TERRITORIO NEGRO

Territorio Negro: Traficantes y camellos en el estado de alerta

Se ha paralizado buena parte de la economía y la producción, pero hay una industria, un negocio inmenso y mundial que aún no se ha detenido: el tráfico de drogas. Una gigantesca cadena que va desde plantaciones lejanas hasta, estos días, el aparcamiento de un supermercado, por ejemplo. En este territorio negro, explicamos qué está pasando estas semanas con las redes de tráficos de drogas y los pequeños camellos; también qué está haciendo la policía y la guardia civil, que no descansan ni siquiera estos días en la lucha contra las mafias de la droga.

M. Marlasca y L. Rendueles

Madrid | 31.03.2020 17:47

Hemos visto estos días de confinamiento un par de operaciones brillantes de la Policía Nacional. Un velero que iba a Ibiza con varias toneladas de hachís y un barco mercante que llevaba cocaína oculta cerca de Avilés, en Asturias. Los narcos no descansan y la policía tampoco.

El caso de Ibiza fue detectado en parte gracias a los controles del coronavirus. Se vio que un velero salía de puerto sin permiso. Se siguió su trayectoria que digamos era un poco errática. Los agentes de la Brigada Central de Estupefacientes le siguieron la pista y vieron que fondeaba cerca de las costas de Marruecos. Allí le cargaron unas seis toneladas de hachís y tomó rumbo de vuelta a Ibiza. Cuando estaba a unas ochenta millas de tocar puerto, lo abordaron. Los dos detenidos intentaron quemar la droga y lo lograron solo en parte. Se ha llamado operación Timón. Algunos oyentes estarán pensando cómo es posible que se arriesguen los traficantes, vamos a responder con dos datos. El hachís se compra a doscientos o trescientos euros el kilo en Marruecos. Se vende en calles españolas o de otros puntos de Europa a unos 1.500 o 1.600 euros el kilo. Imaginen el beneficio de ese viaje en velero

Pues así a ojo, se gastaron algo más de un millón de euros en comprar el hachís e iban a venderlo por unos seis millones...

Hay que descontar los pagos, los intermediarios, gastos... Pero sí, un negocio redondo, más cuando el tráfico de grandes cantidades de hachís está menos castigado que la cocaína en España. Sale por unos tres años de prisión el primero y por unos nueve el segundo...

Y hablando de cocaína, también sigue llegando lo que en Galicia llamaban Fariña. El lunes mismo, y no sé si esto ya se ha contado, la Policía Nacional detuvo una lancha con unos 2.500 kilos de coca en aguas de la provincia de Pontevedra. Y la semana pasada submarinistas del GEO de la Policía entraron buceando en las aguas asturianas del Cantábrico. Se metieron en el respiradero de las hélices de un barco mercante y sacaron de allí 76 kilos de cocaína. Esta vez el tipo que había organizado el traslado era un ciudadano albanés y tenía la colaboración de tres expertos buceadores que habían trabajado antes para la Marina del Ejército de Perú.

La cocaína tampoco ha parado. Hay que tener en cuenta que, según nos cuenta la gente de UDYCO Central, los que saben de esto, los barcos cargados con droga tardan unos veinte, veintiún días en llegar a puertos españoles, de forma que lo que está ocurriendo es que nos están llegando los barcos que salieron digamos antes de la cuarentena y el estado de alarma.

Me habéis hablado del precio del hachís, ¿ a cuánto está ahora la cocaína, en grandes operaciones, si se compran grandes cantidades?

Los expertos de la Policía nos dicen que la coca, si se hace una compra grande, está pagándose a 3.000 o 4.000 euros en Colombia. De hecho, la paz en ese país ha provocado un aumento de cultivos y de oferta de coca. Y la coca puesta ya en destino, en las calles, se vende a unos 30.000 euros el kilo. Imaginemos otra vez el beneficio tan gigantesco que deja este negocio.

Y en una de estas operaciones, ya en el estado de alerta, cuando los policías fueron a detener a uno de estos traficantes, surgió el tema del coronavirus.

Un ciudadano colombiano que iba a ser detenido se acercó a los policías para decirles que no se encontraba bien. Decía que tenía fiebre, tos, mucho cansancio, que muy posiblemente tenía el bicho. Pese a ello, seguía trabajando en el narco y estaba al pie de cañón. Los agentes tuvieron que llevarle al hospital. Allí estuvo 24 horas, pero dio negativo, posiblemente fue un intento de escurrirse.

A la Policía le está dando tiempo a hacer cumplir –todo lo que puede, claro– este estado de alarma y también a hacer grandes operaciones contra el narcotráfico. Peor, ¿no se ha derivado el personal que habitualmente está dedicado a las investigaciones a asegurarse de que la gente se queda en casa?

En los servicios centrales, la Comisaría General de Policía Judicial o la UCO de la Guardia Civil, la mayor parte de los grupos siguen trabajando en sus investigaciones. Porque, como has visto, hay quien intenta aprovechar el estado de alarma para colar cargamentos de droga en España. Sí hay mucha gente de los grupos de policía judicial de comisarías y comandancias que están dedicados ahora al cien por cien a hacer cumplir el decreto del Gobierno. Muchos de ellos han tenido que desempolvar el uniforme y lanzarse a la calle a coordinar labores de seguridad ciudadana. Y, créeme, a los que no les han dejado y están en sus despachos de las brigadas, están deseando hacerlo. Nos consta.

Ya hemos visto que sí hay operaciones contra los grandes traficantes, pero ¿qué está pasando con el menudeo, con el escalón más bajo del tráfico de drogas?

Sobrevive, con dificultades, pero sobrevive. De hecho, hay una buena parte de la gente sancionada por quebrantar el confinamiento que lo ha hecho para salir a la calle a hacerse con unos gramos de hachís, marihuana u otras drogas. Salen con una bolsa de la compra y el ticket del día anterior o de hacer dos días. Como el mercado responde en cualquier terreno de la vida, esto ha provocado que el precio de las drogas en la calle haya subido sensiblemente. El gramo de hachís o marihuana, que costaba antes de la crisis del coronavirus entre cinco y seis euros, se ha disparado hasta los diez o quince. Y encontrar droga de cierta calidad es muy complicado. La cocaína, otra de las drogas más consumidas en España, ha subido también de precio, pero mucho menos: ha pasado de sesenta a setenta euros el gramo.

Y pese a ese precio y pese al confinamiento, ¿se sigue menudeando, se dice así?

Con muchas dificultades, pero sí, el negocio continúa. Aquí los perros son grandes aliados también. Ningún camello se cotiza más ahora que el que tiene un perro para pasearlo y aprovechar el paseo para hacer un pase al cliente, que también debe llevar perro, claro. La policía ha encontrado ya varios casos así. Por ejemplo, en la zona de Cádiz, donde algunos malotes salen con perros de pelea que les sirven de coartada para el trapicheo.

Otros lugares de citas habituales entre traquetos y clientes son los aparcamientos de los supermercados: vendedor y comprador compran cualquier cosa digamos de primera necesidad, como una barra de pan, y se ven en el parking fugazmente para hacer el intercambio. En otros casos, ni se ven: la droga se deja escondida en alguna parte y el pago se realiza mediante alguna aplicación del teléfono móvil...

¿Y los sitios habituales, los grandes supermercados de la droga, que está pasando con ellos?

La Cañada Real, por ejemplo, el mayor mercado de la droga de España, está de capa caída. Ya salen muy pocas cundas desde el centro de Madrid hasta allí –es un lugar al que solo se puede acceder en coche– porque los controles policiales son muy estrictos. Apenas se ve gente, más allá de los zombies habituales que malviven en el poblado, los conocidos como machacas. Gente que es utilizada como esclavos por los traficantes. No se me olvida una de las veces que estuvimos en esos supermercados de la droga que uno de esos machacas estaba sobre el tejado de una chabola donde se vendía la droga. La uralita tenía una gotera y el traficante le había ordenado que la tapara con su cuerpo. A cambio, le daban una micra.

Otra cosa son los narcopisos de Madrid y Barcelona, que siguen funcionando, aunque con un menor nivel de actividad. Al caer la noche sí que se puede ver a personas que acuden a los pisos donde despachan droga rápidamente. Son viviendas enclavadas en bloques donde vive todo tipo de gente y su control es mucho más complicado.

Veo que imaginación no falta en estos tiempos…

No, los traficantes siempre han ido sobrados de ella. Y ahora parece que más. Otra modalidad que ya ha detectado la policía es el envío de droga mediante empresas de mensajería o de envíos a domicilio. Compañías como Glovo, que habitualmente reparten comida, son utilizadas por los camellos, ya que no hay controles sobre la mercancía transportada.

A veces son los propios trabajadores de Glovo los que sospechan de los envíos que les encargan. Uno de ellos se dirigió el pasado fin de semana a una pareja de policías municipales de Madrid. Le habían dado diez euros por llevar un paquete hasta cerca de la estación de Chamartín. Eran ochenta gramos de marihuana, era un servicio a domicilio

Y algunos, digamos más pijos, ya han sido detenidos utilizando chófer personal, el servicio de Uber, en este caso

Agentes de la Policía Municipal de Madrid vieron a un tipo joven en el aparcamiento de un Carrefour de la zona de Orense. El tipo se lanza hacia uno de ellos, digamos que eligió mal porque era el más robusto, y acabó en comisaría. Al final contó que estaba vendiendo ketamina, un anestésico utilizado en origen para calmar a los caballos y que ahora usan algunas personas para tener visiones o alucinaciones. Explicó que compraba la droga en el internet profundo, en la deep web y que había contratado a un uber que le iba llevando esa noche para entregarla a domicilio. Eran algo así como las dos de la mañana y el camello con chofer llevaba 50 pases aquella noche. También dijo que era hijo de una conocida periodista del corazón, pero esa es otra historia.

En Madrid la Policía Municipal también detuvo hace unos días al conductor de un taxi que aprovechaba la libertad de movimientos que le da su trabajo para trapichear: llevaba bolsitas con hachís y cocaína.

¿Y qué está pasando en las prisiones? Porque no hay visitas y, presumiblemente, ha debido descender el consumo.

No es que haya descendido, es que ha desaparecido, porque casi el cien por cien de la droga que llega a prisión viene con las visitas. Y eso es bueno… y malo, porque los internos, aunque en su mayoría han aceptado la situación con resignación, en algunos centros han provocado situaciones de mucha tensión y unas decenas de presos ha acabado en aislamiento por protagonizar conatos de motines y agresiones: sin vis a vis, sin contacto con sus familiares, sin dinero para el peculio –que suelen ingresar sus allegados– y sin droga… La cosa se puede ir de las manos en cualquier momento, pese a que la dirección de prisiones ha tenido un gesto con ellos y permite más llamadas de las habituales a los internos.

Y vamos a cerrar este territorio con un repaso a las sanciones a aquellos que violan el estado de alarma. Desde ayer ya hay patrullas mixtas de policías con militares del Ejército vigilando para que se cumpla

Hasta el domingo habían sido detenidas 1.839 personas y otras 215.409 habían sido propuestas para sanción. De entre todos los tontos, vamos a elegir a este, una especie de youtuber que fue detenido en El Papiol, en Barcelona, después de grabar este vídeo.

En fin, casi sobran comentarios. Y queremos hablar también de cosas tiernas, bonitas, bizcochonas, que también están pasando estos días, estas semanas de confinamiento.

Está habiendo muchos juicios rápidos para resolver esas sanciones. En Telde, en Gran Canaria, un hombre de 52 años ha aceptado pagar una multa de 720 euros por violar el estado de alarma. Una patrulla policial lo sorprendió a las dos de la mañana en una calle de Las Palmas. En un portal cercano vive su novia, que también estaba confinada y a la que confesó que había acudido a visitar.

Y además del sexo, el fútbol es otra pasión española, no sabemos si a la misma altura, en algunos casos puede que más. En Utebo, en la provincia de Zaragoza, los trabajadores de una empresa logística del polígono de cervezas El Águila decidieron matar el confinamiento montando una pachanguita de siete contra siete y violando todas las normas del estado de alarma.

También está habiendo historias tristes, muy tristes, de ancianos que deambulan solos y la policía los va a sancionar...

Se han dado varios casos ya de enfermos de alzhéimer que van desorientados por la calle, no saben volver a casa, no saben siquiera lo que está ocurriendo. Los policías los paran y los acompañan a casa. También está ocurriendo con enfermos mentales. Algunos han bajado a dar de comer a las palomas...

Y todavía hay clases, por ejemplo, los que se consideran por encima de esta pandemia tan terrible. Como una familia que fue identificada en la playa de Denia.

En una calita al parecer muy escondida, la cala del Ambolo, muy chula. Hasta allí llegó la Guardia Civil el domingo y se encontró asombrada a una familia de domingueros madrileños. Se habían bajado con sus tres hijos, el mayor de seis años, a tomar el sol y darse un chapuzón. También habían hecho que los acompañara la asistenta, para no tener que estar demasiado pendientes de nada. Todos serán propuestos para ser sancionados, incluida la asistenta.

Queremos con un microespacio que ya abrimos el otro día. Los policías imaginativos en tiempo de coronavirus. Juglares, poetastros, bardos, a veces con resultados discutibles, pero siempre con la mejor intención.

Muchos agentes han ido a las puertas de casas de niños que no podían salir a celebrar sus cumpleaños estos días. Ha ocurrido en Canarias, en Madrid, en Pontevedra... En versiones clásicas, como la de los Payasos de la Tele, o más digamos Millenials...

Y hay dos especialmente que se están haciendo conocidos. Raimundo, el policía de Noreña, en Asturias. El fin de semana pasado volvió a animar a los niños desde el coche patrulla.

En este vídeo, los vecinos hacen que Raimundo incluso baje del coche patrulla y salude. Ya ha enviado mensajes de Pikachu, de los minions, el confinamiento le está poniendo el listón cada vez más alto.

Y el segundo es un policía nacional de Almería, que mascarilla en la boca, trata de animar a los más pequeños.

Es impagable. Y hay muchos más casos. Hemos visto durante todos estos años en los territorios negros a policías y guardias civiles haciendo de todo... La gran mayoría de ellos merecen mucho, mucho la pena.