LUIS RENDUELES Y MANU MARLASCA

Territorio Negro: 29 años del asesinato de Anabel Segura

En 'Territorio Negro', hablamos con Luis Rendueles y Manu Marlasca del asesinato de Anabel Segura, uno de los casos más mediáticos y crueles de las últimas décadas 29 años después.

ondacero.es

Madrid | 12.04.2022 17:19

Hoy, en 'Territorio Negro', viajamos en el tiempo hasta el 12 de abril de 1993, en el día en el que se cumplen veintinueve años de un crimen mediático y también muy cruel, el de Anabel Segura, una chica de veintidós años que tuvo la desgracia de cruzarse casualmente con dos desalmados. Luis y Manu cubrieron ese crimen y hoy nos lo quieren recordar a quienes lo vivimos y contar a nuestros oyentes más jóvenes.

Los dos sospechosos, Emilio Muñoz y Cándido Ortiz no contaban con un historial que permitiese sospechar de la terrible decisión que tomaron aquella tarde, más allá de los antecedentes por atraco que tenía uno de ellos.

El día del secuestro de Anabel

A las 5 de la tarde del 12 de abril de 1993, Anabel estaba haciendo deporte cerca de su casa, en La Moraleja. Su familia –padres y una hermana menor– se habían ido de vacaciones de Semana Santa y ella quería quedarse estudiando. Cándido y Emilio la meten a la fuerza en la furgoneta del segundo por puro azar, ya que ninguno de los dos la conocía.

Emilio conocía la zona por su trabajo de repartidor y sabía que era un lugar en el que había gente con un alto poder adquisitivo, y ambos decidieron que resolverían sus problemas de dinero extorsionando a la familia de la joven. Cándido, casado con dos hijos, debía diez letras de su casa de Escalona. A Emilio, casado con cuatro hijos, le habían echado de la empresa de transportes y la churrería que puso en el garaje de su casa de Pantoja no iba bien.

En ningún momento previeron nada, tan solo se limitaron a improvisar. Tras siete horas conduciendo por Madrid y preguntándole a Anabel cosas la acaban matando en una fábrica de ladrillos abandonada en Numancia de la Sagra. La ahorcaron allí el mismo día que se la llevaron, lo que descarta la hipótesis del secuestro que ambos se esforzaron en mantener.

La avaricia fue su perdición

Ninguno de los dos hubiera sido detenido si no se hubiesen empeñado en sacar dinero de su crimen. Pero desde dos días después del crimen, el 14 de abril, comenzaron a simular el secuestro. Cándido fue el primero que llamó a casa de la familia Segura. Allí contestaba Rafael Escuredo, amigo y portavoz de la familia, y escuchaba la policía. Pidieron 150 millones de pesetas (900.000 euros) y prometieron llamar dos días más tarde para fijar las condiciones del rescate.

La segunda llamada la hizo Emilio el 16 de abril, con más aplomo que Cándido, ya que había sido atracador de bancos. Escuredo quiso ganar tiempo por consejo de la policía, y dijo que al día siguiente tendrían el dinero.

Emilio colgó el teléfono sin obtener la prueba de vida que quería y necesitaba la Policía y que los expertos en secuestros de la Brigada de Madrid y la Comisaría General le dijeron a Escuredo que preguntase: el nombre de sus muñecos o la ciudad de Alemania en la que había nacido su madre, Sigrid. El portavoz pudo hacer la pregunta en la siguiente llamada y fijaron las condiciones de entrega del rescate, a la que nunca se presentaron.

Diez días después de esa entrega frustrada, los secuestradores fijaron una nueva entrega para el 6 de mayo sin policías que acabó siendo un desastre. Escuredo dejó la bolsa con el dinero en el sitio fijado y Emilio, aunque estaba cerca, escondido, no se atrevió a coger la bolsa. Cándido, que llevaba la furgoneta, salió espantado y dejó tirado a su compinche, que tuvo que recorrer varios kilómetros a pie hasta llegar a Cuenca.

Ahí también se acabó la amistad y la relación, llamémosla profesional, de Emilio y Cándido. Hasta el 22 de junio no volvieron las noticias de los secuestradores. Escudero había estado en muchos platós pidiendo a los captores que se comunicasen con ellos. En esa llamada Escuredo tomó la iniciativa, y ofreció pagar a plazos y pidió de nuevo una prueba de vida. Emilio, acorralado y agobiado por esta petición, Emilio obligó a su mujer, Felisa, a grabar esa cinta.

La mujer del secuestrador conocía desde el primer día que su marido estaba relacionado con la desaparición de Anabel, aunque Emilio le dijo que Cándido la custodiaba. Cuando grabó la cinta ya sabía que Anabel estaba muerta y aún así lo hizo y permaneció dos años más con su marido.

A pesar de que la grabación no terminó por convencer del todo a los investigadores, la familia se agarró a ella como un clavo ardiendo. Después, nunca más se volvió a saber de los secuestradores. La policía contaba con esas voces como principales pistas, y tiró de ellas.

Las grabaciones que llevaron hasta los culpables

Algunos policías las llevaban puestas en el coche permanentemente, se las pusieron a todos sus confidentes a ver si alguno reconocía esas voces, recorrieron las cárceles españolas con las voces… Hasta que un experto de la BKA, la policía federal alemana, recomendó difundir esas voces y garantizó que aquella estrategia tendría éxito.

Finalmente las notas de audio llevaron a los investigadores hasta Emilio y Cándido, también hasta Felisa, que fue quien acabó delatándolos a ellos y a sí misma.

El 27 de septiembre de 1995, Cándido, Emilio y Felisa fueron detenidos mil días después de la desaparición de Anabel. Todos confesaron y ellos llevaron a la policía hasta la fábrica de ladrillos de Numancia de la Sagra. Los restos de Anabel fueron hallados a la mañana siguiente y Emilio lo único que decía era “el negocio salió mal… “

Cándido y Emilio fueron condenados a 43 años de prisión cada uno y Felisa a algo más de dos años por encubrimiento. Cándido murió en la prisión de Ocaña en 2009, cuando ya había disfrutado de algunos permisos. Emilio Muñoz se benefició de la decisión del tribunal de Estrasburgo de abolir la doctrina Parot y abandonó la cárcel tras pasar allí sólo dieciocho años