Buenas noches, Iñaki Urdangarín.
Posiblemente le envié alguna carta en otros momentos duros para usted. Y eso me hace pensar que usted tuvo instantes espectaculares y dramáticos en su vida, casi todos ellos merecedores de multitud de primeras páginas. Estelares cuando llevó al altar a la hija de los reyes de España. Era un cuento de hadas. Dramáticos, cuando saltó el caso Noos, cuando fue juzgado, cuando fue condenado, cuando ingresó en prisión. Por haber llevado al altar a la hija de los reyes de España, hizo que la corrupción llegase a la más alta institución del Estado y ahí comenzó la pérdida de encanto de la Monarquía, hasta entonces intocable.
Le hemos visto en la solemnidad de la catedral de Barcelona cuando Barcelona vivía en luna de miel con la Corona. Le hemos visto bajando aquella cuesta de la Audiencia de Palma y decía que iba a demostrar su inocencia. Y aquellos días saltaron a la luz sus imprudentes correos de citas que, quién lo iba a decir, serían recuperados tantos años después.
Diríase, señor Urdangarín, que el eufemismo tiene sangre azul
El cuento de hadas se fue convirtiendo poco a poco en los actos de una tragedia griega que empezó a descubrir su final en las fotos de la playa de Bidart que sacudieron la crónica rosa de este país y desembocaron hoy en una de esas frases que hacen época: “interrumpir su relación matrimonial”. Su todavía cuñada doña Elena había marcado estilo cuando en su comunicado con Marichalar habló de “cese temporal de convivencia”. Diríase, señor Urdangarín, que el eufemismo tiene sangre azul.
Iñaki, usted lo pudo hacer mejor
Y ahora, descubierto todo y todo consumado, le digo: es cierto que estas cosas pasan, a mí me lo va a contar; es cierto también que donde hay antecedentes, como los había en su caso, puede ocurrir lo que finalmente ocurrió; es cierto que en medio de la tormenta familiar surgió un joven, de nombre Pablo, su hijo, que demostró una serenidad más digna de un nieto de reyes que de hijo de crápula; y es cierto, Iñaki, que usted lo pudo hacer mejor. Y no solo porque las fotos son la forma más desdichada de provocar una ruptura, sino porque, para la historia sentimental de la familia, queda usted como una persona que no se ha distinguido por su fidelidad. No lo tome como una falta de respeto. Tómelo como una descripción personal.