Penosas noches a José Luis Moreno. Ni en los peores sueños podía imaginar que le iba a escribir esta carta. Para ser sincero: jamás imaginé que le tendría que escribir una carta. Es que a lo largo de mi vida encontré a muchos José Luis Moreno.
Encontré al de Rockefeller, Monchito y Macario. Y al gran productor de enormes espectáculos de televisión y de fracasados espectáculos de televisión. Hasta ahí, un hombre normal, trabajador, creativo, emprendedor, del que solo decían pestes algunos de sus empleados por sus métodos y las pocas ganas que usted tenía de pagarles.
Otro Moreno que conocí fue aquel de la cara magullada, los cardenales y el cuerpo molido a golpes por los atracadores que entraron en su casa. Lo compadecimos mucho, fueron ciertamente crueles con usted. La visita probablemente no fue improductiva por algo que usted no podía confesar: allí tenía que haber dinero negro. Usted hizo posible esa leyenda, porque se hablaba mucho de sus maletines y ahora, además, está en la lista de los grandes morosos de la Hacienda Pública.
Pero ningún episodio de su vida como el de hoy. Cuando esta madrugada sonó el timbre de su casa, si es que la Guardia civil toca el timbre, no era el lechero, eran los guardias. Y no iban a atracarle, José Luis. Iban a buscar pruebas de todo lo que se le acusa, que, según algunas informaciones, abarca casi todos los delitos que caben en el Código Penal. Desde luego, todos los delitos que tienen que ver con la droga y la corrupción.
Y parece que ha caído con todo el equipo, José Luis. Cincuenta detenidos, organización criminal. No, retiro lo que acabo de decir. No tengo ninguna prueba para atribuirle ningún delito ni para exculparle de ningún delito. Solo digo, José Luis Moreno, que, según lo conocido hasta ahora, usted es víctima de su avaricia. Quien ganó tanto dinero en su vida profesional, podía vivir un retiro tranquilo y feliz. Pero yo lo veo, señor Moreno, como Schopenhauer veía a los de su calaña: “La riqueza es como el agua salada: cuanta más se bebe, más sed se tiene”. Y aquí quién sabe si López Aranguren lo retrató a usted cuando escribió: “en el origen de todas las fortunas, hay cosas que hacen temblar”.