Territorio negro

Territorio negro: Los sucesos de Alsasua

Dos guardias civiles que estaban fuera de servicio y sus parejas fueron agredidos la noche del 15 de octubre en Alsasua (Navarra). Ocho jóvenes están acusados de esa agresión en la que participaron más de veinte personas golpeando, pateando e insultando a los guardias y sus dos novias. Manu Marlasca y Luis Rendueles nos dibujan lo que ocurrió esa madrugada dentro y a la salida de un bar de Alsasua.

ondacero.es

Madrid |

Nos situamos en Alsasua, una localidad navarra dura, donde la izquierda que se llamara Batasuna y apoyara a ETA ha tenido siempre mucho predicamento.

Alsasua, a pesar de ser un pueblo navarro de unos 8.000 habitantes, es uno de los bastiones históricos de lo que se llamó Movimiento Liberación Nacional Vasco. En Alsasua nació, en octubre de 1977, lo que luego se llamaría Herri Batasuna (Unidad Popular), el brazo político de ETA.

En 1980 fue asesinado allí, en el pueblo, Sebastián Arroyo, un guardia civil de Salamanca. Dejó viuda y cuatro hijos, que dejaron atrás Alsasua tras su asesinato. En la Nochebuena de 1988 ETA colocó un lanzagranadas en la ladera del monte Ametzia y sembró los alrededores del cuartel de bomba trampa. Un cabo de la Guardia Civil, José Aguilar, perdió allí las dos piernas tras pisar una de esas fiambreras cargadas de explosivos.

Eso fue la huella de sangre pero hubo muchos más incidentes. Decenas de ataques con cócteles molotov, pintadas de txakurra Kampora (perros fuera), supermercados donde no servían comida a mujeres de guardias, bares donde no les servían café… Un régimen de aislamiento total. De hecho, la parte de atrás del cuartel, que da a unas vías de tren, se reservaba para los guardias novatos y solteros, porque desde allí, desde atrás, les lanzaban cócteles molotov. De hecho, el cuartel de la Guardia Civil está lejos del pueblo, en las afueras. No hay carteles para llegar a él y tiene un muro de unos seis metros de alto.

Y a ese cuartel donde viven unos 30 guardias civiles con sus familias y a ese pueblo, Alsasua, llega en octubre de 2015, un joven teniente, casi recién salido de la Academia. Se llama Óscar, es valenciano y es hijo de Guardia Civil.

Había estado un par de meses en el puesto de Massamagrell, en Valencia, cuando llegó a Alsasua. Es cierto que las cosas habían mejorado sensiblemente en los últimos años, desde que ETA dejó de matar, en octubre de 2011. Pero en Alsasua había arraigado muy fuerte una de lo que ETA llamaba “dinámica”. Era el Alde Hemendik (fuera de aquí), la petición de que la guardia civil, la policía y el ejercito español se fueran del País Vasco y Navarra, que acompañó la reivindicación de muchos asesinatos de ETA.

En Alsasua hubo, según el informe de la Guardia Civil, unos cien actos de sabotaje de esa dinámica entre 1988 y 2009. En 2011, surge Ospa Mugimendua (Movimiento Ospa). El primer año llevan un actor que hace de rey Juan Carlos y hacen una parodia donde se combinan banderas nazis y españolas. Los años siguientes celebran el Ospa Eguna (Día de la Huida), donde jóvenes radicales entre danzas folclóricas y bebidas servidas en grandes vasos de plástico escenifican la marcha de los guardias civiles del pueblo, a veces con caras de animales como cerdos, otras veces con muñecos vestidos de guardias civiles que son ahorcados.

Y en ese clima de odio hacia los guardias civiles y sus familias, también hacia las personas que se relacionen con ellos, llega ese teniente Oscar y decide sacar a la guardia civil de su aislamiento allí, abrirse al pueblo. Y ocurren algunos incidentes

El 15 de junio de 2016 la Guardia Civil hace una jornada de puertas abiertas en Alsasua. Acuden al colegio de los Capuchinos dentro del Plan Director para mejorar la Seguridad de los colegios. El sumario recoge que acuden unas 200 personas. Y que en la puerta se sitúan otros 27 individuos del movimiento Ospa con carteles donde se lee en euskera: ¿Puertas Abiertas? Os las abrimos para que os vayais”

Esas 27 personas entran luego en el colegio y hacen comentarios, según el informe, “qué hacéis aquí”, “sois terroristas, poniendo armas en manos de los niños”. El resto de vecinos van abandonando el lugar.

La tensión no baja en el pueblo y el 27 de agosto ocurre algo más, era el Ospa Eguna, el Día de la Huida.

Hubo una comida popular, una escenario, una kalejira (pasacalles) con cuatro carrozas que simulan un barco de la Armada. Para lograr el permiso del ayuntamiento debe solicitarlo una persona mayor de edad. Quien lo pide es Jokin Unamuno. Fue menos violento e hiriente que años anteriores, pero algunos de los manifestantes acabaron subidos al puente sobre la autovía quemando bengalas, quemando luego una figura entre gritos de Alde Hemendik, fuera de aquí. Se tramitaron denuncias por esas y otras infracciones. Uno de los agentes que estuvo allí esa jornada de tensión fue el teniente Oscar, claro.

Y llega el 12 de octubre, el día del Pilar, día también de la Hispanidad, y patrona de la Guardia Civil. El teniente decidió celebrar una misa en la iglesia de los capuchinos en honor a la Virgen del Pilar. Cuando fueron llegando feligreses vieron una enorme pintada a la entrada del templo: Alde Hemendik. Tras la misa, ocho personas del movimiento Ospa se colocaron en la puerta de la iglesia y, leemos el informe del sumario, “increpando a los ciudadanos por haber decidido acompañar a la Guardia Civil, consiguiendo intimidar a los allí presentes”. Tras algún momento de “desafío y tensión” , los jóvenes se fueron. Entre los que digamos que se midieron entonces estaba el teniente Oscar y tres jóvenes: Adur Ramírez de Alda, Jokin Unamuno y Aritz Urdangarín.

Y apenas tres días después son fiestas en Alsasua, se celebra una feria de ganado, hay dantzaris, setas, vino… Y el teniente decide salir a tomar unas copas por el pueblo. El teniente, de 23 años, acude con su pareja, una joven ecuatoriana de 19 años que vive con sus padres en Alsasua. También van el sargento Álvaro y su pareja, Pilar, que acaban de llegar al pueblo, llevan unos 15 días allí, desde Córdoba. Hacia las dos y media de la mañana, los cuatro entran en el bar Koxka, muy cerca de la plaza de los Fueros. No es un bar abertzale y sirven, dicen, la mejor tortilla de patatas de la comarca de La Barranca. Sí está muy cerca de otro bar, el Biltoki, este sí, duro y de gente afín al mundo radical independentista.

En principio no pasa gran cosa. El teniente y su novia han declarado que notaban como algunos clientes del bar les miraban y hasta los señalaban. Hay un primer incidente cuando el teniente decide ir al baño y una persona que él luego identificaría como Ohian Arnanz le pregunta ¿Eres madero? El responde que sí, pero que está en su tiempo libre. El otro le responde: Menos tiempo libre. A la vuelta otro tipo amaga con bloquearle el paso. Luego alguien les tira un chupito de plástico desde lejos.

Una hora después entra en el local un joven que lleva una boina y va acompañado de varios individuos más. Se dirige hacia el sargento y le increpa en voz alta para que se vaya del bar. Es Jokin Unamuno, uno de los líderes radicales en el pueblo. La investigación demostrará que le han llamado al móvil varias veces minutos antes de llegar con su cuadrilla. Todo indica que le han avisado de que hay guardias civiles y van a amedrentarlos.

El teniente, que lo conoce después de los últimos incidentes, trata de mediar y le dice que están de tiempo libre, que se vaya y les deje en paz. Jokin empieza a gritar, cómo sabeis mi nombre, fuera de aquí. Y un corro de unas 25 personas empieza a rodear a los dos guardias y sus novias. La novia del teniente, Maria Jose, habla con la chica que acompaña a Unamuno y le dice que no quiere problemas, que se lleve a su amigo. Ella le contesta: “no tenéis derecho a estar aquí, esto os pasa por venir, tenéis lo que os merecéis, iros”.

Y esta chica, una joven ecuatoriana de 19 años, se juega la cara por su novio. Incluso se interpone cuando un tipo, por cierto, experto en artes marciales, va a atacar al teniente. Le dice: “si quieres pegar a mi novio, tendrás que pegarme a mí primero”. Se desata un tumulto y a los guardias civiles comienzan a lloverles golpes, primero por la espalda, las patadas… y ellos y sus novias van saliendo del local entre esa jauría que se ha organizado y frases como “hijos de puta, pikoletos, os tenemos que matar, cabrones, txakurras”. En la puerta del bar ven como hasta allí ha venido gente del bar Biltoki. El teniente cae al suelo después de recibir una patada fuerte en el tobillo (de hecho se lo rompe y ha tenido que ser operado): Está sangrando por la boca. Su novia se ha tumbado sobre él para evitar que le sigan golpeando. Nadie les ayuda, nadie llama a la policía. Tiene que ser el sargento el que avise desde su móvil.

Y finalmente llega la policía foral de Navarra y luego los bomberos. El sargento, que tiene la camisa blanca llena de huellas de zapatos porque lo han pateado a conciencia, dice que uno de los agresores se ha quedado allí, fumando. Es Jokin Unamuno. También identifica (el y las dos mujeres) a dos agresores más: Adur Ramírez de Alda y Aritz Urdangarin, uno de ellos vinculado con Indar Gorri, el grupo de ultras radicales de Osasuna de Pamplona. Unamuno es detenido a la segunda (una vez dentro del furgón sus amigos consiguen sacarle). Nadie declara haber visto nada, a pesar de que algunos han grabado la paliza con sus móviles, ninguno le entrega ese material a la policía navarra.

El informe del sumario habla de que algunas personas no quisieron participar en la pelea y lo que hicieron fue marcharse del local cuando empezó todo a ponerse violento. Solo dos vecinos de Alsasua acudieron al cuartel a interesarse por los heridos: Algunos más, eso sí, llamaron por teléfono para solidarizarse. Es un clima que ha reflejado magistralmente Fernando Aramburu en Patria.

De hecho, cuando la Guardia Civil acude a casa de Adur Ramírez, sus familiares se niegan a dejarles pasar y los guardias se van para evitar otra explosión de violencia. De la sensación de impunidad de esos jóvenes da idea que uno de los acusados escribiera al alcalde de Alsasua (Geroa Bai) después de que se llevasen detenido a Unamuno. Son casi las siete de la mañana y el joven radical escribe: “Aupa tío. Me parece que tenías que hacer acto de presencia, tío. Te hemos llamado desde este móvil. Se han sobrado los guardias civiles y forales con la porra. Sin más”. El alcalde le responde que está en el ayuntamiento y el joven le dice que va a ir a verle allí.

Al final hay ocho acusados por ese ataque. Tres siguen en la cárcel. Y hay una polémica incluso judicial sobre si esto puede ser un delito de terrorismo o una pelea de bar. Es mucho más que una pelea de bar, parece evidente. La denuncia de un colectivo de víctimas del terrorismo y la juez de la Audiencia Nacional Carmen Lamela consideran que sería un ataque para provocar un estado de terror en una parte de la población (artículo 573). Hay quien defiende, como la Audiencia de Navarra, que se habría tratado mas de un delito de lesiones, ese es evidente, y de un delito de incitación al odio.

El delito de incitación al odio lo comete quien agrede a una persona por su raza, su sexo, su orientación ideológica, por padecer una discapacidad o por pertenecer a un grupo determinado. Está penado hasta con cuatro años de prisión. Un oficial de la Guardia Civil políticamente incorrecto nos dice que ese sería el delito que encajaría en lo que ocurrió en Alsasua aquella noche de octubre: se atacó a guardias civiles igual que se atacaba y se ataca en diferentes puntos de España a gitanos, a judíos, a homosexuales o a mujeres.

El Tribunal Supremo decidirá quién juzga el asunto y por qué delitos. Hemos visto que tres de los agresores siguen en prisión. En Alsasua las madres de los agresores se han movilizado, han hecho incluso camisetas con el número 11 (en principio fueron once acusados) que han vendido con bastante éxito. La pasada semana las familias fueron recibidas por diputados entre otros de Podemos y también Bildu.

El teniente Oscar se sigue recuperando. Posiblemente pueda volver a su destino tras la Semana Santa. Su madre nos ha contado que ya se aburre, que a ella no le gustaría que volviera a Alsasua, pero que el quiere volver a su puesto. Su novia, María José, se ha ido del pueblo, estudia fuera. Allí quedan sus padres, dos ecuatorianos, uno de ellos encargado del hogar del jubilado. El sargento Álvaro ya está trabajando en Alsasua, es el jefe de puesto. Y allí vive con el su pareja, Pilar. A ellos queremos mandarle desde aquí Manu y yo nuestro apoyo y nuestro respeto.