Si me lo permitís tú, tu querida y mi adorada Sandra y nuestros oyentes, quiero saludar a un caballo que se llama Almíbar y que a esta hora duerme en la sierra asturiana de Cuera.
Su historia es una de las dos más emotivas que he conocido de animales en este país. Una fue hace algún tiempo, la de un perro abandonado en mi ciudad de Lugo. Tuvieron noticia de él las hijas gemelas de Julio Iglesias y lo adoptaron. Hoy es un perro que pasó de la calle hostil a vivir alternativamente en mansiones de Miami, Punta Cana y Ojén. De estar arriesgado al atropello pasó a viajar en avión privado. A veces las hijas de Julio publican su foto en Instagram.
Tu historia, caballo Almíbar, la publicó el diario El País esta mañana en crónica de Camilo Baquero desde Noriega, y déjame resumirla así: un día fueron desahuciadas unas barracas ilegales en Mollet, provincia de Barcelona. Y allí estabas tú, Almíbar, y allí te dejaron tus dueños, quizá porque no tenían un techo para ti. Seguro que no tenían un techo para ti, y te dejaron atado a un poste. Un juez, gran persona tiene que ser, mandó recogerte y te llevaron por el lateral de una autovía al castillo de Mogoda, propiedad de la Generalitat. Por poco te hacen funcionario, Almíbar, pero en las convocatorias de empleo público no hay vacantes para caballos.
Y tu noticia llegó a dos personas, un matrimonio, el formado por Sandra Ibarra y Juan Ramón Lucas, que pujaron por ti y te fueron a buscar a Cataluña y tuviste que recorrer casi 800 kilómetros hasta llegar a tu nueva residencia, en la verde montaña de Asturias. No es un castillo, pero es la hermosura asturiana. Ahora veo tu foto en el periódico, Sandra abrazada a tu cuello, y un testimonio de Lucas: “¡Mi caballo me dejó por mi mujer!”. Te diré, Almíbar, que hay que tener mucho amor a los animales para hacer lo que hicieron Sandra y Juanra.
Te contaré que yo sabía que cada viernes, como hoy, al terminar La Brújula esta pareja se iba a Asturias, pero no sabía por qué. Ahora lo supe y te digo, Almíbar, que tienes buenos señores. Y yo quiero hacer de tu historia la más sugestiva historia humana del día. Y hasta donde sé, sé que tú no eres su caballo, sino que ellos son tuyos. Y permíteme celebrar que, entre los caballos, también existe Cenicienta y esa Cenicienta eres tú.