Territorio Negro: El asesinato de John Lennon 40 años después
En el Territorio Negro, con Luis Rendueles y Manu Marlasca, recordamos el asesinato del cantante John Lennon en el día que se cumplen 40 años de los hechos.
John Lennon murió a las puertas de su casa, en el edificio Dakota, en Nueva York. Acababa de sacar un disco, tras cinco años de silencio, un disco en el que estaba esta canción: Empezar de nuevo ¿Qué ocurrió ese día, según los documentos policiales del caso?
Lennon estaba razonablemente feliz y creativo, después de un periodo de cinco años sin hacer música y criando con Yoko Ono a su segundo hijo, Sean. Aquel 8 de diciembre era lunes y fue a cortarse el pelo hacia las diez de la mañana. Una hora después tenía una sesión de fotos con Annie Leibovitz para la revista Rolling Stone, son esas fotos en las que se ve a Lennon desnudo abrazando a Yoko Ono. Hacia las 11:45 de la mañana llega a la puerta del edificio Paul Goresh, un fotógrafo aficionado y seguidor de Lennon, que le ha visto merodear por allí y le conoce. Y allí llega también otro tipo, un joven gordito, con gorro y abrigo, de 25 años que se llama Mark David Chapman.
John Lennon pasa la mañana en su casa, el edificio donde también habían vivido Judy Garland, Boris Karloff, Lauren Bacall. Y hacia las cuatro de la tarde sale con su esposa para ir a grabar nuevas canciones. En ese momento, Mark Chapman se le acerca. Parece un fan más, un poco friqui. Se le acerca y le enseña el último disco de Lennon, Double Fantasy. El cantante lo coge y lo firma. Mira al fotógrafo, que inmortaliza, nunca mejor dicho, ese momento, y se mete en el coche para ir hacia el estudio. No volverá a casa hasta las diez y media de la noche.
Es decir, en ese momento Mark David Chapman ya tiene a tiro a John Lennon, pero decide no matarle. Seis horas después, noche cerrada, el tipo sigue allí, en la calle, con su disco cuando Lennon vuelve a pasar por delante de él. Lennon ni siquiera le ve. Chapman le llama: “Mr. Lennon”, y dispara cinco veces contra él un revólver del 38. El beatle cae herido de muerte, avisan a la policía y Chapman se sienta en el suelo a leer un ejemplar de su libro favorito, “El guardián entre el centeno”, de JD Salinger, para hacer tiempo hasta que lleguen los agentes y le detengan. Luego, mientras él se niega a hablar con ellos, los policías le quitarán el libro y verán que dentro el asesino de Lennon ha escrito “Esta es mi declaración”.
La policía reconstruye la vida de Chapman
Un chaval de 25 años criado en un suburbio de Atlanta que luego diría a los psiquiatras que su padre, militar, era un maltratador y que abusaba de él cuando era niño. Lo primero parece probado, de lo segundo no hay ninguna evidencia de que fuera así. El caso es que fue un crío difícil que con 14 años ya tomaba drogas de las que antes se llamaban blandas y se saltaba el instituto. Hasta que, a los 16 años, digamos vio a Dios y se convirtió en un cristiano renacido.
Colabora como jefe de campamentos de chicos católicos, que le llaman Nemo. Se gradúa en Columbia y se muda a Chicago donde sigue frecuentando iglesias y locales nocturnos cristianos. Toca la guitarra en ceremonias religiosas. Trabaja incluso ayudando a refugiados de Vietnam. Por entonces lee “El guardián entre el centeno” y comienza a obsesionarse con la novela y el protagonista, Holden Caufield, ese adolescente turbulento, inseguro, inadaptado tan formidablemente descrito en un libro maravilloso por otra parte.
Tres años antes de matar a John Lennon, este joven intenta suicidarse cuando tiene 22 años. Había dejado a su novia, también había abandonado los estudios y había hecho un cursillo para ser vigilante de seguridad, por lo que podía tener un arma legalmente en muchos estados de su país. En 1977 intentó suicidarse inhalando el monóxido de carbono del tubo de escape de su coche pero fracasó. Ingresó un tiempo en un hospital psiquiátrico y pareció recuperarse. Se quedó colaborando allí y tocaba canciones para los internos.
Luego, tras ver la película de la vuelta al mundo en 80 días, decide hacer lo mismo y casi con el mismo recorrido que en la novela de Julio Verne. Conoce a una agente de viajes, Gloria, con la que se casa en 1979. Se instalan en Hawai. Algo se tuerce porque, tras un incidente con una enfermera, le despiden del hospital psiquiátrico donde colaboraba. Consigue un trabajo como guardia de seguridad y empieza a beber alcohol. En septiembre de 1980 escribe a una amiga llamada Lynda una carta en la que le dice “me estoy volviendo loco” y firma como “El guardián entre el centeno”.
En octubre de 1980 ya está en Nueva York pensando en matar a John Lennon
Va y viene de Nueva York, regresa en noviembre y una tarde va al cine. Allí ve una película dirigida por Robert Redford, Gente Corriente, sobre una familia en la que un hijo ha muerto en un accidente y el otro ha intentado suicidarse por la culpa. Tras salir del cine, regresa a Hawai y le confiesa a su esposa que ha estado obsesionado con matar a Lennon pero que ya lo ha superado. Incluso fija una cita con un psicólogo para buscar ayuda. Sin embargo, el 6 de diciembre coge, de nuevo, un avión a Nueva York. A su llegada, se aloja en el hotel Sheraton. Deja su cuarto ordenado y sale hacia la casa de Lennon. Y allí cometerá el crimen.
En una entrevista que concedió en 1992 desde la cárcel al periodista Larry King, doce años después del asesinato, Chapman explica lo que hizo el día que mató a Lennon. Habla con una voz monótona, cansina, sin alterarse, no sabemos si le estaban dando algún tipo de medicación en la cárcel entonces. Muestra algún delirio de grandeza, como que Lennon cuando le miró a los ojos ya sabía que le iba a matar, presentía algo. Estuvo horas esperando a la puerta de la casa hasta que el beatle regresó y bajó de su limusina.
En esta entrevista, el asesino de Lennon asegura que hacia viento, estaba oscuro y que se acercó a él por detrás, por la espalda, piensa que quizás lo reconoció como el fan al que había firmado un disco aquella tarde. El asesino de John Lennon lo explica de forma casi rutinaria a Larry King en esta entrevista. Le disparó cinco veces por la espalda, era la primera vez que usaba esa pistola y tenía dudas, no sabía si aquello iba a funcionar, había usado unas balas muy dañinas, las conocidas como hollow point, balas de punta hueca, y cuando vio caer a Lennon pensó “están funcionando, están funcionando”
El beatle murió esa mismo noche y su asesino fue condenado a cadena perpetua
John Lennon muere esa misma noche y Mark David Chapman lleva en la cárcel desde entonces, hace hoy 40 años. Fue condenado a cadena perpetua. Chapman tiene ya 65 años y sigue encarcelado, ahora en una prisión de máxima seguridad de Bufalo. Está condenado a una especie de prisión permanente revisable y desde que cumplió veinte años de condena tiene posibilidad de salir. Una vez cada dos años puede pedir la libertad condicional y un tribunal revisa su situación después de oírle a él y también oír a la mujer de la víctima, Yoko Ono. Esto ha ocurrido ya once veces en los últimos tiempos, la última el pasado mes de agosto.
En esa vista por su libertad, Chapman afirmó, quizás por primera vez con tanta claridad, que mató a John Lennon para hacerse famoso, para alcanzar la gloria. Chapman pidió perdón a Yoko Ono y explicó con bastante claridad los motivos de su crimen en una grabación realizada en la cárcel de Wende, donde lleva ocho años. Tenía una lista de personajes famosos, entre ellos la actriz Elizabeth Taylor y el cantante Johny Carson, por ejemplo, y eligió a Lennon porque “era muy, muy, muy famoso y yo estaba buscando mucho, mucho, mucho, mucho, la gloria para mí. Fue un acto extremadamente egoísta. Lo siento mucho por el dolor que le causé a ella”, asegura en alusión a Yoko Ono, que no ha perdonado al asesino de su marido.
La Junta de la Prisión escuchó la grabación, el testimonio de Yoko Ono y los informes de la cárcel, donde Chapman tiene un comportamiento intachable, ha vuelto a ser un cristiano fervoroso, lo mismo que su esposa, con la que mantiene relación. Pese a todo, los responsables de la cárcel decidieron mantenerlo preso al menos dos años más, hasta el verano de 2022, donde revisarán de nuevo su caso, porque creen que el asesino de John Lennon podría ser un peligro para el bienestar de la sociedad.
Una víctima famosa, pero un asesino vulgar, como lo son la mayoría, según hemos aprendido en estos territorios negros. Pese a ello, la muerte de John Lennon desató también todo tipo de teorías conspiratorias. Como casi todas las buenas teorías alternativas, se basan en alguna verdad o media verdad. En este caso, las vigilancias, un verdadero espionaje, casi una obsesión, que el FBI había sometido a Lennon desde que se había instalado en Estados Unidos. Y, sobre todo, que el FBI se había negado durante 25 años a entregar esos archivos a los investigadores que los habían solicitado, lo que dio pie a todo tipo de rumores, como que Chapman había sido un agente del gobierno al que habían lavado el cerebro para que matara a Lennon, que sobre todo en los años setenta había sido un inquieto y errático activista de todo tipo de movimientos de izquierdas, algunos pacifistas y otros mucho más discutibles.
Finalmente, tras 25 años de batalla legal, los archivos del FBI sobre John Lennon fueron abiertos y resultaron bastante digamos prosaicos. Los más de 300 archivos de espionaje a John Lennon, algunos pueden consultarse ahora por internet como fbi lennon files, muestran la obsesión de Hoover y los suyos por Lennon, entonces un peligroso izquierdista que se había instalado en Estados Unidos en 1971, tras la disolución definitiva de los Beatles.
Algunos de esos documentos parecen trabajos de estudiantes a espía. Indican el contenido de una canción que va a interpretar Lennon en un acto pacifista, donaciones que el cantante había hecho a todo tipo de organizaciones entre las que había también aprovechados que le sacaban dinero con cualquier excusa. Lo cierto es que Nixon no quería a Lennon en Estados Unidos y el cantante tardó tres años de batallas legales en conseguir el permiso para vivir allí.
Parece otro mundo, era otro siglo, pero no hace tanto tiempo: se quemaban discos de los Beatles, se prohibía poner su música, y no solo en Estados Unidos. En España, por ejemplo, en 1966 Radio Requeté de Navarra prohibía emitir canciones de los Beatles, que habían actuado un año antes en Madrid y Barcelona. Pese a todas las polémicas, Lennon decía que le gustaba pensar que a él y su esposa no les tomaban muy en serio, que veían sus actos pacifistas como “los de Laurel y Hardy, el gordo y el flaco”. Lo prefería así, porque, dijo una vez, “a toda la gente que toman en serio, como Gandhi, Kennedy o Luther King, les pegan un tiro”.
Lo cierto es que John Lennon sí que pasó a la historia, mientras su asesino tiene solo un pie de página en la historia negra. Si tuviéramos que escribir la biografía negra de John Winston Lennon se podría decir que su vida fue una historia entre dos tragedias, la pérdida de su madre, Julia, que no supo ni pudo criarlo y finalmente murió atropellada cuando él tenía 17 años, y su propio asesinato. Pero, en ese trayecto, Lennon hizo historia y dejó obras memorables. Una de ellas, la canción que le dedicó a su madre muerta, titulada así, Julia.