Nos situamos en diciembre de 2013. Es la temporada de recogida de la aceituna en Villacarrillo, una de las capitales mundiales del aceite de oliva. Hasta allí han llegado como cada año decenas de inmigrantes africanos… La ciudad recibe a esos africanos de forma desigual. Algunos los acogen bien, incluso recaudan dinero en bandas de música para ayudarlos, otros son más indiferentes en el mejor de los casos. Pero los necesitan para recoger la aceituna. El aceite ha hecho un milagro económico en Villacarrillo que en aquel 2013 tiene un 6 por ciento de paro, apenas 350 vecinos.
Los inmigrantes se instalan en casas, albergues y cerca de la estación de autobuses. Muchos de ellos no tienen papeles y están de forma ilegal en España. Entre ellos, ha llegado a Villacarrillo Tidiany con su primo Nama. Tidiany ya ha estado en dos campañas anteriores y va a trabajar para su mismo patrón, Ginés Vicente López, que los instala con otros cuatro inmigrantes en una casa muy vieja “de precaria habitabilidad e instalaciones” junto a un corral de gallinas, escribirán luego los guardias civiles.
En esa casa vieja viven y duermen, algunos sobre colchones, los seis temporeros africanos. Desde el 5 de diciembre de 2013, empiezan a trabajar cada mañana en una finca que se llama El Molinillo.
Las cosas no van bien. El patrón les dice que este año trabajarán a destajo y no a jornal. Es algo legal, pero tienen que cumplirse unas condiciones. Si un agricultor trabaja a jornal, debe cobrar un mínimo de 50,36 euros al día. Si trabajan a destajo, más horas, deben cobrar un 25 por ciento más de esa cantidad (en torno a 63 euros al día). Tidiany y sus compañeros de cuadrilla cobran esos días entre 20 y 30 euros por la aceituna que recogen, de forma que están muy descontentos.
Los seis inmigrantes no se conocen, algunos son de Senegal, otros de Malí. Casi no saben hablar español, algunos no tienen papeles. Dos deciden marcharse. Muy pronto llega el recambio, otros dos inmigrantes africanos que se instalan en la casa. Entre colchones, muebles viejos y un retrato del Cristo, hablan y deciden reclamar a su patrón que les pague lo que les corresponde. Tidiany, que conoce al jefe hace ya tres campañas, va a ser el portavoz. Lo harán el 17 de diciembre, porque la mañana anterior ocurre algo que acaba de convencerlos para protestar.
Dos de los miembros de la cuadrilla declararon a la Guardia Civil que esa mañana sorprendieron a doña Josefa, la madre de su patrón, cogiendo aceituna que ellos habían recogido. Es decir, quitándoles del jornal. El patrón les dijo que hablaban demasiado. Pero ellos decidieron no aguantar más.
A la mañana siguiente el patrón fue a buscarlos a la casa con su furgoneta para llevarlos a la finca. Allí estaba también doña Josefa y otra de sus hijas, Esperanza. Tidiany se erigió entonces en portavoz y se atrevió a pedirle trabajar a jornal. También le echó en cara que su madre robaba aceitunas que ellos habían recogido.
Imagínense la situación: seis africanos, algunos sin papeles, sin saber castellano, sin dinero, reclamando a su patrón español un jornal legal. Se arriesgan a perder ese trabajo y la casa donde están viviendo.
El patrón, Ginés Vicente, rechazó lo que le pedía Tidiany para él y sus compañeros. Su madre se encaró con los inmigrantes y dijo que mentían. Al final, el empresario se los llevó en la furgoneta de vuelta al pueblo y les dijo que tenían que dejar la casa antes de la una de la tarde. Entraron todos, pero el patrón y Tidiany se quedaron unos veinte minutos en la puerta, hablando. Solo uno de ellos, al que llaman Juanito, aceptó seguir trabajando allí porque el jefe le prometió, dijo, hacerle los papeles en España.
Juanito, que se llama Mamadou y es de Senegal, contó a la Guardia Civil que siguió allí porque no tenía más remedio y que su jefe prometió darle de alta en la Seguridad Social. No lo hizo. El caso es que tras devolver a los temporeros a la casa, el patrón acude con Juanito a pesar la aceituna y a sacar dinero del banco para pagarles sus jornales. Le dice, además, que como el es bueno, se va a quedar y le va a dar trabajo. También va a dar trabajo, dice sorprendentemente, a Tidiany y a su primo menor.
Y esa casucha se va vaciando de inmigrantes. Algunos, tras recibir el dinero se van directamente a la estación de autobuses. Pero Tidiany y su primo hermano Nama se quedan en la casa. Juanito, al que ellos llaman Musa, acompaña a dos de los temporeros a la estación. Luego, Nama acompaña a otro más. En la casa queda solo Tidiany, que espera la visita de su jefe. Le había anunciado, contó a su primo, que le iba a llevar a trabajar a un sitio mejor. Son las doce menos cuarto de la mañana. Toman un café en el Bar Los Naranjos, donde se sientan cerca de la chimenea para calentarse. Hacia la una, Nama, su familiar, vuelve a la casa, pero Tidiany ya no está. Ha desaparecido. Le llama al móvil a las 13.12 y ya no contesta.
Nama no cree que su primo se marchase sin hablar con él. Además, hay ropa de Tidiany en la casa. Tidiany y Nama son hermanos de padre en Malí. Los dos llegaron en patera a Canarias en el año 2008 y estuvieron en el mismo centro de menores hasta que pasaron a la península. No se separaban jamás. Recogieron fresas en Huelva, fruta en Huesca y ahora aceitunas en Jaén. Tidiany ejercía de hermano mayor de Nama (tiene o tenía dos años más) y este no podía creer que se fuera sin avisar, dejándole allí solo.
El joven acude a la Guardia Civil para denunciar la desaparición de su familiar. Muy pronto, se califica como de alto riesgo. Tidiany se dejó ropa, no contestaba al teléfono móvil, no le habían visto en la estación de autobuses, tampoco en ningún albergue, no había sacado dinero de la cuenta que tenía en La Caixa…Su familia en Malí no sabe nada de él… Entonces empieza la operación Partisano por supuestos delitos de trata de seres humanos con fines de explotación laboral y desaparición de una persona para tratar de averiguar qué ocurrió aquel mediodía en Villacarrillo entre el patrón y el temporero rebelde.
La cuadrilla vivía en una casa en la calle Guerrilleros Hermanos Uribe, bautizada así en honor de dos hermanos que lucharon en la sierra contra los franceses durante la Guerra de la Independencia. Por eso lo de partisanos. Y en cuanto a la investigación, muy pronto se revelan las tremendas condiciones en las que trabajaban los “negros”, como les llaman algunos de los implicados.
El patrón les debía incluso ocho euros de trabajos de otros años, según reclamaba Tidiany, el joven desaparecido. Su primo contó que les descontaba del sueldo la luz y el agua de la casa donde los alojaba, la gasolina que empleaba en llevarlos y traerlos al campo, que también les descontó 40 euros de dos varas que se rompieron al recoger la aceituna y hasta llegó a cortarles la luz de la casa después de que reclamaran más salario.
Ginés Vicente López cuenta que esos temporeros dejaban el trabajo a medias y que daban problemas, que le pidieron más dinero, que se negó y los dejó en la casa. Que acompañado de Juanito fue a la cooperativa a pesar la aceituna y luego al banco a sacar dinero para pagarles y que se fueran. Hasta ahí todo concuerda. Luego, el patrón asegura que fue a un taller mecánico llamado Tomasín, y más tarde, a almorzar a casa de su padre.
Y la Guardia Civil interroga al padre, a la madre y al dueño del taller mecánico tratando de comprobar la coartada de este empresario. La madre explica que recogían a los trabajadores a las ocho de la mañana, que iban a destajo pero “como hablan mucho no les cunde la faena, algunos no hacían nada”. Que su hija y ella cogen lo que se queda salteado, no de lo recogido por los africanos. La mujer corrige a su hijo y dice que comió con ella y su hija en la finca hacia las tres menos cuarto de aquella tarde.
El padre asegura que no sabe quién es el africano desaparecido. Que les veía cuando iba al corral a dar de comer a las gallinas, que era problemático y que le dijeron a su hijo que lo echara. Que era falso que le debiera ocho euros de otra temporada. El hombre afirma que tiene principio de Alzheimer y no habla de la comida de ese día. En cuanto al taller, parecía que iba a respaldar su coartada, pero Emilio, el dueño, se da cuenta que ese día él tuvo una cita en el ayuntamiento para ampliar su negocio. El patrón de Tidiany no estuvo allí ese día, sino un par de días después.
Y los investigadores encuentran un dato curioso. La tarde que desapareció el temporero, su jefe, con quien supuestamente había quedado, acude a Urgencias. Ginés Vicente fue al centro de salud por un dolor muy fuerte en el pie. La doctora Garrido le atiende esa tarde del 17 de diciembre de 2013, después de la desaparición de Tidiany. A su familia, Ginés les contó que había pisado una piedra al bajar del tractor. A una empleada de un bar, que se había torcido el tobillo. El caso es que se le diagnosticó una fractura en el quinto metatarsiano.
Las investigaciones siguen en plenas fiestas de Navidad. Quizá los oyentes recuerden aquellas dos manifestaciones tan tensas, primero una de inmigrantes y otra de vecinos españoles.
El 6 de enero cientos de emigrantes africanos llegados de toda España toman el pueblo para exigir saber la verdad sobre Tidiany. No están muy afortunados: escriben en una pancarta “país de blancos que mata negros” y gritan “asesinos” por las calles. Dicen que no se está investigando nada, lo que es totalmente falso. También vuelcan contenedores y destrozan algunos coches.
Eso explica, pero no justifica, lo que ocurre dos días después. La tensión en el pueblo ha crecido y un grupo llamado Manos Blancas, ojo al nombre, convoca por Internet una manifestación ilegal. Cientos de vecinos airados se concentran en la plaza y, por ejemplo, chillan cuando un joven africano cruza cerca.
Lo cierto es que las investigaciones ya avanzaban y comienzan los registros en las fincas y la casa del jefe. Y hay algunas sorpresas. En una nave hay 330 gramos de marihuana. El hombre dirá que brotó una planta en el patio de su bar y que la utiliza para combatir los dolores de pierna de su padre. La inspección de Trabajo confirma que tiene a cuatro temporeros trabajando sin estar dados de alta en la Seguridad Social, también que paga por debajo de lo legal. La Guardia Civil utiliza helicópteros, rastrea pozos, busca en los ríos…
Pero lo peor para Ginés se va a encontrar en otra de las fincas de su familia, conocida como La Moratilla. El 10 de enero de 2014, los agentes de la Guardia Civil acuden allí con dos compañeros de la unidad canina, compañeros de cuatro patas: Dzana y Elton. Dzana y un agente encuentran entre los olivos unas orejeras tipo camuflaje. Elton, por su parte, especialista en detectar restos de sangre y cadáveres, se para y marca, se tumba, junto a un olivo de la finca.
Las orejeras son las que usaba para combatir el frio el africano desaparecido. La Guardia Civil llegó a tomar en Malí muestras de ADN a Youma Trouré, la madre de Tidiany. No hay duda, las orejeras que hay en la finca del jefe son del joven desaparecido. Además, los inmigrantes cuentan que nunca trabajaron en esa finca, solo en otra que tiene piscina. Los investigadores comprueban, de hecho, que ahí la aceituna está sin recoger.
El jefe asegura primero que las orejeras son de su hermana. En su declaración jurada afirma que Tidiany sí estuvo trabajando en esa finca. Pero en las escuchas que se le hacen (también dentro de su coche), dice que nunca estuvo allí y que o bien se las han puesto ahí para incriminarlo o que una perra de la familia, Lulú, las ha cogido del coche y las ha bajado a la finca.
Esas escuchas sirven para dibujar las reacciones del sospechoso ante la investigación. Tiene un cuñado policía y su hermana le va orientando cómo funcionan las pesquisas, le habla de CSI, de Crímenes Imperfectos y otras series… Ginés Vicente afirma por ejemplo en alusión al joven desaparecido que “lo más posible es que se fuera, que ese esté riendo, un día se dará de alta en la seguridad social…”. Añade que “los de Malí son muy sinvergüenzas” y al ver una noticia sobre el salto de inmigrantes de la valla de Melilla comenta: “no querías negros, pues toma negros”. A los guardias civiles que le investigan los califica de “gentuza, borrachos, gorrones, asquerosos y mendrugueros”.
Aparecen nuevos indicios y el 7 de mayo el patrón, es detenido. El análisis de su teléfono le sitúa hacia la una de la tarde de la desaparición del temporero cerca de la finca familiar. Él dijo que no había salido de Villacarrillo. La juez ordena detenerlo y lo deja en libertad bajo fianza. Ginés tiene arraigo social y familiar. Es un hombre hecho a sí mismo, no tiene antecedentes, trabajó duro fuera de España y tiene dos hijos.
Tras recuperar la libertad, el empresario sigue hablando. Lamenta haberse perdido un puente en la playa: “Si los cabrones negros, hijos de puta, no hubieran montado el follón, este puente podíamos haber estado en el apartamento de Nerja”. E insiste en que no ha hecho nada con el joven temporero: “No gano nada haciéndole daño a un pobre desgraciado, menos aun un chico joven, lo mismo de alto que yo, con 15 kilos menos, que me coge y me hace un tirabuzón”. Su filosofía y la de su madre se explican en dos frases: “los negros van como los caracoles, con la casa a cuestas”, dice la señora, y “si les haces los papeles, se van con otros”, remata el hijo.
Con este panorama llegamos mañana al juicio contra el empresario, Ginés Vicente López. La acusación particular pide 24 años de cárcel por la desaparición de Tidiany y otros delitos; el fiscal no le acusa por la desaparición, pero pide 16 años de prisión para él por varios delitos de explotación laboral y, sobre todo, por coaccionar a dos personas para que mintieran y le dieran coartada en esa hora que desapareció el temporero.
Ginés tenía alquilado su bar sin contrato a una pareja de jóvenes, Miguel y María. Ellos querían dejarlo en mayo de 2014, pero le debían dinero hasta noviembre (unos 5.000 euros, según las cuentas del empresario). Tras recuperar la libertad, fue a verlos y les ofreció perdonarles esa deuda si decían que, a la hora en que desapareció el temporero, ellos le habían pedido una escalera para la fachada del bar y él se la había llevado. La mujer, cansada de amenazas de Ginés, decidió grabarlo con su teléfono móvil y llevó el asunto a la Guardia Civil.
Después de los atentados de París, en enero de 2015, el abogado del empresario pidió que se abriera una nueva línea de investigación sobre el posible paradero de Tidany Coulibaly. Uno de los asesinos de París, el que entró en un supermercado de comida judía y mató a cinco personas, se llamaba Amedy Coulibaly. Así que el abogado pidió al juez que se investigara si el temporero español se había “enrolado en la yihad”. Total, se apellidaba igual que el terrorista de Francia. El problema es que Coulibaly en Malí es casi como García en España. Y a pesar de todo, se comprobó también que el temporero, musulmán, no tiene lazos con el yihadismo y que con el asesino solo compartía apellido y país de nacimiento.
Y el acusado, Ginés Vicente, se declara inocente. Sostiene que los del bar han hecho eso para no pagarle las deudas. En cuanto a Tidiany afirma que estará en algún sitio, que no se ha investigado. No es verdad. La Guardia Civil buscó en Malí, habló con su familia, estuvo en Huelva, en la empresa donde recogía fresa. No ha vuelto por allí. Tampoco por Huesca. Su cuenta corriente no se ha movido. No hay datos. Incluso se investigó un envío de dinero hecho por un inmigrante desde Villacarrillo a un tal Tidane Coulibaly. Era otra persona y vivía en Congo.
En conversación la semana pasada con Vanesa Lozano, una reportera de Interviú, Ginés afirmó que en esta historia el negro es él. Porque se le ha señalado, se han ensañado con él, dice, con el matiz del negrito desmayado que acusa al empresario. Asegura que ya está condenado. No es cierto. Se verá en el juicio.