Presentemos primero a Don Florencio, Florencio Garcés, el cura de Borja, un pueblo de unos 5.000 habitantes. Y expliquemos cómo entra este sacerdote en territorios, cuando menos, oscuros…
Don Florencio, el padre Florencio Garcés, es el párroco de Borja, el único desde que en 2011 falleciera su compañero. También es arcipreste del Huecha, es decir, delegado del obispo de Tarazona para esa comarca. Y el 25 de mayo de 2013 don Florencio se presenta ante la Guardia Civil. Va a denunciar que un gitano llamadoJosé Luis Carbonell, al que todos llaman El Sabino, le ha estafado dinero de la parroquia.
Don Florencio cuenta una historia muy confusa. Dice primero que le quitó 16.000 euros, luego sube a 30.000. Asegura que recibió una llamada en la que un directivo de la empresa Cicaucho le pidió ayuda para Sabino. Además, le hablaron de un accidente, de comprar una silla de ruedas, también le llamó un empleado de IberCaja y hasta alguien de la Agencia Tributaria. Todos le garantizaron que Sabino le devolvería el dinero y que, además, este gitano, sin trabajo ni ingresos conocidos, tenía un fortunón retenido por Hacienda, más de 160.000 euros, que iba a recibir muy pronto.
El Sabino forma parte de un clan gitano conocido como Los Zapato Veloz (y aquí somos conscientes de que bordeamos el límite con el territorio tó lo negro). Les llaman así porque, hace años, uno de los más veteranos tenía un alza y unos aparatos en una pierna al estilo de Forrest Gump y, claro, no podía correr demasiado. Es un clan que no tiene más ingresos que la pensión de viudedad de la matriarca, una mujer llamada Pilar a la que apodan La Sevilla, pero que vive una prosperidad insólita y muy comentada en el pueblo. La Guardia Civil inicia las pesquisas con esa idea, hasta que don Florencio vuelve al cuartelillo.
El 14 de noviembre, don Florencio pone otra denuncia. Le han vuelto a estafar, pero no los Zapato Veloz. Ha sido otro vecino, también gitano, que se llama Santiago. El cura cuenta que este hombre le pidió ayuda: tenía mujer y dos hijos y no podía pagar ni la factura de la luz. El cura asegura que le dejó 7.000 euros, luego amplía la cantidad hasta 35.000. Y dice que no se los ha devuelto.
El párroco cuenta otra historia muy peculiar. Dice que Santiago tenía dinero en un banco malo en la localidad de Alagón, que le llamó una empleada del banco llamada Begoña para tranquilizarle, y que se fió de ellos. Aquí vuelve a cambiar la cantidad de dinero que le dio. Asegura que se fue con 52.000 euros de la parroquia.
El cura ha sido estafado dos veces, por dos personas distintas, en unos meses. Es un pobre hombre o es un santo. Tras esto, la Guardia Civil interroga a José Luis Carbonell, el Sabino, el de Los Zapato Veloz. Asegura que le pidió dinero al cura, unos 200 euros, hace casi un año. Porque se oía entre personas gitanas que si le pedías dinero te lo daba. Desde ese día, el Sabino dice que el cura cuando le veía por la calle le decía: “tienes que arrodillarte ante mí, me debes perras”. También, siempre según la versión de este vecino gitano, “si te hace falta dinero ven a verme y hablamos a solas”.
El Sabino siguió contando. Dijo que el cura le daba besos en la mejilla, le abrazaba y le tocaba por todo el cuerpo, sobre todo la tripa, mientras le decía, “estoy muy preocupado por ti, si quieres perras ven a mi casa”. El gitano (no tiene todavía treinta años, pero parece que sí tiene mucha mili), contó que desde ese día decidió que fuera su mujer, María Luisa, a la que llaman la hija de La Pino,la que acudiera a ver al cura cuando tuvieran que pedirle dinero.
Y falta por saber lo que dijo el otro presunto estafador del cura, Santiago Carbonell. La declaración de Santiago, que tiene 24 años, fue más explosiva. Contó que había acudido en situación desesperada a ver al cura, que le dio 150 euros para pagar el recibo de la luz y le dijo, tocándole la mejilla, si tú quieres yo te puedo ayudar. A partir de ese día, según la versión de este gitano, el cura le llamaba por teléfono y le citaba en la parroquia. Le daba cantidades entre 500 y 1500 euros, y a veces le tocaba. En una de esas reuniones, el cura le habría dicho, “todo en la vida tiene un precio”, mientras le ponía la mano en los genitales.
Santiago confesó a la Guardia Civil y a la juez que había aceptado practicar sexo con el cura a cambio de dinero, en varias ocasiones. Que el párroco le pagó, por ejemplo, 2.000 euros por una felación. Que le amenazó con denunciarle por estafa si hablaba o decía algo, porque ya le había dejado 30.000 euros. Y que él empleó el dinero en comprar coches, una carretilla elevadora, una camioneta y una furgoneta, porque quería montar un negocio.
Santiago Carbonell no gana nada contando esta historia. Y aportó un detalle que le da credibilidad, siempre insistimos en que en las denuncias tan turbias, que pueden ser venganzas o montajes, los detalles son cruciales: el cura le daba dinero después del sexo dentro de sobres del Banco Santander. Pero la parroquia no tenía cuentas en ese bBanco. Luego se ha sabido que sí, que don Florencio tenía allí una cuenta secreta y que le daban sobres.
Queda pendiente que le examinen psicólogos, psiquiatras… para ver si ha sido víctima de abusos sexuales. Ha admitido que se quedó el dinero del cura. La Guardia Civil encontró la carretilla, el coche, la furgoneta… Siguió sus pasos, vio que gastaba generosamente el dinero en el hostal Rueda, donde vivía. Y también vio que su esposa le había abandonado, con sus dos hijos, meses antes de que estallara el escándalo.
Joana Saray, que así se llama, también muy joven, contó a la Guardia Civil que pasaban muy mala situación económica y que su marido empezó a llegar con dinero, primero poco y luego mucho dinero. Que mientras todo eso ocurría, su instinto de mujer le dijo que algo pasaba, porque no hacían vida de pareja y porque Santiago se echaba a llorar muchas veces en casa. La mujer le preguntó si estaba ganando dinero de la droga, y el hombre dijo que no, enfadado. Toda la familia hablaba de lo que le ocurría a Santiago, con dinero y muy deprimido. De otro lado, el cura del pueblo le llamaba mucho por teléfono. Y Santiago contó a su hermano que el dinero se lo daba el cura a cambio de sexo.
El hermano ha contado ahora que prefirió no creerlo, porque tener sexo homosexual y leemos su declaración, es lo peor que le puede pasar a un varón gitano. Su esposa sí que se enfrentó a Santiago y antes de echarle de casa le dijo textualmente, así consta en el sumario: “a ti lo que te pasa es que el cura te está dando por el culo”. Santiago lo negó, pero se fue a vivir al hostal donde lo encontró la Guardia Civil.
Bien, tenemos un párroco que dice que le han estafado dos gitanos. Uno de ellos asegura que le dio dinero a cambio de sexo, pero el otro, el Sabino, habéis dicho que solo se dejó tocar la tripa. ¿Por qué le daba el dinero el cura a esos Zapato Veloz?
Santiago lo explica. Su relación con el cura y su prosperidad económica se hicieron conocidas en el pueblo. Y allí entran los Zapato Veloz, con mucha mili, como decimos. La matriarca del clan, Pilar, presionaba al cura para conseguir dinero y le decía: “me cago en tus muertos, gay, que solo das dinero a quien quieres”. Y el cerebro del clan, un gitano al que llaman Luis El Tripasaco, habría propuesto entonces que dos mujeres, Pilar y María Luisa, la mujer de ese al que el cura le tocaba la tripa, fueran a ver al párroco y le hicieran una foto comprometedora para chantajearlo.
De la foto se hablaba por el pueblo y se decía que se veía al cura con una mujer de los zapato veloz desnuda. No se ha encontrado esa foto, así que no sabemos si existe. Lo que sí es cierto es que la Guardia Civil comenzó a investigar la vida del cura y, sobre todo, los gastos de la parroquia, porque los zapato veloz se compraron coches, joyas, carne, jamón del bueno, hasta un cerdo vivo para cebarlo con el dinero de la parroquia. Y se mandaban mensajes de WhatsApp, que constan en el sumario, para celebrar su prosperidad.
El 13 de agosto, cuando estaban dejando seco al cura, como dice uno de los testimonios, Jesús Carbonell envía una foto a un amigo. Es una mano sosteniendo un fajo de billetes de cincuenta, cien, doscientos y quinientos euros. El gitano dice: “mira primo, qué morrera, vámonos a la playa”. El otro, asombrado, le contesta: “chacho, mándame un poco. ¿Has atracao a alguien?”.
Pero estos Zapato Veloz han negado haber tenido sexo con el cura, dicen que les dejó dinero por caridad. Por caridad cristiana, dicen en los whatsapp cuando la Guardia Civil detuvo a don Florencio. Se les ve preocupados. El abogado del Tripasaco le avisa: “me han dicho que el asunto ha dado un giro y que lo de la pasta es lo de menos”. Y El Tripasaco contesta “¿se piensan k somos prostitutos?” En otra conversación, El Tripasaco asegura que ha quedado con el cura: “le he dicho q necesito pasta y me ha dicho que pase a las doce”. Le contesta: “si te da, como hasta ahora, caridad cristiana”.
Las investigaciones de la Guardia Civil se centraron en las finanzas del cura. Y comprobaron que eran un desastre. Había sacado entre abril y noviembre 182.546,49 euros de las 21 cuentas y dos fondos de inversión de la parroquia en los once meses investigados. Los empleados de los bancos donde sacaba el dinero, le advertían y uno de ellos ha expresado su convencimiento de que el cura estaba siendo chantajeado. Otro llegó a preguntarle para quién era el dinero. Cuando don Florencio le dijo que era para sacar de la cárcel a un gitano y que ya había hablado con el director de la Guardia Civil en Madrid, el empleado del banco le dijo: ¿pero usted cree en los Reyes Magos?
Todo indica que han aprovechado de él, eso está claro. Pero hay datos que matizan lo de la pura caridad cristiana. La Guardia Civil ha interrogado a varios sacerdotes. Todos han dicho que don Florencio es “muy agarrado”, así lo recoge incluso el obispo de Tarazona en su denuncia. Y que “de tonto no tiene un pelo”, como afirma el sacerdote de Ainzón, José Luis Sofín, que trabajó con él en un seminario durante 15 años. Además, don Florencio daba limosnas a otra gente, sí, pero mucho más modestas, contó que se gastó 4.000 euros en fianzas para sacar a gente de la cárcel y algo en ayudar a la dueña de un bar llamado El Volante. A nadie, como a estos dos gitanos.
Otros sacerdotes confirman algunos incidentes sospechosos: una tarde don Florencio le enseñó a uno de ellos unos moratones en el brazo porque le estaban amenazando. La matriarca del clan Zapato Veloz pasaba cada día por la parroquia. Y casi cada día, durante meses, el cura sacaba dinero de los bancos: 1.500 euros, dos mil, mil, casi nunca 3.000 euros, que es como hemos contado aquí, el límite del pitufo, la cantidad que dispara las alarmas del Banco de España.
Isabel Garcés, la hermana de don Florencio, llamó por teléfono al obispo para que le quitara el control de las cuentas corrientes porque las estaba dejando vacías. El obispo estaba entonces descansando en un spa, pero a su regreso ordenó que hicieran falta otras dos firmas para sacar dinero de las cuentas y se vio con don Florencio, que le contó la misma tremenda historia de una silla de ruedas para un gitano, la Agencia Tributaria, el banco malo…
Alguien se lo ha inventado. Porque no existe ningún José Luis, de la empresa Cicaucho, ni el gitano que necesitó la silla de ruedas. Tampoco un banco malo en el pueblo de Alagón, ni mucho menos Begoña, su empleado… Alguien se inventó toda esa historia como una coartada para explicar los pagos de dinero. En el ordenador del párroco, la Guardia Civil ha encontrado unos documentos muy curiosos. Vamos a leer uno que viene con sello de la Agencia Tributaria y dice textualmente: “Ha ío acordao que se le devuelvan a don Florencio Garcés 163.000 euros a fin de que José Luis Carbonell cogió prestado y se los devuelve Hacienda, por causa de justicia… Así se a acordao y el caso queda cerrao”. Don Florencio también tenía escrito en su ordenador un guión con los personajes de la historia, como un borrador novelado de lo que ha contado hasta ahora.
El obispo de Tarazona, monseñor Eusebio Hernández Sola, denunció el caso con energía, el 22 de noviembre. Quería saber dónde había ido el dinero de la parroquia. Seis días después, el obispo emitió un comunicado, no había entendido que lo que había hecho en la Guardia Civil era una denuncia, que obligaba a investigar las cuentas de la parroquia y el arciprestazgo, y no quería denunciar al párroco, a quien considera una víctima. Su único pecado ha sido su bondad, dijo.
Desde entonces, los investigadores de la Guardia Civil de Tarazona y la juez del caso, Nieves Pérez Martín, han seguido adelante sin demasiada ayuda de la iglesia. El obispo ha llegado a contactar con el arzobispo castrense, con el director de la Guardia Civil y hasta con el ministro del Interior, un católico renacido, para mediar a favor de don Florencio. El alcalde del pueblo se presentó con un testigo protegido (que había declarado tres veces que el asunto del chantaje por sexo era verdad) para decir que todo era un montaje. Las fuerzas vivas están con don Florencio, a pesar de que han desaparecido, insistimos más de 180.000 euros de la parroquia y de la fundación del Ecce Homo, esa aberración artística tan rentable.