Buenas noches a las infantas doña Elena y doña Cristina de Borbón y Grecia. Verán, Altezas: mis maestros me enseñaron que, para hablar de alguien, tenía que intentar ponerme en su lugar. Y créanme que lo hice antes de conocer el comunicado de esta mañana.
Me puse en su lugar y me dije: vamos a ver, Fernando, ni se te ocurra imaginar que tú eres infante de España, pero un día estás en Abu Dabi y, con las relaciones que tienes, viene un señor de chilaba y te dice: oye, periodista, ¿por qué no te vacunas, que no hay más que pedirlo? Y yo, pecador como soy, me dejo caer en la tentación y me digo: joé, pues es una oportunidad.
Además, como dijo el alcalde Almeida, no le quito vacuna ni turno a ningún español. Solo tuve la fortuna de estar en Abu Dabi en el momento oportuno. Y además, como me han excluido de la Familia Real ni me une a ella ningún salario, no tengo ni que consultar. Pregunto a dónde hay que ir, me remango la camisa, que me pinchen e inmunizado que me quedo. En esa imaginativa estaba cuando me di cuenta: Fernando, que tú ni eres infante de España ni estás en condiciones de ponerte en la piel de una infanta.
Mira que ellas son de alto linaje, hijas y hermanas de rey, y ni en Abu Dabi ni en la China, que diría Carod Rovira, se acepta que alguien se vacune fuera del orden y el turno establecido por la autoridad. Lo dijo Pablo Iglesias, que de realezas sabe más que nadie. Lo dijo así: “la sociedad no acepta que miembros de la Casa Real se vacunen en Abu Dabi”. A lo mejor, si fuese en Venezuela o Cuba, se podría aceptar, pero en Abu Dabi no es de recibo.
Y aquí me tienen ustedes, Altezas, que comprendo su debilidad al caer en la sanitaria tentación, pero lo políticamente correcto es decir que eso estuvo muy mal, que eso no se hace, que hay millones de españoles que no pueden ir a Abu Dabi, que no se puede provocar a la opinión pública y que no se le puede hacer eso al buen rey Felipe VI, que bastantes líos tiene para que ustedes le creen ahora el lío más insospechado. No son ustedes Familia Real, pero ayudan a que este sea como aquel de la reina de Inglaterra, un “annus horribilis”. Una debilidad se ha convertido en escándalo y a la Corona solo le faltaba el golpe inesperado e imprevisible de una inocente vacunación.