TERRITORIO NEGRO

Territorio Negro: Las agresiones de la Manada

Están acusados de agresión sexual continuada a una joven de 18 años una noche de Sanfermín. Se llaman a sí mismos La Manada y piden para ellos entre 22 y 25 años de cárcel por lo que hicieron dentro de un portal de Pamplona. Ellos defienden su inocencia y aseguran que sí hubo sexo, sexo entre ellos cinco y una chica de 18 años, pero que fue sexo consentido y libre. Eso sí, admiten que luego le robaron el teléfono móvil y las tarjetas de memoria. Esta semana, en el territorio negro, reconstruimos lo que se sabe de La Manada, de su agresión de aquella noche y de otra que protagonizaron a otra mujer joven en la provincia de Córdoba casi cien días antes. Las dos, al menos en parte, grabadas en vídeo por ellos mismos.

ondacero.es

Madrid |

Vamos a situarnos en aquella noche de Sanfermines de 2016. El 7 de julio, poco antes de las tres de la madrugada. En un banco se sienta, mitad alegre, mitad desorientada, una chica madrileña de 18 años.

La chica había llegado a Pamplona esa misma tarde, hacia las seis y media. Viajó en coche desde Madrid con su mejor amigo. Es una chica de buena familia, de clase media alta. Había terminado el primer curso de carrera, de una carrera dura, de ciencias, y se fue a disfrutar de una noche en Sanfermín. Ella contaría luego que estuvieron bebiendo, que acudieron a un concierto al aire libre, que se encontraron con conocidos de la universidad y que su amigo se fue a dormir al coche hacia la una de la mañana. Ella decidió quedarse hasta el final del concierto, que acabó hacia las dos y media. Luego, sus compañeros se perdieron y ella se sentó en un banco de la plaza del Castillo.

Y en ese banco está también sentado un joven sevillano. Y muy cerca están cuatro amigos suyos que también están bebiendo y disfrutando de los Sanfermines

Se apellida Prenda y le llaman Karman. No tiene oficio conocido y, como otros dos de sus compañeros de cuadrilla, es seguidor de los Biris, un grupo ultra del Sevilla Fútbol Club. Prenda le pregunta a la chica qué hace ahí sola. Hablan y muy pronto llegan sus cuatro amigos: son un ni-ni con antecedentes por algún robo y una pelea llamado Ángel Boza, un peluquero llamado Jesús Escudero, un guardia civil llamado Antonio Guerrero y un militar de la Unidad de Emergencias llamado Alfonso Cabezuelo. Dos de ellos son bastante atractivos y todos parecen simpáticos. La chica se queda un rato bailando y hablando con ellos, pero muy pronto decide irse a dormir.

Ella dice que se va a dormir, que ha venido con un amigo a Pamplona y que tiene el coche aparcado en otra zona de la ciudad. Ellos se ofrecen a acompañarla.

Y aquí empiezan los matices y las versiones en esta terrible historia. La joven dice que va caminando con uno de ellos. Detrás, dice, van tres más. En realidad eran cuatro hombres y, sí, las cámaras de seguridad muestran que eso ocurrió así. Los hombres de La Manada sostienen ahora (se negaron a declarar cuando fueron detenidos y durante meses) que la acompañaron y que ella más o menos tonteó o se fue besando con uno de ellos. Las grabaciones de las cámaras de seguridad sí muestran que ella va con uno de los chicos en paralelo, caminando juntos. Los otros les siguen detrás.

Lo cierto es que van caminando unos 350 metros. Y los hombres, solo tres hombres, entran en un hotel y piden una habitación. Ella está fuera con el otro componente de La Manada

No había habitaciones y el grupo sigue su camino. Siguen bebiendo y llevan vasos de plástico. La víctima de la agresión de La Manada contó a la policía que algunas cosas empezaron entonces a molestarla, que algunos empezaron a agarrarla por los hombros, a tratar de abrazarla. Entonces ellos le dicen que se van a sentar a descansar. Uno de los hombres, el apellidado Prenda, ve a una mujer entrar en un portal, el número cinco de la calle Paulino Caballero, y aprovecha para colarse antes de que la puerta se cierre.

Es un edificio de cinco pisos y ático. Tiene puertas de aluminio y cristal, dos ascensores y una escalera. La chica, la víctima, dice que la obligan a entrar allí y subir unos peldaños

Tras esos cinco peldaños, la escalera sigue subiendo por la derecha hacia los pisos. Por la izquierda hay tres peldaños más que llevan a un rellano, donde hay una puerta azul que pone agua y un cuarto de electricidad. Es una ratonera sin salida de unos cuatro metros y medio de largo por casi dos metros de ancho. Allí va a ocurrir todo. La chica dice que la metieron allí a la fuerza, que la rodearon, la tiraron al suelo, le sueltan el sujetador y le abren los botones del pantalón. Ella asegura que empezó a gritar, pero que le taparon la boca y que le dijeron que no gritara. De hecho, en un vídeo grabado allí en el teléfono móvil de uno de ellos, se oye a un hombre ordenar: “no chilleh, no chilleh”.

Porque los hombres de La Manada afirman que todo fue libre y consentido. Dicen que unos vídeos que grabaron con el teléfono móvil de uno de ellos, por cierto el guardia civil, demuestran que es así. La pregunta es: qué se ve en esos vídeos

Primero hay que decir que las agresiones dentro de ese portal duraron 19 minutos. El primer tipo de La Manada sale de allí a las 3.27; luego le siguen los otros. La chica sale dos minutos después, sola. Y que solo hay grabaciones de 96 segundos en total. No sabemos, solo lo saben quienes estaban allí dentro, lo que ocurrió los 17 minutos y medio restantes. Así que hay mucho más que los vídeos.

En cuanto a los vídeos, hemos visto los fotogramas que están en el sumario, las capturas que han servido a peritos, policías, fiscal y juez para decidir que aquello fue una agresión sexual continuada. Lo primero que hay que decir sobre esos vídeos es que son claustrofóbicos, agobiantes, que la chica está siempre, así se dice, en un plano inferior a los hombres, de rodillas o en cuclillas. Que está literalmente rodeada, asfixiada, por varias partes del cuerpo de ellos, no puede casi moverse ni respirar.

Son seis vídeos muy cortos que se recuperan del iphone 5 del guardia civil de la manada .

Los cinco, identificados perfectamente por sus tatuajes y sus ropas (no salen todas las caras con nitidez) sacan sus penes y se masturban casi encima de ella, en su cara, en su espalda. Ella está, no se sabe si arrodillada o en cuclillas. Todos ellos están de pie. Hay una imagen de esos vídeos durísima. La cogen del cuello y le mueven la cabeza. Tiene tres cuerpos de hombres en su cara, dos a su espalda. Casi sin espacio, sin aire. En todos los vídeos, y eso concuerda con lo que ella declaró, no hay ni un solo fotograma en el que se le vea abrir los ojos. Siempre está con los ojos cerrados. No habla, no se mueve prácticamente.

Los peritos que han analizado los vídeos afirman que la víctima está en “una posicion central y en un plano inferior” (como en un corro muy estrecho). Tiene un rol pasivo y total falta de iniciativa. No cuadra con el sexo libre y consentido. Está, así se escribe en el sumario, “rodeada por miembros viriles en estado de ereccion”.

Es repugnante. Pero son hechos. Es lo que escribe la policía después de ver los vídeos de La Manada, cinco hombres, con esa chica en un cuarto cerrado, apenas cinco metros x dos de ancho.

En otro de los vídeos se oye al guardia civil decir “todos, todos”. El peluquero, Jesús Escudero, mira a la cámara y hace el gesto de enviar un beso con los labios. Ella siempre está, dicen los peritos, “pasiva”. La Manada, dice la policía, la dirige y la agarra de la nuca y del cuello. También, al menos tres veces, del pelo. Ella, así se dice en el informe, no participa.

¿Se le oye decir algo a la víctima en esos 96 segundos grabados por los acusados de agresión sexual continuada? No. Ni habla ni abre los ojos. Ni se pone de pie. Está todo el rato rodeada. Sí se oye a los hombres decir cosas como “A ver, quillo, vamos a organizarnos, me la ha chupado dos veces”. Parece dirigida y controlada dice la policía. E insistimos y es muy importante, hubo otros 17 minutos y medio que no están grabados.

Ella aseguró ante la policía (y eso avala su denuncia) que no la golpearon. Que después de que la rodearon y la tiraron al suelo entró en estado de shock, cerró los ojos y solo deseó que todo terminara. Coincide exactamente con lo que se ve en los vídeos. Insistimos, no abre los ojos ni una sola milésima.

Y esa escena, esos casi veinte minutos terribles para esta chica, concluyen hacia las tres y 27 de la mañana. Tampoco está grabado en los vídeos, pero los de La Manada le roban el teléfono móvil y también las tarjetas de memoria. No parece un final lógico para un sexo tan consentido y libre como ellos dicen

La chica denunció que le habían abierto la riñonera y se habían llevado su móvil. Fue cierto, una ciudadana búlgara lo encontró aquella madrugada cerca de la zona del encierro de Sanfermín. Los de La Manada dejaron allí mismo tiradas la tarjeta de memoria y la tarjeta SIM de su móvil. No han sabido explicar por qué le roban el móvil.

El caso es que la dejan sola y rota en el portal. Dos minutos después, a las 3 y 29 ella sale andando y llega a un banco de la avenida Roncesvalles. Se sienta “en posición fetal” dice el sumario. Y se echa a llorar. Un minuto después pasa por allí una pareja, Mikel y Beatriz, que escuchan su llanto desconsolado, lloraba y gritaba, cuentan, y se acerca a hablar con ella. Les cuenta que la han violado y le han robado el móvil. Le piden permiso para llamar a la policía y así lo hacen.

Y poco después llega la policía municipal de Pamplona. Una agente habla con la chica.

Le cuenta que la han agredido. Parece evidente, lo ha declarado esta policia, que no está simulando nada, que está en shock. Habla de cuatro jóvenes (eran cinco) se confunde del hotel donde pararon (dice que fue a la entrada del hotel Leyre y fue en el hotel Europa), se equivoca de la calle donde está el portal, y admite, así de crudo es, que no sabe cuántas penetraciones le han hecho los agresores. Asegura que son andaluces, que tienen acento y que dos de ellos tienen tatuajes con letras en el abdomen cerca del pubis.

Otra agente de la policía municipal revisa las cámaras de la ciudad mientas se celebra el encierro y ve a tres jóvenes. Se están quitando la camiseta y se ven tatuajes con letras en el abdomen. La policía foral navarra localiza luego a cuatro jóvenes cerca de la plaza de toros. Tienen acento andaluz y la descripción física puede coincidir. Se los llevan al callejón. Uno de la manada se identifica como Guardia Civil. Les piden que enseñen el abdomen. En el del agresor más gordo se lee PRENDA. Sobre el pubis de otro se lee CARPE DIEM (algo así como aprovecha el momento). Otros llevan el nombre de su abuela, Pepi, tatuado, el escudo del Sevilla, la cara y las huellas de un lobo con la inscripción “El poder del lobo está en la manada”

Corrieron el encierro y antes, a las cinco menos diez de la mañana, Prenda había enviado por whatsapp este mensaje: “buenos días, follandonos a una entre los cinco. Todo lo que cuente es poco, puta pasada de viaje, hay video”. Antes de viajar a Pamplona ya habían expresado por decirlo así su preferencia por follarse a una gorda los cinco antes que uno solo a una tía como un pepino.

A los policías que les llevan al callejón, Prenda dice que durmieron en un coche, no habla de eso. Hasta que el guardia civil de La Manada se acerca a un policía y le dice”qué estamos, esperando que nos detengan, no?”. El Prenda se suelta y dice “ya sabemos todos por que estamos aquí. Hemos estado con una chica, en ningun momento se le ha forzado a nada. No digo mas que la voy a liar”

Los detienen y les encuentran los vídeos en el teléfono móvil. Sorprendentemente, se niegan a declarar tanto ante la policía como luego ante el juez del caso, que los envía a prisión. Decimos sorprendentemente porque una persona inocente de violación no estaría callado sabiendo que está a las puertas de la cárcel.

Y les envían a la cárcel donde siguen mientras dura el juicio y hasta que se conozca la sentencia del tribunal de la Audiencia de Navarra.

Algunos otros datos importantes avalan la versión de la chica. El informe que le hacen los médicos forenses en el servicio de Urgencias recoge una herida, un eritema en la zona genital externa que es compatible con lo que ella cuenta. Y sobre todo, el informe de las psicólogas que la entrevistaron.

La doctora García Astiz y la doctora Muñiz aseguran en su informe clínico que la víctima fue una adolescente muy responsable, que maduró pronto por la enfermedad grave que sufrió su madre. Que era una buena estudiante y había tenido un noviete entre los 16 y los 17 años. Explica que nunca en la vida ha tenido sexo en grupo ni con desconocidos. Las doctoras aseguran que presenta lo que llaman una “importante afectacion emocional”.

Ella, la víctima, lo cuenta así: “No podia creer lo que me había pasado. Me sentía muy sucia. Recuerdo mucho el olor de sus colonias”: imagínense, el olor de cinco tipos que te han violado en un cuarto. Ella sufre sentimientos de culpa, siente que ha defraudado a sus padres, a sus amigos. Ha perdido el apetito, tiene problemas de sueño y también ha perdido las ganas de estar con un chico.

Esa entrevista con las doctoras fue hace casi un año, en octubre. Allí, no hacía falta contratar ninguna detective privada, la chica ya cuenta que se fue a pasar unos días a la playa en compañía de la madre de un amigo que es psicóloga y que la ayudó mucho.

Que luego se fue con sus padres al pueblo, para descansar, y que allí trató de hacer vida normal, de salir con sus amigos, y también de hacer vida normal en redes sociales, para que no se supiera que era ella la víctima de La Manada en Sanfermines. Los psicólogos deciden que sufre estrés postraumático, que su vida se ha roto por el trauma que sufre y que dice la verdad. Recomiendan que reciba tratamiento psicológico y apunta que hasta dos años después de la agresión que ha sufrido no se sabrá si le quedarán secuelas de por vida.

Las psicólogas dicen que no miente, es otra prueba importantísima contra sus agresores, claro. En un caso controvertido, sin digamos sangre, cuando los acusados se declaran inocentes, cómo se hace para dictaminar eso en psicología

Hay una parte de la prueba que se llama inventario de simulación de síntomas. Son una serie de preguntas e indicadores que van dando una puntuación. Si se saca más de 16 puntos puede haber una sospecha de simulación, de mentira, por algún motivo. No tiene por qué ser mentira los hechos pero sí algunos detalles, de forma que se pide analizar más el caso. Pero en el caso de la joven víctima de La Manada, su puntuación fue solo de 11 puntos. Así que los psicólogos avalan que dice la verdad, que no está simulando y que no necesitan investigar ni entrevistarla más veces.

Habéis hablado de una detective privada contratada por los abogados de tres de los cinco acusados. El juez ha admitido su informe sobre el comportamiento de la víctima durante días después de la violación.

En este documento se habla de que se fue de viaje, que salía por la noche con amigos (cosas que ella ya había contado a los psicólogos) y se hace hincapié en una foto que colgó en instagram donde una joven (no ella) lleva una camiseta en la que se lee: “hagas lo que hagas, no te pongas bragas”. Es una frase, al parecer, de la protagonista de uno de esos programas tipo Gandia Shore o Supershore, que se ha hecho famosa entre los jóvenes. El tribunal ha admitido el informe, queremos creer que para que los defensores no digan que no han podido hacer su trabajo.

Ese mismo tribunal ha rechazado otro vídeo que la policía foral de Navarra encontró en el teléfono móvil del guardia civil de La Manada…

Ese vídeo es de la madrugada del 1 de mayo. Se graba entre Torrecampo y Pozoblanco, en la provincia de Córdoba. Dura unos 40 segundos y es repugnante. En un coche van cuatro miembros de La Manada, todos los acusados en Navarra menos Ángel.

Conduce el Guardia Civil, de copiloto va Prenda, que graba con el móvil de su amigo. Detrás va una chica joven absolutamente groggy, el informe de la policía dice que tiene que estar inconsciente porque no reacciona, no hace ningún gesto ni movimiento. Ella va en el medio. A un lado tiene a Alfonso, el militar, que la abraza, la manosea y la besa, le abre el vestido. Al otro lado está Jesús, el peluquero, que la manosea, le aprieta los pechos, se ríe, se tapa la boca. En un momento dado, el propio guardia civil, que conduce, estira su mano hacia los pechos de la chica y su amigo le ayuda a abusar de ella.

La chica tenía 22 años y fue a las fiestas en Torrecampo con unos amigos. Estuvo bailando y bebiendo en una caseta y allí conoció a los cuatro de la Manada. Se fió de ellos porque uno era guardia civil en su pueblo, Pozoblanco. Otro, el militar, se ofreció a llevarla en coche a casa cuando la fiesta terminó. Ella insiste en que solo estaban los dos en el coche cuando se subió y cuando se despertó, tiempo después, aparcados junto a un descampado.

Ha denunciado que el tipo le dijo que le hiciera una felación, que ella se negó y que el la llamó puta y la tiró del coche, dejándola allí sola. No recuerda que en el coche hubiera otros tres hombres ni mucho menos que la grabaran y la manosearan. Y el vídeo realmente impresiona, no mueve un músculo, parece desmayada, de hecho la van sujetando ellos en la parte de atrás del coche. La policía escribe que “Es impresión de los agentes que esta persona está en estado de inconsciencia, ya que no reacciona o no puede reaccionar a los distintos actos a la cual es sometida”

Ese vídeo, ese trofeo, también lo comparten estos cuatro, digamos personajes, con sus amigos, claro. Los cuatro están acusados en otro procedimiento abierto en Córdoba, esta vez por abusos sexuales.

Lo cuelgan en su chat, llamado La Manada, apenas 22 minutos después de grabarlo. En el vídeo se oye, “Esto es Pozoblanco y esto es la Manada”. Al día siguiente lo incorporan a otro chat llamado El Peligro, formado por 21 amigos, todos hombres, algunos ya treintañeros. Prenda escribe que su amigo: “Vino de follarse a la bella durmiente”. Uno le pregunta, “Madre miía, ¿qué le echasteis a la chavala, burundanga?; Otro se interesa: ¿Está muerta o qué?

Otro integrante del grupo asegura que esa mujer estaba en coma. Uno más pregunta qué han hecho con la chavala. Le explican que la han tirado al río y un chistoso apunta que es otro caso Marta del Castillo. Los de la manada se lamentan y dicen: “Perdimos el salto de hacer algo histórico”.