JULIA EN LA ONDA

Territorio Negro: Estafadores que hicieron historia

Luis Rendueles, en el último Territorio Negro de este año, hace un repaso de los mejores estafadores de la historia que llegaron a vender el puente de Brooklyn, trozos de la Torre Eiffel o parcelas en la Luna.

ondacero.es

Madrid |

Ningún delincuente es simpático, digamos, no hay un Robin Hood o un Paul Newman en El Golpe, pero sí hay personajes que protagonizaron grandes engaños sin usar la violencia.

El "dueño" del puente de Brooklyn

Uno de vuestros favoritos en ese ranking es George C. Parker, un estadounidense, hijo de inmigrantes irlandeses muy humildes y que fue capaz de vender, varias veces, más de doce, el mismo puente de Brooklyn de la ciudad de Nueva York a varias personas distintas, casi siempre turistas que acudían a la ciudad.

Lesenseñaba títulos falsos de propiedad y les convencía de que podrían cobrar peaje a todos los coches que lo cruzaran. El lo había construido, era el dueño, pero le daba pereza explotarlo. La policía no descubrió una de sus estafas cuando vieron que alguien estaba construyendo una garita en el puente para cobrar esos peajes.

Parker fue detenido varias veces, pero no era fácil tenerlo encerrado. En una ocasión se escapó de una celda cogiendo la ropa y el abrigo de un policía y salió andando tan campante. De nuevo en libertad, vendió incluso la Estatua de la Libertad a un empresario adinerado y confiado.

En 1928 fue condenado a cadena perpetua con 68 años y murió en la cárcel de Sing Sing, donde era toda una leyenda muy respetada por presos y funcionarios.

Un agente del gobierno francés que quería hacer chatarra de la Torre Eiffel

Victor Lustig vendió a varios inocentes nada menos que el material de la Torre Eiffel de Paris para hacerla chatarra y ganar dinero con ella. Hace un siglo había mucha polémica en Francia con lo costoso que era mantener la estructura de la Torre Eiffel y en un principio iba a ser un monumento temporal, pero con el paso del tiempo se quedó y aquello era caro, al menos para algunos ciudadanos.

Hubo propuestas para demolerla y vender el hierro como chatarra y eso, una media verdad, un rumor, fue lo que aprovechó nuestro hombre, Victor Lustig. En 1925, se hizo pasar por agente digamos discreto del gobierno francés en misión especial.

Debía ir vendiendo trozos de la torre a emprendedores diríamos ahora, interesados en el material para luego ganar mucho dinero con esa chatarra. Un empresario picó por completo y Lustig se fue a Austria en tren con un maletín bien cargado de dólares. Aquello le salió bien, pero este estafador siguió digamos trabajando o haciendo pirulas, y acabó teniendo que irse a América.

Ya había estado en Estados Unidos antes y había salido por piernas también, de hecho tenía una buena cicatriz en la cara de algún asunto pendiente. No era un tipo que se viniera abajo, más bien al contrario, y en Estados Unidos se atrevió a engañar a Al Capone, que le confió 50 mil dólares para invertirlos con la promesa de ganancias seguras. Acabó convenciendo a Capone de que era un tipo honesto.

Pero varios problemas con mujeres le llevaron a prisión. Una de sus amantes, enfadada por sus infidelidades, le denunció por falsificar billetes. Sin embargo, logró escaparse de la cárcel, con sábanas anudadas. Eso sí, dejó una nota de Los Miserables y dijo "soy como Jean Valjean", en alusión al personaje principal de la novela de Víctor Hugo.

Un año después volvió a ser detenido y llevado esta vez a la cárcel de Alcatraz. Murió en prisión en 1947. En la ficha carcelaria que tuvo que rellenar al llegar, en el apartado de profesión, Lustig, humilde, puso "aprendiz de vendedor".

¿Te gustaría tener una parcela en el espacio?

Dennis Hope lleva desde hace cuarenta años vendiendo trocitos de terreno en la Luna, también alguno en Venus y Marte. En 1980 Hope era un tipo divorciado y sin mucho dinero y escribió a la ONU para solicitar ser el dueño de la Luna y ocho planetas. No le contestaron, claro, pero el no se arredró y comenzó a vender parcelas lunares.

¿Es legal hacer esto?

No es ilegal, en principio. Existe un tratado sobre el espacio en el que se afirma que ningún cuerpo celeste, tampoco la luna, podrá ser objeto de apropiación por ningún país o estado. Pero no se dice nada de particulares.

La ONU no contestó a Hope, que fue la primera persona en reclamar ser dueño de la luna por lo que, de momento, todo está flotando en un limbo legal. El negocio ha ido bien, tanto que el se dedica en exclusiva a eso desde 1995 y su hijo ha heredado la empresa familiar.

Se llama Moon Estates y ha vendido parcelas a gente como Ronald Reagan, empresas como los hoteles Hilton o Marriot. Su hijo presume de haber vendido acres lunares a seis millones de personas, se habla de John Travolta y Tom Cruise entre otros. Los precios han subido, ahora por unos 25 dólares te haces dueño de unos 4.000 metros cuadrados de Luna.

Los impostores más frívolos

Ha habido y sigue habiendo impostores de todo tipo, hay una estupenda novela de Javier Cercas sobre Enric Marco, aquel hombre que dijo haber pasado por un campo de concentración y dio cientos de charlas y conferencias sobre su “experiencia” digamos. Pero se trata de un tema muy sensible y que hace daño.

Nuestros impostores favoritos son más frívolos. Quieren vivir bien y no se hacen pasar por héroes, sino por famosos, hijos de famosos o millonarios y se aprovechan de incautos que los tratan mejor porque quieren sacarles algo a ellos.

El "aristócrata" Christopher Rocancourt

El francés Christopher Rocancourt era hijo de una prostituta que lo abandonó muy niño, pero decía ser un miembro francés de la familia de los millonarios Rockefeller o provenir de una rancia familia de la aristocracia italiana. Una vez que había entrado por la puerta grande en Estados Unidos, dijo ser productor de cine, boxeador y ejecutivo agresivo.

Hablaba de que Sofía Loren era su madrina o que el boxeador Oscar de la Hoya era su tío. Se hizo amigo de Jean Claude Van Damme, de Mickey Rourke y llegó a organizar la fiesta de cumpleaños de uno de los actores de Los Soprano, un fiestón de 80 mil dólares en una noche que no pagó.

Se casó con una modelo de playboy y vivió a todo lujo tirando de su falso linaje. Se fue a Canadá y tuvo un encontronazo con un empresario que le acusó de pagarle con un cheque sin fondos, pero sobre todo cometió un error de vanidad.

En el año 2002 escribió un libro burlándose de sus víctimas: Calculaba que había disfrutado de unos 40 millones de dólares. Algunas lo denunciaron, fue juzgado y declarado culpable de tres cargos a cinco años de cárcel.

Volvió a Francia, se casó con una miss y fue conocido como el Robin Hood francés porque siempre presumió de haber engañado solo a millonarios. Pero hizo una pirula más, aseguró que iba a hacer una película con su amiga Naomi Campbell y cobró un anticipo de 700.000 euros por ello.

Sin embargo, no era verdad. Fue condenado de nuevo y se ha ofrecido a pagar 20 dolares mensuales de multa durante los próximos dos mil años.

La herencia inaccesible de Anna Sorokin

Anna Sorokin también era conocida como Ana Delvey, su nombre falso y con el que hizo carrera en el mundo del arte y el famoseo en Estados Unidos. Se presentó allí en 2016 diciendo ser heredera de un fortunón de una familia rusoalemana.

Tenía unos 65 millones de euros pero no podía moverlos todavía libremente por una serie de problemas burocráticos. Vivía en hoteles de cinco estrellas, daba propinas de cien dólares y entró como un huracán en la alta sociedad de Nueva York, donde creó un club de artes y diseño en Manhattan.

Fue condenada a cuatro años de prisión y Netflix ya prepara una serie sobre su vida y sus estafas.

El engaño en el mundo de la música

Los Milli Vanilli fue un dúo formado por Fabrice Morvan y Rob Pilatus. La leyenda dice que empezaron como bailarines de la mítica Sabrina Salerno. Eran dos tipos negros, cachas, guapos, rastas... que arrasaron haciendo como que cantaban, pero en realidad solo movían los labios.

En 1990 ganaron el Grammy al artista revelación del año. Uno de ellos dijo que era más difícil cantar sus canciones que las de Elvis Presley.

Después de descubirse el pastel, los Milli Vanilli explicaron que eran bailarines, que no tenían casi para comer y que un productor les convenció de poner la cara y el cuerpo a las canciones. Era un tipo llamado Frank Farian, creador de otro fenómeno musical más o menos viscoso, los Boney M.

Uno de los dos, que supuestamente cantaban en inglés, el que hacía más o menos de rapero, no sabía ni jota de inglés, por eso parecía tan tímido en las entrevistas promocionales y el asunto terminó de forma trágica. Los denunciaron, perdieron el trabajo, el grammy, el dinero, los representantes, las novias, los amigos… Hicieron un anuncio de chicles sin azúcar parodiándose a sí mismos.

Uno de los dos se suicidó en abril de 1998 cuando iba a empezar la gira por Europa con un nuevo álbum que se vendía diciendo que esta vez cantaban de verdad. El otro, Morvan, daba charlas sobre su experiencia y trató de montar una película sobre su historia, pero se canceló hace tres años.