TERRITORIO NEGRO

Territorio Negro: El jubilado bailarín y las cuidadoras asesinas

Viajamos a Galicia, junto a la ría de Pontevedra. Secundino Prego Amil, un anciano de 84 años con muchas ganas de vivir, fue asesinado allí, a la puerta de su casa de Chancelas, el pasado 2 de febrero. La noche de ese domingo, las dos mujeres que lo cuidaban denunciaron que varios encapuchados entraron en la casa y le dieron una tremenda paliza al anciano. Pero la verdad era otra, muy distinta.

ondacero.es

Madrid | 31.03.2014 18:04

Nos situamos en esa casa con vistas a la ría de Pontevedra, la casa de Secundino Prego, en Chancelas, un pueblecito de Poio. Desde allí, alguien llama al 112 la noche el 2 de febrero. Ellas son las dos mujeres que cuidan a este jubilado, viudo y que vive solo.

Albertina Táboas, de 53 años, y Rocío Gondar, de 21, llaman al teléfono 112 y denuncian que en la casa han entrado unos encapuchados. Dicen que ellas se han escondido en una habitación y que han oído como golpean al anciano, a Secundino.

Cuando llegan a la casa, los agentes de la Guardia Civil se encuentran en la puerta, junto al garaje, el cadáver de Secundino, al que han matado a golpes en la cabeza. Las dos cuidadoras están sanas y salvas, aunque se muestran destrozadas por lo ocurrido al anciano, y aseguran que vieron a los agresores marcharse en un coche blanco.Ésta es la primera pista en la investigación de la Guardia Civil.

Sí. Además, los agentes de la Comandancia de Pontevedra ya conocían a Secundino Prego. Meses antes, en noviembre del pasado año, dos hombres y una mujer habían entrado en su casa y le habían golpeado con una silla en la cabeza para robarle. Los agentes comprobaron dónde estaban esos tres agresores en esa noche de febrero, y vieron que uno de ellos había salido en libertad bajo fianza días antes, pero tenía coartada. Los otros dos, también, así que esos ladrones quedaron descartados en la investigación.

Tuvo mala suerte, porque que te atraquen dos veces en tu casa, en solo tres meses, y las dos con tanta violencia. Secundino sí tuvo mala suerte, sobre todo hace algo más de dos años, cuando un conductor atropelló y mató a su esposa casi a la puerta de su casa. El hombre se quedó viudo y ganaba algunas perrillas repartiendo lotería en moto por la zona norte de la ría de Pontevedra: Combarro, Sanxenxo, Poio… Y también iba, no faltaba un domingo en los últimos años, a la discoteca La Luna, la más famosa de la comarca y donde iba a bailar, como él decía, por recomendación médica.

A pesar de sus 84 años, Secundino no faltaba a su cita con el baile, por ejemplo de la Orquesta Ciclón, y con las chavalas, aunque le trajeron algunos problemas. Cuando estaba de fiesta le gustaba sacar a bailar a las rapazas, como él decía, y les aseguraba que tenía dinero y que haría testamento a favor de la “rapaza” que lo cuidara, a la que dejaría sus ahorros y su casa de tres plantas, con huerto y garaje. Así fue como conoció a la joven de 24 años, y a sus dos compinches, que en noviembre lo atacaron y le robaron su cartilla de ahorros.

Y sí, el domingo 2 de febrero, Secundino también fue a bailar al club La Luna, donde le conocían como El Abuelo. Las cámaras de seguridad muestran como sale de allí a las diez menos doce minutos de la noche, con normalidad. El local estaba a unos 12 kilómetros de su casa y fue un vecino, Francisco Lobejeira, el que lo llevó en su coche y que también fue investigado por la Guardia Civil. El hombre era totalmente inocente.

Bien, llega el día del velatorio y el entierro de Secundino. Y como hemos explicado muchas veces, la Guardia Civil vigila esas ceremonias, y no por motivos humanitarios. Muchos asesinos se delatan en los entierros (o porque no van, o porque sobreactúan, o porque se les calienta la boca, digamos). En este caso, los dos hijos de Secundino estuvieron allí (el tercero ya falleció) y les sorprendió la actitud de una de las cuidadoras de su padre, Albertina, la mayor, que ya en el velatorio se presentó asegurando a todo el mundo que era ella la mujer que lo había cuidado y que la casa del muerto era para ella, además de todos sus ahorros, porque el anciano había hecho unos días antes, testamento a su favor. La otra cuidadora, la más joven, Rocío, no apareció siquiera.

Y era verdad, pero no era la primera vez. Secundino era un pícaro y ya lo había hecho con otra mujer que le había cuidado una temporada. Así lo explicó uno de sus hermanos. Y así consta en la investigación del caso: el 24 de mayo de 2010, el anciano hizo testamento a favor de la mujer que entonces lo cuidaba. Y en agosto de ese año, y sin decirle nada a su cuidadora, fue en secreto al notario y volvió a cambiar el testamento a favor de sus hijos y nietos.

 

Pero lo cierto es que en este caso sí hizo testamento a favor de Albertina, y estaba en vigor. Secundino no tuvo tiempo para echarse atrás esta vez. Los agentes de la Guardia Civil de Pontevedra comprobaron que el 28 de enero había ido a un notario para hacer testamento y había dejado gran parte de su fortuna a Albertina, su cuidadora. Y cinco días después de ese testamento, el hombre fue asesinado en la puerta de su casa.

La familia, claro, sospechó  de Albertina, su cuidadora, la misma que denunció ese misterioso robo. ¿Y la Guardia Civil, también? ¿Cómo conoció el jubilado a Albertina? ¿También en esa discoteca La Luna, donde debe haber un ambiente tremendo?

Nos faltan unos añitos para poder ir, pero sí, todos dicen que hay mucho ambiente allí. Y no, a Albertina no la conoció bailando. En 2010, Secundino tuvo un accidente con su moto, con la que repartía lotería por la comarca, y acabó ingresado en el Sanatorio Domínguez. Allí se encontró con Albertina, que estaba enferma de esclerosis.

Esta mujer había llevado un bar en el club de jubilados de Vilalonga, en Sanxenxo, y tenía cierta experiencia en el trato con ancianos que estuvieran más o menos solos. Todo indica que Secundino le hizo la oferta clásica de “me cuidas y te dejo el testamento” y la mujer aceptó. Pero, después del robo de noviembre, el hermano de Secundino lo instaló en su casa. El hombre, que era muy independiente, volvió a su casa en diciembre. Y allí se fue también, con él, Albertina, hasta el día del crimen.

Pero había dos cuidadoras con Secundino cuando lo mataron. La otra, Rocío ¿de dónde salió, cómo llegó hasta esa casa?

Rocío había tenido una vida difícil, problemas familiares, y había emigrado a República Dominicana, donde había conocido a un mulato del que se enamoró. Trabajó allí como masajista en varios spas, como el Glu Glu Spa Salón de Playa Bávaro. En noviembre, regresó un tiempo a Galicia, y una amiga común con Albertina le sugirió que podía ganarse un dinero limpiando en la casa del anciano Secundino. Rocío es muy atractiva, tiene ojos claros, y no dejaría indiferente a Secundino, que la aceptó de buen grado, apenas una semana antes de que lo mataran.

Y la Guardia Civil investigó también a Rocío, que recuerden, también estaba en casa del anciano cuando llamaron para decir que habían entrado a robar y le habían matado. ¿El robo fue un invento o tenían cómplices?

El robo fue un invento. De hecho, cometen una torpeza. Tienen que inventar algo que se hubieran llevado los ladrones y deciden decir a la Guardia Civil que se fueron con la termomix. Pero los agentes registran la casa, el garaje… todo, y encuentran allí ocultos en una planta que ya no se usaba, solo como trastero, un montón de ropa, y debajo de ella, en la leñera, la famosa termomix y una olla manchada de sangre, el arma o una de las armas del crimen.

Secundino tuvo una muerte horrible. Ya hemos dicho aquí que no es fácil matar a una persona, mucho menos a golpes. Luego entraremos en detalles, porque la más joven, Rocío, confesó el crimen a la Guardia Civil, aunque ahora, desde la cárcel, se ha retractado. Albertina, por su parte, insiste en la teoría del robo.

Decís que la cuidadora más joven confesó el crimen a la Guardia Civil. ¿Cómo lo lograron? ¿Y por qué lo hizo ella, le iba a dar Albertina la mitad de la herencia del jubilado al que cuidaban?

La Guardia Civil siguió los pasos de las dos sospechosas el día del crimen y los días posteriores. Comprobaron que Albertina había estado en misa con su amante, Belarmino, otro personaje, que vivía los fines de semana con su mujer en Pontevedra, a la que cada lunes le decía que salía con el camión para irse a dormir con Albertina, pero eso son otros territorios, berlanguianos o del gran Rafael Azcona quizá.

En cuanto a Rocío, más joven, siguieron su cuenta de Facebook. Comprobaron que no era muy espabilada y que podía ser la parte débil de la pareja. Vieron que el día del asesinato de Secundino había colgado una foto con su madre, agradeciéndole lo que había hecho por ella, y que los días siguientes había colgado algunos enlaces con el temporal que esos días azotaba Galicia, chascarrillos como “dime de qué signo del zodiaco eres y te diré como follas”, o que tragar determinado fluido dos veces por semana reduce el riesgo de cáncer en las mujeres… Pero también un link a una noticia del diario de Pontevedra donde se decía: “Buscan a los autores de la muerte de un octogenario”.

Y se centran en esta mujer con menos luces para tratar, como decís vosotros, de que se derrotara, de que confesara. Y funcionó. Los agentes tuvieron que pisar el acelerador, porque la joven anunció, también en facebook, que se iba, de nuevo, a República Dominicana, a reencontrarse con su novio. El 7 de febrero, anunció a su novio que le quedaban cinco días (el asunto del líquido que reduce el cáncer se lo mandó a él). Dos días después, el 9 de febrero, la joven escribe que la suerte llegará muy pronto, y cuelga una foto de un fajo de billetes de cincuenta y veinte euros. Y el día diez, Rocío escribe su despedida: “es mi último día en Galicia. A mi gente dominicana, ya voy pa yá”. La Guardia Civil comprueba que es cierto, que tiene billete de ida y decide detenerla.

Y su táctica funciona, porque Rocío confiesa el asesinato del jubilado. Y con todo detalle. Además, con la credibilidad que le da decir que fue ella quien lo mató, eso sí siguiendo instrucciones de Albertina. Vamos a leer un resumen de la confesión de esta joven gallega: “Albertina y yo nos habíamos puesto el pijama cuando llegó Secundino, pasadas las diez. Le dimos leche con un bizcocho en la cocina y le propusimos salir a tomar chocolate al bar El Ancla. El contestó, si la rapaza quiere tomar algo, pues vamos”.

Antes de salir, la joven asegura que Albertina, la cuidadora más veterana, le dijo que cogiera una sartén o una olla de la cocina, que se pusiera unos guantes y que la tapara. Así lo hizo Rocío, que la metió debajo de un fulard blanco y negro. El anciano salía de casa tranquilo y confiado con sus dos cuidadoras, Albertina hacía gestos a Rocío para que le diera en la cabeza con la olla, lo que hizo a la altura del garaje. El hombre cayó al suelo de rodillas, gritando y protegiéndose.

Qué horror, porque según la confesión de esta cuidadora, esta asesina, le golpeó también con el propio bastón del anciano, con una piedra. Secundino seguía vivo y se daba cuenta de lo ocurrido. Le dieron fuerte, porque rompieron el mango de la olla y hasta su bastón. Rocío contó que Albertina, que ya hemos dicho que tiene esclerosis, hasta le golpeaba con su muleta para ver si el hombre seguía vivo. Al final, le metieron papel en la boca y le estrangularon con su corbata, la que usaba para ir muy pinturero a bailar a La Luna. Luego, llamaron a Emergencias y se inventaron la historia del robo. La autopsia ha avalado toda esta confesión de Rocío, el hombre recibió decenas de golpes pero dados por una persona sin demasiada fuerza.

Albertina no quiso esperar a cobrar el testamento, y Rocío aceptó participar en el asesinato. Albertina no ha hablado, pero Rocío asegura que le tenía miedo a ella y que aceptó participar a cambio de algo de marihuana y 5.000 euros. La Guardia Civil tiene el testimonio de otra mujer a la que Albertina le ofreció lo mismo, pero lo rechazó, no acabó de creer que la cosa iba en serio. En realidad, no era una oferta muy generosa, porque solo en la cuenta corriente de Secundino había 53.000 euros que heredaría su cuidadora. Además de lo que se sacara con la casa del anciano. Ahora después de ser encarcelada, Albertina se ha enterado de que Secundino no se fiaba del todo de ella. Una finca se la había dejado a su nieto, y la parte legítima de la herencia, la mitad de todo, a sus hijos.

Al final el hombre se curaba en salud. Y en la República Dominicana habrá quedado ese mulato, el novio de la asesina española, esperando. En efecto. Jarlin Taveraz, se llama el muchacho, colgó a mediados de este mes en redes sociales una carta de amor a la ya entonces encarcelada Rocío Gondar. Cree en su inocencia y le escribe: “tu sonrisa cautivó mi corazón y me alegras el alma cada vez que la veo”… Y termina “sé que con un dedo no se tapa el sol y el corazón no se fía solo con palabras. Cómo decir que no al quererte”. Casi una copla trágica, o un bolero, o un tango.