Normalmente se cree que esas cosas están en desiertos lejanos, pero en este caso, únicamente están en montañas lejanas. La heroína que se consume en Europa procede de las adormideras, las amapolas de opio, que crecen en las montañas afganas. Las flores se convierten en morfina y en heroína en laboratorios afganos, turcos o iraníes y de allí viaja ya convertida en droga hasta nuestro país. Por eso, la operación policial que acabó con la detención de Yolanda Charlín ha sido sorprendente: en el laboratorio instalado en Fuensaldalña, un pueblecito de Valladolid de apenas 1.400 habitantes, había 20 kilos de heroína ya elaborada, lista para su distribución, y otros tantos de morfina.
Eso se debe en gran medida a que el hecho de tener el laboratorio en España presenta ciertas ventajas. El riesgo es menor si almacenas productos precursores y morfina que si tienes que trasladar la heroína y, además, el laboratorio desmantelado en Valladolid funcionaba como una especie de mayorista, un almacén donde iban a comprar al por mayor otros vendedores de heroína, porque la droga que elaboraban los dos cocineros turcos detenidos era de una pureza mucho mayor a la habitual. De cada kilo fabricado allí –que se vendía a unos 25.000 euros– podían salir dos o tres kilos de buena calidad. Eso es, precisamente, lo que pensaba hacer Yolanda Charlín, que iba a comprar unos seis kilos, según la investigación de la policía.
Como decíamos al principio, Yolanda Charlín Martínez tiene 41 años. Es una de las cuatro hijas de José Luis Charlín Gama, uno de los históricos del narcotráfico gallego, uno de los pocos a los que se les aplicó la doctrina Parot para impedir su salida de la cárcel en el 2008. Yolanda es sobrina del patriarca del clan, Manuel Charlín Gama, un anciano de 81 años, que salió de prisión hace tres, tras pasar veinte años den la cárcel.
José Luis y Manuel tenían otro hermano, José Benito, ya fallecido. Los tres hermanos tuvieron varios hijos y muchos de ellos han seguido el negocio familiar: los Charlín Paz son los hijos de José Benito; los Charlín Pomares, los hijos de Manuel, y los Charlín Martínez, los hijos de José Luis, entres lo que siempre ha destacado Yolanda.
Pero por si impresiona ya de por sí ver cómo ver a varias generaciones de una misma familia dedicadas al narcotráfico, lo más llamativo es las alianzas que crean con otros clanes mediante los matrimonios. Varias mujeres Charlines están casadas con tipos también procedentes de familias vinculadas al narcotráfico de las Rías Bajas. Y ya hasta varias nietas de algunos de los patriarcas que han tenido problemas con la justicia, porque la verdad es que este es un clan muy matriarcal.
Dentro de este mundo, destacan sobre todo dos mujeres. Yolanda, nuestra protagonista de hoy, y su prima, Josefa Charlín Pomares, la heredera del negocio de su padre, Manuel Charlín, una mujer que dirigió con mano de hierro al clan y que pasó siete años fugada de la justicia española. Yolanda tiene, para entendernos, un perfil algo más frívolo y la muerte le toca siempre muy cerca, ya que muchos de los que se acercan a ella acaban falleciendo.
Yolanda era, cuando tenía poco más de veinte años, la novia de Daniel Baulo, el hijo de Manuel Baulo, jefe del clan de los Caneos, unos transportistas que trabajaban para Los Charlines. Daniel se enteró de que Yolanda le engañaba y casi al mismo tiempo, su padre comenzó a colaborar con el juez Garzón, contándole los secretos del clan de los Charlines. Unos sicarios le callaron para siempre a tiros en 1994 y dejaron a su esposa en una silla de ruedas. Los ejecutores fueron condenados, pero nunca se pudo demostrar quién los pagó, aunque parecía bastante claro,
Yolanda no fue condenada hasta unos años después: le cayeron ocho años de prisión por, entre otros delitos, secuestrar en agosto de 1996 a un turco, Perus Han Isik, al que Yolanda sedujo en una discoteca madrileña. Le llevó a un piso con propuestas a las que el turco no se pudo negar, y allí le retuvieron para cobrar una deuda de 70 millones de las antiguas pesetas. 24 horas después, el hombre se tiró por una ventana para huir. Yolanda Charlín fue detenida, precisamente, en Valladolid.
Y en esa misma época, hay otra muerte relacionada con Yolanda: la policía encontró en agosto de 1996 en un lujoso apartamento del norte de Madrid el cuerpo de Isabel Espiñeira Villar. La habían ejecutado de dos tiros. Isabel era muy amiga de Yolanda, con la que había coincidido en la cárcel, cuando Yolanda y su hermano Rosa estuvieron presas por su implicación en un alijo de mil kilos de cocaína. Isabel era, además, novia de El Joya, un traficante turco con el que Los Charlines tenían relaciones. En este caso, ni siquiera se pudo detener a los autores materiales del asesinato de Isabel, que sigue siendo un crimen sin resolver.
En 1999 fue condenada a ocho años por el secuestro del turco. Tras salir de prisión, tuvo dos hijos, que ahora tienen diez y cinco años, con un hombre hondureño nacionalizado español, Walter Vázquez Riveira. La pareja reside en Vilanova de Arousa, de manera discreta, como el resto de su familia, porque los tiempos en los que Vilagarcía de Arousa era conocida como Vilamercedes por la ostentación que hacían los narcos de esos coches ya ha pasado. Aunque ella dijo, cuando fue arrestada, que había sido detenida por su apellido, la policía considera que mantiene buenas alianzas con clanes turcos.
El juez dictó orden de prisión… bajo fianza de 30.000 euros, un dinero que Yolanda tardó 24 horas en abonar. Y eso que, una y mil veces, la policía ha golpeado al entramado económico y financiero de Los Charlines. Al parecer, no lo suficiente como para evitar que puedan juntar 30.000 euros en 24 horas.