Territorio Negro: El crimen de la guardia urbana
Rosa Peral y Albert López, dos agentes de la Guardia Urbana de Barcelona llevan siete meses encarcelados, acusados del asesinato de su compañero Pedro Rodríguez. De este triángulo de amor y muerte ya hablamos en el Territorio Negro del pasado 29 de mayo. Hoy contamos las importantes novedades del caso, desveladas tras el levantamiento del secreto de sumario.
Recordemos en primer lugar cómo arranca todo esto… Con un coche ardiendo junto a un pantano, en la provincia de Barcelona. El coche que arde el pasado 4 de mayo es el Volkswagen Golf de Pedro Rodríguez, un agente de la Guardia Urbana, que en ese momento está suspendido por propinar una paliza a un motorista de dieciocho años que se había saltado un control el 15 de agosto de 2016. Unas cámaras cercanas al lugar de los hechos captaron la somanta que Pedro le dio al joven.
El cuerpo del guardia urbano está devorado por las llamas, completamente calcinado en el maletero del coche. Pero el fuego, acelerado con líquido inflamable –probablemente gasolina– no logra destruir una prótesis de espalda que el agente llevaba desde octubre de 2016. Esa fue la pista clave para identificar un cadáver absolutamente irreconocible.
Y tras la identificación del cuerpo gracias a esa prótesis, los Mossos d’Esquadra se fijan pronto en el entorno personal de la víctima, concretamente en su pareja.
Pedro, separado de su mujer, mantenía desde el pasado verano una relación sentimental con una compañera, Rosa Peral. Vivían en la misma casa junto a las dos hijas de la mujer, fruto de una relación con Rubén, un mosso. Los encargados de las pesquisas interrogaron a Rosa a las pocas horas de hallar el cadáver y esta dijo que había discutido con Pedro y que se había marchado de casa dos días antes del hallazgo del cuerpo. No denunció su desaparición –dijo– porque pensaba que su pareja se estaba tomando un tiempo para replantearse su relación. Tampoco intentó ponerse en contacto con él, según comprobaron los Mossos cuando le pidieron su teléfono.
Y los Mossos se fijan también muy pronto en un hombre con el que Rosa mantenía relaciones de manera intermitente. Se llama Albert López y en los últimos cuatro años ha ido entrando y saliendo de la vida de Rosa, con la que patrulló una buena temporada. Juntos se vieron envueltos en un incidente ocurrido en Montjuic el 9 de agosto de 2014. Rosa y él actuaron contra un grupo de vendedores ambulantes. Uno de ellos, José Antonio González, de 50 años, escapó a la carrera, pero le localizaron después. Rosa intentó detenerle, pero, según el atestado, el hombre sacó una navaja e hirió en una tibia a la policía. Su compañero Albert hizo ademán de desenfundar su arma para que soltase la navaja, pero en ese momento, el vendedor saltó de espaldas hacia unos arbustos que ocultaban un precipicio de veinte metros por el que cayó y se mató. Los Mossos y el juzgado cerraron el caso.
El 13 de mayo, nueve días después del hallazgo del cuerpo de Pedro, los Mossos detienen a Rosa y a Albert, porque consideran que hay pruebas más que suficientes contra ellos.
La pareja posa junta y sonriente en una comida con sus compañeros mientras el cuerpo de Pedro está ardiendo. Alguien hace llegar las fotos a los investigadores. Tras esa comida, Albert se rapa el pelo y la barba. El maletero de su coche desprende un fuerte olor a gasolina y hay un dato fundamental: los teléfonos de Albert y Rosa están apagados en las horas claves del crimen, pero aparecen juntos en esas mismas horas gracias a la geolocalización de algunas apps en un lugar crítico: el pantano de Foix, donde es hallado el cuerpo de Pedro. Pero, además, los investigadores se dan cuenta de que intentan cargarle el muerto a otra persona.
Es decir, Rosa y Albert tratan de desviar a los investigadores hacia otro posible autor… Y encuentran la cabeza de turco perfecta: la ex pareja de Rosa, un mosso d’Esquadra, padre de sus dos hijas y con el que mantiene un conflicto por la custodia de las niñas que había llegado a los tribunales. Desde las inmediaciones de casa del mosso, alguien manda un whatsapp a Rosa con el teléfono de Pedro, cuando éste ya está muerto. Recuerden que ella dijo que Pedro se había marchado de casa tras una discusión y en ese whatsapp que alguien escribe simulando ser Pedro, éste se muestra muy cariñoso y conciliador con ella.
Es decir, intentaron situar a Pedro en las inmediaciones de casa de la ex pareja de Rosa para culparle del crimen. Pero no les sirvió de mucho. Los dos fueron detenidos y acusados de la muerte de Pedro. Además, la ex pareja de Rosa y la actual compañera de éste fueron fundamentales para atornillar la acusación contra los dos: él y ella dijeron que las hijas de Rosa les contaron que vieron a su madre manchada de sangre y a alguien en la parte de debajo de la casa que no era Pedro. Probablemente a quien vieron fue a Albert.
Y, una vez detenidos, los dos se acusan mutuamente del crimen.Así es. Rosa, durante los registros, ya deja claro que va a intentar culpar a su amante. Le dice a los Mossos d’Esquadra que se fijen en las cejas de Albert, porque tiene una menos poblada que la otra, probablemente porque se la ha quemado. En su declaración ante el juez relata así lo sucedido e incluso habla de las amenazas que le hace Albert:
Albert cuenta una versión completamente distinta: dice que Rosa le llamó y que cuando llegó a su casa Albert ya estaba muerto. Que le pidió ayuda para deshacerse del cadáver. Le dijo al juez que no la denunció porque le pudo el chantaje emocional de Rosa.
Así que, con los dos testimonios encontrados, el juez y los Mossos buscan otras pruebas y otros testimonios. Y los encuentran, pero ninguno que aclare definitivamente lo que pasó. Quién acabó con la vida de Pedro y quién decidió intentar hacer desparecer su cuerpo. Hay un compañero de Albert que cuenta una conversación que tuvieron el 16 de abril, dos semanas antes de la muerte de Pedro, en la que Albert le preguntó cómo sería el crimen perfecto y él le dijo que quemando un cadáver para que no quedase ningún rastro. Otro testigo cuenta que el 10 de mayo, cuatro días antes de ser detenido, Albert le dijo a un grupo de amigos que le llevasen tabaco a prisión.
Rosa Peral y Albert reconocen haber sido amantes, pero Rosa argumenta que el otro detenido la acosaba y no soportaba que hubiese intentado rehacer su vida junto a Pedro.
La defensa de Rosa ha aportado una serie de correos muy subidos de tono de Albert hacia ella. Leemos fragmentos de algunos de ellos: “Eres una puta y una mentirosa. Eres lo peor y te has cargado lo nuestro por cuatro polvos de mierda. Ese payaso lleva mucho detrás de ti, peor la culpa de esto es tuya porque él no se acerca a ti si tú no se lo pones en bandeja, puta. Eres una rata traidora”. Este tono choca con lo sonrientes que están solo semanas después, cuando fueron fotografiados en la comida con sus compañeros, cuando Pedro ya estaba muerto.
Decías que Rosa ha aportado esos correos y también unas cartas… La defensa de Rosa está intentando por todos los medios dejar claro que ella y Pedro eran inmensamente felices y que, por tanto, no había ningún motivo para que ella quisiese matarle. Así, ha presentado la reserva en un balneario al que habían planeado irse días después del crimen y dos cartas escritas en sendos libros con motivo de San Jordi, semanas antes de la muerte de Pedro. Pedro le regala a Rosa “Cincuenta sombras liberadas”, una secuela de las famosas “Cincuenta sombras de Grey”, y Rosa le regala a Pedro un libro de Stephen King, “El bazar de los malos sueños”.
En esas cartas Rosa le dice a Pedro que está dispuesta a tener un hijo con él, que ha hecho una elección, pasar su vida con él. Y le dice textualmente: “no olvides que tenemos pendiente también borrarnos los tatoos y hacernos el nuestro para que cuando muramos y volvamos a renacer sepamos buscarnos por la conexión que hemos creado en tan solo diez meses”. Habla también en esa carta de sus hijas y del de Pedro: “en cuanto consigamos la custodia, a por todas, por la compartida de Pablo, porque nos hemos convertido en una familia, ya no somos los solteros de antes”.
Pedro es más escueto y le dice a Rosa: “tengo muchísimas ganas de hacer de todo contigo y consumar lo más grande, que es tener nuestro bebé. Lo que realmente quiero es toda una vida a tu lado y que no nos volvamos a hacer daño nunca, sea de la manera que sea”.
Con esas cartas, Rosa trata de demostrar lo bien que se llevaba con el hombre al que está acusada de asesinar. Pero hay unos whatsapps que son terribles, los que intercambia con la ex mujer de Pedro, la madre de su hijo, los días siguientes a la muerte del agente.
Rosa le dice a la mujer que comprende perfectamente su dolor, que se siente muy unida a ella y le lanza mensajes como estos: “Solo me dará calma matar al que lo hizo. Tendría que estar la pena de muerte aquí en España”. “Es que si viniera el que hizo eso y tengo un arma en las manos, lo mato y lo meto en un maletero”. “Yo creo que no ha sido un solo tío. Han tenido que ser dos como mínimo, porque para poder con Pedro....No me imagino a nadie tan fuerte como para acabar con él.”
Recuerden que quien escribe esto reconoce, como mínimo, que ayudó a deshacerse del cuerpo de Pedro. Porque, a estas alturas, sigue sin saberse con precisión no solo quién lo mató, sino cómo murió.
Sigue siendo una de las grandes incógnitas del caso. Rosa mantuvo siempre que Albert mató a Pedro con un hacha, pero de esa arma no hay ni rastro y el estado del cadáver tampoco ha permitido determinar que el cuerpo tuviese una herida hecha con ese instrumento. En la autopsia se encontraron unas fracturas en el cartílago tiroides, que podrían ser compatibles con un estrangulamiento, pero en las últimas semanas se han descubierto cosas que podrían apuntar en otra dirección.
En primer lugar, se ha descubierto que había sangre en varias estancias de la casa que compartían Rosa y Pedro, no solo en la planta de abajo, que siempre había sido considerado el escenario del crimen. Esa cantidad de sangre hace pensar a los investigadores que, probablemente, antes de introducirle en el coche y quemarlo, alguien intentó descuartizar el cadáver de Pedro. De hecho, en la autopsia se dice que el cuerpo está desmembrado, pero se atribuía a la acción del fuego. Y respecto a la causa de la muerte, hay dos datos que, sumados, podría hacer encajar una pieza más de este puzzle.
Los Mossos d’Esquadra hallaron en el maletero del coche en el que ardió Pedro un fragmento de metal de seis milímetros. El informe sobre este vestigio señala que se podría tratar de una bala disparada con núcleo de plomo del calibre 9 milímetros Luger, exactamente las que emplean los agentes de la Guardia Urbana en sus armas reglamentarias. Ese dato por sí solo no dice mucho, pero junto al informe que han hecho los Mossos de las armas de los sospechosos sí dice mucho.
La jueza encargada del caso pidió que se comprobara si las armas reglamentarias de Albert, Rosa y Pedro habían sido empleadas en los días críticos (antes y después de la data del crimen). Los Mossos le contestaron que no había forma de saber eso, pero averiguaron que a la Walter P99 de Rosa le faltaba una bala. Mientras que en el arma y el cargador adicional de Albert y Pedro hay 30 cartuchos, en las de Rosa hay 29… Falta un proyectil, que los Mossos creen que podría ser el hallado en el coche, junto al cuerpo de Pedro.
Los Mossos no saben quién mató a Pedro, incluso creen que nunca llegarán a saberlo, pero sí están seguros de que el grado de implicación en el crimen de Rosa y Albert es idéntico, aunque apuntan algo: difícilmente, dada su fuerza y tamaño, Rosa podría haber acabado con la vida de Pedro si no es de un disparo.