Territorio Negro: El asesinato de la viuda Sala. Un crimen en familia
El patriarca, Vicente Sala, fue empresario de éxito en Alicante y luego en todo el mundo y llegó a ser presidente de la Caja de Ahorros del Mediterráneo. Murió en 2011 y dejó su fortuna a su viuda, Mari Carmen Martínez y sus cuatro hijos, uno varón y tres mujeres. Las disputas familiares por los negocios y el dinero familiar fueron creciendo entre la abuela, sus hijos, los yernos y hasta los nietos de ese poderoso clan familiar. Y el 9 de diciembre, la abuela, Mari Carmen Martínez, fue asesinada de dos disparos a bocajarro. En prisión, acusado del crimen, está uno de sus yernos, el marido de su hija menor. El territorio negro de hoy nos lleva a analizar el odio que fue larvando entre la familia Sala.
Empecemos por el desenlace sangriento de esta historia de poder y dinero. La tarde del 9 de diciembre, Mari Carmen Martínez, una mujer de 72 años, viuda, la matriarca del clan Sala, una poderosísima familia de Alicante, acude a recoger su coche, un Porsche Cayenne, al concesionario familiar
Mari Carmen acude con su hermana Antonia, que va conduciendo el Honda CRV. Los informes de la policía, y las cámaras de seguridad, las muestran llegando al concesionario Novocar, en la avenida del Zodiaco, en Alicante, hacia las seis y veinticinco de la tarde. Antonia, la hermana de la victima, ha contado a la policía que cuando entraban en el parking vieron a su yerno, Miguel, el marido de su hermana menor, que las saludaba con la mano. Les pareció extraño. Mari Carmen entonces se baja del coche y Antonia se va.
Les parece extraño ese detalle porque hacía meses que no se hablaban y la tensión en la familia, como luego veremos era casi insoportable. En efecto, Miguel López, el marido de Fuensanta, al que todos llaman Fany, era el encargado de los negocios de coches de la familia Sala, el único que no estaba vinculado con los otros negocios, los más rentables.
El caso es que esa tarde Miguel está esperando a su suegra, que va a recoger el coche. Un empleado del taller escucha como Mari Carmen y su yerno hablan, se supone que el le entrega las llaves de su Porsche y ella se dirige entonces al lavadero a recogerlo, algo muy extraño también.
Los empleados han dicho que nunca se deja un coche en el lavadero, que tienen órdenes expresas de dejarlo aparcado fuera para que los clientes se lo lleven cuando les entreguen las llaves. El lavadero de ese concesionario está a 32 metros de la entrada y es un rectángulo oscuro (tiene, eso sí, un interruptor de la luz) con una sola salida. Mide casi nueve metros y medio de profundidad, casi cinco de alto y seis y medio de ancho. Cerrado por tres paredes, solo queda abierta hacia fuera la que da al parking interior. Todo el concesionario menos el lavadero, tiene cámaras de seguridad y está conectado a una central de alarmas. El lavadero es, lo escribe así la policía, el mejor lugar del concesionario de coches para cometer un crimen.
Su yerno le entrega las llaves, la mujer camina unos diez metros más hacia su coche, entra en el lavadero y alguien le dispara dos veces, en la cabeza.
Todo fue muy rápido. La viuda entró en el coche, se sentó en el asiento del conductor, pero no tuvo tiempo ni de meter las llaves en el contacto. Su asesino le dispara primero en la sien izquierda y luego en el pómulo. Nadie oyó nada ni vio nada.
Los testimonios de los trabajadores no dejan en buen lugar al yerno, a Miguel López. Herminio, encargado de lavar los coches, había terminado su trabajo con el Porsche de la señora, así la llamaban, por la mañana. Sacó el coche al parking exterior y allí lo dejó, hacia las once y media de la mañana. El coche seguía allí, fuera, listo para ser entregado, al menos hasta las cuatro y media de la tarde, pero entonces ocurren dos cosas. La administrativa del concesionario, Cristina, siguiendo instrucciones de su jefe, llama por teléfono a doña Mari Carmen, le dice que no vaya a las cinco sino a última hora de la tarde, a recogerlo (el concesionario cierra a las siete) y otro empleado, Israel recibe la orden de Miguel, el yerno, de que le de las llaves del coche de la señora. Finalmente, el coche aparece en el lavadero cuando la anciana acude a recogerlo. Y allí va a morir asesinada.
Miguel cuenta que sí, que le dio las llaves a su suegra para que recogiera el coche porque los empleados estaban liados con otras cosas. Que dio orden de dejarlo dentro del lavadero porque ella era muy desconfiada y afirmaba que no le lavaban el coche… Que dejó a su suegra camino del lavadero y el se fue al taller del concesionario, recogió su cartera y se fue. En el camino vio a su jefe de taller, Israel. Este le indica que su suegra sigue en el lavadero, porque ve la puerta del coche abierta y la luz interior, de cortesía, encendida. Miguel no va a ver a la suegra, sino en dirección contraria, hacia la puerta, y su empleado le sigue. A las 18 horas 35 minutos y 35 segundos una cámara de seguridad le graba conduciendo su coche hacia la casa familiar. Dentro, en el lavadero, queda agonizando la abuela Mari Carmen.
Miguel López, el acusado del crimen, conduce a toda velocidad hasta su casa. El cuenta a la policía que tarda 20 minutos en llegar. Los investigadores de la UDEV de Alicante han reconstruido el viaje y estiman en unos 13 minutos el tiempo necesario para llegar a la enorme finca familiar si se va rápido. Las cámaras de seguridad muestran que Miguel López tardó apenas nueve minutos en ese camino. La de la entrada a su chalet lo graba llegando a las 18.47.27 y graba un comportamiento digamos peculiar.
La policía apunta en sus informes que Miguel López quería llegar a casa con su mujer (la hija menor de la víctima) antes de que en el concesionario de coches descubrieran el cadáver de la abuela. El establecimiento cerraba a las siete de la tarde y el sabía que no tenía mucho tiempo. Y en efecto, hacia las siete menos diez, el empleado encargado del lavadero, Herminio, acude al lavadero a dejar unos destornilladores y alicates y ve una sombra de una persona moviéndose, ensangrentada. Avisa a varios compañeros, acuden y ven que es Mari Carmen Martínez, la jefa, que ha logrado salir del coche, se apoya sobre él y se derrumba. Su agonía ha durado unos veinte minutos desde que la dispararon dos veces en la cara. Como es lógico, sus empleados llaman inmediatamente a Miguel López para comunicarle lo que ha ocurrido. Y la policia cree que el yerno quería estar ya en casa para tener una coartada.
En cuanto a su comportamiento, las grabaciones de la cámara de seguridad que da a su chale le muestra parado en la puerta de su garaje. No entra y entonces se ve el reflejo de una luz dentro del coche, la policía afirma que acaba de encender su teléfono móvil, que ha tenido apagado una hora, algo totalmente inusual en él. Recibe el mensaje a las 18.48 y va a casa de su cuñada, un chalet que está al lado.
Las cámaras lo muestran salir corriendo del coche tras aparcar pero luego frenar su paso a la altura de la vivienda. Entra y a los cinco minutos recibe la llamada que le avisa de que su suegra ha sido atacada. Sale de casa de sus cuñadas sin decir nada tampoco a su mujer: la cámara otra vez, le muestra caminando tranquilo y hablando por el teléfono móvil. Y entonces hace algo, otra vez, sorprendente para la policía
Miguel decide ir en coche a su casa, que está muy cerca, en la finca familiar de los Sala. Llega a las 18.59.05, se mete dentro del garaje y esta alli tres minutos, luego vuelve a salir (19.02.19)
La policía cree que en esos tres minutos se deshace del arma del crimen y se limpia de restos de disparo. Entonces sí, va hacia el concesionario de coches: Esta vez tarda en llegar 20 minutos (el viaje de ida, tras el crimen, lo hizo en 9 minutos). La policía ya está allí y está investigando.
Y es el propio yerno, además de otras personas, las que hablan de un posible robo. Incluso se localiza y se interroga a dos árabes, dos moros dicen los testigos, uno de ellos con pocos dientes y conocido cmo moro sucio, pero la policía lo descarta muy pronto. Qué ladrón iba a saber que una anciana iba a ir al lavadero de un concesionario, cruzar los 32 metros sin ser visto y, sobre todo, matar a la anciana para luego dejar allí su bolso, su cartera, sus joyas y su reloj, un estupendo Patek Phillippe.
Es entonces cuando desde la propia familia de la víctima se habla también de un sicario, de negocios oscuros en Latinoamérica. La policía también lo descarta. Nadie sabía que Mari Carmen iba al concesionario tan tarde, nadie, salvo su yerno, tenía las llaves del coche, nadie la siguió (se han comprobado todos los móviles que pasaron por las antenas del recorrido que hizo la viuda) y un sicario debería haber cruzado el lugar sin ser visto ni oido. Las empresas familiares habían crecido mucho en Latinoamérica (México, Perú, Argentina y Colombia) pero no habían recibido una sola amenaza ni el más mínimo aviso. Además esos negocios los llevaba, con mucho éxito, el hijo mayor, Vicente, nunca la abuela.
Y es ahí, en los negocios de familia donde la policía pone muy pronto la lupa y descubre cosas tremendas. El patriarca de la familia, Vicente Sala, hizo fortuna comerciando con caucho y materias primas para plásticos. Llegó a ser nombrado presidente de la Caja de Ahorros del Mediterráneo en los años noventa y lo fue hasta su muerte, en 2011. Alrededor de él fueron encontrando su forma de vida sus cuatro hijos.
En una enorme finca de 300.000 metros cuadrados vivían todos. Los patriarcas en un gran chale, el hijo varón en el más cercano y las tres hijas (Mar, Fany y Tania) con sus maridos y sus hijos (diez nietos en total) en tres chales pareados con piscina al otro lado de la parcela.
Con el tiempo, Vicente Sala fue dejando en manos de su hijo varón, Vicente, los negocios en Latinoamérica y la expansión de las empresas, que iban bien. Ganaban unos ocho millones de euros al año. Y en el testamento el abuelo Vicente daba instrucciones para que su hijo fuera quien recibiera la acción de oro de las empresas. Pero tras su muerte, las hijas, que controlan unidas la mayoría de acciones, se resisten.
La acción de oro es una especie de participación preferente. La acción 1 da la mayoría automática de votos en cualquier junta de socios. La abuela quería que fuera para su hijo varón, lo que dejaba fuera a las hijas del control de las sociedades. En 2012 las hijas nombran dos consejeros delegados y quitan poder a la abuela, que se resigna, dice entonces, para mantener unida a la familia. La mujer luego pasa por un cáncer y una depresión, de las que se recupera. Y en 2014 empiezan las diferencias graves entre ella y su hijo varón, de un lado y las tres hijas y sus maridos de otro. En octubre de 2015 la mujer hace testamento: todo va a ser para su hijo varón y para su hermana Antonia, salvo la legítima, un tercio que por ley obligatoriamente, se repartirán sus hijas.
El 12 de julio de 2016 las tres hermanas cesan a Vicente como presidente y consejero delegado de las empresas familiares. La abuela da la vuelta a la tortilla tras el verano. En una junta de socios celebrada el 19 de septiembre recuperan el control y otorga la acción de oro a su hijo. Las primeras decisiones son demoledoras, Mar, una de las hermanas, ha contado que recibían por que sí, unos 120.000 euros todos los años. Su hermano, recién nombrado lo rebaja a 45.000 euros anuales para cada una, con un plus por beneficios que será variable (el primer año les entregan 42.000 euros más)
Las tres hermanas y sus maridos, también sus hijos, pierden al menos 40.000 euros al año y quien sabe si más. Pierden su modo de vida y tienen que seguir viviendo allí, en la finca de la abuela, cerca también de su hermano
La empleada de hogar de la anciana decía que la señora lloraba y sufría mucho porque la familia estaba rota. Hay algunos detalles terribles de aquellos últimos meses de vida de la viuda del presidente de la CAM. Tras esa junta de socios en la que dio todo el poder a su hijo varón, la anciana recibió mensajes por whatsapp de casi todos sus nietos (la pequeña tiene 12 años), jóvenes entre 17 y 25 años. Vamos a leer varios, todos son muy similares: “Mi madre me ha dicho que la quereis tirar del consejo de administración. Estáis haciendo mucho daño a mi madre y yo la quiero mucho. No quiero verte más”, le escribe su nieto Javier. El mismo mensaje, parece que todos se pusieron de acuerdo, le llega a la anciana de otros nietos.
Otra nieta trata de ser más cariñosa y personaliza el mensaje: “hola, abu, yo he preferido mantenerme neutral hasta ahora, pero mi madre me ha dicho que la quereis tirar del consejo de administración, como una madre está por encima de todo a menos que se solucionen las cosas ya no nos veremos más”. Sergio, otro de los nietos, hijo del que ahora está en prisión, escribe un mensaje demoledor en redes sociales: “Decepcionado es la palabra. Más falsa que tus putos bolsos”. Después de aquella junta violenta siguieron ocurriendo cosas. La abuela contó que uno de sus nietos con el que se había encontrado por la finca se había acercado a ella y le había hecho el gesto de mover el dedo bajo la barbilla, cortarle el cuello, vamos.
Qué horror, nadie fue capaz de poner paz en esa familia, una familia con negocios que mueven más de 200 millones de euros al año. Nadie lo hizo. Un empleado de la finca relató que una mañana un volvo negro salió del garaje a toda velocidad y casi atropella a la abuela Sala. Lo conducía Mar, una de sus hijas. El 23 de noviembre de 2016, dos semanas antes de morir asesinada, la abuela graba una nota de voz en su teléfono móvil. Está con su hermana Antonia y habla con una de sus hijas. Oír la conversación hoy es demoledor: la anciana dice que le han robado en su casa: “el reloj Cartier que papa le regaló a tu tía, pulseras de perlas, de brillantes…Eso es alguien de la casa. Ladrón no puede ser porque otro dinero está sin tocar…” La anciana habla de ir a la policía y le anuncia a su hija: “como sé que hace tiempo estuvisteis registrando mi habitación…”. Su hermana trata de evitar la denuncia: “vendrá la policía, nos tomará huellas a todos, saldremos en los periódicos…”
Al final no lo denunciaron. Pero el odio había prendido en esa finca, en esa familia. También entre los nietos. El mismo día del asesinato, uno de ellos, que estudia en Escocia, ve la noticia por internet. Miguel, hijo del que ahora está en prisión, se hace una foto y la cuelga en instagram con la inscripción Jaque Mate. Sus padres (Fany y Miguel, el que ahora está en prisión por el crimen) le llaman por teléfono, la línea está pinchada por la policía. Le riñen. Su madre le dice: “Me acabo de enterar de la frase que pusiste… Una foto tuya con una frase: eres gilipollas, Miguel, eres gilipollas, era mi madre y tu abuela”. El padre se pone al teléfono entonces: “Miguel, ¿tú estás bien de la cabeza? Eres un inmaduro, pero como se te ocurre, hijo… Si llegas a estar aquí te cojo del cuello y te doy dos hostias, mira lo que te digo”.
Ese padre está ahora en prisión acusado del asesinato de su suegra, la abuela. No hay arma del crimen ni pruebas contundentes… La policía apunta en el sumario que Miguel López es tirador federado, que le encontraron dos escopetas y una pistola en casa. Miguel López es socio de la federación de tiro olímpico y participó en algo que se llama “tiradas con pistola de fuego central” en circuitos open autonómicos, comprando hasta 300 cartuchos. En este tipo de circuitos se permite usar pistolas con modificaciones. El asesino de Mari Carmen Martínez modificó artesanalmente los cartuchos para que pudieran ser disparados por una pistola nueve milímetros, el calibre más común y dificultar así que se siguiera la pista del arma del crimen.
Veremos como evoluciona la investigación del crimen que aun no ha concluido. Miguel López mantiene su inocencia, aunque en el velatorio de su suegra ya comentó a un matrimonio amigo que le iban a detener en 72 horas y se tiraría tres o cuatro años en la cárcel esperando el juicio. Su mujer y sus cuñadas defienden también su inocencia. Puede ser clave el ADN masculino que se ha rescatado de las uñas de la víctima y que se está analizando. Y también se continúa buscando el arma o si alguien le ayudó o animó a cometer el crimen.