, de madrugada, dos hombres que pasan por una pista forestal en Feros, encuentran el cuerpo de la Asunta. Pasada la una de la madrugada, los dos hombres vuelven de fiesta y dudan si avisar a la Guardia Civil, llegan a pellizcar la mejilla de la niña para ver si está viva… pero al final hacen lo correcto. Junto al cuerpo de Asunta hay, y este es otro hecho muy importante que tendrá que valorar el jurado, un trozo de cuerda naranja muy peculiar. A la niña le habían atado con esas cuerdas las muñecas y los pies, posiblemente para trasladar su cuerpo hasta allí, una zona frecuentada por parejas en busca de intimidad.
Y aquí vamos a encontrarnos con las primeras dificultades para el jurado. No se sabe cómo llegó hasta allí el cuerpo de la niña ni quién lo llevó.
Vayamos hacia atrás. La niña sale con su madre andando por Santiago hacia las cinco y cuarto. La madre contó luego que la había dejado en casa haciendo los deberes, que ella se fue a la finca familiar de Teo, y que cuando regresó Asunta ya no estaba. Seis días después, interrogada por el juez Vázquez Tain, éste le tiró un órdago, le dijo: tenemos la grabación de una cámara de seguridad donde se la ve a usted con Asunta dentro del coche a las seis y cuarto de la tarde.
En realidad las cámaras muestran a la madre conduciendo y un bulto, una figura humana, posiblemente la niña, en el asiento del copiloto, pero la madre recordó entonces que sí, que se había ido con la niña a la finca familiar esa tarde. La finca, por cierto, no está lejos, solo a unos cinco kilómetros, de la pista forestal donde se encontró el cuerpo de Asunta.
Bien, tenemos a la madre con la hija en el coche la tarde en que Asunta va a morir. Pero el padre no está. El Mercedes Benz de la madre de Asunta tiene los cristales tintados y en las imágenes no se ve si va alguien en la parte de atrás. Una testigo asegura que vio al padre y a la niña hacia las seis de la tarde, en las calles de Santiago, lo que contradice la historia del padre. Pero aquí el jurado tiene que decidir entre una versión y la otra. Volviendo a los hechos. La madre llega con la hija a la finca familiar, desconecta la alarma a las seis y 31 minutos y 54 segundos.
A las nueve menos siete minutos, Rosario Porto sale de la finca y conecta de nuevo la alarma. Un vecino que pasea el perro la ve y quiere darle palique. La mujer, sin bajarse del coche, le dice que tiene prisa y que va a recoger a su hija a Santiago de Compostela. El trayecto de vuelta es más lento, sorprendentemente, que el de ida. Rosario tarda 25 minutos, casi el doble. A las nueve y media de la noche, una cámara ya la graba andando por Santiago, yendo hacia su casa. Desde allí llama al teléfono fijo de su ex marido y le cuenta que la niña no está. A las diez y diecisiete minutos de la noche, los dos llegan andando a la comisaría de policía, donde denuncian que su hija ha desaparecido. La madre cuenta que la última vez que la vio la niña estaba en casa haciendo los deberes.
Y cuenta también una historia tremenda. Que una noche de julio un desconocido vestido de negro, con guantes y gorro, entró en su casa de madrugada y quiso estrangular a la niña… Una historia que ni la policía ni la guardia civil ni el juez se creyeron. La madre no lo denunció en su día, solo después de la desaparición de la niña. Los investigadores creen que pudo ser un primer intento de acabar con la vida de Asunta y también el primer episodio de sedación, pero eso no podrá demostrarse nunca. Lo cierto es que días después de ese ataque criminal (del que Asunta habló con la madre de una de sus amigas), Rosario Porto ingresó en un hospital. Su marido la cuidó día y noche y ambos parece que rehicieron su relación.
Hemos hablado antes de la cuerda naranja que se encuentra junto al cuerpo de Asunta. Se trata de una prueba importante porque un trozo de cuerda del mismo color, grosor y tamaño lo encontró la Guardia Civil en una papelera de la finca de Teo donde la madre ya reconoce que llevó a la niña la tarde de su muerte. Los padres dijeron que eran cuerdas muy usadas por los jardineros, pero estos lo han desmentido.
La versión de la madre es que sí fue con su hija a la finca, pero que luego la devolvió a Santiago y la dejó en una plaza de la ciudad. Que fueron juntas a la finca, que la niña luego se aburría, que la llevó a la ciudad, que ya sola de nuevo, la madre regresó a la finca donde estuvo recogiendo unos bañadores hasta la hora en la que la ve salir un vecino sola.
Hay cosas que no sabemos en esta historia, cosas que el jurado tampoco va a saber a la hora de decidir. No hay, por ejemplo, arma del crimen. Pero sí cuentan con un arma más, los informes de toxicología y de la autopsia. Muy importantes, se irán viendo durante los días que quedan del juicio. La autopsia sitúa la muerte de Asunta entre las cuatro y las ocho de la tarde de ese día. Es decir, salvo error en esa prueba, casi con toda seguridad en la finca familiar de Teo. El fiscal y la acusación particular sostienen que fue allí donde la mataron y la ataron de pies y manos. No se sabe si se usó algún pañuelo para taparle la nariz cuando la niña ya estaba drogada e indefensa, o fue con la mano. Es cierto que no hay, tampoco, ninguna prueba definitiva que sitúe al padre en esa finca esa tarde.
Hay otro informe fundamental. El de toxicología que sitúa el punto máximo de incidencia de Orfidal en la sangre de la niña hacia las cinco de la tarde. A partir de ahí, la presencia de drogas desciende, siempre dentro de las cantidades enormes que tenía. Esto quiere decir que Asunta recibió las dosis de Orfidal cuando aún estaba en casa de su padre. Y una prueba más, en el vestido que llevaba Rosario, la madre, el día de la muerte de su hija, se encontraron restos de Orfidal troceado, que pudieran ser los polvos blancos de los que Asunta hablaba.
Vemos que hay muchos indicios, muchas pruebas de que la niña fue drogada. Cuando hay un crimen así, siempre nos preguntamos por el móvil, la razón de un asesinato así… Tampoco está demostrado. No se sabe tampoco por qué se drogó a la niña los meses de julio y septiembre. Si fue para que no molestara, para que no agobiara a su madre –la niña me chupa la vida, le dijo Rosario a su psiquiatra–. El móvil importa más a los periodistas y al público que a los investigadores, que buscan sobre todo pruebas de quién lo hizo.
El juez Vázquez Taín ordenó grabar las conversaciones de la pareja cuando estaban encerrados en calabozos contiguos del cuartel de la Guardia Civil en Lonzas. Esa noche, Rosario reprocha algunas cosas a su ex marido, le dice: “Tu imaginación calenturienta nos va a traer muchos problemas”; el marido la ordena callar. Ambos tienen que declarar ante el juez la mañana siguiente. La mujer insiste: “Tú y tus jueguecitos…” y le pregunta: “¿Has tenido tiempo de deshacerte de eso?”
Tampoco sabemos a qué se refería ese matrimonio. Y esas conversaciones fueron anuladas, no servirán como prueba en el juicio. El ordenador de Alfonso Basterra no estaba en su piso cuando la Guardia Civil lo registró. Meses después, su abogada avisó de que el piso iba a alquilarse y anunció que debían ir a mirar. Allí estaba el ordenador, del que se habían borrado cientos de archivos. En cuanto a los jueguecitos, se encontraron (en el teléfono móvil de la madre) unas imágenes de Asunta que resultan inquietantes.
Son imágenes que publica Interviú y que se mostraron la semana pasada a los padres en el juicio. La niña está amortajada, con los ojos abiertos. Hay una, vestida con ropa de ballet, con la niña con los ojos entrecerrados, las piernas colgando de un sofá… Son fotos hechas más tarde de las doce de la noche. El padre declaró que eran juegos de Asunta, que era muy imaginativa. La foto del ballet llamó mucho la atención de los investigadores, que ordenaron incluso ampliarla para buscar en los ojos de la niña, para ver si ya entonces, en 2010, tenía las pupilas dilatadas y pudiera haber sido drogada.
Una joven prostituta de Santiago de Compostela contó a la policía, y así lo explicamos esta semana en interviú, que el padre de Asunta acudía regularmente a un piso donde se ofrecían jóvenes aniñadas. La prostituta denunció que allí había menores de edad, pero la policía acudió y vio que eran chicas aniñadas pero todas mayores de 18 años. Esa pista quedó también enterrada allí. Lo que sí es cierto es que Asunta nunca fue, y eso lo reveló también la autopsia, agredida sexualmente, por lo que el móvil sexual también quedó descartado.
Después de nueve días de juicio hay aún muchos interrogantes. Recordemos que están citadas a declarar 134 personas, entre peritos y testigos y quedan aún muchas sesiones