Y buenas noches, don José María González, Kichi, señor alcalde de Cádiz. Tiene usted la ciudad incendiada, como incendiado está el sector del metal de la provincia con la huelga indefinida que hoy alcanzó su tercer día. Desde Madrid se han visto las barricadas y el humo de los neumáticos quemados.
Este escribidor dijo aquí en la radio que parecía la eclosión de un volcán, y quizá lo sea, señor Alcalde. La protesta de Cádiz es el volcán laboral de este otoño, que se junta a lo que apuntábamos ayer: la lucha por la supervivencia de A Mariña, en mi tierra; como en mi tierra, se lucha contra el cierre de una multinacional; a diferencia de mi tierra, en Cádiz se reclama un incremento salarial a empresas privadas. Como lo que ha subido el coste de la vida, dijo Pepe Álvarez, en frase que parece un prólogo de lo que puede ser la negociación colectiva, con lo cual tendremos un invierno muy caliente.
Apreciado Kichi, señor alcalde, le escribo por lo que usted ha dicho: que está con los huelguistas, aunque paralicen la ciudad; que usted es uno de ellos; habla de la huelga en primera persona, y soltó una frase que sorprendió a mucha gente: “Tuvimos que meterle fuego para que en Madrid se fijen en nosotros”. Ahí queda eso como intención y como retrato. Como intención, no sé si lo debe decir un alcalde, por muy de izquierdas que sea. La frontera entre la solidaridad y la incitación es muy tenue, Kichi. La frontera entre libertad de expresión y alteración del orden la tiene que ver quien gobierna una ciudad o un país. Y no le extrañe, Kichi, que haya quien escuchó sus palabras --“tuvimos que meterle fuego”—como un mandato del alcalde, y ya sabemos que se empieza quemando neumáticos y mobiliario urbano y no se sabe dónde de termina.
Y le decía que es un retrato, porque tiene usted razón: para que te oigan en Madrid, para salir en los telediarios, hace falta ver una columna de humo que recuerde un volcán. No sé quién creó esa necesidad, pero fue antes de que usted fuese alcalde. Y veo que ha prendido peligrosamente en la sociedad: para que te escuchen en Madrid, hace falta un gran follón. Que lo aprenda el gobierno, porque, si no escucha, algún día se puede quemar. O lo pueden quemar.