EL BLOG DE TERRITORIO NEGRO

Operación zoológico: la caza del tigre Bojovic

La embajadora de Serbia en España le dijo hace unas semanas a un grupo de policías: “Han entrado en la historia de mi país, la policía española estará en los libros de texto que estudien nuestros niños”. Pocas alabanzas se pueden comparar a la de la embajadora, que felicitaba así a los responsables de la caza de Luka Bojovic, un peligroso paramilitar serbio que organizó el asesinato del que era primer ministro de aquel país, Zoran Djindjic. Hoy, en Territorio Negro contamos los secretos de lo que se llamó operación Zoológico.

ondacero.es

Madrid | 31.10.2012 12:36

Luka Bojovic
Luka Bojovic | .

Hagamos primero un poco de historia y expliquemos ¿quién era Zoran Djindjic y qué circunstancias rodearon su asesinato?

Djindjic fue el primer jefe de gobierno serbio no comunista desde la Segunda Guerra Mundial. Fue elegido en el año 2001 y durante los dos años que estuvo al frente del ejecutivo se ganó muchos enemigos: entregó al que para muchos serbios era un héroe, Slobodan Milosevic, al Tribunal de La Haya de crímenes de guerra. Y se enfrentó, en su intento de civilizar o europeizar Serbia al mismísimo presidente Kostunica y a todos los ultranacionalistas. Además, comenzó una campaña contra el crimen organizado que campaba a sus anchas por el país y que se alimentaba –y también hacía ricos– de los antiguos combatientes de las guerras balcánicas…

El 12 de marzo de 2003, un francotirador acertó al primer ministro serbio en la espalda y en el abdomen, acabando con su vida. El crimen había sido organizado y ejecutado por ex paramilitares serbios, la mayoría de ellos relacionados con Los Tigres de Arkan, un grupo que sembró el terror, especialmente en la guerra de Bosnia, encargándose de la limpieza étnica en las aldeas bosnias. Dos personas fueron detenidas tras el magnicidio: Milorad Ulemek, alias Lejiga, y Zvezdan Jovanovic. Pertenecían al clan Zemun…

Tras la caída de Slodoban Milosevic, los paramilitares serbios se reciclaron y la mayoría de ellos pasaron a engrosar las filas de los clanes mafiosos. El clan Zemun, que toma su nombre de un barrio de Belgrado, es uno de los más poderosos: se dedica al tráfico de drogas, trata de blancas, atracos a joyerías…

Y a ese clan pertenecían esos primeros detenidos por el crimen del primer ministro serbio que, evidentemente, no eran todos los implicados. Las autoridades serbias supieron pronto que Luka Bojovic había sido uno de los organizadores del crimen y ordenaron su busca y captura. Bojovic fue detenido en 2005, en Belgrado, cuando acudió a una cita con Bárbara, su esposa. Se fugó poco después y desde 2006 no se sabía nada de él. Estaba considerado el hombre más buscado de Serbia.

Los policías serbios tienen muy buena relación con sus colegas españoles. Trabajan juntos desde hace años en el proyecto Pink Panther, una gran operación a nivel mundial destinada a terminar con las bandas de atracadores de joyerías serbios que actúan en todo el mundo, desde Dubai a Japón pasando, por ejemplo, por Barcelona, donde han asaltado un par de establecimientos. Así que en 2010, cuando la policía serbia supo que Bárbara, la mujer de Bojovic, vivía en España, no dudó en recurrir a sus colegas del grupo de atracos de la UDEV Central, a los que conocían de esas investigaciones contra los Panteras Rosas.

¿Con qué datos comenzó a trabajar la policía española?

Solamente con el nombre de la esposa de Luka, Barbara Bojovic, y el de sus tres hijos, de entre nueve y tres años. Pero tenían una certeza: Luka acudiría, tarde o temprano, donde estuviese su mujer, a la que adoraba. De hecho, su detención anterior fue posible cuando él acudió al encuentro de su mujer en Belgrado.

Encontrar a la mujer fue muy  fácil. A través del padrón descubrieron que Bárbara vivía con su nombre y el apellido de su marido –Bojovic– en un piso de la cala de Finestrat, cerca de Benidorm. Sus tres hijos iban a un colegio concertado y acudían a clases de tenis y natación. Ella, una mujer bastante atractiva pasaba el tiempo dedicada a sus niños y a cultivar su cuerpo: tenía entrenador personal en un gimnasio y frecuentaba los centros de estética y las tiendas de ropa de marca…

No trabajaba fuera. Vivía, como te decíamos antes, dedicada a su familia y, eso sí, se había convertido en una experta en evitar ser vigilada o seguida: apenas hablaba por teléfono, no tenía coche propio, usaba muchos taxis y transportes públicos… De hecho, la policía la perdió muchas veces…

La policía calcula que en los últimos dieciocho meses, han estado muy cerca de Bárbara en torno al ochenta por ciento del tiempo. Aún así, de vez en cuando la perdían dos o tres días… Porque hay una norma no escrita que dice que es mejor perder a un objetivo que ser mordido, es decir, que te detecte la vigilancia. Pero la gente del grupo de atracos también vigilaba a una persona muy cercana a Bárbara, un serbio llamado Vladimir Mijanovic.

Un hombre sin causas pendientes ni en Serbia ni es España, un tipo que vivía con su identidad, tranquila y legalmente en nuestro país, permanentemente al servicio de Bárbara, para la que hacía labores de chófer, escolta… Cualquier cosa. La policía sospechó que era en realidad un hombre de confianza de Luka Bojovic, el que él había designado para cuidar de su esposa y, posiblemente, su enlace.

Le vigilaron y comprobaron que mantenía constantes medidas de seguridad, incluso más extremas que las de Bárbara: daba vueltas a la misma manzana antes de entrar en un sitio, no avanzaba ni 50 metros sin comprobar que no le seguían… También se les perdió unas cuantas veces, aunque la policía tenía bien cubiertos todos los frentes: sabían de inmediato, por ejemplo, si uno de los dos –Bárbara o Vladimir– cogía un avión…

Es decir, que les saltaba una alarma si ellos, con sus identidades, sacaban un billete o una tarjeta de embarque para volar a cualquier parte del mundo y así, escuchen, “ponerle un rabo”.

Y así supieron que Vladimir volaría desde Las Palmas, un centro neurálgico muy importante de la colonia serbia en España, hacia Madrid. Al llegar al aeropuerto, le pusieron un rabo, es decir, la policía comenzó a seguirle de manera permanente. Comió en el popular Hard Rock Café, en la plaza de Colón y se fue hasta la estación de Atocha, donde se subió a un AVE con destino a Valencia.

Era imprescindible seguirle. La policía se dio cuenta de que estaba tomando muchas precauciones: paraba constantemente, miraba atrás, llamaba desde cabinas telefónicas. Lo que hicieron los policías españoles fue avisar para que otros agentes le esperasen en el destino y no le perdiesen, hasta que la gente del grupo de Atracos de la UDEV llegase a Valencia. Allí, Vladimir se fue directamente a un domicilio de la calle San Vicente Mártir.

Ya no se separaron de él. Comprobaron como dejaba el piso acompañado de un tipo con melena al que no habían visto hasta entonces. Los dos se marcharon a otra casa, esta vez en la calle Nino Bravo. Y allí, nuestros policías montaron una troncha, una espera, que no dio sus frutos hasta la mañana siguiente…

Vigilaron toda la noche la casa y… Vladimir y el desconocido salieron y minutos después, bajaron otros dos individuos, con aspecto de serbios. Uno de ellos, con gafas de sol y barba. Los cuatro se juntaron y se separaron varias veces, se subieron a distintos taxis para despistar, pero uno de los policías se dio cuenta de un detalle: el tipo de las gafas de sol y la barba tenía una de las orejas bastante más separada de la cara que la otra… Exactamente como Luka Bojovic aparecía en las fotografías enviadas por la policía serbia.

Es decir, cuatro tipos dando vueltas por Valencia, vigilados permanentemente por la policía, que no podía ser detectada…

Los cuatro tipos acabaron en un restaurante del centro de Valencia, junto a la Alameda, llamado La Bodega de la Paz, especializado en cocina mediterránea. La policía les dejó comer y a los postres, ocho agentes se acercaron a la mesa y les pidieron la documentación. Luka Bojovic dio una orden en serbio al resto. Todos mostraron sus documentos y uno de los acompañantes del jefe hizo un gesto que a la policía le sirvió para llevarse a todos detenidos por resistencia, a la espera de que se confirmase de lo que estaban seguros: habían dado con Bojovic… Eso sí, antes de dejar el restaurante, Luka dejó en la mesa 400 euros para pagar la cuenta.

La policía tomó las huellas de todos y las envió a Interpol para su cotejo. El pasaporte que presentó Bojovic decia que él era un lituano llamado Tomas Dragis, pero en pocas horas, Interpol puso nombre a todos los detenidos.

Eran: Vladimir Mijanovic, el hombre de confianza de Bárbara, que sí llevaba su pasaporte; Luka Bojovic, el pez gordo; Sinisa Petric, alias Baku, un criminal condenado en Serbia por el asesinato de una familia entera, incluido un niño; y Vladimir Milisavljevic, condenado a 40 años de prisión por ser uno de los autores materiales del asesinato del primer ministro Djinjic.

Son criminales muy inteligentes. Ellos solo van armados cuando es preciso. Si en un control rutinario les pillan con un arma, se meten en complicaciones y ellos en España vivían sin ningún problema. Aunque, naturalmente, tenían muchas armas: en el piso de la calle Nino Bravo había tres subfusiles de asalto, nueve pistolas, un llavero pistola, una escopeta, silenciadores, cargadores… Todo ese arsenal estaba metido en dos mochilas listas para salir corriendo con ellas cuando hiciese falta. Y también tenían casi 600.000 euros en metálico para costear cualquier gasto…

La policía está analizando las armas a ver si han sido empleadas en algún delito y ha enviado toda la documentación y los ordenadores hallados en los pisos a traducir para intentar saber algo de la vida de Luka Bojovic y los suyos en España. Sí tienen claro que Luka es un gran jefe, que él no se mancha las manos de sangre, pero que, con total seguridad, vivía de los delitos que cometían sus hombres.

Fundamentalmente, atracos y tráfico de drogas, seguramente cometidos fuera de España. Estamos hablando de una poderosísima organización criminal, con ramificaciones en toda Europa: Luka podía estar recibiendo los beneficios, por ejemplo, de atracos cometidos en Escandinavia o de la droga que meten en Grecia los clanes serbios.

La globalización, que también ha llegado al mundo del crimen, como habéis dicho aquí otras veces… Porque estamos hablando de verdaderos criminales, curtidos en las guerras de los Balcanes…

Y tan curtidos. Desde que fueron detenidos se negaron a comer y a beber. No porque tuviesen miedo de que les diesen el suero de la verdad, como alguien dijo, sino porque, seguramente, trataban de forzar su traslado a un hospital, donde saben que se podían fugar con mayor facilidad.

Todos los traslados de esta gente los han hecho los Geos, el cuerpo de élite de la policía. Nadie se atrevía a descartar que sus cómplices intentasen una operación casi suicida para liberarlos y había que adoptar todas las precauciones del mundo. Aunque, según nos contaban los policías que los han tenido más cerca, eran tipos de lo más educado con un solo tema tabú: se negaban a hablar de las guerras de los Balcanes.

La postura oficial es la de la embajadora que dijo a la policía española que habían entrado en la historia de Serbia: una inmensa alegría, un capítulo cerrado de la negra historia del país. Pero en los círculos ultranacionalistas serbios, esos que justificaron a Milosevic, las limpiezas étnicas y que aún recuerdan a Javier Solana como el secretario general de la OTAN que ordenó bombardear Belgrado, se trata de otro agravio más de España: Bojovic y sus tigres eran gente admirada.

¿Qué fue de Bárbara, la despampanante mujer de Bojovic?

Sigue libre en Alicante, con su vida, al cargo de sus hijos. La policía encontró en la casa de Luka muchas cartas llenas de corazones que presumen que Bárbara enviaba a su amado. ¡Ah! Y los agentes no vieron a Bárbara reunirse nunca con Luka, pero tampoco la vieron con ningún otro hombre… Bárbara ha guardado ausencia.

La duda que queda es: ¿por qué llamaron a este magnífico trabajo operación zoológico’?

Lo de los nombres de las operaciones lo decide algún policía inspirado y es bastante peculiar: en esta ocasión fue porque el padre de Luka Bojovic, el principal detenido, fue durante muchos años director del zoo de Belgrado.