Se llamaba Mónica Warren, tenía ochenta años y aún conservaba porte de modelo, la profesión con la que se ganó la vida durante muchos años. Hoy hace una semana, el pasado miércoles, Mónica murió asesinada en una casa de Elche, caso que la Policía resolvió el caso de manera sorprendente y en un tiempo récord.
En 'Territorio Negro', Luis Rendueles y Manu Marlasca nos proponen ponernos en el pellejo de los investigadores y seguir los mismos pasos que siguieron ellos para resolverlo.
Nos situamos hace exactamente una semana en una pedanía de Elche llamada Partida de Maitino, en un conjunto de chalets individuales de más de 300.000 euros, cerca del aeropuerto. El miércoles, un fontanero va a presentar un presupuesto a Mónica Warren, inglesa, exmodelo, que reside allí desde hace más de veinte años.
El fontanero, al llegar, ve algo extraño. Llama a la puerta y nadie responde. Ve salir a una pareja que cierra con llave la puerta de la casa, lo que le llama la atención. Los dos llevan la cabeza cubierta con una capucha y ambos se suben a un coche Peugeot de color oscuro, posiblemente negro. Llama varias veces a la puerta, sin éxito, así que decide llamar a la Policía Local, que llega a la casa y fuerza la puerta.
Comienza la investigación tras el hallazgo del cuerpo
En este punto empieza la investigación con el hallazgo del cuerpo. Mónica Warren tiene tres disparos. Su cadáver está semioculto debajo de una cama y en el escenario hay evidencias de que el cuerpo ha sido arrastrado, trasladado, desde el lugar en el que fue tiroteado. En la escena, un cuerpo con tres orificios de bala de calibre pequeño, en puntos vitales, lo que traduce las investigaciones del tirador: tenía una clara intención homicida y disparó con un arma no muy grande, probablemente un calibre 22.
En los primeros estudios de la vida de la víctima, la policía descubre que Mónica no parece haber tenido conflictos graves, aunque varios de sus vecinos la califican como una mujer de mucho carácter, que no hubiese vacilado a la hora de enfrentarse a un agresor, pese a su aparente fragilidad. Viuda desde hace años, gozaba de buena posición económica y era muy independiente.
En las primeras horas de las pesquisas no hay nada que haga saltar las alarmas de la policía. la última persona que acudió a su casa, el fontanero. A la policía no le acaba de cuadrar la historia que cuenta: dos personas a las que ve cerrar con llave la casa, pero, sin embargo, no es capaz de decir con precisión el modelo del coche ni el color, tan solo habla de un Peugeot de color oscuro.
Cuando la policía introduce en sus bases de datos la identidad del hombre, aparece un pasado algo oscuro, con episodios provocado por su afición a la bebida, lo que despertó todas las sospechas de los investigadores, aunque no consiguieron encontrar un vínculo lo suficientemente fuerte como para acusarle.
La policía se pone a buscar entonces a esa misteriosa pareja que llevaba sus rostros cubiertos por capuchas, pero es absolutamente imposible encontrarlos.
Se revisan las pocas cámaras que había en busca de ese Peugeot, y se buscan testigos que puedan completar el testimonio del fontanero sin ningún éxito, lo que obligó a los investigadores a proceder de nuevo a la inspección del escenario. Se decide entonces llamar al equipo de inspecciones oculares de la Comisaría General de Policía Científica.
En paralelo, se comienzan a investigar los dispositivos electrónicos de la mujer asesinada y se confirma que, en efecto, el día que fue asesinada contactó con el fontanero, seguramente a consecuencia de una avería provocada por las fortísimas lluvias caídas en Elche en esos días.
Denuncia por la sustracción de una pistola
La mañana del jueves, el día siguiente al crimen, una mujer de 46 años se presenta en la comisaría de Alicante para denunciar la sustracción de un arma, una pistola para la que tiene licencia, tal y como acredita, porque es tiradora olímpica federada. La policía la toma la denuncia, que sigue su trámite habitual. Un veterano, un pasma ya curtido en mil batallas, levanta las orejas cuando lee el contenido de la denuncia y se interesa por ella en busca de alguna relación con el asesinato de Mónica.
La pistola que la mujer denuncia que le han robado es una Beretta del calibre 22, un arma perfectamente compatible con los impactos de bala que presenta el cadáver de Mónica. La denunciante cuenta que la pistola estaba en el maletero del coche, que tenía averiado el cierre del maletero y que posiblemente por ello pudieron acceder al arma.
La investigación dio un vuelco cuando la Policía se enteró de que el coche había ardido la noche anterior junto a otros cuatro vehículos estacionados en la calle Foguerer José Ángel Guirao, en el centro de Alicante. El coche que arde, el que conduce habitualmente la mujer, es un Peugeot de color negro.
La policía concluye que la mujer que entra y dispara es ella, la denunciante del robo de la pistola, que hace eso para tratar de montar una coartada previa: yo no he podido ser porque me han robado el arma. Y el coche, probablemente, lo hace arder para destruir pruebas. Sin embargo, aún faltaba alguien por identificar: el fontanero dice que ve salir de la casa a un hombre y a una mujer.
La policía se fija en el chico que vive con la mujer, su hijo un chaval de dieciséis años algo rarito, al que detienen, y, por tanto, aíslan, separaran, y dejan sin la protección de la madre. Al poco tiempo la estrategia de la policía dio resultado con la confesión del joven, quien asegura que el día anterior fueron a casa de Mónica Warren, a la que su madre pegó tres tiros y luego ayudó a mover su cadáver.
A pesar de la negativa de la mujer de reconocer los hechos, la confesión del chico fue suficiente, y el juez encargado del caso ha mandado a prisión a ella y el de menores ha decretado el internamiento en un centro para el joven..