La carta de Ónega a John Lennon: "Fuiste nuestro mito, nuestro pequeño dios"
Fernando Ónega dedica su carta en La Brújula al cantante John Lennon. Se cumplen 40 años de su muerte.
Madrid |
Me tocas la parte sensible, no sé si de la memoria, del corazón, de la nostalgia o del rebelde que ya no soy. Te diré una cosa. En mi vida hay tres puntos de peregrinación: la casa de aldea, con sus recuerdos, sus espíritus que siguen allí y el olor a tabaco cuarterón de la chaqueta de aquel campesino que era mi padre; el Pórtico de la Gloria, donde puedo pasar horas en éxtasis asombrado de cómo se pudo trabajar aquella piedra; y un rincón del Central Park de Nueva York donde hay un memorial de John Lennon y desde donde se ve la casa, cruzando la calle, donde lo asesinaron.
Estar en Manhattan y no asomarse un minuto a aquel lugar para tantos sagrado es como estar en Granada y no contemplar la Alhambra; como estar a A Coruña y no visitar el monumento que allí te han levantado, John, quizá por la hermandad que nos une a los celtas de Escocia y a los celtas de Galicia. Siempre hay devotos en aquel rincón verde de Manhattan que hablan todos los idiomas del mundo. Siempre hay alguien que canta “Imagine” y alguien que le acompaña.
Y han pasado cuarenta años, John Winston Lennon. Si no fuese por aquel asesino, hoy tendrías 80 y serías un viejito que acumula razones para rezar por la raza humana, como decía Yoko Ono que hacías. Hoy serías un cascarrabias que seguirías burlando a los guardias para pegar en Wall Street carteles que seguirían diciendo: “La guerra se termina si tú lo quieres”. Ahora no hay féretros que lleguen de Vietnam con honores militares y luto en las familias, pero hay el luto del Covid y hay féretros, féretros de refugiados, de perseguidos, de migrantes quemados en su mísero refugio y de hambrientos de pan y sedientos de justicia.
¡Que grande has sido, John Lennon! ¡Y qué grande la radio, que hace un alto en el camino y se detiene en aquel músico “bocazas y lunático” –son palabras tuyas—que sedujo y marcó a una generación! Nos enseñaste a protestar. Nos dijiste que había una asignatura llamada pacifismo. Fuiste nuestro mito. Fuiste nuestro pequeño dios. Rico y millonario, en vez de aburguesarte, fuiste hasta el último día músico y activista, inconformista y gamberro, rebelde y burlón, irreverente y provocador. Y cuarenta años después, John Lennon, sigue habiendo quien cante “Imagine” en aquel memorial de Central Park.