Empecemos por esa decisión judicial, bastante curiosa, que va a permitir a Sito Miñanco salir de prisión, aunque con alguna limitación. Prado Bugallo tiene 59 años y lleva en la cárcel desde el año 2001, cuando fue detenido por última vez. Fue condenado a 16 años y diez meses de cárcel y ha pasado allí más de 14 años, así que la justicia no ha sido precisamente benevolente con él, aunque desde el año 2011 disfruta de algunos permisos. La decisión que ha tomado ahora el juez de vigilancia penitenciaria, con el apoyo del fiscal, aunque contra el criterio de la prisión de Villanubla (Valladolid) es dejarle salir de cárcel de lunes a viernes, para que pueda trabajar en una empresa de servicios de vigilancia de edificios, aparcamientos y consulados. Los fines de semana, Sito los pasará en la cárcel, al menos hasta que se le conceda el tercer grado, algo que no tardará mucho si se porta bien.
Pero esa decisión del juez de vigilancia llega acompañada de algunas condiciones. La primera condición que se le impuso fue que el trabajo que le permitiera salir de la cárcel estuviese fuera de Galicia. De hecho, aunque la empresa para la que va a trabajar está domiciliada en Madrid, Sito estará destinado en la delegación de Andalucía. El pasado mes de noviembre, Miñanco escribió al juez una carta de su puño y letra en la que le decía estar arrepentido por los delitos que había cometido y le pedía perdón a la sociedad. El juez ha tenido en cuenta este supuesto arrepentimiento, aunque en su auto prohíbe a Miñanco regresar a Galicia para evitar el daño que la presencia del narco pueda provocar en los familiares de lo que el magistrado denomina la generación perdida en la zona de Arousa.
El juez se refiere a las miles de familias arrasadas por la droga que vendían Sito Miñanco y sus compañeros, esos que quisieron convertir Galicia en una pequeña Sicilia. Aunque Sito no siempre fue un sujeto despreciado en su tierra. De hecho, fue hasta una persona respetable. A mediados de los años 80, cuando se dedicaba solo al contrabando de tabaco, se hizo presidente del Juventud Cambados, el equipo de fútbol de su pueblo, donde había jugado en sus años mozos y al que convirtió como directivo en el equipo más poderoso de la segunda B gallega y el único de su nivel que se permitía hacer una gira de partidos amistosos por Sudamérica.
Con esa llave a la fama que es el fútbol, Sito Miñanco y toda su junta directiva fueron incluso recibidos por el alcalde de Cambados y el primer edil publicó un bando en el que ensalzaba la labor de esa “gente sacrificada y entusiasta que con su solo esfuerzo y dedicación consigue éxitos”.
Sito fue un tipo audaz desde muy joven, cuando con la lancha familiar se dedicaba al marisqueo furtivo en la Ría de Arousa. Se ganó fama de buen piloto y pronto tuvo su propia pequeña organización de contrabandistas de tabaco, que fue creciendo gracias a la fidelidad de los suyos. Llegó a tener cien empleados, de los que se ocupaba como un viejo capo, pese a que entonces apenas había cumplido los 30 años. Por ejemplo, cuando sus hombres resultaban heridos, eran atendidos por los mejores médicos, y si morían, como ocurrió con dos de sus pilotos, que fallecieron al chocar la planeadora en la que huían con una batea, Sito pagaba los gastos funerarios y sus familias recibió una indemnización millonaria.
En aquellos años, el contrabando de tabaco era algo habitual y asumido en la zona… tan asumido que Sito paseaba por los pueblos de la ría a bordo de su Ferrari Testarossa con total tranquilidad. Casado, con dos hijas, se separó y empezó una relación con la panameña Odalys Rivera, la hija de un dirigente del régimen del general Manuel Noriega. En aquellos años, algunos jueces, guardias civiles y policías empezaban a avisar, sin demasiado eco, de que las redes del contrabando de tabaco estaban sirviendo para introducir en Galicia otras sustancias, como hachís o cocaína. A finales de los años 80, la organización de Sito seguía siendo la número uno del contrabando de tabaco, pero había síntomas de que Miñanco había dado el paso del fumé a la fariña.
Las grandes operaciones de contrabando de tabaco aún tenían el sello de Sito. En el verano de 1990, Aduanas interceptó un remolcador con tres planeadoras a bordo que iban a meter en Galicia tres millones de cajetillas de rubio norteamericano. Pero meses antes, en abril, la Guardia Civil encontró en un coche, en un camión y en poder de dos miembros de la organización de Sito tres alijos de cocaína que sumaban 500 kilos, una cantidad estratosférica para la época.
Y poco después, el juez Garzón y la policía lanzaron en Galicia eso que se llamó operación Nécora, esa gran redada contar el narcotráfico de las Rías… Era verano de 1990. Cayeron nombres tan conocidos como Laureano Oubiña, Manuel Charlín… Y algunos de los hombres de Sito, como Daniel Baulo, pero Sito Miñanco se libró de aquella redada. Ya era el número uno y el primero que había tejido fuertes lazos comerciales con el entonces todopoderoso cartel de Medellín de Pablo Escobar. La Brigada Central de Estupefacientes de la Policía puso a Sito como objetivo número uno y consiguió echarle el guante seis meses después.
Es decir, con todos los narcos históricos encerrados tras la operación Nécora, Sito siguió reinando medio año más. Pero Sito tiene debilidades. Una de ellas son las mujeres y otra, su empeño por estar al pie del cañón, controlar al detalle cada una de las operaciones de tráfico de drogas de su organización. Su red transportó a Madrid 125 kilos de cocaína que almacenaron en una nave de Ajalvir. Sito fue detenido en un chalé de Pozuelo de Alarcón mientras pasaba una buena noche con tres mujeres y con las llaves de la nave-caleta en su poder. Ya en esa operación, Sito demostró ser un pionero: entre los detenidos había un empleado de Telefónica que les avisaba cuando los teléfonos de la organización eran intervenidos por la policía.
Hablamos de 1991, hace 24 años… Tras esto fue condenado a 20 años . Lo que ocurre es que fue juzgado con el viejo Código Penal, el de 1973, que contemplaba la redención de penas, así que en 1999 ya andaba fuera de la cárcel en libertad condicional y eso pese a que en 1997 fue acusado de dirigir una operación de tráfico de hachís desde la prisión, donde le intervinieron un par de teléfonos móviles.
Y, claro, Sito Miñanco no se puso a trabajar de manera honrada…Pues no. Lo que hizo fue preparar su siguiente operación. Utilizaba un teléfono distinto para hablar con cada uno de los miembros de su red, había balizado el Petrel, el barco de Vigilancia Aduanera desde el que normalmente se abordaban los barcos cargados de droga en el Atlántico…. Y, además, la operación se fraguó lejos de España, en La Habana. La organización colombiana, en la que ya participaban paramilitares –los grandes carteles tradicionales estaban ya fuera de juego–, quería meter en España cinco toneladas de cocaína. Los proveedores se reunieron en Cuba con un libanés, capitán de barco, que iba a ser el encargado de conseguir un mercante y una carga legal para dar cobertura al transporte de la cocaína.
Los colombianos sabían que no hay nadie mejor que Sito para asociarse con él en España, tenía mucho crédito entre los mayoristas de la cocaína. Y la policía española tuvo muy pronto noticias de esa operación porque el libanés que se iba a encargar de encontrar el barco para traer la mercancía era en realidad un agente encubierto de la DEA, la agencia antidroga norteamericana. Los federales avisaron a sus colegas de la Brigada Central de Estupefacientes, que se pusieron a trabajar con el convencimiento de que solo Sito podía estar detrás de una operación tan ambiciosa, aunque no le veían por ninguna parte,era un fantasma.
La policía controló los 5.000 kilos desde que salieron del puerto a bordo del Agios Constandino, un carguero de bandera camboyana que tenía como carga declarada chatarra, con destino a España. En el carguero iban hombres contratados por el agente de la DEA encubierto, que iba informando de cada movimiento. En Madrid, la policía detectó la presencia de Quique García Arango, un colombiano que desde hacía un tiempo era la mano derecha de Sito Miñanco, pero éste no apareció hasta bien avanzada la travesía del barco. La policía le vio reunirse en un hotel con Quique. Le siguieron y comprobaron que se había instalado en un chalé de la urbanización El Bosque, en Villaviciosa. Todo estaba controlado por la policía.
Miñanco no sospechaba absolutamente nada. Al carguero de bandera camboyana se acercó, cerca de la Guayana Francesa, un pesquero de bandera de Togo, el Titiana. Cuando iba a empezar la descarga de fardos desde un barco a otro, una veintena de geos lanzados desde un barco de la DEA inmovilizaron a las dos tripulaciones e intervinieron los cinco mil kilos de coca. Casi al mismo tiempo, otro grupo de geos entró en el chalé de Villaviciosa y pillaba a Sito “con las manos en la masa”.
Tenía un equipo de comunicación vía satélite y tres teléfonos, todo ellos conectados con los barcos que habían sido abordados en el Atlántico. Pero, además, Sito tenía una carta de navegación con la ruta prevista por el buque nodriza y el pesquero que iba a recoger la carga y meterla en España. Sito no entendía cómo le habían cazado: se había mudado desde un chalé de La Moraleja a su nuevo escondite y sabía que el Petrel, el buque de Vigilancia Aduanera, estaba amarrado en puerto.
Sito se quedó tan estupefacto que le dijo al comisario Eloy Quirós mientras le esposaban: “Eloy, de esta te hacen comisario”. El policía y el traficante se conocían desde la primera detención de Sito, habían crecido profesionalmente persiguiéndose y escapando, pero éste no sabía que en aquella fecha, agosto de 2001, Eloy Quirós ya era comisario, el comisario responsable de la operación Grumete, que fue como se llamó la captura de Sito Miñanco. Así que Eloy le contestó: “Sito, ya soy comisario”. “Bueno, pues te van a llenar de medallas”, le digo el gallego al policía leonés que, efectivamente, tiene unas cuantas.
Y desde entonces, desde 2001, Sito Miñanco ha estado en prisión. Suponemos que no le quedarán muchas ganas de volver a las andadas… Como le dijo el comisario Quirós a Sito hace 14 años, no supo retirarse a tiempo. Suponemos que ahora, con 60 años, ya no tendrá muchas ganas de emociones fuertes. En aquel negocio que frustró la operación Grumete, Miñanco iba a ganar mucho dinero: cada uno de los cinco mil kilos de coca le costó en la selva colombiana unos 1.200 euros y cada uno de esos kilos se iba a vender en España por 18.000 euros. Un beneficio de más de 16 mil euros por kilo, y eran cinco mil kilos… A nosotros nos cuesta mucho hacer el cálculo. Sito debe llevar 14 años haciéndolo.