Delorean, un grupo indie formado por cuatro jóvenes guipuzcoanos, fueron las últimas víctimas españolas de un terrible secuestro virtual en México DF, donde estaban de gira. Antes de hablar de su caso, vamos a contar de dónde viene esta especialidad delictiva.
Nació y crece ahora con mucho éxito en México. Y, de momento, se practica allí y, excepcionalmente, en Argentina. Es una evolución de algunos tipos de extorsión digamos tradicionales en México. Alguien llama a tu domicilio cuando sabe que, por ejemplo, te has subido en un avión. Le dice a tu mujer o a tu marido que no llegaste al avión, que te tienen secuestrado y que tu vida vale tanto dinero. El pago ha de hacerse muy rápido, antes de que el avión donde va tan tranquila la presunta víctima llegue a su destino y esta pueda llamar a casa o ser localizado. En apenas unas horas, sin riesgo alguno, los delincuentes logran un botín.
Y ese es un plan algo elaborado, porque hay que saber que alguien va a estar unas horas en un avión. La mayoría de las veces, lo que se hace es llamar al azar a números, preguntar por el señor de la casa, hacer preguntas con la que obtener información, del tipo “¿con qué coche salió esta mañana de casa? Es que ha habido un accidente”. Cuando tienen suficiente información, le dicen al interlocutor que no ha habido un accidente, sino que esa persona está en su poder y le pide dinero a cambio de volver a verlo vivo… De cien o de mil llamadas, funciona una, pero es suficiente. Estas extorsiones artesanales digamos llevan muchos años practicándose con éxito en México, donde incluso las hacen muchos presos desde el interior de las prisiones, y de ahí han evolucionado a los secuestros virtuales.
Los cuatro componentes de Delorean no fueron los primeros españoles que los han sufrido. Los policías españoles especializados en secuestros nos contaban que sus colegas mejicanos ya les hablaron hace un par de años de estos secuestros. Pero el primer español que sufrió un intento de secuestro virtual del que se tiene constancia fue una mujer que trabajaba en un salón de belleza en Cancún y que el pasado mes de enero estuvo a punto de caer en esta trampa. Más recientemente, en septiembre, una pareja de españoles fue localizada cuando salía de su hotel siguiendo las órdenes de sus secuestradores virtuales y el 29 de septiembre, en Querétaro, se consumó el primero de estos peculiares secuestros con víctima española.
Un empresario catalán fue la víctima de este primer secuestro virtual. Estaba con un compañero y los delincuentes llamaron a los dos, instándoles a salir de la habitación del hotel por su seguridad. Les dijeron que fueran a otro hotel. Uno de ellos se negó, pero el otro cayó en la trampa y comenzó a obedecer a sus interlocutores, que llegaron a exigir a su hermano 55.000 euros por el rescate. Al final, el hombre fue localizado por la policía mejicana en el hotel al que le habían hecho moverse gracias a la denuncia que puso su hermano en España. Poco después, el 1 de octubre, una mujer de Rubí, en la provincia de Barcelona, fue víctima de otro caso y esta vez los secuestradores lograron hasta obtener algo de dinero.
Un grupo de personas que dijeron ser policías la sacaron de su hotel mejicano con la excusa de que iba a haber problemas de seguridad para los turistas, algo excepcional porque normalmente no hay contacto nunca entre la víctima y los secuestradores o sus cómplices. Al llegar la mujer, la española, a su nuevo destino empieza el secuestro virtual: le dicen que se deshaga de su teléfono y que compre uno nuevo con el que los delincuentes se comunican con ella desde ese momento.
Nadie la custodia, nadie se queda con ella porque no es necesario, el pánico y el terror bastan. Le dicen que no salga de la habitación, que si lo hace la violan y la matan. El secreto para que un secuestro de este tipo funcione es la intensidad, la intensidad de la violencia y de la amenaza. Eso y la rapidez a la hora de cobrar. En este caso llamaron a la empresa donde trabajaba la víctima y obtuvieron un primer botín de 15.000 euros. Pero estos secuestros virtuales tienen otra particularidad: a diferencia de los secuestros físicos, aquí el pago no garantiza la libertad de la víctima.
Llamaron al cuñado de la mujer, pidiéndole más dinero, con amenazas terribles. Cuando el hombre acudió a denunciar, incluso dijo a los agentes que había podido hablar con la víctima porque los secuestradores se la habían puesto al teléfono.
Pero es que realmente la mujer no estaba con los secuestradores, como le hicieron creer a su cuñado. El truco es una llamada a tres: los malos están hablando con los familiares y pinchan el teléfono de la víctima, pero ellos, captores y rehén, nunca están juntos. En el caso de esta mujer de Rubí, todo duró apenas ocho horas, el tiempo que la policía mejicana tardó en localizar el hotel en el que estaba la víctima, a la que costó mucho convencer de que estaban ante policías de verdad y que todo había acabado.
30 horas de terror que sufrieron los chicos de Delorean, 30 horas tremendas, casi de guión de una película de terror psicológico. Empecemos por situar a Igor, Guillermo, Unai y Ekhi. Estaban de gira por México y el domingo, 6 de octubre, aprovecharon para hacer turismo con un guía, que les acompañó durante todo el día. Los investigadores creen, recuerden, casi siempre hay un santo, alguien que traiciona, que este guía o alguien del hotel en el que se alojaban –Four Points– fue la fuente de información de la banda de secuestradores virtuales que torturó al grupo musical español. Todo empezó con dos llamadas simultáneas a las dos habitaciones de hotel en las que estaban alojados los cuatro músicos.
Se identifican como miembros del cartel de los Zetas –el más sanguinario y conocido de México–. Les dicen que saben que son españoles, que el hotel en el que están va a sufrir un ataque, que se vayan a otro y que les den los números de sus teléfonos particulares para seguir en contacto. Los mandan alojarse en otro hotel, les dicen que destruyan sus teléfonos españoles, que compren móviles mejicanos, que saquen dinero de un cajero y hagan un ingreso en las tarjetas prepago de los malos y que vayan a un supermercado cercano a comprar comida. Y, sobre todo, una vez que ya están hablando con ellos con los móviles mejicanos, que no cuelguen: “el teléfono es tu vida”, les repetían.
En esas treinta horas, los músicos de Delorean estuvieron colgados al teléfono. Precisamente de eso se trata: de cortocircuitar a la víctima, de aislarla, convencerla de que corre un grave peligro. Quizás, si hubiesen podido hablar entre ellos un solo instante, hasta alguno podría darse cuenta de que les estaban engañando, pero pongámonos en situación: están separados de dos en dos en las habitaciones y siempre uno de ellos está al teléfono con los malos. Y, para colmo, lo primero que les dicen es que quieren comprobar que son músicos de verdad, que no trabajan para un cartel rival.
Con un objetivo: obtener información rápida. Les dijeron que sospechaban que eran un grupo que blanqueaba dinero para el cartel de Michoacan y que si fuera así los matarían en pocas horas. Así que necesitaban todos los datos posibles: nombres y teléfonos de sus familiares, domicilios… Y, claro, los músicos españoles, aterrorizados, dieron todo tipo de detalles y allí comienzan las llamadas a los familiares: hasta veinte personas fueron contactadas por los delincuentes.
Llamaron a todos los teléfonos que consiguieron, se trata de sembrar el caos inmediato para evitar la respuesta policial. Hay hasta cinco personas distintas –cuatro hombres y una mujer– llamado a las familias, emplean las llamadas a tres para hacer creer a los familiares que están junto a los chicos y hacen puestas en escena del tipo: “golpéale, que no colabora”, o arrancar una motosierra para hacer creer que iba a trocear a uno de ellos…
Los manejan como verdaderos robots: les hacen creer que están vigilados y quizás, alguno de los delincuentes estaba cerca de ellos, pero la sensación que les transmiten es de continua vigilancia: “ahora acuéstate y descansa un poco, que se ponga tu compañero”, “quiero oír cómo masticas, tienes que comer”, “pon la tele y déjame escucharla….” Todo esto adobado con amenazas terriblemente explícitas: “te echaremos agua hirviendo y sal y te arrancaremos la piel a tiras”, “nos vamos a comer tus entrañas”… Amenazas que simultáneamente hacían llegar a las familias de los músicos en España. Se trata, como nos decía un policía, de profesionales del miedo, capaces de infundir un terror enorme en muy poco tiempo.
En un momento dado, interviene la policía española. Los agentes de la Unidad de Secuestros y Extorsiones de la UDEV Central llegan a Guipúzcoa cuando el secuestro virtual de los Delorean está en ebullición. Hay 20 familiares a los que han pedido dinero –unos 100.000 euros por cada uno de los chicos– . Lo primero que hace la policía es seleccionar un portavoz para centrar la negociación. Eso y empezar a hablar en clave con los músicos a través de ese portavoz, al que trasladan preguntas que necesitan saber. Para burlar a los secuestradores, las contestaban en euskera.
No llegaron a cobrar nada. La policía española actuó con mucha rapidez: les dijeron a sus colegas mexicanos que los músicos extorsionados habían ido a comprar comida y a sacar dinero al supermercado de una determinada cadena. La policía mexicana dio con el establecimiento, en el que sus empleados recordaron que los españoles habían llegado en taxi, visionaron las imágenes de las cámaras de seguridad para localizar al taxista y éste les dijo a qué hotel llevó a los españoles: ya tenían el lugar en el que estaban, pero eso no fue lo más difícil.
La policía española se acabó de convencer de que estaban ante un secuestro virtual cuando comprobaron que uno de los teléfonos empleados en esta extorsión se había utilizado también en el caso de la mujer de Rubí. Así que le transmitieron a los chicos que todo lo que tenían que hacer era abrir las puertas de las habitaciones y salir corriendo los cuatro juntos. Pero el nivel de terror de los músicos era tal que dijeron que no podían hacerlo, que los matarían. No pudieron moverse. Solo cuando llegó la policía mexicana y les sacó de sus habitaciones se terminó el secuestro.
Es muy difícil que este tipo de secuestros llegue aquí. Pensemos en alguien que está alojado en un hotel de Madrid o Barcelona y le llaman para decirle que debe salir del hotel, que corre peligro. En México funciona porque hay una enorme sensación de riesgo en todo momento y en casi cualquier lugar, es un país en muchos casos, fallido. Ese es el primer paso de estos secuestros virtuales y a partir de ahí lo que funciona es la intensidad y la capacidad de producir terror.
Acabamos con consejos por si alguno de nuestros oyentes va a viajar próximamente a México. Desconfiar siempre de las llamadas que le instan a salir del hotel; colgar y llamar a recepción o a los servicios de emergencia para comprobar si lo que les dicen es cierto. Y hay una regla muy sencilla: si el comunicante no te deja colgar, estamos ante una llamada maliciosa.