TERRITORIO NEGRO

Territorio Negro: Acoso y muerte de la niña Carla Díaz

Qué puede hacer que una niña, una cría de 14 años, cruce todo el paseo marítimo de su ciudad y salte al vacío, al mar, después de despedirse la noche anterior de su mejor y casi única amiga. Eso hizo Carla Díaz el 11 de abril de 2013, agotada, harta de sufrir a diario el acoso de varias compañeras en los pasillos, el patio y los baños de su colegio, el centro religioso Santo Ángel de la Guarda de Gijón. Dos de esas acosadoras, las únicas mayores de 14 años y por tanto, responsables penales, acaban de ser condenadas a cumplir cuatro meses de tareas socioeducativas. Hoy, retratamos  la crueldad y la indiferencia que muchas niñas y niños tuvieron hacia Carla y el fracaso enorme y trágico que su colegio tuvo con ella.

ondacero.es

Madrid | 26.01.2015 18:11

Es una historia durísima, pero creo que muy necesaria de contar. El acoso escolar que sufrió Carla Díaz, una niña de 14 años, que la llevó a la muerte es un fracaso para todos. Vamos a empezar esta historia tan terrible por el final, el último día en la vida de Carla.

La noche antes de arrojarse al mar en Gijón, Carla habla con su mejor y quizás su única amiga en el colegio Santo Ángel, donde estudiaba 2º de la ESO. La chica se llama Cristina y ha sido testigo de lo que sufría Carla, cada día, especialmente en el recreo. Esa noche, la última de su vida, Carla le cuenta por WhatsApp que está muy deprimida, le anuncia que ha escrito unas cartas para su madre y para su hermana, otra para ella y le da la clave de su blackberry para que puedan leerlas y le dice un lugar donde pueden encontrarla: “Providencia”. Le prohíbe que diga nada a su madre o dejará de hablarla. Su amiga obedece, luego contará que Carla le había dicho cuatro o cinco veces en los meses anteriores que quería “quitarse de en medio”.

La Providencia es una zona residencial de Gijón, al final de la playa de San Lorenzo. Allí hay un paseo junto a los acantilados que fue el lugar donde Carla se arrojó al mar a la mañana siguiente.  La madre de Carla la llevaba al colegio un día sí y otro no; después de un bache académico, la niña había mejorado sus notas antes de Semana Santa y fue lo que pactó su madre con el Santo Ángel. Ese jueves, que llovía en Gijón, Carla fue andando por el paseo, el muro como se dice allí, hasta la Providencia, son más de cuatro kilómetros, y se lanzó al vacío muy cerca del cabo San Lorenzo.

El colegio no reaccionó demasiado bien porque ni siquiera comunicó a la madre que su hija no había ido a clase esa mañana. En realidad, la mujer empezó a ponerse nerviosa cuando vio que Carla no llegaba a casa. Llamó a Cristina, la amiga de su hija, que llorando le dijo que no había ido a clase y le contó la conversación de la noche anterior.

¿Esta es una historia muy triste. Carla se sentía totalmente desamparada en el colegio. Los testimonios del sumario hablan de que algunas alumnas empezaron a dejarla de lado y a insultarla en 1º de la ESO. Varias niñas, especialmente tres, la llamaban birola (bizca) y le inventaron la rima “Topacio, un ojo aquí y otro para el espacio”. Carla tenía un defecto en la vista que su madre se desvivía en aliviar con toda clase de lentillas y ese insulto le dolía mucho, la acomplejaba.

El infierno de Carla lo cuenta bien su mejor amiga, su apoyo. A finales de 2012, Carla anuncia en Tuenti que es bisexual. Al día siguiente, esas tres compañeras (dos de ellas repetidoras de curso y mayores que Carla) y otras 12 niñas más la acorralan en el baño entre gritos de “bollera” y “te gustan los bollos”.

Y el infierno de esa niña, dentro de su colegio, donde debían cuidarla, siguió casi a diario a principios de 2013. Su amiga recuerda que tres chicas, las dos repetidoras y otra de la edad de Carla, la insultaban en el recreo casi a diario. Carla, que bajaba la cabeza y muchas veces ya no contestaba a los insultos, acabó sin ir al patio, aislada, teniendo pánico a la hora del recreo, encerrándose incluso en el cuarto de baño durante ese rato que debía ser de diversión.

Su amiga contó al fiscal de menores que en febrero hubo dos episodios aun más graves. Carla se encerró en el retrete y dos de las acosadoras le tiraron agua por encima, no se sabe si era agua del lavabo o directamente aguas fecales. Otro día, su amiga decidió encerrarse con Carla para que no estuviera sola. La chica lloraba dentro del retrete y fuera estaban las acosadoras gritando: “bollera, birola, topacio”.

Imaginar esa escena ya casi duele, ahora piensen en sufrirla y en sufrirla siendo una cría de 14 años. Lo que ocurrió fue que una profesora de Primaria del colegio riñó a Carla y a su amiga por pasar el recreo encerradas en el baño, algo que está prohibido. Les castigó y les hizo ir a explicarse a la sala de Profesores. Allí Carla no dijo nada, pero su amiga sí habló y dio los nombres de las tres cabecillas que insultaban y acosaban a Carla. Al salir, Carla le dio las gracias y le dijo que estaba harta.

Esos episodios ocurren en febrero. Vamos a leer lo que dice la resolución de la fiscalía de Menores de Asturias, de diciembre pasado, firmada y aceptada por la familia de Carla y las de sus agresoras: “No consta que los responsables del colegio adoptasen medida alguna ni comunicasen nada a los padres de las menores implicadas”. Así que el colegio no avisó a los padres de las niñas que eran los monstruos para Carla. Pero sí tenía datos, y más antiguos de lo que estaba ocurriendo, aunque nos tememos que puso el foco en Carla, como si ella fuera la causante de sus problemas.

Hemos visto que familias de niños que sufren bullyng se quejan de eso, de que quedan marcados incluso si denuncian. Profesores y la tutora del colegio y la madre de Carla se reunieron varias veces para estudiar los problemas de la niña. El  25 de abril 2012, casi un año antes de su suicidio, el colegio anota: “Problemas de relación con los compañeros de colegio, se lleva bien con alumnos de otros colegios… No responder a provocaciones del grupo de alumnos con los que tiene problemas, hablar con la tutora si hay problemas”. El 3 de diciembre 2012 una nota refleja la sanción a Carla y a otra compañera porque se han peleado. También una falta a clase de la niña. Y el último resumen del encuentro entre la madre de Carla y sus profesoras es de 18 de febrero de 2013. Se anota que la niña ha mejorado sus notas (la madre le había quitado la blackberry después de que empezaran sus problemas). Se anota: “vigilar tema de acoso de unas alumnas de 2º B”. Y en la nota viene el nombre de tres alumnas con las que tiene esos “problemas de acoso”.

La madre de Carla se queja de que el colegio puso el foco también en ella, en su familia, y en su condición de madre separada. Lo cierto es que es una mujer luchadora que trabajó siempre, como peluquera y con una empresa familiar, y que tenía una nueva pareja estable, un hombre que ejercía como padre de Carla.

Carla era fuerte. Su madre, una mujer luchadora llamada Montserrat, le contaba a nuestra compañera Vanesa Lozano que su hija era fuerte, muy fuerte, que nunca, ni cuando se caía de pequeña, admitía que le dolía el golpe. No, Carla no dijo nada a su madre, tampoco al psicólogo al que la mujer la llevó cuando empezó a bajar su rendimiento en el cole y a estar más triste. Lo que dijo Carla es que echaba de menos a su hermana mayor, Andrea, de 25 años, que se había ido de casa, a vivir su vida. También le dijo a su madre: “no puedes ayudarme, mamá”.

Pero a su hermana mayor sí que le contó lo que ocurría, al menos parte de lo que la atormentaba en aquellos meses de 2013. En el expediente del caso de Carla hay varias conversaciones que la cría y su hermana mayor mantuvieron por Facebook. Son del 15 de febrero de 2013 y dan una idea exacta del calvario que estaba pasando la niña. La conversación comienza con Carla pidiendo a su hermana que vaya a buscarla a la salida del colegio. “Se meten conmigo, son del cole, más mayores, las de siempre”, le dice Carla a su hermana, que quiere saber más y le pregunta: “¿Por qué te tienen tanta manía?”.

La hermana mayor de Carla le dice que acuda a la directora del colegio y ella le explica que su amiga ya se lo ha contado. “Yo no hice nada”, dice Carla desesperada, “se rumorea que me quieren pegar fuera del colegio”. La hermana la anima a romper el silencio: “Si te quieren pegar díselo a la directora y que las avise, puedes denunciarlas. Si avisan a sus padres ellos les darán el toque”, sugiere la hermana mayor.

Impresiona el desamparo de esta niña, su miedo diario. Esto es lo que le confiesa a su hermana mayor cuando le pregunta si nadie la defiende.¿No tienes gente que te apoye?, le pregunta Andrea a su hermana pequeña. Ella contesta: “Cristina solo”. La hermana se asusta: “¿nadie más?”. Y Carla aclara: nadie más, y firma con unos puntos suspensivos.

La ley del menor nos impide dar los nombres de las acosadoras . Diremos que dos de ellas han sido condenadas a cumplir cuatro meses de lo que se llama “tareas socioeducativas”. Han podido ser condenadas porque tenían más de 14 años cuando ocurrió el acoso y la muerte de Carla. Una tercera cabecilla tenía 13 años y ha quedado impune legalmente.

Las dos condenadas eran repetidoras. Una de ellas en dos ocasiones y otra en una. Y compartían clase con Carla el último año en el Santo Ángel. Las dos niñas declararon ante sus familias y el fiscal de menores; una de ellas, nos contaban, mascando chicle, y aceptaron los cuatro meses de tareas. Las dos coautoras de un delito contra la integridad moral de Carla, según los informes, tienen a sus padres separados, como su víctima, y no tenían antecedentes de ningún tipo. Solo hay un dato quizás anormal o por lo menos poco frecuente que comparten, las dos, después de la separación de sus padres, se criaron con sus padres y no con sus madres. Carla escribe de ellas en su Facebook que “son gente que andan en movidas todos los días, bebiendo, los padres pasan de ellas”.

Etas dos coautoras de un delito declararon ante el fiscal de menores. ¿Por qué dos crías se dedican a machacar, día a día, a una compañera de colegio? Vamos a leer parte de la confesión de una de ellas: dijo que su otra amiga y acosadora le decía: “estoy aburrida, vamos a meternos con ella”, que eso ocurría entre dos y tres veces por semana en el patio. Esta cría confesó los episodios de insultos y de encierros en el baño del colegio. El acoso llegó a tal punto que la seguían por el patio y decían que nadie debía tocar lo que tocaba Carla, que les daba asco. La víctima agachaba la cabeza y no contestaba. Acusó a su otra amiga de liderar ese acoso y de amenazarla incluso con no hablarla más si no la secundaba.

Y era cierto, había una niña que lideraba el acoso, esa que había repetido dos cursos y era la mayor.No está claro. Cristina, la amiga de Carla, dijo que eran las tres, al unísono, las que perseguían a su compañera. De las dos repetidoras lo que sabemos es que una de ellas ya no vive en Asturias. Después de la muerte de Carla se fue a vivir con su madre a otra comunidad autónoma a cientos de kilómetros. El informe de la fiscalía dice que “continúa sus estudios, es sociable y comunicativa, responde bien a la normativa y no se aprecian conflictos significativos” en su nueva vida y su nuevo colegio.

En cuanto a la supuesta líder del grupo que machacó a Carla, su pronóstico es más complicado. El informe de fiscalía recoge que la menor quedó a cargo de su padre en 2004 cuando se separó de su madre. En 2010 la cría pasó a vivir con su madre. Los dos tienen “criterios educativos distintos” y la cría “pasaba por un periodo de rebeldía y bajo rendimiento escolar en la época que sucedieron los hechos. Se muestra arrepentida de los hechos, es una menor con frágil autoestima y problemas de control emocional”.

Y de la documentación aportada por la madre y algunos testimonios se deduce que muchos otros niños supieron y no hicieron nada o algo peor.Además de esos 15 alumnos que participaron en el encierro y los insultos, el informe del fiscal afirma textualmente “varias alumnas (además de las tres investigadas) ante la indiferencia de la mayoría de los demás alumnos aprovechaban el recreo para mofarse reiteradamente de Carla”.

No fue solo indiferencia, fue un clamor. Y fue un clamor a través de las redes sociales, no solo en el patio, de forma que el acoso perseguía a Carla día y noche. Vamos a poner dos ejemplos: un compañero, un niño, le felicitó el cumpleaños en Tuenti diciendo: felicidades, bollera. Otra compañera de clase declaró que antes de Semana Santa alguien subió a Tuenti la foto de una mascota virtual que los críos llaman Pou al que le pusieron los ojos bizcos y bautizaron como Carla. A ella, dijo esta compañera, eso le afectó mucho. Hubo muchos insultos y amenazas a través de una página que se llama Ask.fm

Acosada en el patio del colegio y también en ese patio infinito que son las redes sociales. La niña no pudo más. Y tras su muerte se han revelado algunos agujeros, algunos fracasos más. La Consejería de Educación del Principado de Asturias hizo un informe tomando como buenos los datos de una supuesta investigación del colegio. Aquello no fue digamos muy exhaustiva y solo participaron alumnos voluntarios. El caso es que se determinó que habían sido episodios aislados y todo se archivó, también legalmente, porque es muy difícil con la ley en la mano, demostrar una inducción al suicidio.

La constancia de la madre y sus abogados ha logrado esta primera y pequeña condena. Ahora su objetivo es conseguir una condena para el colegio por su pasividad o error de valoración. Vamos a dar un dato más. En una clase, la niña escribió a su amiga algo de lo que le estaba ocurriendo: “estoy llorando, en fin, no te molesto más… se metieron conmigo y ya sabía que iba a pasar, amenazas”. La profesora le pilla la nota y, en lugar de ver lo importante, escribe debajo: En esto se entretiene en clase, cuando tenía que corregir los ejercicios que no tiene hechos” y pide la firma de los padres de Carla. La madre, que conserva esa nota como prueba y sigue pagando la línea de teléfono de Carla por si un día sirviera para algo, quiere que se luche contra el acoso escolar y evitar que haya más Carlas.

Sí, porque esa Carla, que como todas las personas era única e irrepetible ya no está. Carla Díaz Magnier, una niña de 14 años, que vivía en Gijón con su madre, que leía a Harry Potter y a Manolito Gafotas, que soñaba con tener un perro al que llamaría Bonzo y con ser médico de mayor. Descanse en paz.