Y buenas noches a la seductora ciudad de Vitoria, al Centro Memorial Víctimas del Terrorismo y a su director, mi entrañable Florencio Domínguez. Este es el momento y el espacio para decirte en público lo que nunca tuve la oportunidad de decirte: durante muchos años fuiste la luz que esperaba muchas mañanas en tu crónica de La Vanguardia para conseguir entender lo que ocurría en tu País Vasco. Durante muchos años también fuiste la voz que buscábamos en la radio, en Onda Cero, para que nos explicases por qué ese día se había matado, por qué se seguía matando, que había detrás de un atentado o cómo se daban aquellos pasos que nos condujeron finalmente a la desaparición de ETA como banda terrorista.
Tú Florencio, eras la documentación, el análisis, el conocimiento y, a pesar de estar tan cerca de la sangre, tú eras la templanza. Por eso, cuando se creó ese Centro Memorial de Vitoria y se dijo que tú ibas a ser el director, todos pensamos: es el puesto natural de Florencio. Parece un Centro creado para Florencio, y creo que en gran parte se ha inspirado por ti. Inaugurado hace solamente seis meses, casi se puede decir que lo hiciste pieza a pieza, que lo pusiste en marcha y le das vida con infinidad de iniciativas: exposiciones, videos, centro de documentación, programas educativos y de difusión, edición de una revista. Y Museo. Ese sí que es un museo de la memoria. De la memoria doliente, de la memoria reflexiva, de la memoria vivida.
¡Qué gran trabajo, Florencio! ¡Y con qué delicadeza y visión histórica! Ahí está lo todo el terrorismo que sufrimos en España. Está ETA, por supuesto. Pero también el GAL. Y el Batallón Vasco-Español. Y los demás grupos de extrema izquierda y de extrema derecha. Y el terrorismo yihadista. Ahí está el zulo de Ortega Lara, pero también la memoria de las 1.453 personas que fueron asesinadas desde el año 1960 y las casi 5.000 que resultaron heridas y los testimonios de muchas de sus familias.
Y yo, querido Florencio, creo que no puedo decir nada mejor que lo que dijo el rey Felipe VI en su discurso de inauguración: que preservar la memoria de las víctimas es un ejercicio de respeto y de justicia.Es importante para la defensa de la libertad. Es esencial para que las generaciones futuras conozcan la gravedad de lo ocurrido, la dimensión del dolor y el luto causado. Y, sobre todo, para que nada de lo que ahí se recuerda pueda volver a ocurrir.