Una de las últimas cosas que se ha hecho durante la instrucción del caso es valorar el estado mental de las tres mujeres acusadas del crimen. ¿Están todas mentalmente sanas? Lo están. Raquel Gago, Montserrat González y su hija, Triana Martínez, no tienen ningún trastorno grave que afecte a sus voluntades o a sus capacidades para distinguir el bien del mal. Al menos es lo que dicen sus informes psiquiátricos, firmados y presentados el pasado 18 de diciembre por dos doctoras, médicos forenses, que se entrevistaron con las acusadas en prisión. Y no deja de resultar curioso que sean también mujeres las que firman estos informes: la víctima, las tres acusadas, la jueza, la comisaria de León y la jefa de la UDEV –que dirigieron las investigaciones–… Todas mujeres en un crimen que, según los últimos testimonios de algunas de las acusadas, tuvo su origen en un episodio de acoso sexual.
Es lo que contaron madre e hija, Montserrat y Triana, a las forenses: dijeron que la víctima del crimen, Isabel Carrasco, acosó sexualmente a la hija, que trabajaba en la Diputación desde 2007. Leemos textualmente lo dicho por Triana: “A principios de 2010, Isabel me llamó por teléfono y me citó para tomar café en su casa . Yo pensé que era por motivos laborales, pero una vez en su casa, Isabel se me insinuó e intentó besarme, a lo que yo no accedí”.
Según la joven, a partir de esa negativa, Isabel Carrasco comenzó a hacerle la vida imposible. Su madre también situó ante las psiquiatras ese supuesto episodio de acoso sexual como el inicio de sus problemas, unos problemas que fueron más allá de lo laboral y que conllevaron también trastornos de salud, con pérdidas de peso y depresiones incluidas, según dijeron las dos acusadas.
Isabel tenía una pareja estable y que se sepa nunca había dado muestras de no ser heterosexual. Pero, además, sorprende que este episodio aparezca en sus entrevistas con las psiquiatras y nunca en declaraciones anteriores ante la jueza o ante la policía. Raquel Gago, la policía municipal encarcelada y amiga de Triana, tampoco sabía nada de este supuesto episodio de acoso, según dijo en su última declaración judicial, el pasado mes.
La peculiar relación entre madre e hija y, sobre todo, el cóctel que formaban sus personalidades es lo único que puede explicar el crimen. La propia Montserrat dijo a las psiquiatras que Isabel Carrasco le provocó a su hija su ruina laboral, la de sus relaciones sociales y problemas de salud. Llegó a decir a las forenses: “no se puede matar, pero en este caso no se podía consentir… a esa persona solo se le podía hacer eso”. Las psiquiatras dicen que “la madre tenía proyectadas todas sus expectativas en Triana, al considerarla una persona con posibilidad de alcanzar todas sus metas”.
Las doctoras dicen que la relación entre madre e hija era de amigas, compartiendo actividades y con lazos afectivos muy firmes, aunque Montserrat es la parte fuerte de esta pareja: “es la única confidente de los problemas laborales y personales de su hija y la que, cuando ve truncadas las posibilidades de que se cumplan las expectativas de su hija, toma la decisión de hacer justicia”. Para las psiquiatras, Montserrat es dominante, autosuficiente, con un elevado concepto de sí misma, extrovertida, perseverante, rígida e inflexible. Son estos rasgos, según las doctoras, los que le hacen tomar la decisión de matar a Isabel Carrasco porque no puede soportar una situación la que ella considera una situación frustrante e injusta con su hija.
Recordemos que es la madre, Montserrat, la que dispara a Isabel Carrasco y la remata. Y que siempre ha querido exculpar a su hija.Así se lo cuenta también a los psiquiatras: dice que compró dos armas, una de ellas de fogueo, y munición, que no llevaba habitualmente, pero que el día del crimen la cogió “de forma casual”, señala. Además, Montserrat negó en su examen forense que hubiese seguido antes a Isabel Carrasco e incluso manifestó que el día del asesinato también se la encontró de manera fortuita. Y atentos a como describe el momento del crimen: “Mientras mi hija realizaba unas compras, yo decidí dar un paseo. En ese momento me encontré con Isabel. No sé cómo fue, no sé cómo apareció. No lo tenía que hacer o al menos no con tanta gente. Solo recuerdo los disparos e irme”.
Montserrat define su matrimonio con el que entonces era responsable de la comisaría de Astorga como normal. Llevan casados 37 años y contó a las doctoras que nunca hizo partícipe a su marido de los padecimientos de su hija. Triana le dijo a las doctoras que nunca contó nada a su padre de los problemas que tenía con Isabel Carrasco porque siempre estaba muy ocupado.
Y Montserrat explicó a las psiquiatras la razón por la que había en su casa un kilo de marihuana, algo que sorprendió mucho. La mujer dijo que padecía dolores de espalda y que, por indicación de una amiga, empezó a fumar porros de manera terapéutica y que compraba de kilo en kilo porque le salía bastante más barato que comprando cantidades pequeñas.
Triana es ingeniera de telecomunicaciones. Cuenta que escogió esta rama como un reto, porque era la más difícil. Estudió en Santander y el último curso lo hizo en Alemania, donde tuvo varias ofertas de trabajo. Comenzó su vida laboral en una empresa de parques eólicos en La Coruña, aunque, dice, se cansó de viajar y regresó con su familia a Astorga, donde se estableció como autónoma realizando informes como consultora.
Y en 2007 llegó a la Diputación, “a propuesta de una amistad de la familia y por afinidad ideológica”, dice. Respecto a su vida personal también hubo una sorpresa. Triana, a la que no se le conocía pareja, señaló a las forenses que desde cuatro años atrás mantiene una relación sentimental con un hombre, dice, del que no quiere dar más datos.
Raquel Gago y Triana siempre han negado su relación sentimental. De hecho, Raquel Gago le contó a las psiquiatras que ni siquiera es una relación íntima. Ante la jueza, en su última declaración, también habló de ello: “No éramos íntimas, quedábamos para tomar café, hablábamos casi a diario, pero no por eso éramos amigas íntimas porque yo no conocía muchas cosas de su vida”.
Desde el primer día, Raquel ha negado su relación con el crimen o con sus preparativos y ante las médicos forenses también lo hace: “no me siento culpable de los hechos, lo único de lo que me puedo culpar es de ser confiada y de estar en el momento y en el lugar equivocado”.
El momento el lugar equivocado son las inmediaciones del lugar del asesinato de Isabel Carrasco a la hora de su muerte. Recordemos que el revólver empleado en el crimen estaba en el coche de Raquel Gago y que ésta se encontrón con Triana minutos después de los disparos…
Es el momento en el que, según la policía, la fiscal, la jueza y la acusación, Triana le entregó a Raquel el arma homicida. Sin embargo, según la policía municipal, ella no sabía nada hasta que más de 30 horas después de los hechos, encuentra casualmente en su coche el bolso con el arma. Una explicación que no ha convencido a nadie. Por eso sigue en prisión, porque todo trata de justificarlo con lo que ella llama “bloqueo”.
Raquel estuvo tomando café con las asesinas de Carrasco pocas horas antes del crimen; se encontró con Triana minutos después de los disparos, es decir, instantes antes de que madre e hija fueran detenidas, algo de lo que ella se entera de manera casi inmediata. Aun suponiendo que no tiene nada que ver con los planes criminales, resulta sorprendente como no dice absolutamente nada de todo esto ni a sus jefes ni a su entorno, sino que sigue con su vida normal, yendo a clase de restauración, trabajando en el dispositivo de seguridad del funeral de Isabel Carrasco.
Raquel Gago lo justifica todo hablando se su bloqueo. En la última declaración ante la jueza dijo que se bloqueó la tarde de los hechos, cuando un compañero suyo le llamó y le dijo que Triana y su madre estaban detenidas en relación con el crimen de Isabel Carrasco. Sostiene que siguió con su vida normal, fue a trabajar, pero su cabeza estaba bloqueada: “es como si mi cabeza no fuera capaz de pensar o de ver más allá, aunque haga otras cosas. Algo en mi cabeza se para”.
Y, al parecer, porque sigue en prisión, la jueza no se cree nada de ese supuesto bloqueo y piensa que no es más que un intento de justificar lo que parece que tiene difícil justificación… Ella incluso cuenta en su última declaración que le ha ocurrido en más ocasiones: “cuando murió mi abuela vi cómo fallecía y estuve en el tanatorio, pero no fui consciente hasta dos días después. En el trabajo también me pasó en una intervención con un niño. A veces me pasa conduciendo y aunque pienso en otras cosas sigo conduciendo”, le dijo a la jueza.
Los informes psiquiátricos no han ayudado a la línea de defensa de la policía municipal. Las doctoras dicen que no han encontrado ninguna patología que justifique esos bloqueos. De hecho, las forenses son muy contundentes y dicen que esa supuesta situación de bloqueo se puede enmarcar en una negación consciente de los hechos.
La jueza va aún más lejos y dice en el último auto en el que ratificó su prisión que “Raquel sigue sin ofrecer una explicación del porqué no comentó a nadie que estuvo tomando café con Triana en su casa y que posteriormente se la encontró en la calle”. Además la jueza recuerda que, pese a ese supuesto bloqueo, Raquel hizo su vida normal sin que le dijese a sus jefes que se encontraba mal en ningún momento.
La línea de defensa de Raquel Gago parece clara y, de momento, no ha funcionado. Pero, ¿y la de Montserrat y Triana?
La de Triana está muy clara: tal y como ha repetido su madre una y otra vez, no tuvo nada que ver con los hechos. Y, además, el abogado de las dos mujeres, José Ramón García, está buscando un resquicio en las horas que las mujeres pasaron en comisaría y en la forma en la que se produjo la confesión de Montserrat. Durante la instrucción se dijo que madre e hijo se encontraron en los pasillos de la comisaría cuando la hija le dijo a la madre que no dijese dónde estaba el arma,que su amiga era agente local, lo que fue escuchado por unos policías que, finalmente, arrancaron la confesión a Montserrat.
Ahora, el letrado de las dos mujeres quiere demostrar que no fue algo espontáneo, sino que ellas hablaron en un despacho que no tiene tabiques hasta el techo y que en la sala contigua estaban los policías llegados de Burgos que escucharon la conversación y la utilizaron en la investigación, algo no demasiado ortodoxo y que, según el abogado, no se ajustaría a derecho. Pero, además, el letrado quiere demostrar el extraño pacto al que intentaron llegar los policías.
El abogado José Ramón García sostiene que hubo una intentona de sacar a la hija de la comisaría, cubierta con un foulard y ataviada con un gorro, para salir a localizar el punto en el que se encontraba la pistola, algo que ratificaron la madre y la hija ante la jueza. Los inspectores de Burgos, según el letrado, intentaron convencer a Raquel Gago de que devolviese la pistola que Triana había metido en su bolso y hacerla aparecer de forma pactada en una alcantarilla, con lo cual se dejaba fuera del caso a la policía y se aplicaban eximentes a Triana que además, por parentesco directo, no tenía por qué ser inculpada por su madre y quedaba también exenta de responsabilidad penal.
Hay muchas más pruebas, como los testigos que vieron a Montserrat disparar, el arma homicida, pero lo cierto es que se podrían anular todas las actuaciones referentes a la confesión de Montserrat si se demuestra que no se hizo con las garantías suficientes. No parece que los agentes llegados de Burgos, enviados a León expresamente por el jefe superior, hiciesen un trabajo demasiado higiénico.