Territorio Negro: Operación Viuda Negra
El pasado mes de agosto, la policía de Valencia comenzó a investigar la muerte a puñaladas de un ingeniero llamado Antonio Navarro. Esa investigación finalizó el pasado mes de enero con un desenlace sorprendente: fueron detenidos su esposa, María Jesús Moreno –a la que todos conocían como Maje- y un compañero de ésta, un auxiliar de enfermería llamado Salvador Rodrigo, que se confesó autor del crimen. Vamos a desvelar los secretos de esta investigación y del triángulo de amor y crimen que formaban sus protagonistas.
Vayamos al principio de todo, al arranque de esta investigación, al pasado 16 de agosto. En un garaje de la calle Calamocha, número 18, en el barrio de Patraix, en Valencia hallan el cuerpo sin vida de Antonio Navarro Cerdán.
Es un vecino, que además es presidente de la comunidad de vecinos, quien encuentra el cuerpo sin vida de Antonio, un ingeniero natural de Novelda (Alicante), de 36 años, que trabaja en Ferrovial. Su cadáver está en el tercer sótano del garaje de su domicilio, junto a su coche de empresa. El cadáver presentaba seis puñaladas, casi todas ellas agrupadas en el pecho, mortales de necesidad.
Los agentes del Grupo de Homicidios de Valencia descartaron pronto la posibilidad de un robo. La hora aproximada de la muerte de Antonio eran las siete o siete y media de la mañana, una hora a la que habitualmente todo el mundo sale a trabajar y ningún ladrón intentaría un robo en un garaje comunitario a esas horas. Además, a Antonio no le falta ningún objeto personal: dos teléfonos móviles, cartera con dinero y tarjetas… Todo lo llevaba encima. Y la violencia y la precisión de las cuchilladas son más propias de un asesino que de un atracador.
Antonio Navarro está casado con una enfermera llamada María Jesús Moreno, Maje, de 27 años, desde septiembre de 2016. Se conocieron seis años antes y en su primera declaración ante la Policía, Maje parece intentar orientar las pesquisas hacia una dirección determinada. Cuenta que su marido tenía mucho carácter, que se habría resistido a un robo y que, además, estaba muy descontento con las obras que le estaban haciendo en casa.
Maje, enfermera en el hospital La Salud y en una residencia geriátrica, también da unas cuantas claves sobra la relación que mantenía con su marido: dice que tiene un carácter posesivo, que le miraba constantemente el teléfono, que tenía que engañarle para quedar con amigos. Incluso habla de las sospechas que tiene de que Antonio estuviese viviendo una aventura con una compañera de trabajo.
Esa declaración es de gran utilidad para la Policía, sobre todo cuando se compara con las de otras personas relacionadas con el matrimonio. La mejor amiga de Maje, por ejemplo, revela a la Policía que su amiga tenía un amante desde el pasado mes de mayo, algo que la mujer de Antonio ocultó a los agentes. Además, varios compañeros de la víctima dijeron que estaba muy enamorado de su mujer y que no tenía ningún problema con nadie. Más o menos por esas fechas, el Grupo de Homicidios de la Brigada de Valencia bautizó esta operación como operación Viuda Negra, lo que da una idea de por dónde iban a ir las investigaciones.
Muy pronto la mujer se convirtió en sospechosa, y eso pese a que en el entierro de Antonio, Maje leyó una sentida carta de amor a su marido, que emocionó a todos los que estuvieron presentes en la iglesia de Novelda donde se celebró el funeral. Pero quienes estuvieron presentes en sus primeras declaraciones ante la policía, nos cuentan que Maje se reía y lloraba en cuestión de segundos, que miraba el móvil en lugar de prestar atención a los policías que la interrogaban… Y además, una semana después del crimen, ella misma se puso bajo el foco de la investigación, cuando reveló que había mentido o que al menos no había contado toda la verdad en su primer testimonio.
Ella misma reveló que había engañado a la Policía, porque se entera de lo que ha contado su amiga a los agentes. Confiesa en esta segunda declaración que su relación matrimonial no era buena, que antes de casarse se llevaba muy bien con Antonio, pero que las cosas se torcieron porque él era muy controlador. Maje se contradice en pocos minutos, porque también confiesa a la policía que seis meses antes de la boda había comenzado una relación con un fisioterapeuta que siguió hasta después de la luna de miel. Su marido le pilló un mensaje cariñoso de este hombre, en el que le mandaba una canción y aquel incidente puso en peligro su boda.
Además, confiesa que en mayo de 2017 empezó una relación con un hombre que trabaja en una agencia de publicidad al que no dijo que estaba casada. Maje reveló a la Policía que muchas veces le decía a su marido que trabajaba de noche y que realmente se iba a pasar la noche con su amante. Así hizo la noche del 15 al 16 de agosto, la anterior al crimen. Su marido pensaba que ella estaba trabajando, pero realmente estaba con ese hombre.
La Policía ya orienta la investigación hacia la vida privada de la mujer. Y siguen recabando testimonios que apuntalan esta hipótesis: la familia y los amigos de Antonio revelan que nunca dejaba el coche de empresa en el garaje –tal y como hizo la noche anterior al crimen-, que Maje era la posesiva y controladora de la pareja y que Antonio no tenía carácter como para resistirse a un atraco, tal y como había declarado su esposa. La Policía comienza a escuchar los teléfonos de Maje, de su amante y de su ex amante y esos pinchazos dan petróleo.
La Policía hace un informe el 22 de septiembre en el que valora el mes que llevan escuchando las conversaciones de Maje. Asegura la inspectora jefe del grupo de Homicidios que, a tenor de lo oído, la muerte de Antonio ha sido para Maje una liberación. Así lo dice textualmente. Señalan que cuando habla por teléfono con allegados o familiares del fallecido, se muestra compungida y dice cosas como que lleva un mes sin salir de casa o que solo come yogures. Pero la realidad es bien distinta. En los treinta primeros días tras el crimen de su esposo, Maje ha mantenido su relación con su amante, con el que ha estado en Denia, e incluso ha hecho un viaje a Barcelona, donde ha vivido una tórrida historia con un guardia urbano que, naturalmente, oculta a su amante.
Habla así de claro con su mejor amiga. Extractamos algunas palabras de Maje, tal y como aparecen en el sumario. No olvidemos que su marido no lleva ni dos meses asesinado: “Nos gusta la movida, pero la movida con tíos buenos. Yo, la movida con Antonio, que en paz descanse, no la quería. Si me lo tenía que tirar después de la reconciliación, no me apetecía. Y con éste (se refiere al guardia urbano), éste me va a follar como me folló en el baño. ¿Qué si me lo hizo bien? Casi me como el cristal y tenía más culo que yo.”
En otra conversación con su mejor amiga, Maje es muy clara sobre su estado de ánimo tras la muerte de su marido: “Yo ahora soy feliz y gracias a Dios que no se me ocurrió tener un nene. Ahora voy a ser feliz y voy a hacer la vida que quiero, me lo estoy pasando bien, puedo hacer los planes que me dé la gana”.
La Policía no halla pistas durante meses. Incluso barajan la posibilidad de que Maje haya contratado a un sicario, porque en una conversación con su amiga habla de contratar a un asesino y porque detectan un cruce de SMS con un tipo de Sagunto con antecedentes semanas antes del crimen. En otras conversaciones de Maje queda muy claro lo mal que se lleva con la familia de su marido, especialmente con un hermano de Antonio, con el que discute por cuestiones de dinero. La investigación sigue estancada hasta que una llamada acelera todo… Y casi en cuestión de horas orienta definitivamente esta operación Viuda Negra hasta su desenlace.
El 8 de noviembre Maje habla con un tipo que hasta ese momento no había aparecido en las investigaciones: Salvador Rodrigo Lapiedra, de 47 años, un auxiliar de enfermería del mismo hospital en el que trabaja ella. Los agentes averiguan que entre mayo y agosto –hasta una semana antes del crimen– ambos han hablado veinte veces y siempre ha llamado él.
Salva aparece en esa charla del 8 de noviembre como alguien abatido, triste y le dice que le ha dado un bajón y ha ido a hablar con la Policía. Maje se pone a gritar y le dice cosas como: “¡Qué dices!, no hagas locuras”. Su amigo la tranquiliza y le dice que ha hablado con un policía amigo, que le ha revelado detalles de la investigación y de la vida íntima de Maje.
Salva solloza cuando le dice que se ha enterado de que se va ir a pasar el fin de año con su amante. Le dice que le deje claro si no puede ser feliz con él, se muestra completamente enamorado de ella y dolido. Maje, sin embargo, está preocupada y alarmada porque se da cuenta de que la Policía la está investigando y porque le han intervenido el teléfono. Dice textualmente: “yo creía que estaba descartado y me están a saco investigando… están pinchando mi teléfono y todo”.
En estas conversaciones parece claro que el tal Salva está loco por ella, pero ¿por qué la policía cree que él tiene algo que ver con el crimen de Antonio Navarro? ¿Dicen algo que le vincule?
Hay una frase de Salva en esa charla del 8 de noviembre que es interpretada así por la Policía: “tendrás que desconectar de mí porque yo te lo voy a recordar cada día que me veas”. Lo que creyeron los agentes de Homicidios –y acertaron– es que Salva se refiere al asesinato de Antonio, con él que está ligado. Maje se da cuenta de que tiene el teléfono intervenido y al final de la charla insiste en verse personalmente con su compañero de trabajo.
Y, naturalmente, esa cita es vigilada por la Policía. Los investigadores ven por primera vez a Salvador Rodrigo en ese encuentro con Maje, celebrado en una cafetería de Valencia, e incluso los fotografían. Y tras la cita, redactan un informe, que dice textualmente: “Llama la atención que Salva no responde al mismo perfil que el resto de los amantes de Maje, todos chicos atléticos, jóvenes y atractivos, como ella. Maje es una mujer de solo 27 años, con un físico muy atractivo y que se arregla mucho y Salva tiene 47 años y es poco atractivo”. Sobre la conversación entre ambos, los agentes dicen que él tiene una actitud sumisa y dócil hacia ella, casi suplicante, mientras que ella se muestra dominante y fría”.
Los investigadores descubren que Salva le ha dado a Maje un teléfono de seguridad, para que lo utilice solo para hablar con él, pero los agentes lo intervienen y el 5 de diciembre, tras tres semanas escuchándolos, elaboran un informe que traza a la perfección la relación de los dos. Salva está entregado y veces hasta roza el ridículo: va a su casa mientras ella no está para que le arreglen la caldera o una puerta, le propone hacer viajes juntos, mientras que ella convive ya con su amante e incluso ha hecho planes para comprarse un piso con él. Como compensación al servilismo de Salva, la mujer le permite tener conversaciones subidas de tono con ella y le regala una camisa, dice, porque se acuerda de él.
Esas conversaciones imagino que las tienen confiados en que nadie las escucha porque, hablan con un teléfono que ellos consideran seguro. Y por eso, el 28 de diciembre tienen la conversación casi definitiva, que llega tras un anzuelo lanzado por la policía, que los dos muerden. Maje se va a hablar con un hermano de Antonio por cuestiones de la herencia y a éste, los investigadores le cuentan previamente que ya saben quién es el asesino. Y así se lo dice a Maje la familia de su marido. Y, claro, la mujer habla angustiada con Salva en términos ya inequívocos. Y él dice cosas como “me tendrían que estar investigando a mí y no me están investigando”.
Los dos quedan en verse en el aparcamiento de un centro comercial unos días más tarde, el 2 de enero. Y la policía acude a esa cita e incluso graba lo que dicen.
Salva le insiste en que esté tranquila y le dice textualmente: “pase lo que pase tú no vas a tener nada que ver”. Y, sobre todo, hablan de un punto débil en su plan: las llaves del garaje. Ella le pregunta que qué le dice a la policía si le preguntan sobre ellas. Y Salva le dice que simplemente diga que le desaparecieron o que él se las quitó… Porque, según la tesis de la policía, las llaves del garaje se las entregó Maje a Salva para que pudiese esperar allí a su marido. Además de esta conversación, la policía recibe en los primeros días de enero un informe sobre el posicionamiento de los teléfonos de los sospechosos que sirve para apuntalar aún más la tesis policial: Salva apagó su teléfono durante toda la mañana del crimen y a eso de las dos de la tarde del día del asesinato, los teléfonos de Salva y Maje posicionan juntos.
Maje y Salva son detenidos el 10 de enero y él, como era previsible, asume la autoría del crimen en solitario, exculpándola a ella.
Él asume todo. Dice que lo mató él para ayudarla, porque no iba a poner divorciarse, que ella le dio las llaves del garaje para que aparcara su coche, que la quiere mucho, que solo quiere que ella sea feliz… Lo dice un tipo que vivía junto a su mujer, con la que lleva casado 22 años, y su hija, una chica de 19 años. Maje da dos versiones de los hechos: ante la policía reconoce haber planificado el crimen junto a Salva, que incluso se fue a dormir con su amante la noche antes del asesinato porque Salva le anunció la fecha del crimen y que entregó a su compañero de trabajo las llaves del garaje Dice que la situación con su marido era muy mala, que la había amenazado con echarla de casa. Y dice que de vez en cuando mantenía relaciones sexuales con Salva, aunque, matiza, “solo sexo oral porque no me resulta atractivo”.
La da una segunda versión de los hechos dos días después, ante el juez. Y dice, por ejemplo, que le dio a Salva las llaves del garaje para que aparcase su coche allí cuando le hacía la compra. Sorprende que le diga al juez que cuando reconoció ante la policía haber planificado la muerte de su marido conteste que “no había entendido bien la pregunta”. Y sorprende, o no tanto, los términos en los que habla de Salva. Dice que estaba obsesionado con ella, que se metía en su vida, que a ella le importa poco y que no le denunció porque tenía miedo.
Y sorprende más, supongo, al conocer el contenido de las cartas que Salva llevaba en su mochila cuando es detenido.
Salva llevaba guardadas como oro en paño unas cartas de Maje. “Ya sabes que mi amor por ti es tan real como mi mirada o mis ganas de abrazarte” o “soy tuya y prometo serte fiel porque no quiero nada más que un hombre como tú a mi lado” son dos de las perlas que Maje le escribió a Salva quien, en su declaración ante el juez y a la pregunta de si estaba obsesionado con ella, contestó: “No es obsesión, es amor”.