Todo comienza el pasado 13 de junio. Un incendio en un apartamento turístico deja una víctima que no muere precisamente a consecuencia del fuego ni del humo. A las seis y media de la mañana de ese día, los bomberos acuden a extinguir un incendio en el número 2 de la calle Barcelona, en pleno centro de Madrid, entre la Puerta del Sol y la plaza de Jacinto Benavente. El fuego se había declarado en el 2ºA de ese inmueble. Cuando llegan los bomberos, apenas hay fuego, hay mucho humo y sobre la cama está el cadáver de una mujer. En su cama y en su propio cuerpo es donde parece haberse concentrado el fuego.
Eso ya hizo sospechar a los investigadores que acudieron al lugar del incendio. La autopsia confirmó que la víctima, una mujer joven, no había muerto por el fuego ni por el humo, sino que había sido estrangulada con lo que parecía un cable, que tenía alrededor del cuello. Sus pulmones estaban completamente limpios de huno, sencillamente porque ya no respiraba cuando se declaró el incendio. Lo que no se pudo determinar, por el estado del cadáver, fue si había habido una agresión sexual.
La víctima era una joven y atractiva mujer danesa llamada Anne Strande Jensesn, de 26 años. Había llegado a Madrid once días antes para trabajar en el departamento de comercialización de una empresa multinacional de su país, Scandinavian Tobacco Group, dedicada a la fabricación y venta de tabaco de pipa y de liar. Su compañía decidió alojarla en esos apartamentos, regentados por la empresa Rent4Days, que tiene varias viviendas en el centro de Madrid.
Por tanto, si llevaba solo once días en Madrid antes de morir, poca vida debió hacer aquí. ¿Por dónde comienza a investigar la policía?
A Anne apenas le había dado tiempo a conocer a nadie en su nievo destino. Los agentes del Grupo de Homicidios de la Brigada de Policía Judicial de Madrid hicieron una minuciosa inspección ocular del escenario del crimen. Comprobaron que no había ningún desorden, que la puerta no había sido forzada y que Anne dormía con antifaz y tapones en los oídos…
Si no había puerta forzada y ella dormía así, probablemente su asesino le pilló durmiendo. Es decir, que la chica ni siquiera se levantó a abrir la puerta a su asesino, así que la policía empezó a buscar quién podía tener las llaves del apartamento en el que vivía Anne. Y ahí el abanico empezó a hacerse grande: otros inquilinos podían haber hecho copias de las llaves, los limpiadores y encargados del mantenimiento del apartamento tenían copias y en la empresa también había llaves. El círculo de sospechosos era bastante amplio.
La policía determinó que el asesino había estrangulado a Anne con un cable que encontró en la habitación –el del router– y que quemó su cuerpo cubriéndolo de papel higiénico y de aceite de oliva. Es decir, improvisó todo: el arma del crimen y los elementos para intentar borrar sus huellas, lo que ya daba un perfil del criminal bastante peculiar. Además, en el escenario había huellas de varias personas, lo que no podía extrañar, tratándose de un apartamento que es ocupado por temporadas y al que acceden varios empleados de mantenimiento y limpieza.
Con todos esos datos la policía actúa muy rápido, porque decís que el crimen se aclaró en tiempo récord. En tiempo récord pero con mucho trabajo. Lo primero que hicieron los agentes fue repasar todas las personas que tenían acceso a las llaves. La lista era larga, pero se fijan en un tipo que había comenzado a trabajar en la empresa el pasado 1 de marzo. Es un belga llamado Dave Bervist, de 33 años, que vive muy cerca del lugar el crimen, en el número 12 de la misma calle Barcelona, y que era encargado del mantenimiento de varios apartamentos, entre ellos en el que murió Anne.
Fue el empleado de Rent4Days que hizo el check in, el registro de Anne cuando la joven llegó a Madrid. Tenía llaves del apartamento, sus huellas estaban en las escena –algo que por si solo no le incriminaba– y además, al consultar las bases de datos policiales, saltaron las alarmas.
Pocos días antes de empezar a trabajar en la empresa propietaria del apartamento escenario del crimen, el pasado mes de mayo, fue detenido por una tentativa de agresión sexual. Según la denuncia, atacó a una vecina de su mismo inmueble, mientras le decía: “puta, te voy a follar”. La mujer logró escapar a tiempo y le denunció. Dave fue detenido, pero fue puesto en libertad sin ni siquiera poder tomarle una muestras de ADN para la base de datos de agresores sexuales.
Es decir, un tipo es detenido por una agresión sexual que no logra consumar porque la víctima se escapa y no se le toma una muestra de ADN. Casi nadie lo puede entender y mucho menos la policía. La víctima reconoció a Dave sin ningún género de dudas, pero el juez de guardia consideró que el ataque no había sido lo suficientemente grave como para cercenar los derechos del agresor tomándole una muestra de ADN para incluirla en la base de datos de delincuentes sexuales. Suponemos que si hoy se ha enterado de lo que hizo luego y antes este tipo, ese juez no estará contento con su decisión.
La policía tiene a ese sospechoso, con antecedentes por agresión sexual, pero nada le situaba en la escena del crimen, salvo esa huella, que él podría justificar perfectamente, habida cuenta de que era el encargado del mantenimiento del apartamento.
La policía estudió bien la vida de Dave Verbist. Llevaba tiempo en España. Había residido en Cataluña y en Canarias, zonas en las que había trabajado como camarero. En Madrid tenía como pareja a una de las responsables de la empresa en la que trabajaba, diez años mayor que él, con la que mantenía una relación aparentemente normal. La policía interroga a los compañeros, a los vecinos, a las personas con las que solía verse y hay un testimonio que les hace levantar las orejas.
Una de las personas con las que habla la policía cuenta que una noche, Dave, que había bebido algo más de la cuenta, habla de manera un poco confusa de un episodio sobre el que dice: “se me fue la olla”. La conversación se produce unos pocos días después de la muerte de la mujer, así que la policía decide que ya hay motivos suficiente para detenerle.
La policía detiene a Dave el día 18, a las diez de la noche, en el bar La Boca, en la calle Víctor Hugo, muy cerca de su casa. Es la noche en la que toda España está pendiente del partido de la selección contra Chile, así que su detención pasa casi inadvertida. Dave Verbist pasa la noche madurando y charlando con los agentes del grupo de Homicidios a los que cuenta una historia terrible antes de confesar el crimen.
Dave les dice a los agentes que su madre vive en Canarias. Y que durante su infancia, su padre abusaba de él, le pegaba… Eso lo cuenta antes de confesar que sí, que mató a la chica danesa. Dice que la conoció el día que se registró en los apartamentos. Cuenta el crimen de manera minuciosa y aporta detalles que solo conocía la policía y el autor del asesinato, detalles que no habían aparecido en la prensa, como el del cable del router con el que la mató o el papel higiénico que empleó para prender el cuerpo. No da una explicación a su crimen, dice simplemente que había consumido mucha cocaína. Y casi de maneta espontánea habla de otra noche de locura.
Dave cuenta a los agentes de Homicidios que el año pasado, en el mes de octubre, mientras vivía en Girona, mató a otra mujer. Cuenta que la estranguló una noche en la que había bebido muchas copas. Y que después, cuando se dio cuenta de lo que había hecho, descuartizó su cuerpo y se deshizo de los restos.
Ni siquiera da detalles de la identidad de la mujer. Apenas unas características físicas, la edad aproximada, el nombre de pila y poco más. Los agentes del Grupo de Homicidios revisan todas las bases de datos de desaparecidos y tienen, dentro de lo que cabe, bastante suerte, porque hay una desaparecida que tiene todas las papeletas para ser la primera víctima de Dave.
Se llama Montserrat Méndez Muciente. Tenía 40 años cuando desapareció, el 23 de octubre del pasado año. Trabajaba como comercial en una empresa, desde la que llamaron a su hija, de 23 años, para avisarla de que no había ido a trabajar y que su teléfono estaba apagado. Su hija fue a su casa y comprobó que no estaba, así que el 28 de octubre presentó ante los Mossos la correspondiente denuncia por desaparición.
No tenemos datos suficientes para afirmar que no se investigó o que se investigó de manera deficiente, pero lo cierto es que no debió ser tomada por una desaparición de alto riesgo, pese a la insistencia de su hija en que su madre no se podía haber ido sin más. Montserrat tenía dos hijas, de 23 y 16 años, con las que tenía una buena relación, aunque no vivía con ellas. La hija mayor insistió a los Mossos en que su madre siempre la avisaba cuando se iba de viaje y ponía como ejemplo un viaje a Marruecos que hizo meses antes de desaparecer.
Se comprobó que su teléfono estaba apagado, se interrogó a sus compañeros de trabajo, se localizó a la persona con la que compartía piso en la calle Oriente de Girona, que dijo que la vio por última vez el día 23 por la mañana cuando iba a trabajar. Los Mossos también localizaron a la última pareja de Montse, un tipo llamado Hafid, apodado Fufú, que había salido de prisión y que se había marchado de la ciudad antes de la desaparición, según contó la prensa local. Pero los mayores esfuerzos por encontrar a Montserrat no llegaron precisamente de la policía, sino de su propia hija, que puso todos sus medios a su alcance y que, aún hoy, se niega a creer –lógicamente– que su madre acabase así.
Mossos y policía están en contacto para tratar de arrojar luz sobre el caso. Lo primero será tratar de encontrar algún resto de esa primera víctima de Dave, algo que no parece una tarea sencilla, con todo el tiempo que ha pasado. De momento, la juez de Madrid le envió a prisión y parece que el belga está dispuesto a colaborar e incluso a tratar de ayudar a dar con los restos de su víctima. Pero a la policía le queda bastante trabajo por delante.
Es muy extraño que un asesino con las connotaciones sexuales que tiene este en sus crímenes cometa su primer delito asesinando. De hecho, confesó a la policía haber cometido alguna agresión sexual en su país, en Bélgica, antes de trasladarse a España. Lo normal es que antes haya violado o agredido sexualmente antes, así que la policía está revisando los casos pendientes de este tipo de delitos que queden en las zonas en las que ha residido Dave, especialmente en Cataluña y en Canarias. Pensemos que nada más llegar a Madrid trató de agredir a una mujer y mató a otra. Por coherencia criminal, tiene que ser autor de más delitos.