TERRITORIO NEGRO

Territorio Negro: La detención del terrorista Josu Ternera

La semana pasada, la Policía francesa y la Guardia Civil detenían en los Alpes galos a José Antonio Urruticoechea, Josu Ternera, el último gran jefe de ETA que se encontraba huido. Su captura, pendiente desde hace diecisiete años, tiene una enorme carga simbólica, más allá de los cuatro procedimientos que tiene abiertos en la Audiencia Nacional. Ternera fue responsable de la banda terrorista en los años de plomo, los años en los que ETA quiso doblar el pulso al Gobierno español, poniendo muchos muertos en la mesa de negociación. De ese Ternera, del Ternera terrorista, es de quien hablaremos en Territorio Negro.

Luis Rendueles | Manu Marlasca

Madrid | (Publicado 21.05.2019 17:17 )

Empecemos por contar los detalles de esa detención, que se producía a primeras horas de la mañana del pasado jueves. ¿Cómo hizo la Guardia Civil para llegar hasta ese paraje de los Alpes donde se refugiaba el etarra, bajo la identidad de un escritor venezolano?

Ha sido un camino muy largo y complejo para los agentes del Servicio de Información de la Guardia Civil. Ternera nunca fue olvidado por ellos, tenían una cuenta muy importante con él y la querían saldar a toda costa: Josu Ternera se convirtió en un fugitivo en 2002, cuando desde la Audiencia Nacional se activó la investigación por el atentado de la casa cuartel de Zaragoza, en diciembre de 1987, en el que murieron once personas, seis de ellas menores. Aunque la bomba que provocó la masacre no la activó él, la investigación demostraba que él planificó y ordenó ese atentado, que es, junto al de la casa cuartel de Vic, en el que más familiares de guardias civiles han muerto. Estos días, varios mandos nos contaban que, por muchos años que pasasen, ellos no se iban a olvidar de Josu Ternera, lo que no imaginaban es que fuese el propio jefe etarra quien se iba a poner a tiro.

La vanidad, ese defecto que muchos asesinos comparten, le jugó una mala pasada. Josu Ternera fue, en los últimos años de actividad de la banda terrorista, alguien sin peso en ETA, poco más que un nombre legendario. Cuando la banda estaba ya agonizando, derrotada por la Policía y la Guardia Civil, Ternera trató de negociar una dulce derrota, pero los duros le desplazaron: Thierry y Txeroki, contrarios a cualquier concesión, tomaron el control y apartaron a Ternera. Luego llegó la ruptura de la tregua con el atentado de la T-4, las sucesivas capturas de jefes etarras y el cese de la violencia, en 2011. Pero, llegado el final, el jefe etarra quiso retomar su papel protagonista, quiso poner voz al último comunicado de ETA, el que se difundió hace un año, el 3 de mayo de 2018.

Esa es la voz de Josu Ternera, leyendo el comunicado en el que ETA anunciaba su adiós definitivo. ¿Por qué fue importante este comunicado en su captura, un año después?

Josu Ternera leyó ese comunicado, del que solo se difundió el audio, sin que se viese su imagen. Soledad Iparaguirre, alias Amboto, otra dirigente histórica, fue la encargada de leerlo en euskera. Tras la difusión de ese comunicado, la Guardia Civil abrió una operación que llamó Infancia Robada –en honor a los niños asesinados por ETA y a los que dejó huérfanos– y que tenía como objetivo capturar a Ternera, que sospechaban que estaba en suelo francés. La lectura de la carta de ETA vino precedida de muchos contactos y movimientos en torno al jefe etarra. Alguna de esas personas de confianza de Ternera estaba bajo el radar del Centro Nacional de Inteligencia, que nunca dejó de vigilar al entorno del etarra, y de la Guardia Civil. Después de una larga investigación, la Guardia Civil pudo ubicar a Josu Ternera en los Alpes franceses, muy cerca de las fronteras de Suiza e Italia, un lugar en el que él se sentía seguro, pensando que, si la cosa se ponía fea, podía cruzar a otro país y blindarse.

Allí, en una cabaña al pie del Mont Blanc, vivía el etarra, casi como un ermitaño, haciéndose pasar por un escritor venezolano. No deja de tener gracia, porque el régimen chavista protege y oculta a unos veinte etarras que aún continúan como fugitivos, y Josu Ternera se instaló en los Alpes bajo la identidad de Bruno Martí, un escritor venezolano que, decía, se había instalado en Francia huyendo de los excesos del régimen de Chávez y Maduro. Ternera vivía como un fugitivo. Escondido en esa cabaña de latón y madera que hemos visto en televisión, siempre pagando en metálico –por eso llevaba 4.000 euros cuando le detuvieron–, y en todos sus desplazamientos portando a la espalda una mochila en la que llevaba un kit de supervivencia, lo básico para subsistir si no podía regresar a su refugio, ante la sospecha de que la Policía estuviese cerca de él.

Así, con esa mochila a la espalda, fue detenido el pasado jueves, en un aparcamiento de Sallanches, cuando se dirigía a un hospital.

Las vigilancias en torno a Ternera –la Guardia Civil logró intervenir su teléfono una semana antes de su detención, según contó Mayka Navarro en La Vanguardia– y también en torno a sus contactos revelaron que ese día, el pasado jueves, el etarra tenía una cita médica. Desde las cuatro de la mañana, agentes del Servicio de Información de la Guardia Civil y de la Inteligencia francesa se apostaron en el hospital, hasta que, a las siete, vieron llegar a dos hombres, uno de ellos que recordaba vagamente al Ternera de 2013, la fecha en la que fue fotografiado por última vez. Cuando le preguntaron si era Urruticoechea, Josu Ternera lo reconoció y se echó las manos a la espalda para que le esposaran. Era la tercera intentona de detenerle en los últimos años: en 2015, la Policía creyó haber dado con él en dos ocasiones, pero solo encontró a su pareja y a dos de sus hijos.

A Josu Ternera, le esperan, de momento, unos cuantos años de cárcel en Francia, país en el que se contemplan las condenas en rebeldía. La justicia francesa le impuso en junio de 2017, estando fugado, una pena de ocho años de prisión por su pertenencia al aparato político de ETA entre 2011 y 2013, un periodo que incluye la etapa en la que permaneció en Noruega antes de ser expulsado junto con los otros dirigentes de la banda, David Pla e Iratxe Sorzabal. A esos ocho años de condena en rebeldía que tiene pendiente en Francia se deben sumar los cinco que en 2010 le impuso el Tribunal Correccional de París y que incluía el destierro definitivo de Francia. La sentencia imponía además a cuatro años a su hijo Egoitz Urrutikoetxea Laskibar, por considerarlo también culpable del delito de asociación de malhechores con fines terroristas por pertenecer a ETA. Josu Ternera tiene diez días para conformarse con esa pena o recurrirla, lo que podría implicar la repetición de esos juicios, en cualquier caso, le espera una buena temporada entre rejas en París, donde ya está.

Eso, en Francia. Pero en España, Ternera tiene varias causas pendientes, la primera de ellas, esa que evocaba la Guardia Civil en el nombre de la operación –Infancia Robada–, el atentado de la casa cuartel de Zaragoza.

Ocurrió el 11 de diciembre de 1987. Henri Parot, su hermano Jean, Jacques Esnal y Frederic Haramboure formaban el comando Argala de ETA, el arma secreta de Francisco Múgica Garmendia, Pakito, el responsable de la banda en ese momento. Parot dirigía una célula itinerante, que solo recibía instrucciones de la cúpula etarra, en ese instante formada por Pakito, José María Arregui, Fiti, y Josu Ternera. El resto de los componentes de la banda desconocían incluso su existencia. Fue Pakito quien entregó a Parot el Renault 18 cargado con 250 kilos de amonal que poco después de las seis de la mañana estalló frente a la casa cuartel, donde vivían guardias civiles y sus familias.

Y aquella bomba mató a once personas, más de la mitad de ellas menores de edad. Seis vidas, de entre tres y 17 años, se truncaron ese día. También murieron tres guardias civiles y las mujeres de dos de ellos. Era la primera vez que ETA golpeaba con esa crueldad a las familias de los agentes. Y ahí nació ese repugnante mantra repetido aún hace poco por Arnaldo Otegi que sostiene que la Guardia Civil utilizaba a sus familias como escudos humanos. Por este atentado fueron condenados sus autores materiales, pero en investigaciones posteriores, se demostró que Josu Ternera fue el jefe etarra que ordenó el atentado.

¿Cómo fue posible implicarle tantos años después en la matanza de Zaragoza?

En junio de 2001, el Servicio de Información de la Guardia Civil entregó en la Audiencia Nacional un informe de 200 páginas titulado “Implicación de José Antonio Urruticoechea Bengoechea en la acción terrorista contra la casa cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza”. Ese informe fue el documento en el que se basó la Fiscalía para solicitar al Tribunal Supremo el procesamiento de Ternera y en él se recogían declaraciones de etarras como Juan Manuel Soares Gamboa, Juan José Rego Vidal y Elena Beloki, ex pareja de Ternera. Todos apuntaban al jefe etarra como el inductor del atentado.

Y por ello, en el año 2002, la Justicia le buscaba, para que diese explicaciones.

En ese año, Josu Ternera era diputado del Parlamento Vasco. Había sido elegido en 1998 en las listas de una de las marcas de Herri Batasuna, Euskal Herritarrok, así que fue citado por el Tribunal Supremo para declarar. Ternera, que en ese momento formaba parte de la comisión de derechos humanos del parlamento vasco, decidió poner tierra de por medio y regresar a la clandestinidad.

Pero esa no es la única causa que la justicia española tiene abierta contra él.

Josu Ternera también está procesado por crímenes de lesa humanidad junto a otros tres ex líderes de ETA por todos los asesinatos cometidos desde 2004, fecha en la que ese delito entró en nuestro Código Penal. La jueza Carmen Lamela emitió auto de apertura de juicio oral para Mikel Karrera Sarobe, Ata, Aitzol Iriondo Yarza, Gurbitz, y Garikoitz Aspiazu, Txeroki, si bien no pudo hacerlo para Ternera, que ya era un fugitivo. La causa recoge siete atentados mortales cometidos por ETA desde 2004 y les imputa un total de 25 delitos de asesinato terrorista como los que acabaron con la vida de los ciudadanos ecuatorianos Carlos Alonso Palate y Diego Armando Estacio en la T-4 de Barajas en diciembre 2006; el exconcejal socialista Isaías Carrasco en Mondrágón (Guipuzcoa) en marzo de 2008; el guardia civil Juan Manuel Piñuel en Legutiano (Álava) en mayo de ese año; y el brigada Luis Conde en Santoña (Cantabria) en septiembre.

También atribuye a la cúpula de la banda los atentados que acabaron con la vida del empresario Ignacio Uría en Azpeitia (Guipúzcoa) en diciembre de 2008; el policía nacional Eduardo Puelles en Arrigorriaga (Vizcaya) en junio de 2009; y los guardias civiles Carlos Sáenz de Tejada y Diego Salvá en Calviá (Baleares) en julio de 2009.

Son los últimos atentados de ETA, los últimos muertos de la banda. Pero hay más procedimientos contra Josu Ternera…

El aún entonces juez Baltasar Garzón le procesó en 2008 junto a otras 42 personas por la causa conocida como la de las 'herriko tabernas', el mayor golpe a la estructura de financiación de la banda terrorista. Ternera fue excluido del auto de apertura de juicio oral, pues ya entonces se había fugado, de modo que todavía no ha sido juzgado por su participación en aquel entramado que acabó sentando en el banquillo a 36 personas en 2013. En total, 20 dirigentes de la ya entonces ilegalizada Batasuna fueron condenados por un delito de integración o colaboración con organización terrorista.

Y la última causa abierta contra Ternera data de 1980, aunque su implicación en esa acción no llegó hasta 25 años después.

Se trata del asesinato del directivo de Michelin Luis María Hergueta, encargado de negociar el convenio colectivo con los trabajadores de la fábrica. El 25 de junio de 1980, fue asesinado en Vitoria de dos disparos en la cabeza. Dos trabajadores de la fábrica, que fueron condenados por colaboración con ETA, reconocieron a Ternera como el terrorista con el que se reunieron en dos ocasiones antes del atentado y al que entregaron fotografías de la víctima del atentado. En el año 2005, el juez Santiago Pedraz acordó el procesamiento de Josu Ternera por este crimen. El magistrado le imputó un delito consumado de asesinato terrorista, como mínimo en calidad de cooperador necesario o cómplice. Pedraz acordó su ingreso en prisión y emitió una orden de detención y entrega contra el jefe etarra.

Hablamos de un atentado ocurrido hace casi cuarenta años, cuando Josu Ternera ya estaba completamente integrado en ETA.

En 1980, llevaba ya más de una década en la banda. Ingresó en 1968, cuando él tenía 18 años, y coincidiendo con la fecha del primer asesinato de ETA, el del guardia civil Pardines. Algunas investigaciones le apuntan como uno de los autores del robo del explosivo con el que ETA hizo volar por los aires al almirante Luis Carrero Blanco en 1973. Tras la escisión de ETA entre la rama militar y la política-militar, Ternera optó por integrarse en la militar y allí creció rápido. Integrado en el aparato internacional, pasó por campamentos de entrenamientos argelinos y trenzó alianzas con otros grupos terroristas, como el IRA irlandés. La detención, en 1984, de Eugenio Etxebeste, Antxon, le elevó a la dirección del aparato internacional y financiero de ETA.

Esos son los años más duros de ETA, los años de plomo, en los que se cometieron atentados terribles.

En 1984, 33 muertos; en 1985, 37; en 1986, 45; en 1987, 53… Ese último año, 1987, es el que eleva a Josu Ternera a lo más alto de la dirección de ETA, tras la muerte en Argelia de Domingo Iturbe, Txomin. En 1989, cuando ETA seguía empeñada en doblar el pulso al gobierno español a base de matanzas, la Policía francesa detuvo a Josu Ternera y a su esposa de entonces, Elena Beloki. Ternera fue condenado en 1990 a diez años de prisión por asociación de malhechores, uso de documentación falsa y tenencia ilícita de armas. Pasó seis años en prisiones francesas y en 1996 fue entregado a España. Aquí cumplió dos años más y quedó en libertad, convirtiéndose poco después en diputado del parlamento vasco, como hemos contado.

En 2004, cuando ya estaba fugado, Josu Ternera y Mikel Antza se reunieron en Perpignan con el representante del gobierno catalán, Carod-Rovira. De aquella reunión salió la vergonzante tregua de ETA que se circunscribía a Cataluña, a cambio de una declaración de apoyo a la autodeterminación de los pueblos de España. Al año siguiente, en 2005, llegaron los contactos de Ternera con Jesús Eguiguren en Suiza y en Noruega, que duraron hasta 2006. A la última, que tuvo lugar en Oslo entre el 11 y el 15 de diciembre de 2006, ya no acudió Josu Ternera. En su lugar fue Igor Suberbiola, un hombre de la máxima confianza de Thierry, el jefe etarra que representaba el ala más dura e intransigente de la banda. El 30 de diciembre, ETA rompió la tregua con el atentado de la T4.