Lo que vamos a escuchar en los próximos minutos, es muy difícil de comprender, pero lo vamos a intentar. Empecemos por la operación policial que acaba con la detención del protagonista de esta historia, del que sólo diremos el nombre de pila, porque a todos los efectos es un hombre libre, sin ninguna responsabilidad penal.
Como tantas otras operaciones relacionadas con la pornografía infantil, esta nace de la cooperación internacional. La policía de Ottawa, en Canadá, avisa a sus colegas de la Unidad de Investigación Tecnológica de la policía española de que han detectado a un usuario español que había comprado material pornográfico infantil de una web llamada Azovfilms. El cliente español no había hecho nada por ocultarse: había adquirido el material con su tarjeta de crédito y a su nombre. Javier, que así se llama, se gastó 143,70 dólares en tres películas tituladas Skatebrats, Snowballers y Spring. Esos contenidos podían descargarse en siete días desde la fecha de la compra.
La policía, esta vez, lo tuvo fácil. Sus colegas de Canadá les dieron casi todo el trabajo hecho… Visto lo ocurrido después, demasiado fácil. Los agentes de la UIT pidieron al juez de la zona un mandamiento de entrada y registro en el domicilio de Javier, un ingeniero que ahora tiene 49 años. Si se había descargado material delictivo la prueba estaba en sus ordenadores, que estaban en su casa, así que la única manera de comprobarlo era haciendo ese registro. Así que el 26 de junio de 2012, con el permiso del juez, la policía entró en la vivienda de Javier. Allí intervinieron discos duros externos, un ordenador, tarjetas de memoria… Abundante material informático.
La policía encontró mucho más de lo que estaban buscando. La policía creyó que estaba ante un consumidor más de pornografía infantil y se encontró con un productor, alguien que grababa a niños en toda clase de situaciones más o menos explícitas. Un primer vistazo a los archivos de Javier sirvió para demostrar que estaban ante un depredador, ante un pederasta de manual. Pero es que, en los primeros momentos de la investigación se fueron acumulando datos que iban agravando la situación.
Los agentes averiguaron que Javier llevaba muchos años en estrecho contacto con niños, porque era monitor de un club de ciclismo al que acudían muchos menores. Pero es que, entre los archivos que encontró la policía, detectaron cientos de archivos escritos con un procesador de textos: era un diario en el que Javier plasmaba sus reflexiones, sus impresiones, pero también daba cuenta con todo detalle de sus experiencias sexuales con los menores.
En 1995 comenzó a escribir ese diario, quizás como terapia, porque un año antes había sido condenado por delitos contra la libertad sexual. En esos diarios se acumulan pensamientos, reflexiones, documentos con títulos como “lo que siento tras esta ruptura”, “claves para superar la ruptura”, “todo lo que fue mal durante 2010”, “todo lo bueno de este año”…
En esos diarios, Javier mezcla episodios como una caída en bicicleta, un viaje a China con amigas, un golpe con el coche, los problemas que tiene para pagar las facturas, la muerte de su padre… Con sus experiencias sexuales con chicos de entre ocho y quince años.
No vamos a ser tan explícitos como lo es Javier en su diario, pero sí vamos a relatar alguno de los episodios que aparecen en este diario, en el que, curiosamente, de una forma muy infantil, utiliza abreviaturas o iniciales para referirse a palabras como pene, testículos… Leemos un episodio que aparece en los diarios intervenidos por la policía y que consta en el sumario del caso: “Le veo la p. y los h. La p. tiene muy pq, muy bonita”. Otra de esas descripciones: “Tiene la p. bastante grande. También los h. Tiene ya un montón de p. en el pb. El otro se cambia en el lugar, se tapa, pero enseña p. No me gusta nada. Demasiado delgado. La p. sin ningún p.” No olvidemos que en todo momento está hablando de chicos de entre ocho y quince años.
Los diarios, por lo que decís, son de lo más explícitos, pero cómo se llega a la conclusión de que son reales, de que esos chicos a los que describe con tanto detenimiento existen en la realidad… Porque aparecen en las fotos y los vídeos que la policía encuentra en el domicilio de Javier. Y además, el pederasta cita en sus diarios los nombres de pila y, en algunos casos, hasta algún apellido. Él no se oculta y aparece en algunos vídeos realizando prácticas sexuales con los menores o grabándoles mientras se duchan u orinan en su cuarto de baño, porque la mayoría del material encontrado estaba producido en su casa.
Recordemos que Javier era monitor de ciclismo de chavales. Se iba ganando su confianza en las excursiones, en los entrenamientos. Los llevaba a casa con la excusa de arreglar algo en sus bicicletas o simplemente para ducharse. Además, les hacía regalos de todo tipo: en una parte del diario se queja del precio de los videojuegos, porque se ha gastado 120 euros en dos juegos para la consola de uno de sus pupilos.
Una vez que conseguía llevarlos a casa, intentaba, simulando un juego, grabarlos desnudos, como primera parte de su ritual. En algunos vídeos de los encontrados por la policía, se oyen los diálogos entre los menores y el monitor: “La cámara, fuera”, le dice, por ejemplo, un chaval cuando va a entrar en la ducha y ve a Javier con la cámara. Lo que hace el pederasta es dejarla en un mueble del baño encendida, para que el chico no se dé cuenta de que le está grabando y le dice: “quita las manos, chico, que ya no estoy grabando”. En otras grabaciones, se le oye avisar a los niños: “ni que decir tiene, que esto no lo cuentes” o “ a ver qué cuentas en casa”.
La policía no ha logrado identificar a todos los que aparecen o son citados en las imágenes, pero sí a la mayoría de ellos, hasta un total de once menores a los que los investigadores pusieron nombres y apellidos y que pudieron personarse en el procedimiento judicial contra Javier. El trabajo de identificación fue sencillo en algunos casos, pero en otro fue muy complicado y requirió de una labor casi artesanal de una agentes de policía de la UIT.
Leyó detenidamente el diario del pederasta, analizando casi palabra a palabra. Y fue comparando los fragmentos del diario con las fotos o las imágenes que había en los ordenadores de Javier. Fue relacionando episodios o nombres que aparecían en los escritos con el material pornográfico. Y en muchos casos había una relación evidente: por ejemplo, en uno de los discos duros aparecen una fotos muy sórdidas del monitor practicando sexo oral con uno de los chavales, acción que es contada con todo detalle en un apartado del diario: la fecha del escrito corresponde a la que aparece en los metadatos de la imagen como fecha en la que se tomó.
Solo el hecho de tener que leer ese diario parece tremendo para alguien, por muy policía que sea, pero además, tener que ir comparándolo con esas fotos e imágenes debió ser durísimo… Muy duro, pero a la vez muy satisfactorio, porque era la única forma de ir componiendo el puzzle de más de quince años de abusos. Ponemos un ejemplo: en una carpeta llamada “take it out” la policía encontró diversas imágenes grabadas el 4 de julio de 1999 en las que aparece un menor llamado Andrés. En las imágenes se aprecia que están en el campo, junto a un embalse. En el diario correspondiente a ese mismo día, se puede leer: “Buscamos un lugar para que Andrés se bañe. Encontramos unas rocas al borde del embalse. Se tapa, pero enseña p.” Pese a los esfuerzos de esa agente, a la que tuvimos la oportunidad de conocer, muchos menores quedaron sin identificar, sobre todo los que fueron víctimas de Javier entre 1995 y 2000.
No olvidemos que hablamos de un hombre que estaba en permanente contacto con niños, que era monitor de ciclismo. Y que desde hace veinte años estaba en contacto con círculos pedófilos. La policía encontró rastro en sus ordenadores de contactos con depredadores que le aconsejaban cómo ganarse la confianza de los niños, como hacer pasar los abusos por inocentes juegos… Las prácticas de Javier van desde la grabación de los menores mientras se duchan, a ponerles películas pornográficas para que se masturben, proporcionarles muñecas hinchables, realizarles tocamientos… Todo un catálogo de horrores de los que dejaba constancia en esos diarios, algo que la policía nunca había visto en España.
Sorprende, como sorprenderá a los oyentes, la impunidad durante tantos años. Hablamos de más de quince años haciendo esto. ¿Nadie se dio cuenta de nada? ¿Nadie le denunció? Tuvo algún problema, aunque nunca llegó a mayores. En la navidad de 2011, la madre de un chaval del club de ciclismo le escribió un mail que la policía encontró: “mi hijo no me quería contar nada, pero cuando le prometí que no se lo contaría a nadie, me ha contado todos tus propósitos y no me podía creer que le digas a un niño que se deje dar masajes si un niño no lo necesita y menos en calzoncillos como lo hacías con otros niños”
Javier contesta ese correo con muy buenas palabras: “Me gusta que me hayas dicho las cosas que he hecho mal para poder corregirlas. Llevas razón en todo lo que escribes. Lo he pasado mal, más de lo que imaginas. Para mí está siendo muy duro todo esto. Estoy muy arrepentido, incluso he acudido esta navidad a confesar a la iglesia para que Dios perdone lo mal que he obrado”.
Durante varios meses, Javier intentó seguir contactando con el menor, e incluso se inventó un perfil falso en Tuenti para hablar con él y le vio a escondidas de la madre, que acabó contando lo que pasaba con su hijo a otras madres. Eso provocó la ruptura y tras ella, el monitor escribió un documento llamado “claves para superar la ruptura”, en el que da una peculiar visión del menor con el que ha roto y que hasta entonces era uno de sus predilectos: “desmontar a X (ocultamos el nombre), inmigrante de mierda, familia sin recursos, un pobretón, un egoísta, destrozó la relación contigo después de obtener de ti todo lo que quiso. Se aprovechó durante más de un año de tu buena voluntad. Ha sido amigo por interés, que ha abusado de la amistad todo lo que ha querido, engañándote y explotándote. Te lo ha hecho pasar muy mal, te ha dejado bastante triste y muy solo. Te manipuló todo lo que quiso. Tras acabar con la relación no se ha preocupado de arreglar nada, es un insensible. Ha conseguido destrozar tu vida”. Y el texto acaba con una frase que se antoja lapidaria: “No dejes que la capacidad para olvidar de un chaval de 11 años sea más fuerte que la tuya”.
Lo cierto es que esos diarios tienen la pinta de servirle a Javier como terapia, porque hay una parte importante de ellos en los que deja patente que sabe que está haciendo algo malo. Escribe frases sueltas como: “miedo a una posible denuncia por abusos”, “la enfermedad sigue estando allí, oculta”, “el problema de los n. sigue ahí”… Y en un momento, incluso parece que intenta atajar su problema, aunque nunca acabó de conseguirlo: “voy a buscar una chica para iniciar una relación estable”, “voy a redactar una lista de todos los conceptos negativos de la enfermedad que tengo, para ver hasta donde llega mi problema y voy a intentar buscar una solución”…
Y llegamos al sorprendente desenlace de esta historia: la policía encuentra todo ese material grabado por él en el que aparecen decenas de menores, identifica a once de ellos, encuentra su diario, demuestra su veracidad…
A Javier se le planteaba un futuro bastante complicado de cara al juicio que se celebró en las primeras semanas de este año. Estaba en prisión desde que fue detenido, en junio de 2012, el fiscal pedía para él 89 años de cárcel por varios delitos cometidos sobre once menores: delito continuado de abuso sexual, utilización de menores de 13 años para la elaboración de material pornográfico, exhibición de material pornográfico infantil y posesión de pornografía infantil… Pintaba mal la cosa, pero su abogada, Marta González Blanco, empleó una estrategia de defensa muy buena y eficiente, como se demostró después.
Intentar anular el procedimiento desde su inicio: la abogada planteó al tribunal que el registro en el que se encontró todo ese material debía ser anulado porque no era válido, no había fundamento para que el juez lo autorizase. Si conseguía esa nulidad, todo lo que veía después no serviría para nada. Y lo consiguió. El tribunal le dio la razón, dijo que en el momento en el que se concedió la orden de registro, lo único que había contra Javier era la sospecha de que se había descargado pornografía infantil. Ni siquiera estaba acreditado que se lo hubiese descargado y, mucho menos, que lo hubiese compartido con otros usuarios, lo que agravaría el delito. Así que el tribunal dio un rapapolvo al juez instructor y absolvió al monitor, que según nos cuentan, sigue tratando de curarse.