Territorio Negro: Triángulo de amor y muerte en la Guardia Urbana
El pasado 4 de mayo fue hallado el cadáver de un agente de tráfico de la Guardia Urbana de Barcelona. El cuerpo de Pedro Rodríguez estaba prácticamente consumido por el calor y las llamas en el interior de su propio vehículo. Las investigaciones de los Mossos d’Esquadra para esclarecer este crimen han revelado un siniestro triángulo de amor y muerte del que formaban parte la víctima y otros dos guardias urbanos acusados del asesinato, Rosa Peral y Albert López. De esta negra historia y de sus personajes hablamos hoy en Territorio Negro.
Esta historia nace, decíamos, cuando se encuentra el cuerpo de un guardia urbano prácticamente calcinado…
Junto al pantano de Foix, en una pista forestal, en medio de una zona boscosa, un excursionista halla los restos de un coche, aún candente, devorado por las llamas. Dentro del maletero hay un cadáver o, más bien, lo que queda de él, porque estaba reducido casi a cenizas, como casi todo el vehículo. Afortunadamente, en el coche se puede ver el número de bastidor, por lo que los Mossos ya tienen un dato por el que empezar la investigación. Y en pocos minutos se sabe que el coche pertenece a Pedro Rodríguez, un agente de tráfico de la Guardia Urbana de Barcelona.
Bien, los Mossos ya tienen claro quién es el propietario del coche, pero, ¿el cadáver? ¿Se le puede identificar? No queda prácticamente nada del cuerpo. Quien o quienes prendieron fuego al coche se preocuparon de que se quemara despacio para que el maletero, donde estaba el cadáver, hiciese de horno. Pese a ello, el fuego no destruyó una prótesis metálica de espalda que Pedro Rodríguez, el titular del coche, llevaba desde el pasado mes de octubre. El número de serie reveló que el cuerpo era de Pedro.
Pedro Rodríguez estaba, en el momento de los hechos apartado del servicio a consecuencia de un grave incidente protagonizado por él el pasado 15 de agosto. Ese día, un motorista de dieciocho años se saltó un control de tráfico montado en la carretera de Arrabasada. Pedro estuvo a punto de ser atropellado por el joven y salió detrás de él. Las cámaras de la perrera municipal, que está muy cerca del lugar de los hechos, grabaron al agente agrediendo al motorista, zarandeándolo y lanzándolo contra unos contendores. La propia Unidad de Asuntos Internos de la Guardia Urbana puso los hechos en conocimiento del juzgado, pero el policía no se sentó en el banquillo porque víctima y agresor llegaron a un acuerdo económico. Pese a ello, el agente seguía suspendido y tenía un expediente disciplinario abierto que podría acabar con su expulsión.
La víctima es un agente suspendido e imagino que los Mossos comienzan a investigar ese incidente y a su entorno más cercano. Pedro mantenía desde el pasado verano una relación sentimental con una compañera, Rosa Peral. De hecho, vivían en la misma casa junto a las dos hijas de la mujer. Los Mossos interrogaron a Rosa a las pocas horas de hallar el cadáver y esta dijo que había discutido con Pedro y que se había marchado de casa dos días antes del hallazgo del cuerpo. No denunció su desaparición –dijo– porque pensaba que su pareja se estaba tomando un tiempo para replantearse su relación. Tampoco intentó ponerse en contacto con él, según comprobaron los Mossos cuando le pidieron su teléfono.
Algo parece no cuadrar ya desde ese primero momento, porque ni siquiera hay una llamada de Rosa interesándose por su pareja. El día 7, tres días después del hallazgo del cuerpo, Rosa actualizó su foto de perfil de Facebook y puso una con Pedro, a modo de homenaje. Tres días después, el 10 de mayo, acudió junto a un centenar de agentes de la Guardia Urbana al pantano de Foix a rendir homenaje al policía asesinado. Allí soltó alguna lágrima mientras recibió el pésame de sus compañeros, a los que reveló que había solicitado escolta porque tenía miedo de que le pasase algo parecido a lo que le había ocurrido a Pedro.
Es decir, se comporta como lo que parecía, como una viuda… esos días. Pero alguien hace llegar a los Mossos una fotografía muy significativa de días atrás, concretamente del 4 de mayo, el mismo día en el que su pareja era consumido por el fuego. Rosa posa en la foto junto a su compañero Albert López sacando la lengua al fotógrafo. Están en una comida junto a otros compañeros de la Guardia Urbana en un restaurante de Poblenou y a nadie le sorprende la intimidad que parecen tener Albert y Rosa. Todos saben que habían sido pareja y compañeros en la USD, la Unidad de Apoyo Diurno de la Guardia Urbana.
Esa comida se celebra dos días después de que supuestamente Pedro se marchase de casa y el mismo día que su cadáver arde junto al pantano… Hablemos ahora del segundo vértice de este triángulo, de esa mujer llamada Rosa Peral.
Con solo veinte años, en 2006, Rosa se presentó a las oposiciones para ingresar en la Guardia Urbana. Hasta ese momento, su forma de ganarse la vida era como gogó de las discotecas más conocidas de Barcelona. Aprobó la oposición e ingresó en la Escuela de Policía de Cataluña, de la que salió en 2007 con un buen expediente. Pasó dos años en prácticas en la comisaría de Ciutat Vella y en 2009 se incorporó a la USD. En aquellas fechas se casó con un mosso d’Esquadra, padre de sus dos hijas. Pero casi al mismo tiempo, inició una relación con un superior de la Guardia Urbana que acabó pronto, aunque sigue coleando hasta hoy…
El pasado mes de abril Rosa le contó a La Vanguardia los detalles de la pornovenganza de la que fue presuntamente objeto por parte de ese superior con el que mantuvo una relación, un hombre 13 años mayor que ella. El 28 de febrero de 2008, después de dejarle, todos los contactos de Rosa recibieron una imagen de ella haciendo una felación a un hombre. El correo, según la fiscalía, fue enviado por el superior de la mujer empleando las claves de Rosa, que ésta le había facilitado mientras estaban juntos. El juicio se iba a celebrar el 15 de mayo, pero ese día Rosa ya estaba detenida.
Ella también es coprotagonista de un oscuro episodio ocurrido en la montaña de Montjuic el 9 de agosto de 2014. Ese día, Rosa patrullaba junto a Albert López –el guardia urbano de la foto– y ambos actuaron contra un grupo de vendedores ambulantes. Uno de ellos, José Antonio González, de 50 años, escapó a la carrera, pero le localizaron después. Rosa intentó detenerle, pero, según el atestado, el hombre sacó una navaja e hirió en una tibia a la policía. Su compañero Albert hizo ademán de desenfundar su arma para que soltase la navaja, pero en ese momento, el vendedor saltó de espaldas hacia unos arbustos que ocultaban un precipicio de veinte metros por el que cayó y se mató.
Los Mossos dieron por buena la versión de los tres guardias urbanos que participaron en la detención del vendedor: Rosa, Albert y un tercer agente, ya fallecido tras un accidente de tráfico. El juzgado cerró el caso y nadie, ni siquiera los familiares de la víctima, preguntó por esta muerte hasta ahora: Rosa y Albert, los dos detenidos por la muerte de Pedro, estaban juntos en ese episodio.
Y ahora hablamos de Albert, el tercer vértice, el tercer protagonista de este triángulo.
Albert López es un tipo duro: alto, de más de cien kilos de peso, aficionado al gimnasio, al boxeo, al kickboxing y a las motos de gran cilindrada. Ha sido pareja sentimental de Rosa de manera intermitente en los últimos años, además de ser pareja de patrulla. Aparte de la muerte del vendedor, Albert ha protagonizado otros dos incidentes. En 2011 fue juzgado y absuelto por agredir a un mantero y al año siguiente fue condenado por dar una paliza a un vendedor senegalés, una agresión que fue grabada en vídeo y difundida por todas las televisiones.
Ya hemos presentado a los tres protagonistas, a los vértices de este triángulo. Tienen en común que visten el mismo uniforme –el de la Guardia Urbana de Barcelona– y que los tres se han visto envueltos en turbios asuntos: agresiones, una muerte, una pornovenganza… Y en mitad de todo esto, el pasado 13 de mayo, los Mosso d’Esquadra deciden detener a Albert y a Rosa por la muerte de su compañero Pedro. ¿Qué lleva a los Mossos a arrestar a los agentes?
Las explicaciones de Rosa en el primer momento no convencieron a los investigadores. De hecho, fue detenida cuando acudió a la comisaría a presentar una denuncia contra Albert por acoso. Además, hay un detalle que llamó poderosamente la atención de los Mossos. Tras esa comida en la que Rosa y Albert son fotografiados –recuerden, el día que es hallado el cadáver de Pedro–, él se presentó a trabajar con el pelo completamente rapado y sin barba, una barba que cuidaba celosamente desde años atrás. Pero hay más: Rosa y Albert apagaron durante unas horas sus teléfonos, exactamente las horas que coinciden con la data de la muerte, pero hay apps que, pese a tener el teléfono apagado, siguen geolocalizando el teléfono. Y sus teléfonos están posicionados muy cerca del pantano de Foix, donde fue hallado el cuerpo de Pedro. Pero, además, el padre de las hijas de Rosa le contó a sus compañeros –es mosso d’esquadra– que una de las niñas le había dicho que vio a su madre manchada de sangre.
Es decir, que había pruebas más que suficientes para implicarles en el crimen. ¿Y tras la detención? ¿Se encontraron más pruebas? El maletero del coche de Albert desprendía mucho olor a gasolina –probablemente la emplearon como acelerante del fuego– y allí mismo hay rastros de sangre. Tras tomar declaración a los dos, el juez encargado del caso los envió a prisión porque considera que hay pruebas suficientes contra ambos, aunque ni los investigadores ni el instructor han podido hilar un relato exacto de lo ocurrido.
Rosa en un principio mantuvo su inocencia: dijo a los Mossos que no sabía nada de Pedro desde dos días antes del crimen. Pero luego, ante el juez, cambió su versión e hizo un relato en el que cargaba contra su compañero y amante, Albert. Dijo que éste estaba obsesionado con ella, que quería recuperarla y casarse con ella y que veía a Pedro como un obstáculo, aunque ella le había dicho muchas veces que no quería retomar su relación con él. Se presentó como víctima de un acoso, pese a que no tenía ni un solo mensaje en el teléfono que apuntalase esa hipótesis y pese a que el posicionamiento del teléfono de Albert demuestra que éste solo fue dos veces a casa de Rosa en los últimos meses: el día del crimen y el siguiente.
Contó que Albert se presentó en su casa con el rostro tapado con un pasamontañas, le pidió que subiese al piso de arriba con sus hijas y cuando bajó, Pedro ya estaba muerto. Rosa dijo que le había asesinado con un hacha que no aparece por ninguna parte y que Albert la obligó, bajo amenazas a ella y a sus hijas, a limpiar la sangre de la casa y a deshacerse del cadáver. Esas mismas amenazas hicieron posible, según ella, que luego se fuesen a comer con sus compañeros.
No parecen muy creíbles estas amenazas, después de verla bromear y sacar la lengua, muy relajada, en esa comida. ¿Qué dijo Albert tras ser detenido? Te lo puedes imaginar: Albert dijo que ella y Rosa seguían siendo amantes y que la mujer le llamó pidiéndole ayuda. Él, naturalmente, acudió a casa de Rosa y allí se encontró el cadáver de Pedro. Su compañera y amante le rogó que le echase una mano para deshacerse del cuerpo y así lo hizo, yendo hasta el pantano de Foix y prendiendo fuego al coche de Pedro.
Lo que creen los Mossos es que ambos actuaron de común acuerdo, aunque probablemente todo fue improvisado, no fue un crimen planificado, ni mucho menos. Y a la vista están todos esos cabos que se dejaron sueltos. Sobre el móvil, hay dos hipótesis que tienen mucha fuerza: la primera, la más clásica, es que Pedro, la víctima, descubriera que Albert y Rosa seguían siendo amantes y se desencadenase una discusión que acabó de la peor manera posible. Y la otra versión, mucho más siniestra, es que Pedro era el depositario de un secreto sobre lo ocurrido en la montaña de Montjuic con ese vendedor y amenazase con contarlo y Rosa y Albert decidiesen callarle la boca para siempre.