Buenas noches a Carry, nacida Symonds y hoy Carry Johnson, por ser la esposa del primer ministro británico. Según algunos, seguramente machistas, la mano que mece la cuna de las fiestas de Downing Street. Según otros, la disculpa para que el primer ministro salga con vida del cerco político del que intenta salir, un día corriendo con su perra en bañador, otro día subido a una carretilla elevadora, otro en una granja como si fuese Pablo Casado, y hoy mismo en Ucrania, siguiendo los pasos de Margaret Thather. Es decir, queriendo hacer de Ucrania sus Malvinas, que una guerra es capaz de olvidar todas las fiestas, toda la falta de ética y el exceso de alcohol, que dijo Juan Ramón Lucas.
¿Quién es usted, enigmática Carry?
Según Wikipedia, una activista política y conservacionista. Hurgando un poco más, una creyente católica, que no obedece a la doctrina anglicana de Su Graciosa Majestad. Y para la historia, la mujer de Boris Johnson, 24 años más joven y que, quizá por esa razón, le dio dos de sus siete hijos en el poco tiempo que llevan de matrimonio.
No hay fotos suyas entristecida, Carry. Ni siquiera seria. En todas aparece sonriente, rostro de triunfo y felicidad, como celebrando algo, incluso cuando está con Boris. Las lenguas perversas dicen que disfruta tanto de su estatus que sueña con ser la nueva princesa Diana.
Las lenguas todavía peores aseguran que Boris está gobernado por usted, como si desconocieran que en un matrimonio los maridos tenemos la última palabra: "sí, cariño". Todo normal en su vida, Carry. Sonrientemente normal. ¿Qué le gustan las fiestas? Pues disfrútelas.
Procure, en todo caso, que no se sepa mucho que usted está detrás. Procure también que no coincidan con el luto oficial por la muerte de un familiar de la reina por el qué dirán y porque Boris se tiene que disculpar después. Haga obras de caridad para compensar. Y sepa que este mundo necesita culpables para echar a los leones del circo político y mediático y para decir aquello de que Boris es bueno, Boris es un santo, no hay más que verlo, pero está mal rodeado. Y necesita, sobre todo, cambiar el tópico de que detrás de un gran hombre hay una gran mujer por esta nueva máxima: detrás de un buen hombre hay una moza que lo consigue pervertir.