Territorio Negro: Vida y muerte del niño Aaron Gálvez
Un clásico de Chicho Ibáñez Serrador se titulaba ¿"Quién puede matar a un niño"? Una película clásica, y de terror. A veces, a un niño puede matarlo, lo matan, sus personas más cercanas, quienes deben cuidarlo. En el territorio negro, sin Manu Marlasca, Luis Rendueles,nos cuenta la breve vida, apenas dos años y cinco meses, de Aaron Gálvez, un niño que fue asesinado en Elche, Alicante, el 17 de septiembre de 2018.
Vamos a empezar por el final, un niño llamado Aaron llega golpeado e inconsciente al hospital del Vinalopó, en Alicante. Lo ha llevado allí su madre, Cristina y su pareja, José Antonio.
En ese hospital y también en la Unidad de Cuidados Intensivos pediátrica del hospital general de Alicante, donde luego será trasladado, los médicos ya ven que el crío tiene lo que llaman "múltiples contusiones en el cuerpo y en la cara". El padrastro del niño, un tipo llamado José Antonio Pérez, de 25 años, cuenta a los doctores que el pequeño se ha caído en la ducha y que por eso presenta todos esos golpes. Los médicos sospechan y activan el protocolo de malos tratos. Avisan a la Policía Nacional y también a la trabajadora social.
Y en el hospital, con el padrastro, está también Cristina, la madre del niño que está malherido. Mientras los médicos tratan de salvar la vida del crío, los policías hablan con la madre y con su pareja.
La madre se llama Cristina Jiménez, tiene 27 años. Los policías le preguntan por los golpes, equimosis, que los médicos han encontrado en el cuerpo del pequeño Aaron. En los brazos, las piernas, en las costillas, en la espalda...También, en la cabeza. La madre sorprende a la agente de policía. Le dice que el crío se había caído el día anterior jugando en el parque y que luego, ese mismo día, se había vuelto a caer en la ducha, que se había quedado inconsciente y por eso habían tenido que llevarlo al hospital.
Uno de los policías le hace ver a la madre, allí mismo, en el hospital donde están tratando de curar a su hijo, que esa historia de las caídas sucesivas no cuadra. Y la mujer vuelve a sorprenderles
Cristina cuenta entonces que el día anterior había ocurrido otra cosa muy grave que no les había contado por miedo. Explica que cuando ella estaba con el crío paseando por las calles de Elche, varios encapuchados los habían secuestrado a ella y a su hijo, les habían golpeado y les habían metido dentro de un coche.
Luego, después de un rato, les habían arrojado a la cuneta, en una carretera. Al día siguiente el crío se había desvanecido en la ducha. Los policías tampoco se creen esa historia. Y llega la tercera versión de esta madre, que ahora está en la cárcel
Cuando se da cuenta de que los policías no creen esas patrañas, Cristina se derrumba y dice textualmente "yo me he criado sin padres, yo no sé educar al niño. Es mi pareja el que lo educa". La mujer parece más preocupada por lo que pueda pasarle a su novio que por la vida de su propio hijo, tanto que llega a insistir en que es "buena persona", no es un maltratador, aunque admite que el hombre pegaba a su hijo y que ese día, así lo explica, "se le había ido la mano".
Los policías acuden a entrevistarse con ese hombre, José Antonio Pérez, de 25 años. Está allí mismo, en el hospital. Y este vuelve a contarles historias inventadas
El hombre asegura que un par de días antes unos críos pegaron al niño en el parque donde solían acudir. Y que después, mientras la madre lo duchaba, Aaron se había desmayado, por eso lo habían llevado al hospital. La policía tampoco cree esa historia, claro, y José Antonio acaba confesando al menos una parte de la verdad. Una parte terrible de la vida de un niño que tenía poco más de dos años y que no podía defenderse.
El novio de la madre de Aaron explicó que aquel día el crío se estaba portando muy mal, que no le hacía caso y que le dio un golpe en el culo, un tortazo y, cuando iba a salir de la habitación, le golpeó en la cabeza, y ante el policía hace el gesto de cerrar el puño, como un boxeador. Luego, tras recibir el puñetazo, el crío cayó sobre la cama, inconsciente.
Un niño, Aaron Gálvez, que acabaría muriendo en ese hospital. La policía trata entonces de reconstruir la corta y tremenda vida de ese crío, y también de los dos acusados de maltratarlo y de matarlo
Eso es. Los agentes viajan hacia atrás en el tiempo. La madre, Cristina Jiménez, había tenido una relación con un chico muy joven, Félix Gálvez, un chaval entonces de 19 años que vivía en Alcobendas, en la Comunidad de Madrid y que había trabajado por temporadas como vigilante jurado y en un Burguer King. Los dos estuvieron juntos cuatro años. En ese periodo, fueron padres de Aaron, que nació el 26 de abril de 2016. Los dos padres son jóvenes y sin empleo fijo, sin ingresos, empiezan a llevarse mal y se separan de forma muy poco civilizada digamos en marzo de 2018, seis meses antes de la muerte del niño.
¿Cómo fue esa separación? ¿Hubo violencia o denuncias?
Denuncias hubo, y también amenazas. Todo indica que era lo que se llama una relación tóxica. Lo que cuenta el padre, Félix, es que los dos tenían problemas, no sabían arreglarse con el bebé, a pesar de que la abuela les ayudaba. Que el 3 de abril de 2018, cuando las cosas ya iban muy mal entre ellos, fue con varios familiares a ver a su hijo, que luego ella le pidió que subiera a su casa, pero que él se negó. Y que ya no volvió a verla.
Cristina, que es seis años mayor que él, le dijo que necesitaba aclararse y se marchó de la casa familiar con su niño días después. El hombre admite que entonces, cuando llegó a casa y vio que su hijo no estaba, la amenazó y la insultó por teléfono. La mujer, Cristina, contó otra versión, dijo que se separaron después de que él entrara en la casa y robara sus cosas. Lo denunció y fue detenido y acusado de violencia de género. Ante la policía, tras la muerte de su hijo, Félix admitiría que había insultado a su mujer, pero dijo que lo había hecho movido por la desesperación de no saber dónde estaba su hijo, que es incapaz de agredir a nadie. Este hombre pasó casi seis meses sin ver a su hijo, siguiendo pistas por instagram, y pasando miedo por lo que podía ocurrirle al niño.
¿Por qué tenía miedo por su hijo? Al fin y al cabo estaba con la madre...
Sí, pero Félix explicaría a la policía que la mujer, la madre de Aaron, era problemática. Que fumaba marihuana y tomaba cocaína, que le había pegado y mordido en alguna ocasión...El no toma drogas y estaba muy preocupado por dónde y con quién podría estar su hijo.
Y aquí entra en juego el tercer personaje de esta terrible historia, José Antonio, un chaval de 25 años de Elche, Alicante
José Antonio es otro 'ni ni', otro chaval que no ha estudiado ni tiene un trabajo fijo. Es un tipo muy aficionado a los videojuegos, igual que la madre del niño. Así la conoce, por Internet, ambos tontean y un domingo de marzo del año pasado él se traslada desde Elche hasta San Sebastián de los Reyes, para conocer a Cristina. Se gustan, y ella rompe con todo y se va con su crío a vivir a Elche, con su nueva pareja.
Los protagonistas de este crimen no tienen trabajo fijo ni estudios. ¿De dónde sacan el dinero? ¿De qué viven?
Cristina, la madre de Aaron, había trabajado de cajera y de camarera, también en algunas tiendas de perfumería en Madrid. José Antonio, su nueva pareja, el que iba a ejercer de padrastro de Aaron, había sido pinche de cocina, pintor y había trabajado en el campo, también en un almacén, nada fijo. Tenían dinero porque la madre de Cristina, la abuela del bebé, falleció y le dejó a su hija una herencia de 50.000 euros. Con ese dinero, la mujer empezó a pagar un piso en Elche, donde vivían juntos ya los dos, con el bebé, dos meses antes de que todo acabara.
Dos meses antes de que el niño muera, o más bien lo maten, la pareja vive con él en un piso de Elche. Imagino que la policía ha investigado entre los vecinos por si vieron algo de interés para el caso
Fue una vecina la que los llevó en su coche al hospital con el niño ya gravemente herido e inconsciente. A ella le contaron simplemente que Aaron se había despertado así. En el bloque de pisos la pareja era conocida porque solían ponerse a fumar marihuana en el balcón y el olor era bastante nítido. Otras vecinas sí contaron la historia de los últimos dos meses del crío, que debieron ser terribles. Una de esas vecinas contó a la policía que el bebé lloraba todos los días, a diferentes horas, de una forma que no era normal, "como si le doliera algo", dijo la mujer a los investigadores. Eran llantos, así los definió esta mujer, "explosivos", de muy corta duración y que acababan como si el crío tuviera una "arcada". Luego, llegaba el silencio.
Todo indica el niño había sido golpeado antes de la última paliza, del último episodio. Dos vecinas han contado un episodio que oyeron el 2 de septiembre, dos semanas antes de la muerte del niño. Ambas escucharon como lloraba, luego oyeron un golpe fuerte. Y como el niño dejaba de llorar de golpe, sin más. Dos de las vecinas se plantearon entonces denunciar el caso, pero como no estaban seguras de lo que ocurría, decidieron esperar para no cometer una posible denuncia falsa
Eso fue el dos de septiembre. Y el día diez otra vecina escucha algo, otra vez el llanto inconsolable de un bebé que termina de pronto, sin más. Y el día 12 de septiembre otra vez.
Esa mujer cuenta que escuchó un guantazo muy fuerte, así lo dice, procedente de la casa de José Antonio y Cristina, y luego el silencio del bebé. Dos días después, es otra vecina la que escucha un golpe muy fuerte, algo similar al de un ruido de un mueble, un llanto de bebé y luego, de repente, el silencio.
La mañana siguiente, el 13 de septiembre, Aaron Gálvez ya no despierta y le llevan al hospital. Morirá cuatro días después, el 17 de septiembre. En la cárcel están su madre, Cristina, y su pareja, José Antonio.
¿Tienen alguna enfermedad mental?
Lo más habitual en estos casos, ya sé que es duro, es que no haya ninguna enfermedad mental. Según los primeros informes forenses, que les han realizado los doctores psiquiatras Fajardo y Jara, del Instituto de Medicina Legal de Alicante, ni la madre ni su novio tienen alteraciones mentales. No tienen esquizofrenia, ni delirios, ni patologías. Más bien todo indica que se trata de un caso de absoluta frivolidad, inconsciencia y maldad
Cristina y José Antonio son casi adictos a la play station, admiten que fuman porros cada día, hasta diez porros, que toman alcohol y cocaína también de cuando en cuando. La madre dice que salían a fumar marihuana cada noche, para relajarse, al balcón. Ella dice que le dolían las costillas porque hacía deporte. El hombre, su pareja, dice que no es un tipo violento, pero admite que se rompió una mano al golpear una pared durante una discusión.
¿Y cómo justifican todo eso? ¿Qué dicen de la última paliza al niño?
El hombre asegura que era la madre la que se ocupaba de Aaron, admite que él le decía "algunas cosas" y que a veces lo "zarandeaba" si se portaba mal. También admite que le daba "manotazos", así lo llama él. Y dice que lo hacía cuando el niño, recordemos que no llegó a vivir dos años y medio, "se hacía pis, rechistaba o hacía un mal gesto". José Antonio llegó a contar a la policía que los dos no podían con el crío y que estaban buscando al padre para que se hiciera cargo de él, algo que se demostró totalmente falso. Como prueba de que quería al niño, se había hecho un tatuaje en la espalda, más frivolidad.
Y la madre. ¿Qué ha contado a la policía?
Es lo más sorprendente de esta historia. Quizá lo más desolador. La madre explica que el niño es "muy trasto" que, a ella, así lo dijo, "se me sube a la chepa", y que la manera de educarlo de su pareja era darle algún cachete en el culo y cogerlo del brazo. En el sumario del caso figuran las declaraciones de los tres policías nacionales que fueron al hospital cuando el niño aún vivía y preguntaron a la mujer y vieron sus reacciones, insisto, cuando los médicos trataban de salvar la vida del niño.
¿Qué reacciones tuvo la madre?
A una policía le confiesa que no se ve capacitada para educar y cuidar a su hijo que, si sobrevive el crío, quiere renunciar a él. Que su pareja es buena gente y que no es un maltratador y que, eso sí, quizás se le haya "ido la mano" aquella mañana con el niño. Para justificarlo, dice una frase tremenda: "Cada uno tiene su manera de educar". Uno de los agentes declaró que la mujer parecía más preocupada por lo que pudiera pasarle a su novio que por la vida del niño. Otro explicó la reacción que tuvo la mujer cuando allí mismo en el hospital el hombre confesó que había golpeado a su hijo con el puño cerrado. La mujer se acercó entonces a su novio, le cogió la mano y le dio un beso. Los dos están en la cárcel y a la espera de juicio. El padre del crío, Félix Gálvez, y su abogado, Marcos García Montes, van a pedir prisión permanente revisable para los dos.