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Territorio Negro: La historia de Verónica. La joven que paga a la familia de su violador

Se llama Verónica Rodríguez, tiene 29 años y su vida da para este territorio negro y para reflexionar, también para indignarse. Traemos hoy la historia de esta joven, víctima de una violación cuando tenía 13 años, que tiene a su madre en prisión por matar al violador y que ella misma, escuchan bien, está pagando una indemnización, por ese crimen a la familia de su agresor sexual.

ondacero.es

Madrid | 13.10.2014 18:40

Empecemos por el principio. Verónica era una niña de 13 años que vivía con su familia en el pueblo de Benejúzar, en la provincia de Alicante.

El 17 de octubre de 1998, Verónica, la pequeña de cuatro hermanos, baja a comprar una barra de pan que le ha encargado su madre. Al salir de casa se encuentra con un vecino, un tipo llamado Antonio Cosme, de 62 años, que trabaja de albañil y al que todos conocen en el pueblo como El Pincelito.

La sentencia, primero de la Audiencia Provincial de Alicante y luego del Tribunal Supremo, declaró probado que El Pincelitoamenazó a la niña con una navaja en el cuello, que la obligó a irse con él a un pinar próximo a una fábrica del pueblo. Allí le tapó la boca, se tumbó sobre ella y consumó su agresión. Le hizo prometer que no diría nada y el tipo regresó a casa con su mujer y sus hijos.

Pero esa niña, aterrorizada, sí que le contó a su madre lo que había ocurrido y el tipo fue detenido por la policía y condenado. No fue tan fácil al principio. A pesar de que la niña lo acusó sin ninguna duda, el Pincelitosiempre negó los hechos y su familia respaldó su coartada. Dijeron que había estado durmiendo en casa. Es una familia numerosa, conocida en el pueblo, y con muchos amigos, al contrario que la familia de Verónica. Mucha gente se puso del lado del Pincelito, sobre todo cuando un informe médico certificó que la niña no tenía roto el himen.

Por suerte para Verónica, el agresor había dejado restos de ADN, de semen, en su ropa y en su cuerpo. Ese ADN coincidía con el de Cosme, de forma que fue una prueba definitiva para condenarlo. La probabilidad de que hubiera sido otro hombre el agresor era de “ocho entre mil billones” según la sentencia.

Y ese albañil, casado y padre de familia, ingresó en la cárcel por violación. Entró en prisión preventiva en 1998 y tenía que cumplir nueve años de cárcel, además de  pagar a Verónica tres millones de pesetas, 18.000 euros. En la navidad de 2004, el Pincelito, que como la gran mayoría de los delincuentes sexuales tuvo un comportamiento modélico en la cárcel, logró su primer permiso de salida y estuvo en su casa, prácticamente sin salir.

El fiscal y el tribunal no consideraron necesaria una orden de alejamiento, pese a que víctima y agresor eran vecinos, ordenar el alejamiento del Pincelito de su víctima y su familia, algo que ahora se hace en casi todos estos casos. En realidad, quienes habían tenido que irse del barrio, al otro extremo del pueblo, fueron Verónica y su familia, porque familiares del agresor y muchos vecinos culparon a la chica y su familia.

Mientras tanto, Verónica y su madre siguieron viviendo un calvario. La cambiaron de colegio un par de veces, porque al que iba ella acudían nietos de El Pincelito y varios familiares, según denunciaron, las insultaban, las llamaban frescas, decían que solo buscaban sacar el dinero a la familia del albañil. Algunos, incluso, las amenazaron y les llegaron a decir que cuando el tipo saliera de prisión les cortaría el cuello. Hay una frase de un vecino, que recoge nuestra compañera Vanesa Lozano, una joven sucesera, en un reportaje y que resume el ambiente del pueblo: “si la hubieran violado de verdad, la niña no habría ido al colegio a los pocos días”.

Desde poco después de la violación de su hija, en octubre de 1998, la madre, Mari Carmen García, acude en busca de ayuda a la unidad de salud mental del hospital de Orihuela. La mujer se siente culpable de lo ocurrido a su hija, porque se repite todo el rato que fue ella la que le pidió a la cría que bajara a comprar una barra de pan, que si hubiera ido con ella nada habría pasado… Y la posición de algunos vecinos tampoco ayuda. Su hija es conocida en el pueblo como “la violá” y ella pasa a ser “la madre de la violá”.

Y así llegamos a junio de 2005, cuando este hombre, recuerden condenado a nueve años de prisión de los que ha cumplido algo menos de siete, logra otro permiso de la cárcel. Y vuelve a su pueblo y no se esconde.

El 13 de junio de 2005, según la sentencia, El Pincelito ve a Mari Carmen, la madre de su víctima, que está esperando el autobús en una parada junto a una gasolinera, en la avenida Juan Carlos I hacia las diez y media de la mañana. El hombre se le acerca por detrás, la saluda y le dice: “señora, buenos días, ¿qué tal está su hija?”. Mari Carmen, que no sabía que el violador de su hija tenía un permiso de la cárcel y mucho menos que estaba en el pueblo, le contestó: “maldito, maldito, tú”. Y el Pincelito se fue andando entonces hacia el bar Mary, donde entra a tomar algo.

Y esa madre sufre entonces, según ha dictaminado el tribunal que la juzgó, una “explosión mental” y va a la gasolinera que está junto a la parada del autobús donde ha ido a saludarla el violador de su hija.

Llama a su hija, histérica, y le pide que no salga de casa, que el violador ha vuelto al pueblo. Ya en la gasolinera, le pide a un empleado que le llene de combustible una botella de agua. El hombre dice que no tiene y Mari Carmen cruza hasta su casa, recoge una botella vacía de litro y medio y regresa. Le pide al empleado de la gasolinera que se la llene. La envuelve en un papel de periódico y entra en el bar Mary.

Allí está el violador de su hija, tomando algo con un vecino. El dueño del bar, Antonio Fernández, trata de frenar a la madre y le pregunta ¿A dónde vas? Ella contesta, “aparta Antonio, que no pasa nada, solo quiero hablar con él”. La mujer se abre camino hasta El Pincelito, que está acodado en la barra, y le da una palmada en el hombro, por detrás. “¿Te acuerdas de mí?”. El hombre contesta: “yo con usted no tengo nada que hablar”. Y la mujer destapa la botella y le rocía de la cabeza a los pies con la gasolina mientras le dice: “para que no me olvides”.

El Pincelito logra apartarla de un empujón y la botella se cae al suelo. Mari Carmen tira entonces una cerilla que llevaba en la mano y el hombre se quema vivo, de pies a cabeza, “como una antorcha”, dijo literalmente el tribunal. También sufre quemaduras el vecino que estaba con él. El dueño del bar y otro cliente les ayudan con el extintor mientras la madre de Verónica se va del local. La Guardia Civil la detiene horas después, vagando desorientada por el puerto de Alicante.

El vecino estuvo 231 días de baja y sufrió algunas cicatrices leves. Y Antonio Cosme, el Pincelito, tuvo quemaduras gravísimas y murió en el hospital de La Fe, en Valencia, el 23 de junio de aquel año, 2005. La mujer fue condenada por ese crimen.

Primero estuvo un año en prisión provisional, hasta junio de 2006, a la espera de ese juicio y luego fue condenada, en el año 2009, a ocho años y medio de cárcel por el asesinato de Cosme y un año más por las lesiones que produjo a Alfredo, el otro cliente del bar al que quemó. Se aplicó la eximente incompleta de trastorno mental transitorio. En el juicio declararon varios psiquiatras que la llevaban tratando desde el año 98, tras la violación de su hija, y certificaron su “explosión emocional” al encontrarse de pronto con el agresor en libertad y que se dirigía a ella.

Mari Carmen siguió en libertad a la espera de que el Tribunal Supremo y luego el Gobierno, al que pidió el indulto, resolvieran el caso. Su condena fue rebajada a cinco años y medio de prisión por entender que la violación de su hija perjudicó su estado mental (la mujer intentó suicidarse dos veces antes de atacar a Antonio Cosme). Hizo vida normal, más allá de continuar con su tratamiento psiquiátrico, y no tuvo ningún problema con la justicia hasta mayo de este año, cuando tuvo que entrar en la prisión de Villena, en la provincia de Alicante.

Esta mujer debe cumplir cinco años y medio de prisión, ya había cumplido uno; le quedan cuatro años y medio en la cárcel. El Gobierno ha rechazado el indulto, a pesar de que lo han pedido, además de la familia, 5.000 ciudadanos y hasta 26 instituciones, incluida la Diputación de Alicante, del PP. Lo que se pedía era que se rebajara su condena a la mitad, es decir dejarla en dos años y medio, con lo que no habría tenido que entrar en prisión.

Esta madre cometió un hecho irreparable, un asesinato. Pero van a ver que la justicia en este caso tiene, por lo menos, lagunas. A ella sí le imponen una orden de alejamiento hacia la viuda del violador de su hija

Durante doce años no podrá acercarse a Josefa ni a los cuatro hijos del Pincelito. Una medida lógica seguramente, pero que no se aplicó al violador en su día. Y Mari Carmen también fue condenada a pagar una indemnización por el crimen. Tiene que darle 80.000 euros a la viuda y 15.000 más a cada uno de los hijos de Cosme a los que dejó sin padre. En total, 140.000 euros.

Como Mari Carmen está en prisión, es ama de casa y no tiene ingresos, esa indemnización a la familia Cosme ha empezado a pagarla Verónica, la mujer, aquella niña que fue violada por el padre de familia.

Paga la víctima de la violación por el crimen de su madre a la familia del violador. Verónica es la única de sus cuatro hermanos que tiene un trabajo estable. Gana unos 900 euros al mes en una confitería y de ahí saca unos 50 euros mensuales más o menos, para entregárselos a la familia de El Pincelito.

Quizás un consuelo para esta chica es que esta familia, la de Cosme, fue la que la indemnizó a ella hace años por la violación que sufrió.Pero no del todo. Cosme tenía que pagar 18.000 euros por haber violado a Verónica cuando tenía 13 años. Pagaron, él y su familia, solo 6.000 euros. Del resto, nunca más se supo. O sí. En el año 2010, el juzgado de lo penal número tres de Orihuela condenó a la viuda del Pincelito, su hija Josefa y su yerno a ocho meses de cárcel a cada uno por un delito de alzamiento de bienes que cometieron para no pagar la multa a Verónica y su familia.

Cuando Antonio Cosme entró en prisión, tenía que pagar los tres millones de pesetas de multa a su víctima. Pagó un millón y su casa, en la calle de la Vereda, corría peligro. Dio un poder a su esposa para que la vendiera y así no tener nada a su nombre con que pagar a Verónica y su familia. La mujer así o hizo y vendió la casa en el año 2000 a su hija Josefa y su marido. Fue un montaje burdo, porque siguió viviendo allí mismo, pero les sirvió para conservar la casa y no pagar más dinero a Verónica y su madre. Hasta hoy.

La familia del violador no paga la multa y la hija de la madre que lo mató tiene que pagar. No sé si podemos sacar algo bueno de esta historia. Quizá lo mejor de esto sea que Verónica y Mari Carmen, madre e hija, se han querido y apoyado todos estos años. Nos cuentan que la hija va a ver a su madre a prisión y la anima. Que la mujer hace allí un curso de estética y se distrae haciendo punto de cruz, dicen que es muy buena costurera. Tiene hijos y nietos fuera que la esperan y por ellos debe aguantar, es joven, tiene 62 años y pronto conseguirá permisos de salida y quien sabe si un indulto parcial.

Pero también hay que insistir, y en Territorio Negro no hacemos editoriales, en que el ojo por ojo nos deja a todos ciegos, como dice el refrán. Alguien de la familia Cosme podría querer matar ahora a Verónica o su madre, y la sangre seguiría corriendo. Un chaval asturiano, que mató al violador y asesino de su hermana en Pravia cuando salió de prisión nos escribió una carta donde nos decía que se arrepentía, que la venganza no había merecido la pena y que seguía soñando con su hermana violada.