Un pueblo pequeño de Extremadura, tranquilo y una mujer de 42 años, madre de dos hijos joven que desaparece sin motivo y sin dejar rastro. Un asunto delicado desde el principio. Desde el principio fue una desaparición inquietante o de alto riesgo. Manuela, o Manoli, como la llamaban sus familiares y amigos, se fue de casa de madrugada, dejando incluso la televisión encendida y también su móvil sobre la mesa del salón de su casa. Incluso se dejó las llaves de su propia casa.
Aquella noche, ella estaba sola en su casa. Sus hijos estaban con el padre, del que ella se había separado. Fue todo un enigma, un caso que parecía estar atascado incluso durante años.
La misma noche que desapareció, Manuela Chavero había estado mandándose mensajes de WhatsApp con un chico joven del pueblo. El último mensaje se lo escribió a las dos menos cinco de la mañana. Primero le había propuesto que fuera esa noche a su casa. El chico le contesta que está cansado, que le duele una rodilla y que va a irse a dormir. Luego le escribe: “Dónde estás?, que no me contestas”. Y ese mensaje queda sin responder por parte de Manoli.
Los investigadores localizan a ese chico y le interrogan, se convierte en sospechoso. Así lo fue durante meses. Manoli se había casado muy joven y después de sacrificarse mucho en casa, decidió separarse. Todo el mundo decía que estaba muy feliz y que había decidido disfrutar un poco de la vida. Seguía siendo una mujer muy atractiva, muy llamativa en un pueblo pequeño. Y tuvo una relación más o menos intermitente con este chico joven, de 21 años, con el que se estaba escribiendo la noche que desapareció.
Este joven no tuvo nada que ver
La Guardia Civil lo interrogó, registró la casa donde vivía con su madre, los coches de la familia... Nada. Este joven se vio sometido a una presión feroz y su familia soportó muchas cosas también, porque obviamente en el pueblo se supo que había tenido esa relación con Manuela y se corrieron rumores de todo tipo que le señalaban. Pero este chico decía la verdad. No tuvo nada que ver con la desaparición de Manuela.
El se presentó incluso voluntariamente a declarar ante la Guardia Civil. Contó que Manuela había conocido a otro hombre que le llenaba y que había decidido iniciar una vida con él. No sabía quién era ese hombre. Sus padres le apoyaron en todo momento y respaldaron su versión. Pero siguió en el foco de la Guardia Civil porque un vecino del pueblo dijo que le había visto rondando por la zona de la casa de Manuela Chavero aquella noche.
Y ese vecino es el que ahora está en prisión acusado del crimen de Manuela Chavero. Se llama Eugenio Delgado y tiene una casa en la misma calle Cerezo donde vivía la mujer. Delgado ya estaba en el radar de la UCO. Tenía entonces 24 años y digamos que supo de la historia de su vecina con el chaval joven del pueblo y trató de tener algo con Manuela. Pero ella lo rechazó.
Los investigadores comprueban su perfil. Y encuentran una historia dura, de un chaval criado en el campo, de familia ganadera y agricultora, en la que el padre es un tipo duro, casi implacable. La madre decide separarse y se marcha del pueblo con su hija. Eugenio, el hijo, queda con su padre, que vuelve a tener una relación con otra mujer.
Emilio, un joven con una historia dura
La mujer se instala en casa con la familia pero una mañana que se queda sola en la casa aparece muerta en la bañera. La autopsia del Instituto de Medicina Legal de Badajoz dictaminó que se había tratado de una muerte natural causada por un ictus. Según el informe, la mujer cayó desplomada y se golpeó en la cabeza cuando estaba en la bañera. No se hicieron siquiera fotografías, de forma que recuperar ese caso es una tarea imposible. Todo eso ocurrió dos años antes de la desaparición de Manuela Chavero.
Los guardias civiles vigilan con más atención a Eugenio Delgado, un joven solitario, casi huraño, con problemas para relacionarse de forma digamos natural con las mujeres. Le toman declaración hasta cuatro veces. Y van descubriendo cosas de interés. Eugenio tiene relaciones con prostitutas a las que pide determinadas prácticas violentas. Cosas que, digamos, una mujer no va a aceptar si no es previo pago. El cuenta que el día de la desaparición de Manuela Chavero había estado en Huelva.
Los investigadores descubren un pico en el consumo de luz de la casa que tenía al lado de la de Manoli la misma noche del secuestro. Eugenio no vivía allí, pero tenía un congelador para el pescado. Y esa noche el consumo de luz subió, es decir, había estado allí. También hay unas chicas, antiguas vecinas suyas, unas chicas jóvenes que han contado a la Guardia Civil que a veces habían notado alguna presencia en el patio de su casa, como alguien que estuviera mirando, especialmente en los momentos en los que se duchaban.
El juez autoriza entonces intervenir el teléfono de Eugenio Delgado y escuchar sus conversaciones por si comenta algo del paradero de Manuela Chavero Eugenio ya está sintiendo la presión de los investigadores, incluso habla de quitarse la vida. Está muy agobiado. Su propia madre le llega a decir que los guardias civiles están muy encima de él y que cuando están así será porque piensan que tienen algo contra él.
La hermana de Manuela recibió una nota importante
Eugenio contesta a su madre que él no tiene nada que ver con la desaparición de Manuela Chavero y que quien la haya matado, y lo dice así: “la tendrá por ahí enterrada en el campo”. Su madre le responde: “No creo que nadie sea tan tonto para enterrarla en el campo”. Y el verano pasado, cuando se cumplían cuatro años de la desaparición de Manuela Chavero, la Guardia Civil decide echar un órdago. Sabe que el sospechoso está nervioso, agobiado, y van a intentar que cometa un error.
A finales del mes de agosto, se conoce que hay nuevas pistas en el caso. Al parecer, la hermana de Manuela Chavero, Emilia, ha recibido una nota, una fotografía, algo de interés que puede resolver la desaparición de Manoli. Se habla de un anónimo, se especula incluso que en la nota viene el nombre del asesino. Se organiza un revuelo formidable en el pueblo. Los guardias civiles llegan con varios coches bien visibles, intencionadamente visibles, y vuelven a registrar la casa de Manuela Chavero, un registro casi teatral, televisado.
Obviamente, Eugenio Delgado supo de todo eso. Y se puso nervioso. Y se movió ́. Aquí interviene una figura de la que no podemos decir mucho. Es un testigo protegido del caso, identificado con el nombre en clave de Blanco. Se trata de una persona de confianza de Eugenio que desde el mes de marzo de 2020 había tenido varios encuentros con él en los que hablaban de todo un poco, también del caso de Manuela Chavero.