TERRITORIO NEGRO

Nouza, la mujer que avisó del 11-M

En unos meses se van a cumplir diez años del atentado más grave de nuestra historia. Mientras algunos siguen alentando teorías conspiratorias –con las que se deja querer el ex presidente Aznar–, algunos de los condenados van a salir de prisión próximamente y otros integristas, que fueron absueltos, han acabado sus días en lejanos desiertos, como diría el ex presidente. Hoy, hablamos de una mujer que se acaba de quedar viuda. Fue una mujer maltratada por su marido, y también, luego, por la Justicia y los medios españoles. Y eso que puso en peligro su vida para alertar de que algo terrible se estaba preparando.

ondacero.es

Madrid | 11.11.2013 17:56

Atentados 11-M
Atentados 11-M | agencias

Cuando aún no han pasado diez años de los atentados del 11 de marzo de 2004, van a comenzar a salir de prisión algunos de los condenados...

El primero en salir va a ser Rafa Zouhier, el marroquí que intermedió entre la trama asturiana de los explosivos y el grupo de Jamal Ahmidan, el Chino, el líder militar de los atentados. Zouhier fue condenado, recordemos, a diez años de prisión por colaboración con banda armada, una condena que cumplirá en su totalidad el próximo mes de marzo. Pero Rafa ya había pasado en 2001 seis meses más en la cárcel por la operación Pipol, en la que fue finalmente absuelto. Su abogado ha pedido que ese tiempo se compute y si se acepta su petición, bastante lógica, Zouhier puede salir de prisión de manera inminente.

Hemos hablado también de un integrista que ha fallecido en desiertos lejanos. Muhannad Almallah Dabas es un sirio que fue detenido tras los atentados del 11-M y condenado a 12 años de prisión por la Audiencia Nacional, aunque luego el Tribunal Supremo le absolvió, al considerar –y leemos textualmente– “que sus actos se situaron a las puertas de la colaboración con una organización terrorista”. Entonces recuperó la libertad.

Y hace un par de semanas, según contaba Amanda Figueras en el diario El Mundo, Almallah fue asesinado a tiros en la ciudad siria de Homs en presencia de su hijo, de 15 años, por tropas del sátrapa Al Assad. Muhannad había ido allí a unirse a los yihadistas de todo el mundo que combaten en ese país. Incluso se había fotografiado con el uniforme del ejército sirio libre y decía ser el representante en España de las Brigadas de Al Faruq, el grupo islamista que se hizo célebre cuando se conocieron unas imágenes en las que se veía a su líder, Abu Sakur, sacando el corazón de un soldado sirio y advirtiendo a la cámara de que se lo comería.

El chico delante del que asesinaron a su padre es hijo de Turia, una mujer ceutí con la que Almallah se casó, como tantos otros integristas, para tener papeles en España. Hace dos meses ese padre, Muhannad se llevó a ese adolescente y a su hermano menor, de 13 años, a Siria. Supuestamente iban todos a llevar ayuda humanitaria para los rebeldes, algunos de ellos aliados de Al Qaeda, que combaten a Assad. Sin embargo, la madre de los chicos no creía esa historia, conocía muy bien la ideología de su antigua pareja, y había acudido varias veces a la comisaría de policía en Ceuta para denunciar que su marido se había llevado a Siria a sus hijos y que sospechaba que los quería convertir en yihadistas. La policía española le dijo que no podían hacer nada, y que era ella, la madre, la que debía convencerlo para que sus hijos menores regresaran.

La madre de esos dos chicos, Turia, fue la primera esposa de este Almallah, pero fue otra mujer, otra pareja de este hombre, la que tuvo un papel importantísimo en la investigación de los atentados del 11-M.

Se llama Nouza, no diremos aquí sus apellidos actuales. Es una mujer marroquí, de Tánger, que en el año 2002 dejó su casa para casarse con Muhannad Almallah Dabas, que entonces ya vivía en Madrid. Muy pronto empezaron los problemas, porque el hombre le ocultó que ya tenía otra mujer en España –la ceutí de la que hemos hablado– con la que tenía dos hijos. Lo que ocurrió fue que cuando Nouza llegó a nuestro país, su marido la colocó en casa de su hermano Moutaz Almallah, otro líder integrista que también fue procesado en España.

Al final, Muhannad la metió a vivir en una habitación en el local en el que reparaba electrodomésticos, en la calle Virgen del Coro, entre la plaza de Toros de Ventas y la mezquita de la M-30, un sitio por el que pasaron muchos de los que tuvieron que ver con los atentados del 11-M. Allí se reunían y se jaleaban en sus ideas radicales, que fueron haciéndose más y más violentas.

Es decir, esta mujer también conoció, tuvo muy cerca, a todos esos protagonistas del peor atentado de nuestra historia. Ella conoció a Jamal Zougam –que cumple condena como autor material de los atentados– en Tánger, pero en el local de la calle Virgen del Coro recibía la visita de Basel Gayhoun –otro sirio encarcelado, procesado y absuelto también finalmente– y sobre todo, de Serhane Ben Abdelmajid Fakhet, el Tunecino, uno de los terroristas que se suicidaron en Leganés. De hecho, cuando Muhannad abandonó finalmente a Nouza, ella vivió en el domicilio de El Tunecino.

Y esta mujer pudo saber a qué se dedicaban todos estos tipos. En enero de 2003, el año anterior a los atentados del 11-M, cuando estaba embarazada de gemelos, Nouza acude a la policía y cuenta lo que ve y oye en su casa y también lo que le cuenta su hermano, un camello, un pequeño traficante de drogas al que sus amigos querían captar para la yihad. Le dice a la policía que su marido y sus amigos ven vídeos de contenido yihadista, con asesinatos y degollamientos, que organizan reuniones en las que se ensalza a Bin Laden y donde se aclaman los atentados del 11-S. Pero Nouza añade a la policía algo más inquietante: la mujer dice que cree que su marido y sus amigos quieren volar las torres KIO, dos rascacielos que cierran por el norte el madrileño paseo de la Castellana.

La Brigada Provincial de Información de Madrid comienza a trabajar la fuente, como se dice en el argot policial. Los hermanos Almallah eran ya conocidos, habían estado estrechamente relacionados con Abu Dahdah, Osama Darra y los componentes de la célula integrista desmantelada en 2001, así que en principio dan por bueno el testimonio de Nouza. Ella da más detalles y los policías investigan otros delitos conexos a los que el grupo se dedicaba: falsificación de pasaportes, envío de oro fuera de España, pero no encuentran evidencias de la preparación de un atentado. Creen que Muhannad y su grupo se limitan a hacer tareas propagandísticas. Que son unos bocazas que no pasarán a la acción, vamos.

Imaginen a esa mujer, fuera de su país, engañada y que es testigo de esas reuniones donde se fantasea con planes terroristas. Pero no solo es testigo, sino que se enfrenta a su marido y a sus amigos por lo que allí hacían y decían. Le dice a su esposo que ese no es el verdadero Islam, que en el Islam no se rinde culto a la muerte y al asesinato, como hacen ellos. Muhannad Almallah comienza entonces a pegarla: ella le denuncia por malos tratos hasta en tres ocasiones y él, por su parte, la denuncia a ella por robo. Mientras, Nouza sigue trabajando para la policía.

Desesperada, empieza a arriesgar y, por ejemplo, le entrega a la policía los vídeos que ve el grupo de su marido para que los copien. Desgraciadamente, en aquella época no había ninguna percepción del peligro islamista y el responsable del grupo policial que recibió la denuncia de Nouza tuvo que admitir ante el juez Juan del Olmo –el instructor del 11-M– que nadie había traducido esos vídeos, en enero de 2005. Mientras, Nouza sufre un aborto, posiblemente a consecuencia de los malos tratos, y su marido le dice: “es un golpe para ti como fue para los americanos el 11-S”. Antes de abandonar para siempre a su marido, la mujer, otra vez embarazada, tuvo que oírle decir: “antes quería que tuvieses muchos hijos para que hiciesen la yihad, ahora espero que se muera el que esperas y que te mueras tú”.

Finalmente tuvo a su hijo, aunque para entonces ella ya se había ido de casa. Salió de ese círculo y se marchó a Móstoles a vivir con su hermano. Allí, varias mujeres argelinas y marroquíes la ayudaron a salir adelante. A la policía, Nouza le seguía contando las otras reuniones de las que había sido testigo en un parque cercano a la mezquita de la M-30 en las que participaban todos los que se hicieron tristemente célebres tan solo unos meses después: Rabei Osman, El Tunecino, Jamal Ahmidan, Basel Gahyoun, Fouad El Morabit, Asri Rifaat…

Esta mujer limpiaba casas y recibía alguna ayuda de esas mujeres musulmanas de las que te hablábamos antes. Tras los atentados, un comisario de los que investigó el 11M con más dedicación, se ocupó, por fin y realmente, de ella. La llevó ante el juez Del Olmo, que la convirtió en la testigo protegido W18. El comisario se preocupó de que los servicios sociales del ayuntamiento de Móstoles atendiesen a Nouza y a su hijo y de regularizar su residencia en España. Todo iba más o menos bien hasta que llegó el juicio por los atentados.

Declaró con su marido a muy pocos metros de ella, pero cubierta por una mampara. El problema es que algún funcionario negligente puso en la lista de testigos de ese día su nombre, apellidos y fotografía reales, con lo que la puso en el punto de mira, no solo de los islamistas, sino de los interesados en las teorías conspiratorias, entre los que había periodistas y abogados.

No ocurrió nada en principio, porque su marido fue condenado por la Audiencia Nacional, pero cuando el Tribunal Supremo lo absolvió, todo cambió. Tras ser absuelto y quedar en libertad, Muhannad fue entrevistado por el diario El Mundo y por Veo 7, la televisión propiedad del periódico. Con cierta mofa, hablaban de él como “el cerebro del 11-M absuelto” y él aprovechó para decir que había una culpable de todo lo que le había pasado: su mujer Nouza, a la que acusó públicamente de ladrona y de ser una puta despechada.

Dos personas hicieron mucho por ella. El comisario, él no nos deja decir su nombre, del que ya te hemos hablado –que logró que le diesen protección policial para evitar que fueran a por ella– y Pilar Manjón, la presidenta de la asociación mayoritaria de víctimas del 11-M, que la acogió y le prestó ayuda. Además, unos cuantos abogados de las víctimas –como Antonio Segura y Gonzalo Boye– la ayudaron, pero no pudieron evitar que la despidiesen de las casas en las que trabajaba, que habían visto su foto en el diario El Mundo y su cara en Veo7 y las acusaciones de ladrona. Gracias a la ayuda de Pilar Manjón y su asociación la atendieron en un hospital de Móstoles de unos terribles dolores que sufría: resultó que Nouza tenía varios tumores en la cabeza, de los que tuvo que ser operada y a consecuencia de los que perdió un ojo.

Qué tristeza… qué vida la de esta mujer y qué injusticia más grande. Ahora está lejos de Madrid, de España, y de su país, donde cada vez que iba sufría el rechazo de sus vecinos de toda la vida, que consideraban que había traicionado a su marido. Nos tememos que Nouza, como muchas otras mujeres, no va a pasar a la historia como lo que fue, una mujer muy valiente que quiso ayudar a España. Aquí le dejamos un pequeño homenaje, porque de ella no se ha escrito ningún obituario.De su marido, en cambio, sí. Vamos a leer las palabras que el diario que publicó el nombre de esta mujer y la puso en el punto de mira dedicó el 27 de octubre, este 27 de octubre, a su marido maltratador e integrista. Dice así: “Muhannad, islamista de pro, era un amante de la vida y siempre estaba dispuesto a ayudar a sus semejantes, sin preguntar qué religión practicaba, y a levantar la voz contra cualquier dictador. Quería que Siria se convirtiera en un país libre y recibió poca comprensión de su pueblo adoptivo, España”.