Se cumplen dos años de la erupción volcánica de la isla canaria de La Palma. Más de 7.000 personas se vieron afectadas por la actividad del volcán de Tajogaite, bautizado así meses después por los vecinos del Valle de Aridane. 85 días estuvo el Cumbre Vieja expulsando ceniza y lava, destruyendo más de 2.500 viviendas, casi 100 kilómetros de carreteras y decenas de hectáreas dedicadas al cultivo del plátano de Canarias.
La necesidad de la reparcelación agraria
Muchas de las familias que vivían de la producción de plátano esperan volver a trabajar en una superficie fértil, como la que tenían antes de aquella tragedia. Más de 500 agricultores se vieron perjudicados directamente por los efectos de la erupción dejando sin viabilidad para el cultivo. Y es que, mientras una parte quedó aislada entre coladas o sin acceso, otra fue sepultada íntegramente por la lava. Por ello, en este punto, es indispensable la reparcelación agraria.
"Ahora queda pendiente que todos apoyemos la reconstrucción de la superficie cubierta y esperamos que que la Administración ponga todo su empeño en buscar financiación y en convencer de un proyecto técnico válido para que los productores afectados, estén dentro de cuatro o cinco años, con su superficie disponible", pide Domingo Martín Ortega, presidente de la Asociación de Organizaciones de Productores de Plátanos de Canarias (ASPROCAN).
Una situación optimista
Se estima que a finales de año, el 90% de la actividad que tenía la isla antes de la erupción se haya normalizado, aunque clave para la supervivencia de los agricultores, ha sido la solidaridad del propio sector y la ayuda financiera recibida, algo que alivia, pero que necesita de algo más: "Está la iniciativa privada de gente que tiene posibilidad de ejecutar, pero el 90% de los agricultores no tienen capacidad económica para poder restaurar su propia finca", comenta Martín.
Por su parte, Juan Antonio Enrique Morales, que lleva más de tres décadas cultivando la tierra que heredó de sus padres, sigue con ganas de seguir luchando en el mismo lugar, sin marcharse de allí: "El palmero es muy terruño", asegura. Por eso, quiere ver cuanto antes planos que distingan las parcelas que son de unos y de otros para volver a trabajar en el nuevo ordenamiento.