Territorio Negro: Un yihadista español de 15 años
La lucha contra el terrorismo islamista, de Al Qaeda, Daesh y sus franquicias, se desarrolla también aquí, en España. Cientos de personas son vigiladas por Guardia Civil, Policía y Centro Nacional de Inteligencia. Es una lucha complicada, preventiva, que trata de evitar que se cometan atentados como el de Barcelona en agosto pasado. Y de todas las decenas de operaciones contra yihadistas, hablamos quizá de la más sorprendente. La detención del aprendiz de terrorista más joven, un chaval español de 15 años, en su pueblo de la provincia de Córdoba.
Los perfiles de yihadistas en España están bastante bien definidos y nos los habéis contado en algún otro Territorio Negro. La mayoría son hombres, de unos 30 años. Los más peligrosos son los llamados FF (Combatientes extranjeros) que han vuelto a nuestro país tras combatir en Siria o Irak. Pero los hombres y mujeres que luchan contra ellos aquí, en nuestro país, están viendo como esos perfiles, esos retratos robot, van cambiando.
Los investigadores del CNI, Policía Nacional y Guardia Civil están viendo que cada vez hay en España más chavales jóvenes, incluso menores de edad, dispuestos a matar y morir por Alá. Lo vimos en los atentados de Cataluña, protagonizados por chavales radicalizados en apenas diez o doce meses y que mataron con apenas 17, 18 ó 19 años. Un agente de la Guardia Civil que lucha contra esta lacra nos explicaba que ese problema, el de jóvenes nacidos en España que quieren ser integrantes del Estado Islámico, ya está aquí. Y el mejor ejemplo es la historia de nuestro protagonista de hoy, un crío de 15 años, que ya fue detenido junto a otros dos amigos de su pandilla y está investigado por la Audiencia Nacional.
Vamos a conocer la historia de este chico. No podemos decir su nombre, porque es menor de edad, pero sí podemos dibujar cómo ha acabado imputado por terrorismo nada menos que en la Audiencia Nacional.
Los investigadores españoles saben que Estado Islámico usa a menores, incluso a niños, para cometer atentados. También, que los adoctrina desde muy pequeños. Y en nuestro país una parte bastante oculta pero real de la lucha contra el terrorismo incluye controlar o monitorizar algunos jóvenes que empiezan a dar señales en los institutos o colegios españoles, señales digamos preocupantes, que fue lo que ocurrió con este chaval de Lucena, en Córdoba.
Un chico de 15 años, estudiante de segundo de la ESO en un instituto público allí en Lucena. Y todo empieza cuando la profesora de Plástica les pide a sus alumnos que compongan una canción de tema libre.
Nuestro protagonista, este chaval, decide que su canción se titule “Los terroristas”. Escribe la letra en un folio, acompañada de dibujos de pistolas, explosiones y símbolos de guerra. La letra, incorporada al sumario de la Audiencia Nacional, dice así: “somos terroristas, vamos a hacer bombas, te vamos a reventar la casa y el piso. Vamos a hacer boom. Tú solo sal corriendo. Voy a cargarme el instituto con C4 (un explosivo plástico demoledor de uso militar) y dinamita. Todos los judíos, boom”.
Podía ser una chiquillada, una gamberrada, a pesar de que habla de terroristas como ídolos y que se considera a sí mismo terrorista. Sí, se incluye como terrorista de forma activa. Pero es que este chaval fue dando otras señales bastante preocupantes. Otro profesor suyo, el de Naturales, contó luego a la Guardia Civil un nuevo incidente. Cuando estaban haciendo una práctica en el laboratorio del instituto, el chaval se acercó a su maestro y le dijo: “¿sabe cuánto daño se puede hacer con un kilo de pólvora?”
Este adolescente español también le demostró a su profesor un conocimiento y curiosidad “excesivos” por la fabricación y manejo de explosivos, por ejemplo, dinamita o nitroglicerina. Y relató un incidente que el mismo sufrió en su casa, cuando, dijo, quedó inconsciente haciendo lo que él mismo llamó “experimentos” para fabricar explosivos con distintas sustancias. No hace falta recordar ni explicar cómo se fabrica, a partir de acetona, agua oxigenada y otras sustancias legales, el TATP, por ejemplo, el explosivo que elaboraban los asesinos de Cataluña en agosto pasado, cuando saltó por los aires su base de operaciones de Alcanar.
Y hay un episodio más que hace que las alarmas se disparen, este chico y sus amigos dan un paso más. Este chaval y sus dos amigos se hacían llamar los magrebíes en las redes sociales. Uno de ellos acude poco después de esos incidentes al instituto con un cuchillo y se lo enseña a los otros. Suponemos que era para demostrar lo fácil que era conseguir un arma mortal, incluso introducirlo en el colegio.
Para entonces, los agentes de UCE 2 de la Guardia Civil ya seguían los pasos de los tres chicos. Lo llamaron operación Radix y averiguaron que los tres jóvenes estaban en un proceso de “autoadoctrinamiento” y que guardaban en sus ordenadores abundante material de propaganda yihadista. También, que habían ido publicando durante meses fotografías y vídeos de contenido terrorista, algunos de ellos protagonizados por ellos mismos.
Los investigadores escriben en el sumario que está en la Audiencia Nacional que los tres chavales llevaban un proceso de “autoadoctrinamiento” en el que fueron entrando siguiendo videos y material del Estado Islámico disponible en internet. Luego ya fueron publicando vídeos y mensajes a favor de cometer atentados. Por ejemplo, el mediano de los tres jóvenes, que tenía 16 años, publicó una fotografía suya posando con un cuchillo. También otra, en el interior de la mezquita de Córdoba, donde se le ve sonriente y escribe: “a veces hay que ser malo para no parecer tan bueno”.
Los tres chavales tenían varios pasajes del Corán, fotografías de Bin Laden, imágenes del atentado del Estado Islámico en el paseo marítimo de Niza, en el que un conductor suicida mató a 86 personas; también imágenes del asesinato del embajador ruso en Siria, Andrei Karlov.
La Guardia Civil y el juez entendieron que no se trataba de chiquilladas o gamberradas. Sí que es cierto que su material integrista era, en parte, propio de adolescentes. Por ejemplo, guardaban una imagen de Pikachu, de los Pokemon, dentro del campo de concentración nazi de Auschwitz, también un fotomontaje de Bin Laden con las torres gemelas y dos mujeres desnudas. Al lado de esas bromas de muy mal gusto, tenían también documentación curiosa para chavales tan jóvenes, por ejemplo, imágenes de la Marcha Verde de finales del franquismo con la que Marruecos se anexionó buena parte del Sahara. Y también imágenes de armas letales, como un subfusil Uzi
Sobre el yihadista de 15 años, escriben los investigadores que “presenta una menor madurez que la que corresponde con su edad biológica”, pero también creen que él y sus amigos tienen un “comportamiento disruptivo, con pobre rendimiento escolar y baja socialización que han visto quebrantados sus valores porque, a pesar de haber nacido en España, tienen arraigo en Marruecos”. Estos jóvenes que no encajan, no son ni españoles ni marroquíes, pueden ser carne de cañón o como escriben los guardias civiles en sus informes “caldo de cultivo para organizaciones terroristas a la hora de reclutar nuevos miembros”.
Y la Guardia Civil vigila también los teléfonos de estos chavales, aspirantes a yihadistas, seguidores del Estado Islámico. Detectan que van “fanatizándose paulatinamente”, así lo escriben. Y el 14 de julio del año pasado, después de que el terrorista tunecino Mohamed Lahouaiej irrumpiera con su camión y matara a 86 personas en Niza, el joven de 15 años, el pequeño de los magrebís de Lucena, llamó por teléfono a su padre. Ambos conversan sobre lo que ha ocurrido. El joven se mostraba “eufórico” por el atentado en Francia. Su padre le calmó y le animó a no hablar de eso.
El padre trata de calmar a su hijo, que se alegra de la muerte de 86 personas en un atentado… El asunto es complicado, mucho más si sabemos quién es el padre de ese chaval que fue luego detenido.
El padre forma parte de la directiva de la Comisión Islámica de España, la junta rectora de los centros de culto musulmanes en nuestro país. No daremos muchos más detalles, pero sí diremos que dos semanas antes de que la Guardia Civil detuviera a su hijo y sus dos amigos, esa junta directiva de los musulmanes españoles se reunió con el rey Felipe VI en el palacio de la Zarzuela.
Y finalmente, dos semanas después de esa reunión, la Guardia Civil detiene a los tres jóvenes. Durante el mes de febrero, los investigadores descubren que los tres jóvenes estaban tratando de hacerse con armas y explosivos, según el sumario de la Audiencia Nacional. El juez ordena entonces su detención. Al tratarse de menores de edad, deben declarar en presencia de sus padres o un tutor legal, así que toda la investigación se hace mucho más laboriosa. Aun así, el chaval declara. Tiene 15 años y el yihadista más joven de España confiesa que (vamos a leer un trocito de su declaración ante la Guardia Civil) “en el pasado veía con buenos ojos que se cometieran atentados terroristas. Me alegré del atentado de Niza”, pone como ejemplo.
Cuando el chico se refiere a “el pasado” es el verano del año pasado, el de 2016. Con sus palabras de adolescente, dice: “entonces estaba tonto, tenía mentalidad de niño chico, pero actualmente estoy en contra de esas cosas”. En cuanto a la redacción de temática libre, la canción titulada Los terroristas, que compuso para clase de Plástica, el joven le quitó importancia cuando fue detenido: “no es tan grave”, dijo, “algunos compañeros de clase hicieron canciones donde defendían a Franco”.
¿Cómo explicaron su afán por buscar explosivos? Con el mismo desparpajo. El que se quedó inconsciente tratando de fabricar explosivos caseros le contó al juez que lo había hecho, leemos parte de su declaración: “por si tengo que sobrevivir cuando venga una guerra”. Y añadió “con la llegada de Donald Trump al poder no es descartable que ocurra”. Los tres quedaron en libertad, pasaron por centros de menores y al menos uno de ellos ha regresado a casa con sus padres.
Y en este combate contra los integristas islámicos, en España hay un niño, un bebé, que ha estado más de un año encarcelado. Tenía 15 meses cuando fue detenido en el puerto de Algeciras junto a sus padres, Choukri El Haddouchi y Sara Vallejo. Desde que nació el crío parecía condicionado: le pusieron el nombre de un tío suyo, hermano del padre, que murió en Siria luchando en las filas del Daesh con el nombre de Abu Jafer en el año 2014. Otro de sus tíos por vía paterna, Achraf, acudió entonces a Siria para hacer la yihad y también murió allí. Empotró un camión con explosivos contra un puesto militar.
En abril de 2016, la Guardia Civil detuvo a sus padres cuando trataban de salir de España con él. El padre insistió en que se iban a Marruecos a un funeral, pero no le creyeron, todo indicaba que se iban a Siria. Llevaban ropa para todo el año, hasta cañas de pescar y el billete solo era de ida. En algunas conversaciones, además, el padre había expresado su disposición a suplir a su hermano en Siria si le ocurría algo.
La Audiencia Nacional condenó a seis años de prisión a sus padres y el bebé creció con su madre en una celda del módulo especial de la prisión de Aranjuez. La odisea de este crío acaba de tener un nuevo capítulo. El Tribunal Supremo ha rebajado hace apenas diez días la condena del padre a dos años de prisión. Entiende que está probada su radicalización islamista, pero afirma que la idea de ir a Siria era un proyecto que no se había concretado aún. Y también ha revocado la condena de la madre, que ha sido absuelta y ha recuperado la libertad junto a su bebé. El padre cumplirá su condena muy pronto.