A las 8 de la tarde, cuando has abierto La Brújula, pensé que estabas contando un cuento. Acostumbrado a leer cómo tus artículos en La Razón tienden a fabular un personaje, me dije: vaya, hombre, Lucas trae su imaginación a la radio. Y no era un cuento, director. Era una historia increíble, pero real. La historia del cambio de dos recién nacidas en un hospital público de La Rioja y entregadas por error a quienes no eran sus padres. Ocurrió en 2002, hace 19 años. Le escribo a la que descubrió la equivocación.
Querida muchacha: un conflicto con quien durante todo ese tiempo pasaba por ser tu padre te llevó a hacer una prueba de ADN, y no era tu progenitor. No era tu padre. No quiero imaginar cómo esa noticia descalabró todavía más a esa familia, hasta ese momento tu familia. Lo primero que se pudo pensar fue en una infidelidad de tu madre. Y esa mujer, inocente, ¿Cuánto no habrá llorado ante tan injusta acusación, pero científicamente avalada? Terminó haciéndose también la prueba del ADN y tampoco era tu madre.
Fuiste la niña sin padres
Fuiste la crisis de identidad más evidente que hemos conocido. No me sorprende que te hayas presentado en un despacho de abogados con el encargo más extraño que nunca se recibió en un bufete: "Díganme ustedes quién soy". Poco dice la noticia de la identidad de la otra chica, pero la novela de tu vida todavía guarda un ingrediente: el ingrediente clasista. A la otra la entregaron a una familia más estructurada. Pudo tener, según los indicios, una infancia más feliz. La injusticia que no cometió la naturaleza la cometió un error humano.
Tres millones pides, muchacha, de indemnización. La décima parte te ofrece el gobierno riojano. Y yo me quedo preguntando cuánto vale una infancia y una pubertad que no te correspondía; cuánto valen esos días, quizá esos meses, en que te has encontrado sin padres; cuánto vale el honor de tu falsa madre puesto en duda, aunque fuese en el reducto familiar; cuanto valen sus lágrimas y tus lágrimas; cuánto valen tus sufrimientos; cuánto compensa encontrarte ahora con tus padres de verdad, y quién asegura que eres el único caso de un cambiazo, involuntario, pero cambiazo, en la sala de incubadoras de un hospital.