Buenas noches, señores expertos que han elaborado el libro blanco de propuestas para la reforma fiscal.
Les habla un contribuyente siempre modesto para la Agencia Tributaria, pero gigantesco para su cuenta corriente. Tan gigantesco, que está contando los días, y le faltan 120, para que su cuenta corriente se vacíe llena de orgullo por lo mucho que ha contribuido a los vicios y servicios que llaman públicos y no siempre lo son.
La verdad es que no sé cómo dirigirme a ustedes, los más sabios de este mundo, que la ministra Montero, María Jesús, les ha encomendado la patriótica tarea de orientar la madre de todas las reformas, que es la fiscal. Para la mayoría de nosotros, los que necesitamos ayuda para declarar la renta, lo que ustedes han hecho en cientos de folios y miles de horas, para nosotros, digo, la reforma fiscal se reduce a una pregunta: ¿me suben o me bajan los impuestos? Dicho de una forma más grosera, ¿les han encargado estrujarnos o dejarnos vivir?
No me fuercen a elegir, señores expertos, porque me temo lo peor, aunque no hay ministro que encuentre en el autobús que no me jure que este gobierno no subirá ni un euro más en dos años, que son los que faltan para las elecciones. Pero no conozco a ningún gobernante que no sea presidente o presidenta de comunidad autónoma del PP que no entienda por reforma fiscal un zurriagazo que llaman actualización. En su caso he de reconocer que he visto una referencia a rebajar la presión sobre las clases medias. Pero mi impresión inicial, expertos, es que, movidos por la transición ecológica, han llevado a su libro blanco el mandato refranero: mujer casada, pierna quebrada y en casa. Y el marido, también. Y los hijos, igual.
Es que su propuesta es subir los impuestos de la gasolina, del diesel, del queroseno, de los billetes de avión. Es decir, como no podíamos esperar menos, de todo lo que se mueve. Como “el que contamina paga”, decidieron que conductores y viajeros paguemos la factura climática. Quizá tengan razón, quién soy yo para discutirlo. Pero ignoro por qué los palos caen siempre sobre la clase media, la que no puede tener coche eléctrico y carga el suyo con gasoil. Espero, señores expertos, que, además de ser sabios, tengan también conciencia social